Los autores de la premiada La burbuja de Bertold, Agrimbau e Ippólitti, nos presentan una nueva historia de último sur.
En la Antártida se encuentra la ciudad de Unánima. Una ciudad a la que se dirigen todos los artistas del mundo para poder participar en el mayor proyecto artístico de la historia: una pintura hecha desde el aire en 6.000 km² de hielo antártico. La obra será fruto e icono del consenso de todos, pero ante este reto casi utópico el conflicto parece lo único que podrá plasmarse en el lienzo.
Recuerdo la incomodidad que sentí cuando en Con C de arte, hará algo más de dos años, un comentarista me categorizó como crítico de cómics. Yo, que como mucho me tengo por un lector despierto, asumo abiertamente que ni manejaba ni manejo los conocimientos necesarios para que se me atribuya semejante apelativo. Y es precisamente ante trabajos como Último sur, la serie que hoy nos ocupa, que se ponen en evidencia mis limitaciones para enjuiciar los hallazgos artísticos y literarios que contiene una obra como ésta. Porqué, señores, el conjunto de referencias y la ambición comunicativa de sus autores, los argentinos Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti, es de tamaña envergadura que uno no puede sino andar a tientas por estos páramos inhóspitos, del sur más extremo, por los que ellos nos pasean.
La serie se estructura en entregas autoconclusivas que mantienen entre ellas, por lo que sabemos hasta ahora, tres constantes:
Un macroescenario común, futurista, de fuerte carga alegórica aunque con algunas referencias geográficas que ayudan a situarlo al sur del continente americano. No obstante, a pesar de que todas las historias transcurran en el mismo mundo y en una misma época, en cada entrega visitamos una ciudad distinta y bien poco parecen tener las unas con las otras, debido sin duda a su naturaleza simbólica.
El argumento se despliega siempre alrededor de una disciplina artística en concreto, cada vez distinta, que ejerce de centro de interés.
Un personaje, de nombre Lorenzo, hace las veces de nexo y de protagonista secundario de cada uno de los relatos.
En la pasada entrega, Agrimbau e Ippóliti reflexionaron sobre el teatro como reflejo simbólico de una sociedad de títeres, pero también como medio de agitación social por la íntima relación que se establece entre espectáculo y espectadores. De este lúcido discurso surgía una obra cercana a las disquisiciones políticas que en los años setenta Pierre Christin y Enki Bilal. El espíritu de una de las mejores tradiciones del cómic francés de la mano de una pareja de argentinos… y los premios no se hicieron esperar.
Ahora, en El gran lienzo, tomando como base la pintura, se diría que ambos se acercan a la antropología filosófica en una propuesta que busca, tanto reflexionar sobre el sentido de la propuesta artística, como sobre sus posibilidades de encaje y acogida en un todo conforme al pluralismo propio de las sociedades humanas.
Así, en la ciudad de Unánima, lo mejor de las distintas tendencias pictóricas del mundo se han reunido para escoger la pintura que los represente a todos. Ese diseño será luego ejecutado a escala gigantesca sobre la blancura antártica, para que sólo sea visible desde el cielo y eso hermane a sus autores con los dioses. El proyecto, liderado por el comendador Mastrángelo, tiene a su principal opositor en la figura de Ego, artista que reivindica el valor de la individualidad frente a una uniformidad impersonal.
Como es de esperar, semejante planteamiento conduce a interesantes derivas intelectuales. El conflicto como instrumento de afirmación ante una concordia impuesta, el todo contenido en la nada y otras ideas ya mencionadas, recorren este Gran lienzo, demostrando la gran fecundidad discursiva de esta pareja de autores, similar a la que consigue nuestro compatriota Luis Durán en la mayoría de sus trabajos.
Página web de Diego Agrimbau
Entrevista a Diego Agrimbau
Reseña de Último Sur. La burbuja de Bertold en Zona Negativa
Ya me has intrigado, me lo voy a tener que pillar…con lo mal que llego a fin de mes.
No creo que te decepcione, bongo, de verdad 🙂