Infancia robada, los niños de la guerra
La vida solo existe para acercarnos a la muerte
Menudo choque de realidad. Esta obra te carcome la sesera. Te hace sentir mal. Y es exactamente lo que quería JUNG JI Hun al plasmar The Horizon (Kibook Ediciones). Un gran horizonte inicia la historia del niño, cuyo nombre nunca conoceremos, en una Corea unificada por la guerra. El historietista coreano ideó este manhwa para ver la crueldad desde sus ojos, los del niño. Por ello, la primera escena no se ve, se escucha. Se oyen gritos, súplicas y estallidos mientras el niño se esconde. Poco después vendría una calma casi funeraria. El rumor de una gran ciudad, como Seúl, en silencio.
Al salir de su escondite, el muchacho busca a su madre. Esquivó cientos de cadáveres hasta llegar a ella, quien yacía muerta con los sesos en el suelo. Aún no sabemos, como el niño, que se trata de una guerra. Así que, haciendo uso de su inocencia, la criatura vuelve a meterle los trozos dentro de la cabeza. No funciona. Se levanta y va a buscar más. Tampoco funciona. El niño medita frente a su madre, de rostro emborronado, y no dijo nada ni lloró. Solo la observó con esa mirada vacía de alguien que no volverá a sonreír jamás. “Se puso de pie y echo a andar”, inició el narrador. Y en ese camino encuentra a una acompañante, otra niña con las mismas desgracias. Están solos, pero juntos. No les queda más que seguir hacia el horizonte.
The Horizon es un manhwa de thriller psicológico, en que un niño y una niña se encuentran en este contexto bélico tan desagradable. Sin embargo, JUNG JI Hun se hizo famoso con The Boxer, una serie webtoon publicada por primera vez a finales de 2019 en Naver. Esta obra sobre batallas de boxeo difiere mucho de la propuesta en The Horizon, que se publicó a través de la revista digital coreana Comica en 2016, durante un periodo de tensión entre las dos coreas. El foco fue el Complejo Industrial de Kaesong (CIK), uno de los pocos proyectos de cooperación que servía de indicador del estado de las relaciones. Seúl comunicó su intención de detener las actividades en el complejo, lo cual fue interpretado en Pyongyang como un acto equiparable a «una declaración de guerra».
JUNG JI Hun juguetea con una ficción cruel extremadamente pesimista. Aunque la guerra es explícita, esos dos bandos enfrentados no son protagonistas en la historia. Sin embargo, la dualidad sí. La composición de las viñetas, sobre todo las violentas, dan a entender que el niño forma parte de uno y la niña del otro. Ambas criaturas son víctimas de sus adultos. De sus guerras.
Los niños se cuestionan porque los adultos se pelean. Para ellos no tiene sentido porque aún no conocen el odio. No existe, pese a haberlo visto. El viaje se lo enseña y, más importante, también a cómo usarlo.
—¿Te imaginas lo bonito que sería que todos se llevasen tan bien como nosotros? —pregunta la niña—. Nadie saldría herido, nadie se odiaría, nadie se sentiría solo.
Y dejaron de ser niños
El horizonte y el color son metalenguaje de una infancia robada. Las viñetas son amplias y sus escenas, luminosas y vacías. La lectura se convierte en un viaje catártico donde comprendes ambos sentimientos, la inocencia de una criatura junto al sentimiento de trauma. Las escenas más exaltadas y violentas son oscuras y de dibujo mucho más sucio. Las caras están emborronadas y se usan muchos tachones. Se da a entender un trazo primitivo. En cambio, las escenas de calma son vacías e infinitas. Son otro mundo. Remarcan esa separación entre la guerra y los niños. Ese no sentirse parte.
La lectura es silenciosa, con poco diálogo y narraciones. Casi puedes escuchar el croar de las ranas en el arroyo o el sonido silvestre de los grillos por la noche. Y las explosiones, a lo lejos, de una guerra que no les corresponde.
Solo hay un color en esta Corea bélica de blancos y negros: sangre carmesí. Solo aparece en un par de páginas claves para la evolución del niño. Sirve para determinar el antes y el después. Es la demostración de que un niño también puede convertirse en monstruo para sobrevivir. Ese bermellón oscurecido por la violencia deja paso al horizonte. Un horizonte que invita a avanzar, a seguir, a superar, y a dejar atrás el dolor.
LO MEJOR
• Es una lectura que sabe ser cruel cuando debe serlo.
• Tiene una reflexión muy marcada de la guerra, una preocupación que es la realidad de muchos actualmente.
• El inicio y su horizonte de cadáveres.
LO PEOR
• El final, porque habrá que esperar a la segunda parte. Y luego a la tercera.
Guión - 8.2
Dibujo - 9.2
Interés - 9
8.8
Cruel
The Horizon es una ficción cruel. Te hace sentir mal y quiere darte un toque de atención. Esta es una historia de infancias robadas. De unos niños que no volverán a sonreír jamás. Incapaces de entender el odio de la guerra, pero debiendo huir de ella. Y, sobre todo, la máxima demostración de que un niño también puede convertirse en monstruo para sobrevivir.