Mi hijo ha muerto por vuestra culpa. Por vuestra culpa … Y pronto, todos pagaréis por ello.
El contrato de Judas es una de las grandes historias de los Teen Titans, y que ha pasado a la historia por consolidar a uno de los mejores villanos de la historia de DC Comics, así como uno de los más míticos de las colecciones del propio grupo superheroico: Deathstroke. Porque sí, Slade Wilson es uno de los grandes, y todo es gracias a Marv Wolfman y George Pérez, una vez más, por aquellos geniales números que se publicaron entre febrero y julio de 1984. Hoy en día, y me refiere a la actual etapa de Renacimiento, muy poco queda de aquellos Jóvenes Titanes, ya que algunos han sido recuperados para los Titanes, como Dick Grayson o Wally West, y otros reintroducidos en la actual Teen Titans, como Starfire, Raven o Beast Boy, con Damian Wayne como líder. Algunos dirán que es una extraña perversión de aquella mítica formación, pero viéndolo de una perspectiva optimista, al menos ahora tenemos más titanes, y más colecciones e historias sobre los mismos, incluido el propio Deathstroke.
La reseña de hoy trata precisamente de otro “contrato”, concretamente
Titanes: El contrato de Lázaro comienza con un flashback del pasado en el que Grant Wilson muere en una lucha contra los Jóvenes Titanes (en ese momento Dick y compañía), producto de sus propios aliados y no del grupo superheroico, y Deathstroke en cambio no puede sino culpar a los titanes de tan trágico desenlace. A partir de aquí, hay un salto temporal hasta el presente, en donde el propio Slade secuestra a Wally West (el pelirrojo, el de toda la vida), para intentar utilizarle en un plan que pretende revertir la dramática situación pasada con su hijo Grant, y así poder salvarle la vida.
A partir de ese momento la historia nos va soltando paulatinamente unos cuantos cliffhangers hasta el propio e impactante final. Durante este mismo recorrido, sin embargo, la narración de los hechos acontecidos es confusa, incluso farragosa me atrevería a decir, aunque curiosamente funciona en tanto en cuanto es bastante entretenida, y de lectura fácil y ligera. Aunque también es cierto que son solo cuatro números, por lo que no es muy complicado hacer algo que no resulte pesado. Esto quizás se le puede achacar al estilo narrativo de
Lo más destacable de este crossover es, sin embargo, más que la propia historia en sí, las consecuencias que lo que ocurre durante la misma provoca en ambos grupos superheroicos, o incluso en el propio Deathstroke. Algo sin duda que puede despertar el interés para todos aquellos que no están siguiendo estas tres series, y que tras acabar la lectura de este tomo quieran saber qué pasa a continuación con según qué determinados personajes. En ese aspecto, por lo tanto, hay que felicitar tanto a
En el apartado artístico tenemos una amplia gama de dibujantes:
Guión - 7
Dibujo - 6.8
Interés - 7.5
7.1
Recomendable
Entretenido crossover de buen ritmo e interesante argumento. La excesiva cantidad de personajes y el peculiar estilo de narración de Priest puede lastrar un poco la experiencia, pero aún así es bastante recomendable.
Comparto contigo lo de «farragoso», porque es lo que me pareció en el momento de su lectura. Luego dirán de Secret Wars y Civil Wars varias, pero todas las editoriales «tiran» del truki de la nostalgia a la saga mítica de turno para ganar billetes, dado que de «contrato» esta historia tiene poco.
El minievento, como bien dices, vale más la pena por las consecuencias que por la historia en sí, bastante absurda y muy en la línea del universo Marvel actual, con tantos ir y venir por el tiempo.
Por último, comentar que hay una escena, donde aparece el mencionado flashback de la muerte del hijo de Deathstroke, y los Jóvenes Titanes que aparecen no son los auténticos Titanes de Wolfman y Perez, si no que son la formación original de Titanes (los sidekicks de la época). Todo un descoloque para aquellos fans, entre los que me incluyo, que vivimos esa escena «en directo» en los 80s.
Caerá ni que sea por ver como evolucionan estas tres series 🙂