The Crow: Curare / La piel del lobo

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Guión: James O´Barr
Dibujo: Antoine Dodé y Jim Terry
Edición España: Yermo Ediciones (2013)
Contiene: The Crow: Curare Nº 1-3 USA y The Crow: Skinnnig the wolves Nº 1-3 USA (IDW Publishing, 2012-2013)
Formato: Tomo rústica de 160 páginas
Precio: 15,00 €
Valoración:

 

«Interesante concepto el de vivir para siempre.
¡Decidme lo que se siente!»

La habitualmente temida y fascinante figura del cuervo ha estado muy ligada históricamente, en la literatura y leyendas populares, a la representación de un mundo invisible a los ojos humanos en el que estas criaturas ejercen de mediadoras entre la vida y la muerte. En los más ancestrales mitos han sido relacionados obstinadamente con los malos presagios y se les ha caracterizado como salvaguardas de la mortalidad del héroe. Estas características han sido comunes en muchas culturas a lo largo de los tiempos formando parte de la mitología de pueblos norteamericanos y pre-europeos en las que el oscuro plumaje de estas aves era símbolo infalible de los dioses, augurio de tiempos venideros y recuerdo de la atormentada e insatisfecha alma de los difuntos. No han sido pocos autores y escritores los que han preservado la fuerza alegórica del cuervo en sus historias, desde el mismísimo William Shakespeare al contemporáneo George R.R. Martin, pasando por Charles Dickens o Edgar Allan Poe, sirviéndose de este ser para construir relatos oscuros y sobrenaturales en los que narrar los más crueles y fríos inviernos de la ficción. En el mundo del cómic resulta inevitable hacer una escala en nuestro vuelo y posar nuestro interés sobre una obra como The Crow, el trabajo del estadounidense James O´Barr nacido del puro y aplastante dolor en el que su creador humanizo la misma simbología atribuida a este animal. En un ejercicio similar, salvando las distancias y medios, al realizado en el siglo XIX por Bram Stoker en la seminal Drácula, The Crow tomaría el folclore y leyendas periféricas a la figura del cuervo para poder definir a su inmortal antihéroe.

En el año 1989, en unos tiempos oscuros para el cómic estadounidense, la propuesta de James O´Barr parecía una muestra más de la naciente galería de personajes extremos de la época pero cuajó en los lectores por su fuerza y su particular vorágine sentimental convirtiéndose en la novela gráfica independiente más vendida de la historia del cómic. Pero el éxito sólo llegaría después de una larga odisea para The Crow, una propuesta extraña y perturbadora, «demasiado extravagante» para muchos editores y compañías por las que deambularía James O´Barr hasta llegar a Caliber Press que finalmente aceptaría publicar su relato. La trágica historia, contraculturalmente ligada al movimiento gótico y punk del momento, se transmutaría en un icono cuando a principios de los noventa fue adaptada a la gran pantalla por el director Alex Proyas en una desastrosa y fatídica producción protagonizada por Brandon Lee. La película saldría adelante a pesar de la muerte de su actor principal y la leyenda no hizo más que acrecentarse, popularizando el desafortunado y fantástico drama de Eric Draven y su prometida, enamorados y asesinados cruelmente por una pandilla de delincuentes comunes. El resto resulta sobradamente conocido, Eric Draven resucita asumiendo la identidad espiritual y totémica de El Cuervo, dejándose dominar por un derbodante ánimo de venganza y una implacable disposición para castigar y hacer justicia contra los asesinos que habían destrozado su vida.

