Ultimando el final: Ultimatum (5)

Base de Magneto, sobre el Círculo Polar Ártico. Lobezno advierte al Amo del Magnetismo que en sus anteriores encuentros se ha contenido, pero que ahora está dispuesto a morir con tal de llevárselo por delante.

Salto y garrazo espectacular. Jean pone sobre aviso a Scott. Esta vez, Logan no exagera. Tras alguna que otra frase manida de esas que tanto parecen gustarle a Loeb, Magneto aparta a Lobezno empleando sus poderes. Acto seguido fuerza el visor de Cíclope y toma el control de la armadura de Iron Man y ataca mediante ambos al canadiense, que queda para el arrastre –sí, más que de costumbre, que ya es mucho decir–. El resto mira impotente como el mutante de las garras se queda en los huesos –literalmente–.

Ojo de Halcón arranca el visor de Cíclope con una flecha mientras Tormenta inutiliza la armadura de Iron Man con una descarga eléctrica de no te menees. Magneto se jacta de que es demasiado tarde. Los poderes de sus aliados y amigos han sido los que han matado a Lobezno.

“Aún no”, replica Logan mientras ensarta a Magnus de parte a parte. Pero el terrorista mutante no ha llegado tan lejos para caer ahora por la nimiedad de que le atraviesen el pecho con tres garras de metal. Vamos, hasta ahí podíamos llegar. Así que concentra su poder sobre el magnetismo y arranca el adamantium del esqueleto viviente en que se ha convertido Lobezno. Mucho me temo que, con factor curativo o sin él, de esta no sale el enano peludo.

El cuerpo de Lobezno yace a los pies de Cíclope, Iron Man, Jean Grey, Ojo de Halcón y Tormenta prácticamente convertido en polvo.

En la parte baja del cuartel general de Magneto, Hulk –con un pequeño empujón mental que Jean le dio en el episodio anterior– y Coloso, alalimón, hacen trizas los motores que sostienen la fortaleza en el aire. En estas que aparece Mística y les ataca con un… ¿lanzallamas? –¿pero esta tía es tonta o qué?– Como era de esperar –por todo el mundo menos por la pitufina, al parecer–, las llamas no hacen más que cabrear a Hulk. Tanto él como Coloso se vuelven con aire de “te vamos a vapulear” hacia Mística que, de repente, huele a popó. Justo cuando Peter va a dejarle los nudillos de acero orgánico marcados en la cara, aparece Dientes de Sable y la arrastra fuera. Ambos huyen en un ala delta que, parece ser, los villanos mutantes tienen preparado para situaciones de emergencia –¡je! –. Pero la chica azul ha dejado un regalito atrás. El arma en modo cuenta atrás, que para eso es tecnología punta. Así que, en tanto se alejan, vemos una tremenda explosión.

Arriba, Magneto ha logrado reptar hasta su silla de mando mientras el resto de los héroes contemplaba compungido el cadáver de Lobezno. Lleva el brazo del héroe –lo único que queda de él– ensartado aún en el pecho. Se medio incorpora y usa sus poderes magnéticos para freír hasta la más mínima célula de sangre que quede en el brazo, para asegurarse de que no podrán clonarle y que Logan no se regenerará nunca más –ahí ha estado fino Loeb, mira tú–. Después, lo arroja a los pies de Nick Furia, que ha llegado hasta el lugar. “Lo estropeaste, Erik”, comenta –como el que no quiere la cosa, oye–. Advierte, igual que lo hizo en su momento con Doom, que todos ellos tienen una debilidad que Furia conoce y está dispuesto explotar en caso de que se salgan del camino –Nick, podías haberlo hecho antes, ¿no? Vamos, digo yo–.

Furia, gracias a los poderes mentales de Jean Grey, entra en la mente de Magneto y le muestra la verdad. ¡Los mutantes son una creación de laboratorio perpetrada por los humanos! WOW.

Vale que la revelación se las trae, pero a Magneto le afecta de una manera que hace aguas por todos lados. Se queda como impactado y se pregunta qué ha hecho. Como si saber que es un producto de la ciencia y no un accidente de la Naturaleza pudiera cambiar las cosas. Aprovechando el momento, Richards le explica que tiene que revertir lo que hizo con los polos, o la Tierra estará condenada. Y Magneto –que se ha vuelto bueno, como decían los creadores del Dragon Fall–, ahora parece querer redimirse, así que va y le hace caso.

