20º ANIVERSARIO THE WALKING DEAD
Es indudable la importancia de una obra como The Walking Dead en la trayectoria del cómic moderno y, especialmente, en relación al boom del cómic independiente encabezado por Image Comics en las últimas décadas. Estamos hablando, y no por casualidad, más bien por calidad, de la novela gráfica más vendida de la década pasada. Una historia que ha roto con fuerza la barrera de las viñetas para entrar a formar parte de los referentes de la cultura popular contemporánea. Además, Robert Kirkman, creador de la criatura y fervientemente defensor de la independencia artística del creador, ha conseguido con la historia de Rick Grimes contribuir al reconocimiento y valía del género de terror. Su obra magna ha ayudado a que la virulenta mitología del muerto viviente sea hoy de dominio público, escapando así de su reclusión marginal en las producciones de serie B del pasado siglo XX.
The Walking Dead comenzó como un homenaje a La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, pero muy pronto la obra, con la salida de Tony Moore de la serie y la posterior llegada de Charlie Adlard, se transformó en algo mucho más ambicioso, interesante y aterrador. La serie iniciada en 2003 llegó a su conclusión en 2019, un viaje realmente largo a través de 193 números en los cuáles Kirkman utiliza el manido contexto del apocalipsis zombi como excusa para tratar otras cuestiones de mayor envergadura. La exitosa serie de televisión del canal AMC que adapta la obra original es la versión que el gran público conoce, pero esta no deja de ser una muestra superficial de lo exhibido por la perversa imaginación de Kirkman en los cómics. Y aprovechando el vigésimo aniversario de la primera publicación de esta serie, hoy queremos volver a dejarlo patente y realizar un pequeño viaje por el universo zombificado de Kirkman para analizar su atemporal historia.
Robert Kirkman: el paciente cero del cómic independiente
“Lo que hemos hecho por sobrevivir…
A veces siento que no somos mejores que los muertos.”
El devenir del cómic estadounidense actual ha tenido un protagonista destacado en la persona de Robert Kirkman. El trabajo de este hoy reconocido guionista, nacido el 30 de noviembre de 1978 en la localidad de Richmond (en el estado de Kentucky), está íntimamente relacionado con el boom del cómic independiente encabezado por Image Comics en las últimas décadas. El éxito de una publicación como The Walking Dead sirve de kilómetro cero para hablar de un fenómeno que ha llevado a editoriales y autores a inundar las librerías con una gran diversidad de títulos, buscando el beneplácito de un lector de perfil más adulto. En cierta manera, Kirkman es el paciente cero de una epidemia que ha infectado a la industria y a miles de lectores, plantando cara a la hegemonía de las grandes compañías.
En 2008, Kirkman y el también guionista Brian Michael Bendis, en ese momento inmerso en el polémico crossover Invasión Secreta para Marvel Comics, protagonizaron un tenso debate en el marco de la Comic Con de Baltimore. El primero defendía que los autores podían hoy vivir de su trabajo, sin necesidad de llamar a las puertas de Marvel y DC Comics donde su creatividad se ve siempre limitada. Este argumento lo rebatía Bendis asegurando que incluso los fundadores de Image habían trabajado para Marvel Comics. La confrontación ejemplificaba dos formas de entender el cómic estadounidense; la de Bendis, un autor que hasta hace poco siempre ha buscado el amparo de las grandes compañías, dejando en un segundo plano sus series de creación propia; y la del mismo Kirkman, empecinado en defender la independencia del autor por encima de todo. Y el tiempo le ha dado la razón…
Los inicios de Kirkman en el medio ya son significativos de su manera de entender el cómic. Fue mientras estaba pluriempleado trabajando en una fábrica de bombillas y en una tienda de cómics cuándo creó el sello independiente Funk-O-Tron, escribiendo y dibujando él mismo Between the Ropes. Pero la distribuidora Diamond rechazó su propuesta al carecer de «una calidad profesional». Esto lejos de desanimar a Kirkman le llevó a desarrollar junto a un joven Tony Moore una nueva e irreverente obra llamada Battle Pope. Una ácida propuesta sobre un Papa alcohólico, malhablado y mujeriego versado en artes marciales y el uso de armas de fuego que debe salvar el mundo en compañía de un atolondrado Jesús. Un “buddy comic” en el que Kirkman asumía también las labores de rotulista y entintador.
