Un viaje al interior de El Bosque de los Suicidas

Aprovechando la reedición de El Bosque de los suicidas, exploramos la verdadera historia de Aokigahara, el suicidio como hecho social y los cómics ambientados en dicha ubicación.

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“- ¿Cuál es su emergencia?
– Ha ocurrido un suicidio.
– ¿Quién es la víctima?
– Soy yo.”

INTRODUCCIÓN

No es casualidad que uno de los primeros países que se nos viene a la cabeza cuando hablamos del suicidio sea Japón. Tanto en cómics como en cine, hemos visto infinidad de ocasiones a los samuráis de turno apelando a su código de honor para realizarse el seppuku o harakiri, rito que formaba parte del bushido. De alguna manera, aunque los samuráis queden lejos en el tiempo, su práctica ha seguido extendiéndose hasta nuestros días. Con motivo de la reedición de El bosque de los suicidas que Karras ha tenido a bien llevar, hemos decidido ahondar tanto en las distintas historias ambientadas en las viñetas creadas por El Torres y compañía, como en el contexto que pone nombre al título. Por un lado el bosque de Aokigahara y por el otro, el suicidio como hecho social.

AOKIGAHARA

Al pie del monte Fuji, el bosque de Aokigahara es el lugar predilecto para suicidarse en el país del sol naciente a pesar de sus bucólicas estampas. Aproximadamente, unos cien cuerpos sin vida son descubiertos cada año. Comúnmente conocido como Jukai (Mar de árboles), su superficie alcanza los 35 kilómetros cuadrados y sus árboles forman un frondoso manto verde. Como veremos más adelante, el componente social del suicidio es algo intrínseco, aunque en prácticamente todas las sociedades sea un tema tabú hablar de ello. En definitiva, es más fácil mirar para otro lado que analizar las raíces del problema generando, de esta forma, un bucle del que es muy difícil salir. La etiqueta de maldito persigue al bosque desde el Japón feudal, cuando las familias más pobres abandonaban a los ancianos y a los niños que no podían alimentar. Aunque hay poemas antiguos que relacionan al bosque con demonios mitológicos, lo cierto es que ha sido en el último siglo cuando su nombre ha trascendido fronteras gracias a ficciones de todo tipo. En el final de la novela Nami no Tou, publicada en 1960, dos amantes se suicidaban en el bosque mientras que en series como Mazinger Z, Saint Seiya o Transformers de una manera más o menos explicita también aparecía dicho escenario. Por si esto fuera poco, Wataru Tsurumi publicó en 1993 El completo manual del suicidio, en el cual se recomienda Aokigahara como el emplazamiento ideal para terminar con las preocupaciones.

EL SUICIDIO EN JAPÓN

Según informa 20 minutos, Japón es uno de los pocos países que difunde datos actualizados de las tasas de suicidio desde 1978. A pesar de haber conseguido en los últimos años un descenso notable en su tasa de suicidio, sigue siendo alta en comparación con la de otros países. Así, en 2016 llegó a alcanzar 18,5 muertes de este tipo por cada 100.000 habitantes en comparación del 10,6 a nivel mundial. La llegada de la pandemia ha mutado la estadística. En el pasado mes de octubre, el país asiático contó con más muertes por suicidio (2.153) que a causa de la COVID-19 (2.087). Lo que es más grave, comparando con el mismo mes del año anterior, el porcentaje de suicidios entre las mujeres ha aumentado un 83 %.

Japón tuvo un aumento de suicidios en la década de los noventa, por lo que el gobierno apostó por aumentar la financiación en dicho fenómeno. El suicidio sigue siendo la principal causa de muerte para las mujeres entre los 15 y los 34 años. Aunque la tasa entre los mayores de 60 años es alta, lo es más entre las personas de 30 a 40 años. Para seguir constatando el enraizamiento de esta práctica en el país nipón daremos un dato más. En el año 2007, Japón se posicionó en primer lugar entre los países del G8 con más suicidios femeninos mientras que en el apartado masculino solo quedó por detrás de Rusia. Ese mismo año, el gobierno publicó el Libro blanco de la lucha contra el suicidio. Todas las medidas tomadas, parece que han ido dando sus frutos.

