A finales de este mes de agosto, la Casa de las Ideas publicará el especial Marvel Comics #1000, a modo conmemorativo del 80º aniversario del primer cómic de la editorial, aunque por aquel entonces se conocía con otro nombre. Este es uno de los dos puntos de inicio que se reconocen a la editorial, aunque es cierto que el punto de partida más reconocido y celebrado es el primer número de los Cuatro Fantásticos, a cargo de Jack Kirby y Stan Lee. En cualquier caso, bajo el mandato de C.B. Cebulski, no han querido dejar pasar la oportunidad de celebrar este aniversario y, de paso, recaudar unos cuantos dólares en la hucha del ratón Mickey. Así pues, en una especie de cuenta atrás a ese número que reseñaremos como Dios manda, empezamos la cobertura de estos 80 años de historia Marvel con un rápido repaso a las tres primeras décadas de la editorial, las menos conocidas por el gran público.
Para descubrir el inicio de la era de los comics de superhéroes hay que viajar atrás en el tiempo a 1938, año que quedó marcada en letras doradas para todos los aficionados del medio. Ese año fue cuando Jerry Siegel y Joe Schuster publicaron su cómic Action Comics en una compañía de nombre Detective Comics, dando comienzo a La Edad de Oro de los Cómics. En una época de pre-WWII, donde existía una clara necesidad de iconos e ídolos culturales, el éxito de Action Comics fue tal que el resto de revistas y magacines del momento no tardaron en imitar esta tendencia y se pusieron manos a la obra para dejar su sello en la historia de los cómics. Entre aquellas revistas, había una dirigida por Martin Goodman, el primer protagonista de nuestra historia. Goodman puso en marcha su propia compañía, la primera de muchas, Timely Publications, que comenzó con un cómic llamado Marvel Comics (agosto de 1939), al que este mes homenajeamos. En aquellas páginas se presentaban dos personajes que iban a dar mucha guerra (nunca mejor dicho, teniendo en cuenta los tumultuosos tiempos de los que estamos hablando, con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la Gran Depresión). Estos personajes eran La Antorcha Humana original y Namor, The Sub-Mariner, aunque en aquellas páginas de la antología original también aparecían Ka-Zar (ya existente), El Angel o varios más. Como Superman, ninguno de ellos dos era el estándar del héroe medio con el que el ciudadano de a pie pudiera identificarse, ya que el primero era un androide y el segundo era medio-humano y una amenaza para el público. Dos excepcionales autores como Carl Burgos y Bill Everett respectivamente fueros los creadores de los que, con el paso de los lustros, se iban a convertir en los dos primeros héroes Marvel. En la octava entrega de aquella serie, ya titulada Marvel Mystery Comics #8, la Antorcha Humana y Namor cruzaban sus caminos por primera vez, siendo este el primer crossover de la historia. En una misma grapa, si, pero crossover al fin y al cabo.
Durante la cuarta década del siglo XX, se produjeron dos sucesos que estaban destinados a cambiar la historia de los cómics. El primero de ellos, en una sociedad influenciada por la necesidad de héroes y envuelto en los colores de la bandera americana, fue el nacimiento del Capitán América de la mente, manos y corazón de Joe Simon y Jack Kirby. Vendiendo un millón de copias por número, las aventuras del vengador enmascarado contra Hitler y los nazis fueron relatadas por estos dos genios del noveno arte y supusieron una auténtica revolución, apelando al patriotismo americano. La moda de los superhéroes se extendió, a pasos agigantados, apareciendo nuevos luchadores contra el nazismo en todas las entregas mensuales de superhéroes. Algunos ejemplos son Destroyer, Ciudadano V, Miss América, Blonde Phantom, Captain Wonder y un sinfín de personajes que han permanecido en el baúl de los recuerdos de Marvel hasta que amantes de la continuidad actual como Kurt Busiek (Marvels, Thunderbolts) o Ed Brubaker (Marvels Project) han decidido recuperarlos. El otro suceso importante en esta década fue la entrada en escena de un jovencito llamado Stanley Lieber, quien acababa de terminar la Escuela Secundaria y tenía apenas 17 años. Inicialmente, su aparición se debió a ser el primo pequeño de la mujer del jefe de la compañía, pero pronto iba a destacar maneras. La aspiración secreta del joven Stanley era acabar escribiendo grandes obras de la altura (inspirado por los clásicos de Stevenson o Conan Doyle), por lo que prefirió usar un seudónimo y guardarse su verdadero nombre por si su sueño se hacía realidad. Tras hacer sus primeros pinitos en algunos de los cómics de humor que publicaba Timely. De hecho, en Capitán América #3 ya se incluía un relato de dos páginas firmadas por Stan Lee.
