PREFACIO
Ser editor no es tarea fácil.
Hay que tener un ojo puesto en cada detalle, dedicar incontables horas a adentrarse en las obras y no tener miedo a cambiar lo que sea necesario… aunque eso a menudo implique llevarse lo que parecían algunas buenas ideas por el camino. Por supuesto, aunque el buen editor sabe ser flexible y estar abierto a las propuestas de sus compañeros, también debe tener un lado un tanto agresivo, por así decirlo. La clásica mentalidad por la que cortar algunas cabezas (metafóricas) está justificado si es a cambio de un bien mayor (para la obra). Se trata de una figura a veces incomprendida, víctima del resentimiento de otros, pero firme en su misión.
Un buen editor, al fin y al cabo, no está tan alejado de lo que comúnmente consideraríamos un villano. Pero qué sería de los héroes sin su villano. Qué sería de muchos autores sin esa contraposición tan desagradable como necesaria. Alguien que tome las decisiones más difíciles. Por admirable que parezca la férrea moral de Batman, por muchos villanos a los que encierre en Arkham, Gotham nunca descansa tranquila. El problema continúa. Un editor, en contraposición, no se dedica a posponer problemas. Un editor acaba con ellos.
Por supuesto, no me atrevería a decir que ese es siempre el camino a seguir. A veces, es mejor echarse a un lado y dejar a los autores hacer lo suyo. Hay muchas circunstancias, muchos enfoques. Y a menudo, la naturaleza del editor lo lleva a tomar decisiones complejas, a moverse por zonas grises. Pueden parecer villanos, porque se ensucian las manos; pero también héroes, porque se dedican a “salvar” obras. Al final del día, el único juicio que podemos hacer con firmeza es que…
Ser editor no es tarea fácil. Y Sean Gordon Murphy lo sabe muy bien. Por eso mismo, decidió crear una historia protagonizada por ellos.
CUANDO LA PLUMA SE CONVIERTE EN LA ESPADA
Escrita y dibujada por Sean Murphy, y con colores de Matt Hollingsworth y Dave Stewart, The Plot Holes nos presenta a un variopinto grupo de personajes de ficción llamado “Los fallos de argumento”. Este grupo se dedica a adentrarse en libros llenos de fallos para editarlos y salvarlos del olvido. Sus métodos, sin embargo, difieren un poco respecto a los de un editor tradicional. Si, por ejemplo, creen que un personaje debe ser eliminado, no contactan con el autor para discutirlo, sino que se meten (literalmente) en la historia, buscan al personaje en cuestión y lo eliminan con sus propias manos.
La historia de The Plot Holes da comienzo cuando el grupo necesita reclutar a un nuevo miembro. Para ello, se traslada a las páginas de una novelucha protagonizada por un dibujante de cómics llamado Cliff. La vida de Cliff se ha visto rodeada de desgracias últimamente. Esto, sumado a su falta de éxito como autor, lo han puesto en una situación muy difícil de la que no ve salida clara. Por suerte para él, Los fallos de argumento han llegado para otorgarle un nuevo propósito. Sus extensos conocimientos sobre ficción ya no parecen algo inútil en lo que ha desperdiciado su vida, sino un valiosísimo recurso con el que afrontar cualquier edición que se le ponga por delante.
Murphy hace uso de todos estos elementos para establecer un discurso metanarrativo disfrazado de historia de aventuras. El personaje de Cliff es un reflejo del propio autor. Al lanzarse a su tarea de “supereditor”, da pie (de página) a una gran variedad de situaciones fantásticas que, en el fondo, hablan sobre su visión de lo que significa ser un artista.
Volvamos al ejemplo de eliminar a un personaje. Si pensamos en ello fríamente, no estamos hablando más que de pulsar el botón de borrar para eliminar unas cuantas palabras de un archivo digital. Sin embargo, si Los fallos de argumento deben eliminar a un personaje, deben adentrarse físicamente en las obras y hacerlo con sus propias manos.