EL SUICIDIO COMO HECHO SOCIAL

“El suicidio varía en proporción inversa al grado de integración de los grupos sociales a los que pertenece el individuo.”

Émile Durkheim, nacido en Épinal (Francia) en 1858, es un autor de cabecera para los estudiantes de sociología. Su estudio sobre el suicidio, publicado en 1897, ligaba este acto individual a la influencia del mundo social. A pesar de que el estudio del suicidio venía de lejos, fue este sociólogo y filósofo francés quien perseveró en la idea de darle una explicación sociológica. Para Durkheim, el suicidio era un hecho social y solo podía explicarse mediante otros hechos sociales. Esto es así porque, al margen de casuísticas individuales, lo cierto es que en el suicidio podemos descubrir pautas o patrones que ponen de manifiesto que nos encontramos ante un fenómeno común.

En el estudio realizado por Durkheim, sacó las siguientes conclusiones: los hombres se suicidaban más que las mujeres, las personas solteras lo hacían más que las casadas, los ricos se suicidaban más que los pobres, los protestantes lo hacían más que los católicos y, curiosamente, en tiempos de guerra los índices de suicidio bajaban mientras que con las crisis económicas, ascendían.

Para Durkheim, dos elementos resultan claves a la hora de valorar el suicidio: la regulación social y la integración social. Las personas con un fuerte sentimiento a un grupo, aquellas cuyas aspiraciones hayan sido reguladas por las normas sociales tienen menos probabilidades de suicidarse que las que no cuentan con estas características. Teniendo en cuenta esto, Durkheim identificó cuatro tipos de suicidios a los que denominó:

Suicidio egoísta: se da cuando la integración social es nula. Tiende a darse cuando el individuo se encuentra aislado o al romperse los vínculos con un grupo.

Suicidio anómico: es resultado de la falta de regulación social. Se da cuando la persona se queda “sin normas” (crisis económicas o divorcios).

Suicidio altruista: este es un caso totalmente contrario al suicidio egoísta. Tiene lugar cuando una persona está fuertemente integrada en un grupo y valora más la sociedad que a sí mism@. Suele darse en sociedades tradicionales (por poner un par de claros ejemplos: los kamikazes japoneses o los terroristas suicidas islamistas.

Suicidio fatalista: en este caso nos encontramos ante la otra cara del suicidio anómico. Un individuo que esté fuertemente ligado/regulado por la sociedad, puede generar una sensación de opresión de fatales consecuencias.

Émile Durkheim (1858-1917)

Durkheim fue un estudioso de esta temática y descubrió, entre otras cosas, una correlación entre las tasas de suicidio y las estaciones del año. En las sociedades estudiadas, los niveles de suicidio aumentaban progresivamente desde enero hasta julio. Aunque la primera conclusión que se puede sacar es que esto se debe a causas climáticas, lo cierto es que la mayoría de los individuos lleva una vida social más intensa entre los meses de primavera y verano que en invierno, por lo que aquellas personas que se sienten aisladas amplifican esa emoción cuando comprueban el aumento de interacciones sociales a su alrededor.

LOS CÓMICS

EL BOSQUE DE LOS SUICIDAS

Edición original: The Suicide Forest #1-4.
Edición nacional/ España: El Bosque de los Suicidas.
Guion: El Torres.
Dibujo: Gabriel Walta.
Formato: Cartoné, 48 páginas.
Precio: 18,00 €.

«¡Un momento, por favor! Tu vida es un precioso regalo que te dieron tus padres. No guardes tu ansiedad para ti solo. Por favor, busca ayuda.»