Los primeros números de Battle Pope se publicaron en el año 2000. En sucesivas entregas de la serie Kirkman colaboró con otros dibujantes como E. J. Su y Cory Walker. Es con este último que el guionista había comenzado en 2002 a planificar una nueva serie titulada Science Dog, momento en el que Image llamó a la puerta de ambos. La compañía les encargó una miniserie de SuperPatriot, un personaje mitad hombre, mitad máquina creado en 1992 por Erik Larsen. La miniserie titulada SuperPatriot: Fuerza de combate tendría una secuela en 2007, SuperPatriot: Guerra contra el terror, dibujada por E. J. Su. En paralelo, Kirkman y Su crearían Tech Jacket, cabecera protagonizada por el joven Zack Thompson, heredero como X-O Manowar de una armadura hipertecnificada de origen extraterrestre. También cabe mencionar en estos inicios del “kirkmanverso” la publicación de Brit, una suerte de Luke Cage caucásico y cuarentón ideado por el tándem Kirkman y Moore.
El creador de The Walking Dead demostraba con estas creaciones su capacidad para romper continuamente las expectativas de los lectores. Pero el punto de inflexión en la carrera de Kirkman llegaría en 2003 con Invencible, obra que para muchos aficionados sigue siendo a día de hoy el mejor cómic de superhéroes del siglo XXI. En ella Kirkman juega de manera magistral con las convenciones del género, creando un híbrido que en su fondo rinde tributo a la historia del cómic superheroico estadounidense, pero que en la superficie muestra la intensidad y agilidad narrativa del cómic japonés. En este último punto resulta clave el trabajo en el dibujo, primero de Cory Walker y, posteriormente, el de su sucesor, un inmenso Ryan Ottley con el que la serie acabó de explotar en un festival de acción caracterizado por una sorprendente comunión entre luminosidad y gore.
La historia de Mark Grayson, una personaje que parece una amalgama de referentes que van desde Superman y Spider-Man, a otros más cercanos al manga como el Son Goku de Dragon Ball, sirve a Kirkman de epicentro para edificar un universo propio en el que su sentido de la maravilla contrasta con su ironía, cinismo y crudeza. El universo de Invencible fue creciendo paulatinamente incorporando otras creaciones de Kirkman a su historia, como los mencionados Brit y Tech Jacket. La serie finalizó en 2018, después de 144 números llenos de acción, drama, increíbles splash pages y asombrosas vueltas de tuerca. En España, la publicación de la serie ha sido realmente irregular, pero en la actualidad ECC Ediciones la ha conseguido publicar de forma íntegra después del largo periplo que muchos lectores vivieron con la primera edición de Aleta. sto a su vez ha coincidido en el tiempo con la adaptación animada de la serie de Kirkman producida por Amazon Prime Video y de la que pronto podremos ver su segunda temporada.
Cabe apuntar que el mismo año en el que el guionista ponía en marcha Invencible, haría lo propio con nuestra protagonista de hoy: The Walking Dead. Por ello, en 2005, Kirkman era el nombre que estaba en boca de todo el mundo y del que todo el mundo quería saber. En Image Comics promovieron la reimpresión de Battle Pope que además sería adaptada en una webserie animada para Spike TV. A su vez, Marvel Comics se interesó por el autor ofreciéndole participar en algunos números de cabeceras como X-Men Unlimited, Capitán América y Marvel Team-Up y miniseries como Los 4 Fantásticos: Enemigos y Júbilo.
La Casa de las Ideas siempre atenta a las tendencias pronto confío a Kirkman un proyecto muy especial: Marvel Zombies. El guionista se haría cargo de esta miniserie que partía de una idea original que habían puesto sobre la mesa Mark Millar y Greg Land en Ultimate Fantastic Four. La hoy popular Marvel Zombies –hasta ha tenido su adaptación dentro del universo cinemático de Marvel Studios– tendría varias secuelas a cargo de distintos equipos creativos y animaría a recuperar el interés de los aficionados por los universos alternativos, promoviendo líneas como Marvel Noir y Marvel 1602.