También resulta suficientemente conocida la voluntad catártica con la que el guionista y dibujante James O´Barr escribió, trazó y concibió The Crow, intentando paliar su propio dolor y resentimiento provocado por la pérdida de su prometida, atropellada y muerta a causa de la imprudencia de un vulgar conductor borracho. Pasado el mal trago, intentando rentabilizar el éxito de la propuesta original o, posiblemente, sobreviviendo a él, James O´Barr retomaría la mitología de su creación para convertirla en una saga protagonizada por un ángel de venganza que había estado presente a lo largo de toda nuestra historia, en diferentes épocas y realidades, asumiendo todo tipo de encarnaciones y formas cuando el amor superaba la misma injusticia de la muerte y la crueldad de un crimen sin castigo. De esta manera, como comentábamos hace un tiempo en la reseña de la obra original de James O´Barr, «a la largo de los años noventa y al amparo del sello Kitchen Sink Press, verían la luz títulos como The Crow: Dead Time con un reparto de lujo formado por James O’Barr, John Wagner y Alex Maleev; The Crow: Flesh and Blood en la que repetían James O´Barr y Alex Maleev y a los que se sumaría el escritor James Vance; y ya sin James O´Barr llegarían The Crow: Wild Justice con el guionista Jerry Prosser y el arte de Charlie Adlard y The Crow: Waking Nightmares con guiones de Christopher Golden y con Phil Hester en el apartado gráfico».

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Portada e imágenes interiores de The Crow: Curare de James O´Barr y Antoine Dodé

Pero esto sólo sería el principio, The Crow había superado a su propio creador, como el cuervo de Edgar Allan Poe reclamaba constante atención, siendo protagonista de algunas cabeceras en diversas editoriales a las que sobrevolaría y mientras el personaje se aferraba y criaba sus polluelos en otros medios. Este sería el caso del cine en el que se sucederían producciones como The Crow: Ciudad de Ángeles, The Crow: Salvación o The Crow: Wicked Prayer, o en la televisión, en la serie de breve curso The Crow: Stairway to Heaven o, finalmente, narrando sus aventuras en novelas escritas por autores como Chet Williamson, David Bischoff, Poppy Z. Brite, Norman Partridge o A. A. Attanasio. En tiempos más recientes IDW Publishing se interesaría nuevamente por el personaje editando una nueva miniserie, The Crow: Death & Rebirth, escrita por John Shirley, co-guionista de la película original de Alex Proyas, e ilustrada por Kevin Colden. Esta maniobra vendría sucedida del regreso de James O’Barr al tiempo que se sucedían los rumores de una nueva adaptación cinematográfica. El proyecto acabaría cuajando en un par de relatos publicados consecutivamente a principios de esta década, The Crow: Curare, en clave de thriller policíaco, y The Crow: La piel del lobo, ambientada en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, historias recuperadas hace poco en nuestro país en una única edición gracias a Yermo Ediciones.

En estas historias James O’Barr se limita al guión de las mismas cediendo la parte gráfica, exceptuando alguna puntual portada, al francés Antoine Dodé, autor de obras para el mercado francófono como Pierrot Lunaire, Armelle & L´Oiseau o Armelle et mon oncle, y al dibujante estadounidense Jim Terry al que sólo se le conoce por su trabajo previo en la cabecera Underneath guionizada por su compañero Tom Stillwell para la editorial independiente norteamericana Spinner Rack Comics. El primero aporta sus desgarbados y abocetados lápices a The Crow: Curare, una historia inspirada en una noticia real que James O’Barr había leído en los periódicos, siguiendo la personal obsesión de un oficial de policía retirado, un Joe Salk en cuyos rasgos parece reconocerse al mítico actor Dennis Franz, cuando la vida le ofrece una segunda oportunidad de descubrir la verdad sobre un horrible caso que nunca había logrado resolver, el de una pequeña asesinada y violada cruelmente cuyo espíritu, veinte años después, regresa para reclamar su merecida y esquiva justicia. El guión de esta miniserie calca el tono de las novelas de género negro de nuevo cuño de las últimas generaciones de escritores anglosajones, como Dennis Lehane, Gillian Flynn o Philip Kerr, añadiendo al conjunto el consabido elemento paranormal y un apartado gráfico obra de Antoine Dodé modesto y cauto en las formas pero monocromáticamente muy inspirado.

