The Horizon / The Horror-zone
“La chica lloró se compadeció tanto de sí misma como de toda la humanidad”
El tercer y último tomo de la serie que os traemos reseñado sirve para condensar y finalizar una obra horriblemente hermosa, que se introduce en el cuerpo de la forma más sencilla que existe, ya estando dentro y aflorando lo que toda la humanidad oculta.
Por primera vez aparece color, alegre y luminoso. Se ve el cielo azul y un campo florecido. La chica viste con un mono marino, tiene las mejillas ruborizadas y las pupilas pintadas de azul pálido. Ese rubor sustituye el contraste de la herida abierta, un rojo más amable de familia encontrada. “Cuando se daban la mano, ambos eran felices”, apunta el narrador.
Y mientras el autor esperaba que el chico y la chica llegaran al horizonte del libro, el mundo avanzaba sin ellos. El color precede a la esperanza. Sin embargo, todos los recuerdos de una buena vida se pueden desvanecer en un simple segundo. La esperanza también puede morir y lo hace en forma de negro alquitrán. De esa sangre viscosa, densa, oscura y visceral que lo mancha todo. Entonces el trazo resulta irregular, no quiere ser lógico. Es un dibujo que quiere representar la locura, el delirio y la desesperación, como si se tratase de un miedo que solo pertenece al resto del mundo y, sin embargo, este habita en cualquiera.
Una obra que no cuenta con un estilo marcado en los detalles, que abunda en oscurecer las páginas a borrones y fundidos a negro, que ni siquiera nos da un nombre para las personas que aparecen. Una obra que parece simple y cuyas páginas se recorrerían de una ojeada, es increíble cómo traspasan esas imágenes y calan en la persona que somos ahora y en el niño que hemos crecido. Ha calado en mucha gente y mucho público, de ahí que se encuentre en el Top 100 de mejores mangas de My Anime List.
Es una lectura que cala a estos dos niveles, por una parte el adulto conocedor del mundo que nos rodea con conflictos y miserias, y por otro el infante que ha vivido una vida tranquila con un claro porvenir. Y asombra cómo tira de ambas personas para que la agonía cale hasta los huesos. Y no necesita imágenes violentas o una representación fehaciente de armas blancas y de fuego. Solo con ver cómo la gente desaparece, o que el camino es monótono agarra las esperanzas del lector y las entrelaza a las de sus protagonistas en su constante sufrimiento.
Si bien el segundo tomo hablaba de esperanza, en este se recuerda su compañía. Esa esperanza que se convierte en la certeza de saber que alguien es testigo de los pequeños detalles, de los mundanos, de los dolorosos y los felices. Esa esperanza de quien te acompaña para el resto de tus días y el de los suyos. La esperanza muere cuando avanza sin llorar y sin sentirlo.
Con solo unas páginas y unas pocas líneas de diálogo finaliza la historia de la chica antes de encontrarse con el chico. Historia de despedidas constantes y de aprendizaje a la soledad. Cómo las últimas paradas del autobús a ningún destino va dejando a la pequeña con menos pasajeros en su vida y esta no puede hacer nada más que llorar y seguir avanzando. Hasta encontrarse con un pequeño solitario como ella y enlazar sus caminos.
Cuando te has visto sumido en la soledad no quieres que nadie, ni tú mismo, vuelva a caer en ese estado. Por eso el enlace de estos dos personajes se vuelve tan sólido. Habiendo probado la angustia completa, compartirán y se apoyarán en estos momentos donde parecía haber abandonado la esperanza, pero se encontraron a ellos y un posible futuro donde sigan ambos presentes. Que es lo que veo en ese campo amarillo y en esa proposición dulcemente inocente, un deseo de mantenerse juntos y no volver a estar solos nunca más.
Aunque el destino caprichoso y los intereses de los poderosos sean capaz de tornar el terror en una nueva soledad. Como un misil cargado de los horrores vividos por la guerra, las acciones inocentes toman lugar y la gente resulta herida. O muerta. Promesas que se rompen y la irremediable pérdida sucede. ¿Merece la pena seguir viviendo sumido de nuevo en esta soledad? El mensaje de supervivencia a ultranza que tiene The Horizon, aunque no sea explícito, es marcado. Que tras tantas penurias agónicas el niño siga y siga caminando hacia el horizonte me parece de una crudeza sumamente bella. Que el sentir tenga más peso que el acabar con todo, que aunque sea flotar en el mar, pescar, recordar por duro que fuese lo sucedido, es más importante que la nada. Que siempre hay que creer.
¿En el amor? Mensaje más manido no hay. Más incluso que la frase de que “La guerra no cambia nunca”. ¿Pero qué hay de malo en ser uno más en lanzarse a estas aguas? ¿Hace mal ser uno más que siga la corriente de que hay que creer en el amor antes que en la guerra? De quien empuña un fusil por proteger a la persona que le tiene cogida la mano, de quien se queda en el camino para que otro se salve, de quien se presta a ahogarse en un mar por rescatar a quien necesita aire.
Me sucede algo parecido a haberme leído 17 Años, que no es porque haya una tristeza palpable que llama a la empatía y tire del lacrimal. Es una lectura que se acumula en el fondo del estómago, pesando cada vez más y haciendo que quieras apartar la mirada. Pero es una responsabilidad humana el atender, que aún siendo una ficción, ha sucedido en términos similares a personas que sí tenían un nombre y una historia real.
El tercer tomo es un cierre de narrador, pues el niño protagonista ha llegado a viejo por inercia, por poder contar la historia. Por supervivencia. Por el camino han quedado pesares, cadáveres, malicia, bondad, familia, amistades, enemigos reales e imaginarios, han quedado vidas segadas por egoísmo y por altruismo. Dicen que la guerra es capaz de mostrar el peor y el mejor lado de la humanidad. Aunque si puedo escoger a que la humanidad muestre su mejor faceta sin la peor, pues casi que lo prefiero, por mucho más que cueste. Que se peleen por un palmo de tierra los que quieran pelear y dejen a los desinteresados vivir en paz mirando al horizonte.
The Horizon es una reflexión muy interesante que se convierte en un círculo. Vuelve lo oscuro, pero también lo bello. Es un llamamiento a que vendrán días mejores. Pero también un mensaje relativista y resignado. Al fin y al cabo, cuando no quedé nada, el Sol aún saldrá más allá del horizonte.
“¡Ojalá nuestra historia dure para siempre!”
LO MEJOR
• Cala hasta los huesos, sumergiendo al lector en la negrura del océano que es la humanidad.
• Un dibujo y un guion que asustan de lo sencillo que parecen, encerrando una obra única.
LO PEOR
• Lectura pesada por dónde apuntan sus viñetas y lo joven de sus protagonistas.
Guión - 9.5
Dibujo - 8.8
Interés - 10
9.4
Una obra intensa, cargada de humanidad en su triste y bella agonía por sobrevivir a todo y a todos. Con el horizonte como esperanza entre la crudeza de la tierra y la libertad del cielo.