No obstante, la contribución de Kirkman al Universo Marvel no se prolongaría mucho más, firmando la miniserie Destructor, en la que reinterpretaba a este personaje olvidado creado por Stan Lee en 1941, y la descacharrante El incorregible Hombre Hormiga, una serie dibujada por Phil Hester y Cory Walker y que a pesar de ser muy cercana a Invencible a nivel de fondo y forma, acabaría cancelada por sus bajas ventas. Kirkman escarmentado de la experiencia volvería a centrarse en Image, creando a partir de 2007 nuevas cabeceras como El asombroso hombre-lobo junto a Jason Howard y Haunt, en la que ayudó a desarrollar a Todd McFarlane el nuevo antihéroe que este tenía en mente.
Kirkman era un autor que no dejaba de revalorizarse y no resulta extraño que acabada su andadura en Marvel se convirtiese en socio de pleno derecho en Image. Este hecho supuso un nuevo comienzo para Robert Kirkman que en 2010 anunció la creación del sello Skybound Entertainment dentro de la compañía. En este espacio han recalado sus trabajos dentro de la editorial y el de otros autores a los que ha apadrinado. Este es el caso de Brandon Seifert y Lukas Ketner con Witch Doctor, Joe Henderson y Lee Garbett en Skyward y los más recientes Joshua Williamson y Andrei Bressan con Dark Ride y Lorenzo De Felici con Kroma. Esto combinado con acuerdos como al que este mismo año llegaba Kirkman con Hasbro para publicar en Skybound los cómics de Transformers y G.I. Joe en lo que ya es conocido con el Energon Universe, hablan de la buena gestión del creador de The Walking Dead en su proyecto personal.
Pero esto no quiere decir que Kirkman se haya limitado a su trabajo como editor en los últimos tiempos. El estadounidense ha seguido demostrando su versatilidad como autor creando series tan dispares como Ladrón de Ladrones, Outcast, El poder del fuego, Die! Die! Die! y Oblivion Song, reinventando y/o jugando las reglas de géneros como la ciencia ficción, el terror, las artes marciales y el género negro. Además, Kirkman se ha implicado en la producción de las adaptaciones televisivas de sus trabajos, como las mencionadas The Walking Dead (convertida en una auténtica franquicia televisiva), Outcast, la serie animada de Invencible y la futura adaptación cinematográfica de Oblivion Song de Universal Pictures. También se ha dado el capricho de ser el guionista de la particular adaptación cinematográfica de Renfield dirigida por Chris McKay y protagonizada por Nicholas Hoult y Nicolas Cage.
La conclusión llegados a este punto parace totalmente lógica: estamos ante uno de los nombres más destacados de la industria estadounidense de las tres últimas décadas y en historia viva del cómic. Aunque este no es su mayor logro ni aportación al medio. Es decir, el valor de este autor va más allá de la calidad de sus obras y el éxito personal que le han reportado. En sus inicios, Kirkman era una rara avis en el mercado estadounidense, hoy es el paradigma del autor hecho a sí mismo y un nombre asociado de forma indisoluble al reciente éxito del cómic independiente. Y el cómic independiente y los autores que han venido después de él, tienen hoy una deuda con él. Ese es su mayor logro y lo que la historia del medio recordará. ¡Además de The Walking Dead, por supuesto!
The Walking Dead: una visión desde la sociedad y la política
«Nosotros somos los muertos vivientes.»
En una primera lectura, The Walking Dead podría parecernos una serie sencilla y de escasa profundidad más allá del perfil psicológico de sus personajes. Pero nada más lejos de la realidad, el deambular de sus personajes y la historia ideada por sus creadores no tiene nada de gratuito e improsivsado. La serie guionizada por Robert Kirkman ha seguido a lo largo de su publicación un esquema basado en sagas que situaban al lector en una auténtica montaña rusa de emociones. Kirkman se ha tomado su tiempo para derruir las ideas preconcebidas de sus personajes sobre la civilización y su concepto de humanidad. En la serie, los periodos de calma contrastan con la aparición de nuevas amenazas que paulatinamente van cobrando mayor fuerza y presencia hasta llegar a un clímax determinado por la sangre y la violencia, pero también por la más honda reflexión desde lo humano. El conflicto normalmente no tiene lugar entre humanos y zombis, sino entre el grupo de supervivientes de Rick y otras comunidades con los que se encuentran a lo largo de su camino. Las distintas maneras de adaptarse al nuevo mundo por los personajes es el motor de la cabecera.
