Thor: El fin de los Eternos

 

Edición original: Marvel Comics – enero-octubre 1980
Edición España: Panini Comics – enero 2014
Guión: Roy Thomas, Ralph Macchio, Mark Gruenwald
Dibujo: Keith Pollard
Entintado: Chic Stone, Gene Day
Color: Glynis Wein, Carl Gafford
Portada: Keith Pollard
Precio: 21,95 euros (tomo de la línea Marvel Gold de 256 páginas)

 

Con la publicación de este segundo tomo, Panini cierra el arco argumental con el que Roy Thomas (secundado por otros dos currantes de la casa de las ideas como eran Ralph Macchio y Mark Gruenwald) puso en orden la versión marveliana de los panteones mitológicos (principalmente el escandinavo) y encajó la presencia de una de las más recordadas creaciones de Jack Kirby durante su segunda estancia en la editorial estadounidense: los Eternos. Todo ello aderezado con unas cuantas gotas de leyendas nórdicas en versión wagneriana.

A estas alturas de la vida no es necesario repasar la amplia y fructífera trayectoria de Roy Thomas en el mundo del cómic. Sus trabajos, sus virtudes y sus flaquezas son bien conocidos, y en el caso que nos ocupa, su formación universitaria y los buenos resultados de su adaptación de las aventuras de Conan de Cimmeria le convirtieron en el candidato ideal para encargarse de la colección del dios del trueno. Después de todo, en las aventuras del bárbaro de Robert E. Howard no faltaba ninguno de los ladrillos con los que se construyen los mitos. Es por ello por lo que el señor Thomas se convirtió en el guionista de una colección que, tras la marcha de Jack Kirby y Stan Lee, pasaba por una etapa anodina. Quince años después, en plena tormenta noventera, se repetiría la jugada con un resultado bien dispar, pero el repaso de esa etapa quedará para otra ocasión (si algún día recuperan el material inédito de las andanzas de Thor en aquellos días, cosa que sinceramente, dudo mucho que suceda). Quedémonos ahora en el cambio de década entre los setenta y los ochenta del siglo pasado y en el buen trabajo que don Roy realizó con el dios del trueno. Más concretamente, con su segunda parte.

La recopilación de esta etapa ya se llevó a cabo en el pasado en el formato Biblioteca Marvel y, de forma incompleta, en Tesoros Marvel (una colección destinada a enlazar los primeros números de Forum con las últimas entregas de las series marvelianas editadas en España por otras compañías). Por primera vez (salvo error u omisión por mi parte) tenemos la saga final completa a todo color, aunque sea en el cuestionado formato de los tomos en tapa blanda de la línea Marvel Gold. En esta segunda entrega asistimos al enfrentamiento entre Thor y Odín, y el descubrimiento de una monumental trama en la que los jefes de los panteones terrestres han intrigado para salvar la Tierra del juicio negativo de los Celestiales. El patriarca asgardiano se parece aquí al manipulador de las óperas y las leyendas, y sus crípticas palabras durante una batalla frente a su vástago serán el pie que Thomas da a Thor para que éste averigüe (en compañía de sus lectores) más sobre el pasado de su progenitor y sobre su propio origen.

Muchas son las preguntas (propias de cualquier persona con afición a los tebeos de superhéroes y a la literatura fantástica inherente a cualquier religión) que Roy, cocinero antes que fraile, responde en este tomo. Para empezar, ha integrado plenamente a los eternos en la cosmología marveliana. Jack Kirby había contado una historia completamente desvinculada de la continuidad preestablecida, intentando narrar un relato claramente influido por las magufadas de Erich von Däniken. Dioses espaciales como responsables de la evolución humana, explicación extraterrestre de la presencia de deidades en la antigüedad y justificación espacial a la singularidad de ciertas construcciones que constituyen el legado de civilizaciones extintas. En resumidas cuentas, el tipo de cosas con las que el rey hacía su inimitable magia y con las que los habituales del mundillo paranormal hacen reír a la parroquia mínimamente escéptica. ¿Cómo justificar esta separación? Después de todo, el panteón eterno se presentaba como una justificación de la mitología grecorromana, la cual estaba representada por sí misma en el catálogo marveliano. De paso, Thomas se las arregla para contestar a cuestiones menores como la ausencia de las diosas nórdicas (salvo contadísimas excepciones) o las divergencias entre el Thor mitológico y el marveliano. Jugando con el determinismo inherente a los relatos de los ases, don Roy condena a Asgard a un ciclo eterno de destrucción y renacimiento. Hubo un dios del trueno tan salvaje como pelirrojo, que es el de las leyendas y que pereció en el Ragnarok. De las cenizas de esa caída surgió el nuevo reino de los aesires, que es el que conocemos gracias a los tebeos. Una explicación bien hilvanada que, posteriormente, Walter Simonson se encargaría de cuestionar, basándose en la fiabilidad del interlocutor que revela estos secretos a Thor. La labor de artesanía realizada por el guionista no estaría completa sin la versión que hace de las leyendas de Sigmundo y Sigfrido. Roy Thomas brinda su particular visión del cantar de los nibelungos, con su oro del Rin, su anillo maldito y sus héroes de vida tan breve como intensa. Todo ello a lo largo de diez números y a partir de una inesperada revelación durante el fragor de un combate.

Aunque el finiquito de la historia correspondió a Ralph Macchio y Mark Gruenwald, éstos siguieron las pautas de Thomas y supieron estar a la altura de quien por aquellos tiempos era uno de los guionistas de referencia de la casa, de modo y manera que estos dos tomos constituyen una de las mejores etapas de la larga trayectoria del dios del trueno en los tebeos de Marvel. En la parte gráfica hay que destacar la labor de Keith Pollard, un ilustre olvidado de la industria estadounidense que curró en la misma entre los setenta y los noventa, hasta abandonarla a mediados de esa última década.