Sobre el movimiento de la Tierra
“El individuo queda reducido a la nada”.
La ciencia y la religión tienen una historia muy larga y azarosa en común, marcada por muchos y variados desencuentros a lo largo de los siglos. Puede que uno de los más significativos y trascendentales para la humanidad esté ligado con el cambio de perspectiva que supuso la aceptación en pleno Renacimiento de la teoría heliocéntrica que refutaba el geocentrismo que la Iglesia había defendido con fervor hasta entonces. De hecho, hasta 1992 la Iglesia, por obra y gracia de Juan Pablo II, no dejó de considerar oficialmente como una herejía esta teoría al rehabilitar la figura de Galileo Galilei, el «padre de la astronomía moderna». En el siglo XVIII, este había aportado, gracias a la invención del telescopio, pruebas más que concluyentes sobre la certeza del sistema heliocéntrico por el que muchas personas de ciencia habían sido condenadas en el pasado a los más terribles castigos.
Galileo refrendaba así los estudios de Nicolás Copérnico recogidos de forma póstuma en 1543 en su obra De revolutionibus orbium coelestium. En ellos defendía que la Tierra y el resto de planetas del Sistema Solar se movían alrededor del Sol. Copérnico había concluido su libro en 1531, pero no sería hasta su muerte más de doce años después que este vería la luz. La obra estaba dedicada al papa Pablo III, aunque esto no era ni mucho menos una puya contra él ya que el pontífice era una aficionado a la astrología y recibió de buen grado la dedicatoria aun siendo consciente de su problemática. Tanto es así que la primera edición de De revolutionibus orbium coelestium venía precedida por una carta anónima del predicador luterano Andreas Osiander en la que este intentaba restar hierro a la controversia calificando la obra de una mera «propuesta matemática».
Y es que la relación entre ciencia y religión siempre ha sido más ambigua de lo que solemos pensar. Hemos de tener en cuenta que incluso figuras como el propio Copérnico eran creyentes y católicos. Su trabajo no estaba enfocado a negar la existencia de Dios, más bien al contrario, pretendían encontrarlo mediante el uso de la misma ciencia y la razón. Decía Copérnico en su escrito: «En medio de todo está el Sol. Pues, ¿quién en este bellísimo templo pondría esta lámpara en otro lugar mejor, desde el que se pudiera alumbrar todo?». El considerar el mismo universo como un templo nos hace ver que en siglos pasados, pese a los posibles desencuentros, ciencia y religión no eran en sí mismas excluyentes. Y aunque hoy en día damos por hecho -al menos una gran mayoría- que la Tierra gira alrededor del Sol, nos resulta difícil comprender lo que esta revolución supuso para las mentes de la época.
Esta pregunta ha inspirado a NAKAJIMA Uoto, un joven mangaka que con su obra Tierra, sangre, conocimiento. Sobre el movimiento de la Tierra ha recibido todo tipo de alabanzas, reconocimientos y críticas positivas. En ella nos narra una ficción que nos traslada de forma figurada a principios del siglo XV para asistir a los entresijos de una época en la que la simple defensa de una verdad empírica podía conllevar el ostracismo, la tortura y la muerte de quién la esgrimía. La pasión de Uoto por la filosofía y la astronomía define una propuesta que pone su foco en una serie de personajes decididos a arriesgar sus vidas por defender el valor de unos «estudios prohibidos» que habrían de cambiar nuestra manera de entender y relacionarnos con el mundo. Ha sido Milky Way Ediciones la que se ha interesado por esta obra recopilada en Japón en ocho volúmenes por Shōgakukan, después de su serialización en la revista Big Comics Spirits entre 2020 y este 2022 que ya está llegando a sus estertores finales.
Tierra, sangre, conocimiento (Chi – Chikyuu no Undou ni Tsuite en el original japonés) es una ficción histórica ambientada en un reino imaginario y que pese a remitirnos a la Europa del siglo XV construye una historia totalmente libre y ajena a los hechos reales. La historia en este caso es una inspiración para Uoto que la utiliza como excusa para abordar las cuestiones que realmente le interesan: el conflicto entre religión y conocimiento, la evolución del pensamiento científico y la ambigua intolerancia que desprende la ignorancia. No hay propiamente un apego a acontecimientos históricos concretos, pero sí una interesante ejercicio de acercamiento a la mentalidad y el momento de cambio social de la época que retrata. Lo hace de una manera casi alegórica y añadiendo una pátina de suspense y misterio que le sienta muy bien al conjunto.