El creador de Invencible siempre aseguró que sus pretensiones con The Walking Dead pasaban por contar “la historia de zombis que nunca acaba”. La intención no fue nunca ofrecer un relato de zombis al uso, una historia llena de acción, muertes dramáticas y vueltas de tuerca constantes. ¡Pese a que la obra es realmente suculenta en ello! Tampoco pasaba por la cabeza de Kirkman el realizar una reinterpretación del género y sus reglas clásicas; al contrario, su historia se apega más que nunca a la mitología tradicional de los muertos vivientes, descartando innovaciones incluso en relación a sus criaturas. No van por ahí los tiros, nunca mejor dicho.
El guionista originario de Kentucky aprovecha el contexto para profundizar en ese elemento de análisis social que han convertido al zombi a lo largo de su historia en un arquetipo para hablar de temas tan dispares como el militarismo, el consumismo, el racismo o la lucha por los derechos civiles. The Walking Dead toca casi todos estos temas, pero principalmente nos habla de dos cuestiones básicas: la pérdida de la humanidad y la idea de civilización como valor en sí mismo. ¿Hay humanidad sin civilización? ¿Es posible otro tipo de organización humana? ¿Qué nos hace iguales y/o diferentes a los demás? Todas estas preguntas las aborda esta obra, muchas veces de manera increíblemente sutil y escondiendo sus cartas mientras equilibra a la perfección tensión, acción y terror.
The Walking Dead propone un tour de force a los lectores. Solo permaneciendo el tiempo suficiente al lado de Rick y compañía lograremos llegar al corazón de sus intenciones. Kirkman maneja muy bien el perfil psicológico de sus personajes y los lleva al límite siempre que tiene la oportunidad; no para hacer un uso efectista de su narrativa, su objetivo en realidad es tensar la cuerda lo suficiente como para que sus protagonistas asuman que no hay vuelta atrás. Esto les pone en la tesitura de pensar en cómo recuperar la civilización. En el camino se darán cuenta que el mundo del que provienen tampoco era bucólico, muy al contrario podía ser terriblemente crudo al promover la desigualdad, la división de clases y la injusticia. Era un mundo cómodo y seguro, pero igualmente terrorífico.
Los supervivientes se acostumbrarán a pensar de manera distinta, a organizar su vida en común dividiendo tareas de forma equitativa y anulando a aquellos individuos que promueven la diferencia entre ellos con sus conductas sexistas, xenófobas y/o clasistas. En la primera etapa de la serie la trama está determinada por el nomadismo y la conducta gregaria del grupo, una vez descartados los principales núcleos urbanos deambulan por carreteras y poblaciones desérticas en busca de recursos. Hay una división de tareas con ecos del mundo anterior, por ello los personajes femeninos en esta etapa son todavía dependientes del grupo y/o de sus parejas. Ellas están prácticamente relegadas a las tareas doméstica, ellos al aprovisionamiento y la defensa. Esta mentalidad se mostrará fallida, porque en una situación de constante supervivencia la necesidad de que cada miembro del grupo sea capaz de defenderse a sí mismo cobra vital importancia. Además, en una sociedad como la estadounidense, con su conocida política en cuanto a la tenencia de armas, la supervivencia se hace, curiosamente, mucho más difícil. Esto se debe a que, si bien las armas se pueden utilizar para la defensa y aprovisionamiento, también son determinantes para ejercer la violencia sobre otros seres humanos.