Esto no es solo un concepto chulo para desarrollar una historia de aventuras, sino una representación bastante esclarecedora de cómo se puede llegar a sentir un escritor ante la tesitura de borrar a un personaje de la trama. Aunque sepa que es lo que debe hacerse para mejorar la obra, ese personaje ha existido durante tanto tiempo en la cabeza del autor que eliminarlo acaba convirtiéndose en un acto de mucho más peso. Algo tan potencialmente difícil de afrontar que algunos, en ocasiones, no son capaces de hacerlo. Como Batman, se limitan a poner el problema en cuarentena, confían en que siempre hay otra manera. Pero los presos se siguen escapando de Arkham. La ciudad sigue sin descansar.
Ya viene el editor.
Y es que un personaje, por ficcional que sea, puede acabar convirtiéndose en algo sorprendentemente real. Le ocurre a los autores con los personajes que ellos mismos crean, pero también a los lectores cuando se adentran en una obra. Un personaje potente es capaz de emocionar y de inspirar; puede hacer de mentor, de aliado o incluso de amigo. Al crear una historia sobre meterse en otras historias, Murphy materializa la fuerte relación entre realidad y ficción.
Dicho todo esto, y por mucho que los conceptos presentados por Murphy en The Plot Holes posean una profundidad inherente digna de comentar, lo cierto es que, en su núcleo, este cómic al final es una aventura de lectura muy ligera.
La trama adquiere un ritmo endiablado desde el primer momento, con una combinación constante de escenas de acción y golpes de humor con la que las páginas fluyen sin esfuerzo. Si bien ni los diálogos ni el desarrollo de la trama que propone Murphy son los más sofisticados a nivel de escritura, el autor de Caballero Blanco demuestra una vez más su capacidad para dar vida a personajes carismáticos cuya simple presencia se disfruta.
A nivel artístico, poco más queda por decir de un Sean Murphy cuyo arte se ha convertido en uno de los más celebrados del mundillo. El autor hace uso una vez más de su característico estilo para regalarnos unas páginas muy gustosas de ver. Una narrativa sólida se acompaña en esta ocasión de algún que otro recurso más experimental. Principalmente, Murphy dibuja a cada uno de los personajes de Los fallos de argumento con un estilo ligeramente diferente, acorde en cada caso al tipo de obra de la que proceden. Por poner un par de ejemplos, hay un personaje de un manga al que ilustra con el estilo de dibujo de un manga; o un personaje perteneciente a unas tiras de periódico para el cual también adapta su estilo en concordancia.
En el apartado del color tenemos a dos estrellas invitadas como lo son Matt Hollingsworth y Dave Stewart. Si cualquiera de estos dos artistas ya es un motivo para confiar por sí solo, su colaboración ofrece, como no podría ser de otra forma, un resultado muy sólido que se integra como parte fundamental de la personalidad de la obra.
Lo mejor
• La lluvia conceptual que propone.
• Una historia de aventuras muy entretenida.
• La personalidad artística de Murphy.
Lo peor
• El desarrollo de la trama se vuelve un poco caótico y acelerado conforme se acerca el final.
• El discurso metatextual podría haberse aprovechado más.
• Da la impresión de que los diálogos no explotan el carisma de los personajes.
Guion - 7.5
Dibujo - 8.5
Interés - 7.5
7.8
Metaventura
Una historia de aventuras muy entretenida que destaca por encima de tantas otras gracias a su apartado artístico y la profundidad subyacente de sus conceptos.
Visualmente es una maravilla.
También es muy interesante la reflexión que hace sobre un tema de mucha actualidad como es la introducción de la inteligencia artificial para sustituir ciertas profesiones.
Lo que no entiendo es por qué un autor de la talla de Murphy ha de recurrir a la autoedición para publicar una obra como ésta
¿Y por qué no? Es una opción más. También la usaron Lemire, Kindt y Rubín para Cosmic Detective simplemente porque quería probar la experiencia.
Otro tema es que lo hagan editoriales grandes como ECC o BOOM!. Ahora estos días hay uno de Bad Idea, pero no tengo claro si considerar a esta editoria grande o no.