Trinidad #1-6 (Renacimiento)

 

Edición original:Trinity núm. 1-6 USA .
Edición nacional/ España: ECC Ediciones.
Guión: Francis Manapul.
Dibujo: Emanuela Lupacchino, Francis Manapul.
Entintado: Ray McCarthy.
Color: HIFI.
Formato: Grapa, 24 págs. A color.
Precio: 1,00-1,95 euros.

 

En DC hay tres personajes que con el tiempo han acabado por formar lo que se conoce como la trinidad DC. Nos referimos a Wonder Woman, Superman y Batman, tres pesos pesados, con largas y fructíferas carreras editoriales que suman más de 225 años de presencia en las tiendas desde su creación a finales de los años 30 y principios de los 40. Su importancia es indiscutible dentro de DC y fuera de ella, siendo ya tres iconos que han trascendido al acervo cultural de las sociedades occidentales.

Unir a los tres en una sola serie no es algo nuevo, ya se pudo ver en la maxiserie Trinity de Kurt Busiek y Marc Bagley o en el especial de Matt Wagner de idéntico título. El problema es que estos dos ejemplos no son precisamente ejemplos de calidad. Son obras aburridas y carentes de intensidad argumental, sin trascendencia alguna y que poco aportaron al trío protagonista. Sin embargo, dicen que no hay dos sin tres y es por eso que, con la llegada de Renacimiento, DC volvió a reincidir y optó por volver a unir a sus tres icónicos personajes bajo el ya recurrente título de Trinidad.

En Trinidad tenemos al mando a Francis Manapul, hombre de confianza de la editorial, que ya se encargó de capitanear la serie de Flash de los Nuevos 52 (25 números), así como un arco argumental en Detective Comics. Su trabajo como guionista resultó estar a la altura de las circunstancias y logró que Flash estuviera entre las mejores series de DC de los Nuevos 52.

Pero guionizar a Flash es una cosa y guionizar a Wonder Woman, Batman y Superman juntos es otra muy distinta. Hay factores y obstáculos muy importantes a sortear, como el de balancear adecuadamente el protagonismo de cada uno de ellos o construir tramas a la altura de tan grandes personajes… Y Manapul opta por mirar al pasado y reciclar una historia de Superman de Alan Moore titulada El Hombre que lo tenía todo, para dar forma a este primer arco argumental.

Si nos centramos en lo formal del cómic, estamos indudablemente frente a una historia de una innegable factura visual y una elegancia por encima de la media. El arco abre con un primer número perfecto, donde Manapul va desmenuzando a cada uno de los personajes con un enorme cariño, mostrándonos la faceta más humana de cada uno de ellos y reuniéndolos para cenar en torno a la mesa de la familia de Clark, del que ni Batman ni Wonder Woman parecen fiarse demasiado. El número destila buen hacer y resulta brillante como Manapul en 24 páginas nos detalla a la perfección las personalidades tan distintas de Diana, Clark y Bruce y lo complementarias que resultan en sus diferencias.

Con este primer número uno puede esperar grandes cosas de este arco y en realidad es que no defrauda, pero no hay sustancia real a la que de verdad agarrarse y la historia se va desinflando a medida que van pasando los números.

El primer problema de este arco es que dura demasiado y no hay tanta historia para seis números. Manapul quiere profundizar en las vidas, sueños y metas personales de Bruce, Diana y Clark, mostrarnos sus miedos, sus debilidades y sus fortalezas, pero se pierde de forma progresiva al querer llegar a completar este arco de seis capítulos. Sin embargo, logra mantener siempre el toque elegante, incluso cuando no se encarga del dibujo él mismo y la labor gráfica recae en las hábiles manos de Emmanuela Lupacchino.

La ambición de Manapul le puede al querer llevar más lejos la historia de Moore, si darse cuenta de que no por añadir más conceptos la trama ha de ser necesariamente mejor. Todo se deja leer de forma fluida y resulta interesante ver como cada uno de los protagonistas a de vencer sus propios obstáculos para lograr sobreponerse a la situación, dando como resultado una obra que, en conjunto cumple, pero no resulta nutricional, siendo un producto demasiado edulcorado. Es como una gominola que se deshace en la boca, dulce, sabrosa, agradable de paladear, pero sin capacidad de ayudarnos de verdad, desde un punto de vista funcional, a alimentarnos de forma equilibrada. El sabor se va tan rápido como llega y al final uno descubre con cierta amargura que lo que ha leído le ha dejado casi indiferente. La razón de ello es que tras seis números se ve obligado a precipitar el desenlace, como si le faltara espacio, cerrando de forma apresurada algo que hubiera merecido un capítulo al mismo nivel del primero, con el que poder acariciar las consecuencias de lo narrado y asentarlo con la misma elegancia y cariño mostrado en ese primer número perfecto.

En resumen, Trinidad es una serie que no puede enganchar por lo expuesto, quedándose en un quiero y no llego por parte de Manapul que ha pecado de ambicioso al pensar que más es mejor por definición. El tener que apoyarse en una historia ya contada tampoco favorece al conjunto, ya que resulta complicado no hacer odiosas comparaciones, y aunque la obra de Manapul supera en elegancia a la de Moore y Gibbons, no puede competir con ella a nivel argumental y de caracterización. Toda una lástima.