Kirkman no nos descubre nada nuevo, el hombre siempre ha sido un lobo para el hombre. No obstante, el personaje de Rick le da una vuelta de tuerca a este pensamiento al afirmar que son los propios supervivientes los muertos vivientes. No son animales, sino seres deshumanizados. No es casualidad que el primero de los asentamientos seguros que acondicionan los supervivientes sea una cárcel abandonada, un edificio que representa la justicia y el castigo de una sociedad ya extinta. En ella los supervivientes hacen concesiones a sus valores, a su moralidad e ideas preconcebidas, así como a su humanidad, para vestirse la piel de zombi. Esto simboliza la muerte de Hershel Greene, hasta ese momento brújula moral del grupo.
En el lado opuesto tenemos a El Gobernador, un tirano que aprovechando la situación ha levantado un oasis en Woodbury donde da rienda suelta a sus más bajas pasiones. Su reinado llega a su fin en gran parte por el alzamiento femenino en la serie encabezado por uno de los personajes más icónicos de la cabecera, una Michonne que katana en mano destierra el modelo de mujer sumisa, dependiente y secundaria en la toma de decisiones. Ella hace suya la venganza, una prerrogativa antiguamente potestad de los personajes masculinos. Es por ello que Lori muere justamente al final de esta saga, mientras Michonne sobrevive y se convierte en pieza clave del grupo, espoleando a otros personajes femeninos como Maggie y Andrea que paulatinamente irán asumiendo un mayor peso en el grupo.
Después de su primer fracaso a la hora de encontrar un asentamiento fijo y seguro los supervivientes empiezan a abandonar el territorio en el que se han estado moviendo, situado entre los estados de Georgia y Alabama. Toman dirección a Washington D.C cayendo en un continuo y desgastador proceso de deshumanización por las situaciones traumáticas a las que se ven abocados una y otra vez. Los supervivientes miran el abismo y saltan dentro de él haciendo frente a un grupo de humanos que practican el canibalismo. La línea entre los verdaderos muertos vivientes y los vivos se resquebraja. La confianza hacia el “extranjero”, entendido como aquel que no forma parte del grupo, se recrudece y a partir de entonces se toman medidas preventivas en su trato con ellos. Por el camino, los supervientes se reconcilian con su fe -desterrada tiempo atrás con la muerte de Hershel- al incorporase al grupo el sacerdote Gabriel Stokes y al mismo tiempo que sientan las bases para el futuro con el personaje de Eugene Porter, pieza clave para la posterior recuperación de la civilización.
Todos estos elementos darán lugar a un nuevo concepto de «frontera» que cuajará a su llegada a Alexandria, una pequeña comunidad segura que se convertirá a partir de ese momento en su hogar. Este asentamiento amurallado se corresponde con la tradicional zona residencial promocionada por el fallecido sueño americano. Un rincón apacible con viviendas unifamiliares provistas de agua caliente y luz eléctrica. En este ambiente los supervivientes recuperan algo muy importante que habían perdido en el transcurso de la historia: su intimidad. El único pago exigido por ello es su trabajo y experiencia. Eso les solicita Douglas Monroe, un antiguo congresista demócrata que buscar afianzar -con cierta ingenuidad- un proyecto personal de futuro en Alexandria.
La aclimatación de los supervivientes en Alexandria implica intentar revertir el proceso de deshumanización al que han sido sometidos. En contraposición tenemos a los habitantes autóctonos de esta comunidad, un grupo que ha resistido entre los muros de dicha ciudad sin mucho esfuerzo y con relativa comodidad, aislándose de la realidad exterior y favoreciendo la preservación de ciertas conductas sociales que los han vuelto débiles en opinión de los recién llegados. El núcleo de residentes de Alexandria está desapegado y preocupado por sus propios, egoístas y cándidos intereses. El mejor ejemplo de sus dinámicas lo tenemos nuevamente en sus personajes femeninos cuyas preocupaciones son emparejar a los recién llegados y cocinar pasteles como corresponde a unas buenas ama de casa.
En uno de los momentos de la trama en Alexandria veremos como una de sus residentes es objeto de malos tratos por parte de su marido, algo que parece invisible e inevitable para sus vecinos pero no para Rick, el nuevo sheriff del lugar. Lo llamativo es apreciar el contraste existente –en un primer momento- entre las mujeres de Alexandria y supervivientes como Michonne y Andrea que en su contacto con otros hombres no se resignan a ser anuladas y no renuncian a expresar abiertamente sus pensamientos. El concepto de familia para la comunidad de Alexandria sigue siendo el tradicional, pero para Rick y los suyos prima la idea de grupo y la cooperación entre sus miembros. Por el camino, Rick y los suyos pueden haber cometidos atrocidades, pero al mismo tiempo han aligerado la mochila sobre ciertas conductas y prejuicios del antiguo mundo.