La historia está protagonizada por Rafal, un joven talentoso e instruido que está en un punto clave de su carrera. Es un apasionado de la astronomía, pero por influencia de su padre ha decidido estudiar teología en la universidad ya que está se encuentra «en la cima del saber». Pero Rafal verá puesta a prueba su visión del mundo al entrar en contacto con Hubert, un estudioso antiguo conocido de su padre que ha sido recientemente absuelto por la Inquisición de la acusación de herejía al difundir «falsas teorías» en torno a la estructura del universo. Nuestro joven protagonista deberá decidir si continuar el camino que otros le han marcado y renunciar a sus propios sueños o arriesgarlo todo por intentar descubrir la verdad sobre la teoría heliocéntrica que Hubert ha puesto en su conocimiento.
El punto fuerte de Tierra, sangre, conocimiento es la reflexión filosófica que nos propone. Estamos ante un manga en el que la acción pasa a un segundo plano para que las ideas tomen el mando. Además, hay un contraste bastante sugerente entre su limpio y claro apartado gráfico y la crudeza de muchas escenas en la que se nos retratan las torturas y castigos llevados a cabo por la Inquisición. No escatima en detalles Uoto para hablarnos de cuestiones relacionadas con la ciencia, pero tampoco cuando lo hace a propósito de los desmanes y excesos de hombres de fe como el padre Nowak. En el fondo, la obra nos habla de libertad y reivindica el valor del individuo y el conocimiento como esa luz capaz de sortear las sombras de nuestra existencia. El mensaje está claro en todo momento gracias a la oposición y contraste de ideas entre sus principales personajes.
Tierra, sangre, conocimiento funciona casi como un slice of life, ya que busca una conexión íntima con el lector. Es una obra que se disfruta por sus diálogos, por su manera de manejar los tiempos y por el sano humanismo que nos traslada su historia. Uoto tiene ciertas carencias a nivel gráfico, los planos que utiliza no siempre funcionan y las facciones de sus personajes y los fondos carecen de textura y fuerza, pero, por contra, nos sorprende en más de una ocasión con escenas realmente potentes y con un tono contemplativo que capta muy bien la esencia de lo que nos está hablando. Es en los primeros planos, en el ritmo de su narración y en el manejo de la tensión que de esta se desprende, en lo que destaca el arte de Uoto. Una vez que queremos darnos cuenta de las debilidades de su dibujo ya estamos dentro de la trama y atados al drama protagonizado por Rafal.
La obra publicada por Milky Way Ediciones llega a nuestro país avalada por la crítica en Japón. Ha sido nominado por dos años consecutivos en los Manga Taishō; también ha obtenido menciones en la 67º edición de los Premio Shōgakukan y la 46º edición de los Premios Kodansha; ha sido incluido en la prestigiosa lista Kono Manga ga Sugoi! de 2022 de la editorial Takarajimasha; y, finalmente, ha ganado el Gran Premio en la 26ª entrega del Premio Cultural Tezuka Osamu. Un currículum que no podemos tomar a la ligera y que reconoce el valor de un autor como que con su segunda y atípica obra ha sabido trasladar al manga su pasión por la astronomía y la filosofía. No es de extrañar que el estudio de animación Madhouse ya haya anunciado una adaptación de Tierra, sangre, conocimiento.
En definitiva, Milky Way Ediciones nos vuelve a regalar una propuesta de sensibilidad palpitante y a contracorriente del manga más mainstream. Una historia «sobre el movimiento de la Tierra» -como bien indica el subtítulo de la obra de Uoto– que se convierte en un interesante ejercicio filosófico capaz de ahondar en ese conflicto ancestral entre ciencia y religión que tantas páginas y sangre ha vertido a lo largo de la historia. Un acercamiento a las contradicciones humanas y la manera en la que interpretamos la realidad que nos rodea, muy de actualidad teniendo en cuenta el nuevo e inesperado auge de las teorías de la conspiración y de creencias precientíficas como el terraplanismo. Curiosamente, el viaje que nos propone Tierra, sangre, conocimiento no necesita mirar fuera de nuestro planeta para hacernos reflexionar sobre la insignificancia de nuestra situación en este vasto y fascinante universo.
Lo mejor
• La manera de adentrarnos en el conflicto histórico del que se hace eco.
• La carga filosófica y reflexiva que desprende la obra.
• El contraste que ofrece su apartado claro y limpio con algunos de los crudos momentos que retrata.
Lo peor
• Las carencias del dibujo que dan una sensación de irregularidad en este apartado.
• El situar la acción en una localización ficticia en lugar de jugar más con hechos reales históricos.
Guión - 7.5
Dibujo - 6.5
Interés - 8
7.3
Reflexiva
«Tierra, sangre, conocimiento» es una interesante y atípica propuesta de Uoto publicada por Milky Way Ediciones cuyo punto fuerte es el crudo retrato que hace del enraizado conflicto entre ciencia y religión en una ficticia Europa del siglo XV. Una historia de corte íntimo, reflexiva y cargada de filosofía en la que solo hace mella un dibujo algo irregular.