La guerra de Domingo.
«El primer mes en el frente fue horroroso, puesto que ninguno de los que estábamos allí sabíamos nada de la guerra.»
El nombre de Domingo Evangelio Guatia no aparece en ningún libro de texto, pero él fue uno de tantos jóvenes que lucharon en la Guerra Civil sin saber del todo bien lo que significaría en sus vidas participar en un conflicto armado siendo poco más que unos niños. Durante sus años en el frente fue testigo directo del horror de la guerra, pero también de como la bondad humana consigue aflorar aun en los momentos más terribles. Dejo escritas sus vivencias en un diario del que posiblemente no habríamos sabido nada de no ser porque es el abuelo de María Herreros (Valencia, 1983), reconocidísima ilustradora e historietista cuyo último cómic publicado en España es la biografía de la pintora Georgia O’Keeffe (Astiberri). Tras varios años barajando la posibilidad de adaptar ese diario no fue hasta el verano de 2019 cuando se decidió a dar el paso y convertirlo en un libro tras participar en una residencia artística en la que pintó un mural basado en las vivencias de su abuelo. El resultado es Un barbero en la guerra, un volumen en el que se mezcla el relato ilustrado con el cómic que acaba de editar Lumen. Años antes de adaptar el diario, la autora valenciana había tratado de que formase parte de los archivos nacionales, ya que en sus páginas se daban datos precisos sobre las circunstancias exactas de algunas muertes y el emplazamiento de varias fosas comunes. Sin embargo, la llegada al poder del PP de Mariano Rajoy dio al traste con esa posibilidad, ya que una de las primeras y vergonzosas medidas que impulsó su gobierno fue quitar todos los fondos destinados a la Memoria Histórica.
Para crear esta historia María Herreros no solo contó con el diario de su abuelo, puesto que su madre también le hizo llegar las cartas que le envió a Rosa, su futura mujer, durante su estancia en la guerra en las que le desnudaba su alma y su añoranza por ella y su vida anterior. Así que En un barbero en la guerra vemos cómo se van entrelazando las cartas con los extractos del diario y con los recuerdos que la ilustradora valenciana tiene de su abuelo durante su infancia y adolescencia en los que podemos ver cómo la guerra se quedó marcada en su forma de ser, pero no consiguió deshumanizarlo pese a todo lo que vivió. Así que además de encontramos con un retrato en primera persona de esas partes de las guerras que no aparecen en los manuales de historia, también vemos una preciosa historia de amor a la que ni el tiempo ni el horror consigue hacer mella, junto con un sentido y tierno homenaje de la autora a su abuelo que rebosa el enorme cariño que sentía por él. Tanto el diario como las cartas reflejan una ingenuidad juvenil que desborda una humanidad que hace que se nos encoja el corazón en cada página, algo que en cierta manera contrasta con la visión de mundo actual mucho más cínica, pese a que no vivimos unos tiempos tan inciertos como ellos.
A través de los escritos de Domingo vemos como todas las guerras suponen un enorme desgarro en las vidas de quienes las sufren, ya sea de los combatientes o de quienes permanecen en retaguardia. En las páginas de esta obra no hay ni un ápice de espacio para los relatos teñidos de honor, grandeza o épica que encontramos en otro tipo de obras mucho más alejadas de la realidad que glorifican de manera injustificada los conflictos militares. Aquí nos encontramos ante un joven sencillo inmerso en el sinsentido de una guerra que partió por la mitad un país, pero que en ningún momento deja que el odio o rencor ante quienes luego se encargaron de reprimir despiadadamente a los defensores de la democracia que habían sido derrotados por el ejército sublevado sean los protagonistas. Una visión llena de amor y empatía que no empaña el reflejo real de todos los horrores de la guerra. Lo que no aparece más que de forma velada es lo que le sucedió tanto a él como a su familia en la posguerra ya que su nieta respeta la decisión de su abuelo de no contarlo en su diario, pero vemos como durante su niñez en el pueblo todavía se notaban el poder de los adscritos al régimen golpista en el pueblo. Esa cercanía del relato provoca que sintamos los pesares de Domingo casi como propios provocando que la obra transcienda lo local para transmitir un mensaje antibelicista tan de actualidad ante los múltiples conflictos bélicos que siguen asolando el mundo cebándose con los más inocentes y vulnerables.
Como ya hemos dicho la obra nos ensaña el día de día de un soldado en el frente en el que se dan cita el hambre, el dolor, la violencia y el frio, pero sin caer en la tentación de dar una visión melodramática ni recrearse en los momentos más terribles. Sin embargo, estos están reflejados con una realidad palpable gracias a la capacidad de María Herreros para transmitir sensaciones tanto por la capacidad para crear dibujos atmosféricos como por su estilo tan personal como impactante que sabe que menos es más a la hora de transmitir los horrores de la guerra. Estamos ante un libro ilustrado con algunas partes en cómic, pero, pese a todo, nos encontramos con unas imágenes que ayudan a los textos a narrar la historia no simplemente la complementan de forma que el mensaje solo funciona cuando se leen tanto los textos como las imágenes.
Con Un barbero en la guerra María Herreros nos cuenta el paso de su abuelo por la guerra civil tomando como base sus diarios en los que no hay espacio para los relatos épicos que glorifican la violencia, pero que nos permiten entender como son realmente las guerras y como afectan a quienes sufren sus consecuencias. Una obra en la que tampoco hay sitio para el rencor, pero que nos sirve para conocer a un joven lleno de sueños y amor por su novia y su familia que solamente quería vivir en su tierra en libertad.
Lo mejor
• La sinceridad que respira la obra.
• La capacidad de María Herreros para hacernos sentir como propio su amor por su abuelo.
• La potencia visual de algunas imágenes.
Lo peor
• Que queden cientos de historias como esta silenciadas.