Después de algunos sucesos trágicos y una relativa “purga” en Alexandria, por fin se empieza a hablar de “reimplantar la civilización”. La simple supervivencia ya no es válida, esto abocaría a las próximas generaciones a la barbarie y a una más que probable extinción. Para sustentar esta idea Rick cita la máxima que aparece en el reverso de los dólares estadounidenses: “unidos resistiremos, separados caeremos”. La ironía del momento se puede entender en retrospectiva, porque más adelante Rick y los suyos se percataran de que no quieren recuperar cualquier tipo de civilización y menos reproducir la sociedad en la que ellos se habían criado. La vieja política que definió el mundo extinto y que representa Douglas Monroe debe desaparecer, de ahí la posterior y necesaria muerte del personaje.
El primer paso para recuperar la civilización es construir una red de intercambio comercial con otras comunidades productoras como La Cima y El Reino. Estos centros, como Alexandria, se articulan entorno a un líder más o menos consensuado, al que solo se valora por sus logros y su moral. Una especie de gobierno de los más aptos muy alejado de una auténtica democracia. Pero si hay comunidades productoras, tiene que haber otras que simplemente se aprovechen de estas para explotarlas. Tiene que haber también otro tipo de líder, un caudillo que articule su discurso en torno al miedo. Esto describe perfectamente a Negan y su comunidad de Salvadores, un grupo que se dedica a extorsionan a sus “vecinos” para que les entreguen parte de sus recursos.
Negan es un líder con una idea de civilización opuesta a la de Rick. Su “nuevo orden mundial” se establece como una suerte de capitalismo primitivo en el que muchos deben vivir con lo justo para que unos pocos vivan mejor. En esta sociedad la única ley válida es la del talión, el delito se paga con sangre y el miedo favorece la unidad. Para evitar la violencia Negan se apropia de ella como haría cualquier estado moderno. Esto choca diametralmente con la forma de pensar de Rick y el sistema de intercambio que ha puesto en marcha y que incluye cultivar el campo y practicar la ganadería. “Podemos reconstruir la civilización… puede que hasta hacer un mejor trabajo esta vez”, intenta convencer a Negan.
Finalmente, el concepto de civilización de Negan se muestra exclusivo y perecedero, mientras que el de Rick tiene un perfil aglutinador. La oposición de ambas ideas nos conduce a una guerra en la que se impone el modelo de Rick. Negan es condenado a condena perpetua por sus crímenes porque en una sociedad ya establecida que aspira a erigirse en modelo civilizador el castigo debe ser acorde a sus principios. Las medidas extremas carecen ya de sentido y el descartar la pena de muerte en esta resolución supone también un relativo rechazo al modelo social estadounidense.
The Walking Dead > da un salto en el tiempo en este punto y vemos como la comunidad ha logrado levantar una red de comunicación con otros enclaves. Hay un equipo de patrulla dentro del territorio que las conecta y que se hace cargo de posibles amenazas. La prosperidad ha permitido recuperar empleos como los de herrero, agricultor y pescador. Los problemas son ahora estructurales y la mayoría generados por las tensiones políticas entre las personas con mayores responsabilidades dentro de la comunidad. Puede que algunas se resuelvan con violencia, pero los tiempos más oscuros para nuestros protagonistas han pasado.
No obstante, la nueva amenaza que se cierne sobre Rick y sus compañeros es más oscura y sórdida. Entra en escena Los Susurradores, un grupo humano que vive entre los zombis cubriendo su cuerpo con piel humana y comportándose como parte del rebaño. Este grupo cuestionará todo lo que Rick y compañía han logrado construir, considerando que el apocalipsis había dado a la humanidad la oportunidad de encontrar la verdadera libertad. Los Susurradores se han adaptado al medio y han renunciado deliberadamente a recuperar la civilización. Se comportan como animales, al contrario que la comunidad de Rick que son “animales que fingen no serlo”. Su líder Alpha piensa que intentar recuperar lo perdido es “regresar a una vida en la que seréis esclavos de vuestros mezquinos deseos”.