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Portada e imágenes interiores de The Crow: La piel del lobo de James O´Barr y Jim Terry

En esta sencilla pero emotiva historia, en la que James O’Barr logra envolvernos en el estado anímico de una narración que no elude detalles de lo más grotesco y retorcido, ya podemos comprobar cómo la herencia original de estética punk de The Crow se ha acabado por diluir de la primera plana mientras su esencia sigue mutando y dando muestras de una interesante versatilidad temática. Esto mismo se reafirma en la lectura de The Crow: La piel del lobo, un relato que se aleja de la intriga y el ritmo pausado de The Crow: Curare para ofrecernos una propuesta más directa y llena de acción situada en un campo de concentración alemán dónde un preso judío recibe los asombrosos poderes del cuervo para poder llevar a cabo su personal venganza contra un inhumano y despiadado comandante nazi y su brutal reinado del terror. Esta miniserie parece retrotraerse ligeramente a los orígenes The Crow por la visceralidad del conjunto aunque no encontraremos en ella la lírica y poética violencia de la seminal obra de James O’Barr, como tampoco la hallamos en The Crow: Curare en la que predomina la comentada ambientación de género negro y un cierto aire de fábula de terror. El dibujo de Jim Terry se entrega decididamente y sin fisuras a la masacre perpetrada por su compañero James O’Barr con un planteamiento desmatizado y, salvo algún flashback, bastante lineal, carente de artificios artísticos y con unas señas de identidad que recuerdan al británico Steve Dillon.

El resultado de The Crow: La piel del lobo parece un ejercicio de «retro-venganza histórica» en la línea de la fílmica Malditos Bastardos de Quentin Tarantino, su protagonista se embarca en una misión en la que sólo busca una cosa, ni una más, matar nazis, aunque evitando la mordaz y subversiva sátira propuesta en el filme del director estadounidense para conformarse con algunos más comunes y simpáticos toques de humor negro a costa de la prototípica y habitual caracterización de la amenaza nazi. La psicología de personajes de este relato resulta menos punzante, su tono no desprende la opresión sentimental de The Crow: Curare y, finalmente, su conclusión resulta más abierta. Pero, de alguna manera, ambas historias sirven de contrapunto y se complementan utilizando tonos y narrativas muy dispares que suponemos sólo responden al ánimo de experimentación de su creador y su voluntad de plegarse a los cánones de los géneros asaltados. De esta manera, en la citada The Crow: Curare encontramos una narración más elaborada, con una habitual profusión de diálogos complementada con pasajes de escenas mudas y un mayor peso de los personajes secundarios, mientras en The Crow: La piel del lobo el planteamiento es más esquemático y aunque los protagonistas tienen voz y voto el verdadero agente movilizador del relato es la acción del mismo. En definitiva, historias que vienen a seguir sumando a la leyenda, maneras diferentes de afrontar un mito moderno, la oscura creación de James O’Barr tan viva y hambrienta de justicia y venganza como siempre.

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Hombre de Trapo
Lector
17 abril, 2014 10:58

¿Soy al único al que la portada de ‘The Crow: Curare’ número 3 le parece calcada de la Ana Torrent niña de las películas ‘Cría Cuervos’ y ‘El Espíritu de la Colmena’?

http://4.bp.blogspot.com/_L1oXuItjNvs/SUbRWR4O4gI/AAAAAAAABrc/w_h9u_whHXA/s400/anatorrent.jpg

http://www.elpatiocinefilo.com/wp-content/uploads/2012/10/Ivan-Artaza-83.jpg

Bien hecho, James O’Barr.

orco05
Lector
17 abril, 2014 12:59

Referencia fotográfica, inspiración… estas cosas antes me resultaban muy curiosas, incluso le enseñaba la viñeta o portada en cuestión a mi hermano que no lee comics para ver si adivinaba en quien se habían inspirado, hasta que llegó Salvador Larroca y todo dejó de tener gracia.