Cuando Joe Simon y Jack Kirby abandonaron la compañía a finales de 1941 (en dirección National Comics, en lo que sería el primer capítulo de muchos en cuanto a las disputas por royalties y derechos), la única persona que podía echarse la compañía al hombro fue el jovencísimo Stan Lee. Con tan solo 18 años se convirtió en el Editor en Jefe de la compañía, y aunque nada más ser nombrado tuvo que ausentarse tres años para formar parte del ejército, no abandonaría ese puesto hasta 31 años después. Desde entonces, Stan Lee permanecería al frente de la compañía durante las 40 y los 50, a pesar de que el no consideraba que estaba haciendo lo que más le gustaba. La historia es de sobra conocida, y en 1961, con Fantastic Four #1, comenzaría a aplicar sus propias reglas creando un universo coherente introduciendo el concepto de continuidad, donde los personajes de una colección podían aparecer en muchas otras. Los personajes podían morir, cambiar de ideas, tener problemas para pagar el alquiler, independizarse, envejecer y tener hijos… Algo impensable por aquel entonces. Pero no adelantemos acontecimientos
A finales de los años cuarenta, la fiebre por los superhéroes había desaparecido en un escenario post Segunda Guerra Mundial. En Timely supieron adaptarse a los tiempos variando su oferta y cambiando de registro en busca de los dólares americanos (Capitán América tuvo que cerrar en 1950, aunque el futuro le depararía nuevas oportunidades). Ya fueran comics de animales graciosos, géneros de romance, criaturas espaciales, noir, westerns, cómics para chicas o incluso mezclas de estas temáticas (romances-westerns)… Martin Goodman observaba avizor el mercado en busca de la próxima temática de éxito. Desde una pequeña oficina de la decimocuarta planta del Empire State Building, Stan Lee dirigía a un pequeño grupo de dibujantes del calibre de Gene Colan, John Buscema, Carl Burgos… Esta oficina tan familiar acabaría recibiendo el término Marvel Bullpen y a finales de esta década se habría ampliado con las incorporaciones de Steve Ditko, Don Heck, Larry Lieber… Sin embargo, los años cincuenta fueron unos años muy duros para la empresa que iba a ser conocida como Marvel Comics solo diez años después. La pequeña pantalla estaba haciendo estragos y las tiradas de cómics, que se contaban por millones, habían descendido sus ventas a un ritmo y unas cifras alarmantes. Además, en una época de correctísimo político absoluto, el Comics Code Authority hacía aún más difícil la labor de los editores a la hora de sacar sus historias al mercado, aunque Lee admitiría años después que a ellos nos les perjudicó tanto. Pero sin duda, una de las claves de esta década y que tendría sus repercusiones en su futuro más inmediato fue el acuerdo que firmó Martin Goodman con la empresa Independet News. Se encargaría de distribuir sus comics, pero solo les permitiría sacar ocho títulos al mes, algo impensable hoy en día. La distribuidora Independent News era propiedad de Jack Liebowitz, quien también era el dueño de National Periodicals, posteriormente conocida como DC Comics. Este contrato le valdría a este último para cortar las alas a Marvel en sus primeros años de expansión, aunque tan solo sirviera para retrasar lo inevitable: verse superado por las creaciones de Stan Lee, Jack Kirby o Steve Ditko.
Con tan solo ocho cómics por los que preocuparse al mes, Por ello, todos los esfuerzos de la editorial estaban centrados en producir los cómics que estuvieran de moda en la cultura y la sociedad de cada momento, no dudando en cancelar una colección si hubiera que sacar otra más en la onda y más rentable. Si estaban de moda los vaqueros, pues vaqueros tendrán (Two-Gun Kid, Gunsmoke Western, Kid Colt, Outlaw…). Si se llevaban los cómics de humor juvenil, eso es lo que se publicaba (Millie The Model, Kathy, Patsy Walker…). Los monstruos y el suspense ocupaban cuatro cabeceras clásicas de la editorial (Journey Into Mystery, Strange Tales, Tales to Astonish, Tales of Suspense), de guerra, de romances… Muchas de estas series eran bimensuales, lo cual permitía en la práctica tener más de ocho series regulares en marcha a la vez. Stan Lee era el editor jefe de la compañía y se adaptaba a todos los registros, escribiendo él mismo la mayoría de estas series y eligiendo él mismo a los dibujantes que consideraba más adecuados para cada temática. Algunos de los personajes pre-Marvel que debutarían en las páginas de estas series y que luego se han ido incorporando a Marvel Comics son los legendarios Marvel Boy, Patsy Walker, Rawhide Kid, Yellow Claw, Fin Fang Foom, Groot…
Con esto llegamos a 1961. La hora se acercaba. La confianza entre Stan Lee y Jack Kirby había aumentado gracias a la colaboración entre ambos autores durante los últimos años y se puede decir que todas las fichas estaban alineadas. Aquí entra en juego una de las leyendas más comentadas y recordadas del mundillo editorial y que seguramente habréis leído más de una vez. Martin Goodman era miembros de un club de golf, entre los que se encontraba Jack Liebowitz, el mencionado editor de National Periodical (DC Comics), quien le comento el éxito de los dos primeros números de la Justice League of America y de los comics de superheroes (Flash, Green Lantern…). A Martin Goodman se le aparecieron dos símbolos de dólar en las órbitas de sus ojos, al más puro estilo Tío Gilito. Sumado al hecho de que M.L.J. Publishing estaba por aquel entonces publicando otros títulos como The Fly o Double Life of Private Strong, la bombilla se le encendió de todo. Uno y uno son dos, y todo parecía indicar que los cómics de superhéroes estaban experimentando una segunda juventud. Raudo y veloz le ordenó a su hombre de confianza, Stan Lee, que hiciera un grupo de superhéroes al estilo DC, revitalizando los héroes de los 40 y los 50. Pero Stan Lee tenía otra idea en mente.