Cíclope se le acerca y se ofrece a ayudarle, como habría hecho Charles Xavier a lo largo de los años. Magnus duda. Charles le entenderá. Charles le perdonará. “Charles está muerto”, añade Cíclope. “No queda nadie para perdonarte” y lanza un rayo óptico concentrado que destroza la cabeza del Amo del Magnetismo ante la impasible mirada del resto de sus compañeros. Hulk y Coloso se unen a la fiesta justo a tiempo de marcharse con el resto. La fortaleza del villano, con sus motores dañados, cae en las frías aguas del Ártico y se hunde hasta desaparecer.

Las últimas viñetas de esta página nos muestran el brazo mutilado de Lobezno, la única parte de su cuerpo que quedó envuelta en adamantium, hundiéndose junto a la fortaleza.

Página en negro con un solo mensaje: “Ocho días después”.

Edificio del Senado. Washington D.C. Cíclope hace una aparición pública ante una auténtica multitud que, enfervorecida, sostiene pancartas con mensajes anti-mutantes. En su intervención, intenta aplacar los ánimos aludiendo que Magneto era un terrorista, mutante o no. Pero eso no quiere decir que todos los mutantes sean intrínsecamente malvados. Jean y Pícara le observan desde primera fila, rodeadas por gritos de odio. La pelirroja teme por la seguridad de Scott. También se encuentran en el lugar Kitty Pryde, Johnny Storm y Bobby Drake. Junto a Scott, Carol Danvers, Ororo Munroe y Peter Rasputin. El líder mutante pronuncia su discurso: “Estamos aquí hoy, porque la Historia está a punto de cambiar. La libertad está a punto de cambiar. Han votado en el Senado para que así sea. Todos los mutantes deben ponerse inmediatamente a las órdenes del Gobierno de los Estados Unidos o se convertirán en un objetivo y serán perseguidos”. No ha terminado estas palabras cuando se oye –en sentido figurado– un disparo. Alguien le ha volado la cabeza a Summers. Se forma un revuelo tremendo mientras observamos como una estela plateada cruza entre la gente a gran velocidad sin ser detectada.

Castillo Van Damme. Latveria. Doom reflexiona en voz alta para una audiencia de un solo hombre: Namor. El atlante está prisionero e indefenso. Un encapuchado irrumpe en la casa de Victor y le dice que Reed le contó lo que había hecho, cómo había matado a la hija de Magneto provocando el holocausto como consecuencia. Doom le lanza un rayo y destroza el atuendo que envolvía al invitado. Se trata de Ben Grimm, la adorable Cosa de ojos azules –que está a punto de dejar de serlo–. Ante la atónita mirada de Namor, Grimm agarra con su enorme mano la cabeza de Doom y la machaca. Metal, carne, sangre y huesos quedan hechos fosfatina. “Ahora has pagado por lo que hiciste”, apunta Ben, por si no lo teníamos del todo claro.

En una casa situada en la falda de la montaña de Wundagore, en los Alpes Bávaros, vemos una mano enguantada sosteniendo la bala que mató a la Bruja Escarlata. Resulta que las noticias sobre la muerte de Mercurio fueron ligeramente exageradas. Está vivo y ha sido él quién ha asesinado a Cíclope. En la estancia, Dientes de Sable y Mística escuchan, junto al velocista, las palabras de una misteriosa mujer que permanece oculta por las sombras. “Cuando sea el momento, comenzaremos de nuevo sin que nadie se nos oponga”, dice la tipa. Al parecer, ella ha sido quién ha orquestado todo el asunto de Ultimátum, amparada por el anonimato. ¿Wanda que no está muerta? ¿Otra mutante con mala saña? ¿Un personaje nuevo? Se admiten apuestas, aunque yo tengo la mía.

Según Mercurio, Magneto se había vuelto complaciente, blando… “Mi padre se ha ido, pero su sueño vive”, dice Pietro sosteniendo el casco de su padre, con la firme promesa de regresar, llegada la hora.

FIN.