Los Susurradores renuncian “al mito de la seguridad” y aceptan su condición de animales. Esto implica que necesitan un líder fuerte que supla su necesidad de seguridad y mantenga una jerarquía establecida entre un dominante y una masa sumisa. Sus únicas leyes se basan en la fuerza bruta y renuncian a cualquier tipo de organización familiar. He ahí el motivo por el que su grupo considera que Alexandria y la red de comunidades son “un santuario dedicado a un mundo que murió hace mucho tiempo”. La guerra nuevamente es la única solución, no cabe otra ante una amenaza al propio sistema.
Más sofisticado -y evolutivamente coherente con lo narrado hasta este punto- será el dilema que surgirá con la aparición de una nueva comunidad que se hace llamar la Commonwealth y cuya cabeza más visible es la gobernadora Pamela Milton. Este grupo ha logrado recuperar un nivel de vida muy destacado. En ella sus miembros han recuperado sus antiguos empleos o han conseguido otro acorde con su currículum, pero buscando la comodidad se ha construido una sociedad clasista y jerarquizada con una proyección claramente capitalista. Las desigualdades han vuelto a surgir, existe la pobreza de un parte de la población que contrasta con la abundancia de otros que pueden disfrutar ociosamente de cafeterías y bares, conciertos y partidos de fútbol americano. También hay un cuerpo de policía y un ejército que no solo vela por la seguridad de los ciudadanos, también controla a los elementos disidentes.
Esta sociedad, corrupta y con tendencia al nepotismo, contrasta con la comunidad de Rick donde todos son iguales y el trabajo y los beneficios se reparten de forma equitativa. En este sentido, el último enemigo al que se deben enfrentar los protagonistas de The Walking Dead es al reflejo de la sociedad moderna que existía antes de la crisis. La Commonwealth es una tentación que les conduce a esa ilusión que Los Susurradores criticaban, solo que no es una ilusión por la seguridad -en gran medida ya conquistada por Rick y los suyos- sino de simple comodidad. La gobernadora de la Commonwealth lo tiene muy claro: “la gente necesita una jerarquía. Necesitan algo por lo que trabajar […] Nuestra clase trabajadora da forma a los fuertes cimientos de la Commonwealth. No puede construirse nada sin unos cimientos fuertes”. La sociedad que defiende Milton tiene muchos y oscuros paralelismos con las democracias actuales y esto -como todo lo demás- es algo premeditado por parte de Kirkman.
El guionista estadounidense pone en boca de su protagonista unas conclusiones que se han ido esbozando a lo largo de la serie. Para Rick esta “es una oportunidad para reconstruir las cosas… para que sean mejores que antes. No hemos trabajado tan duro como lo hemos hecho solo para traer de vuelta sistemas anticuados, defectuosos e injustos. Merecemos un mundo mejor. […] Deberíamos tener un enorme sentido del respeto mutuo… porque sabemos lo que todos hemos aguantado. Pero no es ese el caso, ¿verdad? No parecemos tener ese respeto mutuo. Y nos aferramos a antiguos sistemas… en los que unos pocos viven por encima de la mayoría.”
El punto culminante al que quería llegar Kirkman con la serie está reflejado en estas últimas palabras. El triunfo del modelo social defendido por Rick queda patente cuando la tensa situación se resuelve por primera vez sin recurrir a la violencia. Finalmente vemos como The Walking Dead exacerba el potencial metafórico de las historias de zombis hasta el límite, realizando una deconstrucción de nuestra sociedad moderna –desde los parámetros estadounidenses- y cuya premisa siempre lo tuvimos a mano en la sinopsis de la contraportada de cada nuevo volumen de la serie: «En un mundo gobernado por los muertos, por fin nos vemos obligados a empezar a vivir.»