Y justo a tiempo, porque se cuenta de que Stan Lee tenía pensado dimitir y abandonar la industria, cansado de escribir durante veinte años cómics que no le ilusionaban. Para él, era un sistema cada vez más encasillado y mecánico, que no le permitía explotar sus sensibilidades y sus inquietudes. La última propuesta de Goodman fue la gota que colmaba el vaso y la decisión estaba tomada. Aquí es cuando entra en escena Joan Lee, su mujer, para darle un consejo que pasaría a la historia. Si pensaba dejarlo, ¿por qué no intentarlo una última vez a su estilo? Superhéroes con personalidades y comportamientos humanos, marca de la casa. Si fuera un fracaso, no pasaría nada, pero el se podría quedar más tranquilo. Y de fracaso nada, todo lo contrario. Tras escoger el dibujante (Jack Kirby, como no podía ser de otra forma) y el título de la colección (Fantastic Four, aunque en un principio se consideró Fabulous Four), el camino hacia el éxito estaba servido. El éxito absoluto de este número condicionó el resto de la oferta de Timely Comics y a Fantastic Four les siguieron tan solo en 1962 The Uncanny X-Men, The Incredible Hulk, The Amazing Spiderman, Thor (Journey Into Mystery #83) o Hank Pym (Tales to Astonish #27).
Irónicamente, ese fue el final de Timely Comics. El éxito sin precedentes de la línea superheroica hizo a Martin Goodman plantearse en que gallina poner los huevos de oro. DC Comics seguía publicando comics superheroicos, cada vez más y con más popularidad. En cambio, estaban limitados por contrato a ocho series mensuales así que, ¿debían seguir produciendo cómics de monstruos o de terror o, en cambio, virar 180º la temática global de sus publicaciones? La respuesta iba a estar en manos de los aficionados Por primera vez, la respuesta del público había sido abrumadora. Si hasta entonces solo recibían cartas de protesta por temas tan nimios como errores ortográficos, tipográficos o de entintados, ahora no dejaban de llegar cartas pidiendo más aventuras del cuarteto fantástico. Stan Lee (quién usaría como nadie el correo para interaccionar con los lectores y promocionar la marca Marvel más allá de las viñetas) era una máquina de merchandising viviente como pocos autores del medio han sabido imitar, y mucho menos los editores en jefe que ha tenido Marvel en sus cincuenta años de historia. Por ello, Stan Lee vio claramente que había que establecer una marca bajo la cual agrupar los cómics de superhéroes para que los aficionados se sintieran atraídos y hacer familia. No sería oficialmente hasta mayo de 1963 cuando la empresa empezaría a llamarse así y los cómics publicados salieran bajo ese logotipo. Irónicamente, la iniciativa fue de Steve Ditko, quien tomo las siglas MC que venían apareciendo de forma continuada en las portadas y las tradujo como Marvel Comics, en un claro homenaje a la primera publicacion de Timely Comics (Marvel Comics). El mismo Ditko, creó el dibujo del protagonista que aparecer ería en la parte superior izquierda de las portadas. Y así es como nació Marvel Comics.
Siempre me he preguntado qué clase de conjunción cósmica se dio para que la gente cayera rendida inmediatamente a historias narradas imágenes dibujadas y en concreto las de Superman primero y décadas después las de los 4 fantásticos, y la suerte que tuvimos de que fuera así.
Y es que si se piensa, resulta increíble que un tebeo casi sin más publicidad que aparecer de un día para otro en los puntos de venta se vendiera como churros. Y un tebeo que además, con todos los respetos, hoy en día cualquier chaval pensaría que es más simple que el mecanismo de una lenteja y que su primo mayor podría dibujar mejor (y sí, entiendo que el contexto histórico es importante).
A veces me pregunto si un fenómeno así hubiera podido suceder en Europa o si la cultura americana es más permeable a un concepto como el de «superhéroe».
Y además un concepto que ha aguantado el paso del tiempo contra todo pronóstico (hasta John Romita Sr. decía que pensaba que los superhéroes pasarían de moda en los 70), pero 80 años después aquí estamos, con más popularidad que nunca y no parece que vayan a desaparecer pronto (aunque está por ver si en un cierto plazo de tiempo empezará a ser un género más propio de la gran pantalla que del papel impreso, que cada vez decae más).