Edición original: My Brain is Hanging Upside Down.
Fecha de edición: Norma Editorial (mayo de 2009).
Guión, dibujo, entintado y color: David Heatley.
Formato: Tomo de 128 págs. encuadernado en cartoné.
Precio: 29,95 €.
“Uno de los jóvenes talentos más prometedores de la historieta”. Navegando por la red de redes, no resulta especialmente complicado encontrarse con frases como ésta puestas en relación con el tebeo que hoy comentamos, titulado My brain is hanging upside down. El destinatario de semejantes elogios no es otro que David Heatley (Teaneck, New Jersey, EE.UU., 1974), quien no solo ha publicado las piezas recopiladas en este tomo en cabeceras del prestigio del New Yorker, New York Times, Kramer’s Ergot, McSweeney’s o Mome, sino que también ha recibido elogiosos comentarios procedentes de autores de la talla de Chris Ware o Daniel Clowes. Una circunstancia, dicho sea de paso, que puede convertirse en un arma de doble filo: por una parte, atendiendo al renombre de quienes comentan de forma tan entusiasta las bondades de este tebeo, resulta inevitable que más de un lector se deje llevar por la curiosidad; pero como contrapartida, puede elevar el nivel de exigencia de los mismos… que tal vez fue lo que sucedió a quien escribe estas líneas… o puede que simplemente mi juicio esté condicionado por la imposibilidad de conectar a ningún nivel con el autor.
Por si algún lector guarda dudas al respecto, el título de esta obra se ha tomado prestado de un tema compuesto por la mítica banda de punk rock The Ramones, del que el propio autor ha compuesto una versión, apreciable en el Youtube insertado en esta reseña. Partiendo de tan llamativo título, Heatley nos propone un viaje a través de sus pensamientos, de sus filias, fobias y recuerdos, de experiencias oníricas, de instantes que el común de los mortales reservaría a su esfera vital más privada, aquí expuestas a todo el que se anime a abrir las páginas de este libro.
Un libro dividido en cuatro grandes bloques temáticos, centrados en su vida sexual, su contacto con la raza y cultura negra, y su relación con sus progenitores, conformando un relato aparentemente cargado de honestidad… selectiva. Y es que cuando se trata de su actual pareja, Heatley sufre un sorprendente ataque de pudor, que contrasta con las páginas precedentes, en las que enumera todo tipo de detalles acerca de sus experiencias sexuales previas. Pero no es éste el mayor problema, sino la imposibilidad de sentir la más mínima empatía o interés por las experiencias narradas, de comprender su modo de ver la vida, sus inquietudes y angustias vitales, sus obsesiones raciales.
Quizás son éstas reflexiones un tanto banales y muy subjetivas, pero claves para comprender la decepción experimentada durante la lectura de este tebeo. Cabría pensar que el autobiográfico no es un género que despierte mi interés, pero no es el caso: de Robert Crumb a Joe Sacco, pasando por Frederik Peeters, David Rubín, Jeffrey Brown, Lewis Trondheim, Craig Thompson o Manu Larcenet, todos ellos que, en mayor o menor medida, suelen transitar estos derroteros, ofreciendo resultados sumamente interesantes. Pero a diferencia de los historietistas que acabo de enumerar, Heatley no despierta mi interés, ni por lo narrado, ni por el modo de hacerlo: siguiendo una tendencia en boga en el campo independiente, el autor se decanta por utilizar un trazo sumamente esquemático que traslada sensación de inmediatez, de imperfección y espontaneidad, de voluntad de despojarse de todo artificio para conferir verosimilitud o autenticidad a lo narrado. Este estilo se muestra a través de arriesgadas composiciones de página orientadas, según el propio Heatley, a hacer uso de planteamientos contrarios a las tendencias imperantes en la actualidad -la disminución progresiva del número de viñetas por página de los tebeos-, y buscar la “riqueza y densidad” apreciable en los cómics que le gustan. Curiosamente, la confluencia de ambas circunstancias despertó en mí la reacción contraria a la buscada, por considerar un tanto artificial y falaz esa supuesta búsqueda de lo sencillo, de modo que lo que inicialmente sorprende, termina por resultar cargante, reiterativo y artificial.
Finalmente, todo se reduce a lo obvio, al cliché más manido y recurrente en la redacción de reseñas, críticas u opiniones personales: es cuestión de gustos. Tal vez mi paladar no esté lo suficientemente refinado. O tal vez la “modernidad”, el rupturismo vocacional y artificial, la honestidad selectiva y la provocación gratuita, agoten mi paciencia.
Un saludo y hasta la semana que viene! (eso espero)
No he leido este cómic, pero con saber que lo recomienda Chris Ware y habiendo leído tu reseña, ya tengo suficiente… y es que yo percibo en Ware todo eso que no te ha gustado de Heatley y por eso mismo son autores que no me interesan.
Parece que ya somos 2 a los que Ware no les convence lo más mínimo… 😛
Un saludo!
Que sean tres…
ZN abre el frente común anti-ware… próximas menciones en el Píldoras nacionales de la semana entrante… ¿Cómo? ¿Que Ware no es español? Algo habrá hecho.
«ZN abre el frente común anti-ware»
Komo ke hesto s 1 gueb friki no La Karcel de papel o la hedizion letronica d Rebista de Libros imbesiles pedantes snobs
El tbeo está muy bien, en serio.
No creo que este autor tenga que ver con Ware. Como mucho tienen en común que meten muchas viñetas por página, pero nada más.
Os lo recomiendo!!