Epílogo: una cuestión editorial
«El mundo del comercio y las necesidades superfluas ha sido reemplazado por un mundo de supervivencia y responsabilidad. Una epidemia de proporciones apocalípticas ha barrido la tierra haciendo que los muertos se levanten y se alimenten de los vivos. En cuestión de meses la sociedad se ha desmoronado, sin gobierno, sin supermercados, sin correo, sin televisión por cable. En un mundo gobernado por los muertos, por fin nos vemos obligados a empezar a vivir.»
The Walking Dead ha tenido a día de hoy varias ediciones en nuestro mercado. La serie llegó en 2005 a nuestro país gracias a Planeta Cómic -aún por entonces Planeta DeAgostini– sin ser realmente consciente -nadie podía saberlo en ese momento- del lo que acabaría significando verdaderamente esta obra para la industria en años posteriores.
La primera edición de este título por parte de la editorial se realizó en tomos en formato rústica a un precio muy competitivo y bajo el título de Los muertos vivientes. La edición llegó a un total de treinta y dos volúmenes y no contaba en origen con ningún tipo de extra ni con las portadas originales de la colección. Estas últimas se recuperaron tiempo después en forma de libretos con la colección ya bastante avanzada y, posteriormente, se integraron dentro de la misma edición cuando la edición española se puso a la altura de la estadounidense.
La serie sería reeditada por Planeta Cómic a partir de 2011 en una edición integral en cartoné de ocho volúmenes, cada uno de los cuales recopilaba cuatro tomos de la anterior edición en rústica e incluía ya las portadas originales y numerosos extras. También publicó Planeta en 2018 en un único tomo cartoné la precuela Los Muertos Vivientes: Negan centrada en el carismático personaje de la serie de Robert Kirkman.
En 2021, Planeta Cómic perdió los derechos de The Walking Dead en favor de ECC Ediciones que además se había hecho en exclusiva con las licencias de Skybound Entertainment. Ese mismo año la editorial lanzó una nueva edición en formato cartoné y en dieciseis volúmenes, cada uno de ellos recuperando una docena de números de la serie e incluyendo nuevos materiales adicionales. Ese mismo año ECC Ediciones lanzó en formato grapa el one-shot The Walking Dead (Los muertos vivientes): ¡Negan vive!, un especial en el que se explica el destino de Negan desde su última aparición en el número 174 de The Walking Dead.
No tardó en llegar a nuestras estanterías otro spin-off de la serie: The Walking Dead: El Extrajero de Brian K. Vaughan y Marcos Martín. Esta se trata de una historia publicada originalmente en formato digital dentro de Panel Syndicate y su historia se ambientada en Barcelona contándonos la aventura de un personaje muy cercano a Rick Grimes. Pese a salirse del tono de la obra original The Walking Dead: El Extrajero está integrada en el canon oficial de la franquicia. ECC Ediciones aprovechó el tirón de sus autores para lanzar dos ediciones distintas en cartoné de este título, con todo tipo de extras y con la mayor diferente en su formato de lectura: normal o apaisado.
Los últimos movimientos respecto a la franquicia por parte de ECC Ediciones tuvieron lugar en 2022 con la recuperación de Los Muertos Vivientes: Negan, ahora bajo el título de The Walking Dead (Los muertos vivientes): ¡Aquí está Negan!; la publicación del especial Rick Grimes 2000, una miniserie de Robert Kirkman y Ryan Ottley ambientada en un universo paralelo sospechosamente parecido al de Invencible; y, finalmente, el inicio de la serialización de la reciente The Walking Dead (Los muertos vivientes): Clementine, una historia creada por Tillie Walden y ambientada en el mismo universo de la serie original.
En paralelo, ECC Ediciones también ha lanzado una nueva edición de la obra original ahora en formato cartoné deluxe en nueve volúmenes, cada uno de ellos recuperando más de una veintena de números originales de la colección original y con más contenidos extras. Y seguramente no será la última edición de esta obra que veremos en nuestro país. The Walking Dead se ha convertido en el clásico del cómic independiente, pero las prácticas en torno a su comercialización la convierten -irónicamente- en una de las obras más mainstream del cómic estadounidense actual. Y los ecos de su éxito también tienen su impacto en nuestro pequeño mercado.
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