Un año después de su lanzamiento al otro lado del Atlántico, por fin ha desembarcado en España de la mano de Panini el primer tomo de The Magic Order, una de las últimas obras de Mark Millar. Cualquier obra del padre de los Ultimates es siempre motivo de noticia, siendo como es uno de los autores más mediáticos del medio y de los que más polariza a los seguidores del mundillo, pero además en este caso esta nueva serie tiene el honor de ser la primera piedra de la alianza entre el guionista y Netflix.
Para poner en situación a aquellos que no estén al tanto, el pasado 2017 se hizo oficial la adquisición de Millarworld, el sello a través del que el escocés gestiona sus obras junto a su mujer, por parte de la todopoderosa Netflix. En un mercado de contenidos donde todos parecen estar sin ideas y tratan de encontrar la franquicia que consiga emular el éxito de Disney con Marvel, y donde esta misma hace temblar a la competencia con su inminente plataforma de VOD plagada de licencias, la compañía de Reed Hastings decidió dar un paso adelante y hacerse con una fuente de historias que pudieran nutrir su catálogo de series y películas a largo plazo. Y quién mejor que Mark Millar, al que tan a menudo se le ha acusado de publicar series pensando más en su posible adaptación a la gran pantalla que en su propia calidad. En cualquier caso, la transacción se convierte en un novedoso movimiento, suponiendo no solo la compra de los derechos de las obras existentes como Jupiter’s Legacy o Huck, sino transformando a Netflix en un nuevo agente dentro del mundo editorial y convirtiéndolo en una especie de mecenas para el guionista de Civil War, que a su vez se compromete a inundar el mercado con nuevas series de la mano de los mejores artistas posibles (algo que por otro lado Millar nunca ha solido descuidar). The Magic Order supone así el primer título de esta nueva era, en esta ocasión contando con el dibujo de Olivier Coipel, y con un estreno arrollador en Estados Unidos (su tomo recopilatorio fue el más vendido del mes y su primera grapa solo fue superada por el arranque de la Justice League de Scott Snyder).
En un mundo donde la magia existe y criaturas ancestrales amenazan constantemente a la humanidad, la familia Moonstone lidera a la Orden, una organización de magos que se mantiene en la sombra mientras vela por protegernos de los peligros extraordinarios que nos acechan mientras continuamos con nuestras vidas terrenales sin enterarnos de lo que se mueve tras el telón. Sin embargo, cuando un enemigo desconocido comienza a dar caza a los miembros de la Orden uno a uno, los Moonstone deberán dejar a un lado sus conflictos familiares para hacer frente a la amenaza. Este es el planteamiento de la obra que nos ocupa, una serie que se podría definir como un Harry Potter badass mezclado con ginebra y máscaras de cuero. Hay algo en lo que Millar siempre ha sido excepcional, y es en dar a luz a planteamientos geniales con unas posibilidades interesantísimas, y esta ocasión no es diferente, porque seamos sinceros, si hay algo que no se le puede negar a Millar es precisamente eso: que mola, y mucho. Su acercamiento a la temática mágica sabe explotar ideas fantásticas (¿novelas usadas como prisión?, deme cien) y tirar de épica cañera a raudales (la escena del horogoblin). Pero lo importante es: ¿hay contenido más allá del envoltorio de socarronería y espectacularidad?
La respuesta tiene matices, pero en resumen le daría un sí. The Magic Order cuenta con unos personajes muy bien definidos, siendo probablemente Cordelia y Gabriel los más interesantes de todos ellos (en especial la primera tiene tanto en el primer como segundo número una de las mejores presentaciones que recuerdo últimamente para un personaje). Vista de manera global, no es casualidad que Millar haya citado como referencia a El Rey Lear. Además de las referencias a través de nombres como Cordelia, Regan o Albany, todas las tramas de este arco, desde el villano hasta el héroe retirado, se pueden encuadrar dentro de los conflictos derivados de la paternidad, el legado familiar y la relación entre padres e hijos. Además cabe destacar, aunque no sea relevante para la historia, la manera tan orgánica que tiene Millar de incluir en la trama algo tan de moda hoy en día como la diversidad. Ya sea con una pareja interracial o con un protagonista homosexual, el detalle no parece atraer focos, sino que está integrado en la historia de un modo tan natural como respirar. Este tipo de normalización es muy positiva y debería ser una tendencia a seguir. Como contrapartida negativa encontramos sin embargo algo que ya es habitual en la bibliografía del escocés, y es la sensación de llegar al final de manera apresurada. La historia pide más números, y la artimaña final para solucionar el clímax se antoja un poco deus ex machina. A pesar de todo, el desenlace se siente mejor desarrollado que en otras obras recientes como Huck, y la citada resolución se puede perdonar por ser consecuente con la evolución dramática que plantea para los protagonistas en cuanto a qué es lo que se espera de uno y qué significa hacer lo correcto.
En lo que respecta al apartado artístico, estamos ya tan acostumbrados al brutal nivel que presentan los dibujantes con los que trabaja Millar que casi sobra comentarlo, pero Coipel está espléndido. El francés debuta en Image con un despliegue de calidad apabullante, llevando al papel de manera brillante los conceptos más abstractos de las artimañas mágicas salidas de la mente de su guionista e imprimiendo a su dibujo un dinamismo tremendo en las escenas de acción. Unido a los tonos apastelados elegidos por Dave Stewart para colorear la obra y que encajan como un guante, tenemos un trabajo al que achacarle entre pocas y ninguna pega. Si en Netflix exigían que los nuevos trabajos de Millarworld tuvieran a artistas de primera liga, por el momento pueden estar satisfechos.
En definitiva, The Magic Order es una obra recomendable, con un dibujo espectacular y una historia muy entretenida que no decepcionará a los seguidores del escocés y a la que puede que si viniera firmada por otro guionista le sacaríamos menos pegas. Una historia asimismo que esperemos sirva como semilla para un universo en el que su autor se pueda explayar con más tranquilidad para futuros arcos.
Lo ojee con detenimiento y aunque el dibujante es de 9 el dibujo no me lo pareció, irregular con algunas viñetas con no están al nivel que puede dar este dibujante, quizás las prisas supongo.
Gracias por la reseña, Eduardo:
coincido con los puntos negativos que marcas, y también con la apreciación de Sibaix de que parece que a Coipel (a pesar de darle al libro un aspecto bastante espectacular) le falta un poco más de trabajo en algunas viñetas, sobre todo en cuestión de escenarios que a veces parecen un poco… «brumosos». Yo además, al guión le he visto algunos momentos muy torpes o vagos de escritura por ser sobre-expositivos: alguien verbaliza una explicación sobre algo lo que ha pasado o está pasando en el cómic, en vez de describirlo con imágenes o con maneras más sutiles. Por ejemplo, lo que pasa en la pag. 1 del cap. 3 nos lo viene a explicar con:
-. «¡Rufus! ¡Maldito mierdecilla! ¿Alimentándote de energía sexual mientras dos vagabundos borrachos f*llan? ¿Podrías caer más j*didamente bajo?»
No queda muy natural dada la situación, la verdad. y Así en varios momentos del libro.
Por otro lado, aunque los trabajos de Millar en esta etapa por libre me puedan gustar mucho/poco/nada, mi respeto por él va por delante, porque me parece que es un tío que ha roto la baraja que le daba la industria del tebeo Marvel/DC y ha sacado la suya propia, y es su propio jefe, e invita a artistas a que se suban al carro con él y disfruten de las mieles del éxito. Dos grandes artistas como Quitely e Immonem se van a sacar un buen pico con las adaptaciones de Jupiter’s Legacy y Empress, igual que Romita Jr. lo hizo con Kick Ass. Puede que haga productos algo facilones pret-a-porter para cine o TV, pero son SUS productos. Olé por el escocés.
¡Muchas gracias por comentar!
Es posible que tengáis razón con el dibujo de Coipel, aunque a mí la verdad es que me mantuvo hipnotizado durante todo el tomo. Sobre la escena que comentas, pelayo, que peca de sobreexpositiva, es cierto que no es la solución más elegante, aunque rompiendo una lanza a su favor, hay que decir que la explicación de lo que está ocurriendo es tan estrambótica que sin el comentario explicativo quedaría un poco confusa.
Probablemente mi mayor queja sea
que la escena del ataque a Gabriel (que por otro lado es bastante espectacular) pierde toda lógica con el giro de guion del final del quinto número. Para mí, ahí sacrifica la coherencia de la trama por el palomiteo.
Y totalmente de acuerdo con lo último, haga trabajos mejores o peores, ha conseguido convertir su nombre en una marca importantísima. Uno siempre le exige más, porque ha demostrado que puede hacer grandes trabajos, pero no deja de ser su movida y su decisión de gestionar sus creaciones como prefiera, que en este mercado no es algo que abunde.
Un saludo a ambos.