El Torres tiene la extraordinaria virtud de saber entrelazar distintos géneros en sus historias sin que uno destaque por encima del otro. El bosque de los suicidas es un cómic de terror, por supuesto, pero el componente dramático con el que barniza a sus protagonistas le da ese toque marca de la casa que tanto sabemos apreciar por estos lares. Como comprobaremos más adelante, esta obra no habría quedado para el recuerdo si no llega a ser por su dibujante, el doblemente ganador del Eisner, Gabriel Hernández Walta. El tándem formado por El Torres y Walta ya había saboreado las mieles del éxito en 2009 gracias a su primer trabajo juntos, El Velo, historia que le propuso el guionista malagueño al ilustrador nacido en Melilla aunque granadino de adopción, pese a que a este último no le guste especialmente el género de terror. Un año después, de nuevo para IDW, esta pareja de artistas andaluces repitió colaboración para poner la primera piedra de la futura franquicia. En nuestro país vio la luz por vez primera en 2013 de la mano de Dibbuks y, tras bastante tiempo descatalogado, Karras ofrece una preciosa edición mejorada en la cual algunos de sus dibujos han sido reescaneados y retocados. Por si esto fuera poco, esta nueva edición cuenta con nueva rotulación y organización de los bocadillos y textos.

Cada uno de los cuatro capítulos que compone El bosque de los suicidas arranca con citas de Natsume Soseki, Matsuo Basho (este por partida doble) y Kobayashi Issa, autores de algunos de los mejores haikus japoneses. Estos fragmentos de composiciones poéticas son solo una muestra más del respeto casi reverencial que los autores muestran hacia la cultura nipona. El Torres y Walta no son dos extraños que abordan el folclore oriental, sino que se funden en ello con máximo cariño. Aunque como lectores nuestros conocimientos sobre mitología clásica japonesa puedan ser mínimos, o directamente inexistentes, el guionista de Goya: Lo sublime terrible da una lección de cómo narrar una historia contextualizada en un ámbito tan distinto al nuestro.

En El bosque de los suicidas nos presentan dos tramas en paralelo condenadas a terminarse cruzando. Por un lado, tenemos a Masami y Alan, una pareja con una relación la mar de tóxica abocada a concluir en cualquier momento. Por el otro, tenemos a Ryoko, guardabosques de Aokigahara que continúa el legado de su padre como vigía de los espíritus que quedan atrapados en el mencionado entorno natural. La cota máxima de angustia se alarga varias páginas, cuando Walta realiza un soberbio ejercicio contrastando viñetas en las que vemos el affaire de Alan con la preparación del suicidio de Masami. El genial paralelismo funciona a modo de espejo entre las páginas que protagonizan la otrora pareja. En vida, la dependencia de Masami genera el fatal desenlace. Sin embargo, su viaje no termina aquí. Una historia de fantasmas acaba de empezar.

Lo primero que se nos viene a la cabeza al leer este cómic son las películas comúnmente conocidas como J-Horror. Estrenadas entre finales de la década de los noventa y comienzos del siglo XXI, The Ring, La maldición, Dark Water… todas ellas de componente sobrenatural en las cuales las almas en pena asustaban por doquier. Pero,como comentábamos antes, las influencias de El Torres no se quedan ahí. En 1964, Masaki Kobayashi dirigió Kwaidan (rebautizada en nuestro país como El más allá), cinta nominada al Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa y que ganó el premio especial del jurado en el Festival de Cannes. Tomando como referencia el libro de Lafcadio Hearn, Kobayashi dividió la película en cuatro historias que tuvieron a los fantasmas como denominador común. Hablando de cine, dos largometrajes se parecen sospechosamente a los cómics creadas por Walta y El Torres. Dirigida por Jason Zada y protagonizada por Natalie Dormer (la Reina Maragery en Juego de Tronos), El bosque de los suicidios es un producto inefable al que recomendamos que no os acerquéis. No corre mejor suerte The Veil (El Velo), olvidable cinta de terror estrenada en 2016 que contaba en su reparto con Jessica Alba, Lily Rabe y Thomas Jane. Imitaciones de mala calidad, realizadas sin permiso, que no quitan ni un ápice de prestigio a las obras originales procedentes del mundo de las viñetas.

Tristeza, desesperanza, duelo, agonía, rabia… son algunos de los elementos que deposita El Torres sobre el tablero de juego y que Walta adapta a su peculiar estilo. Oscuro y sucio cuando debe de serlo, el dibujante de Sentient construye una atmósfera opresiva acorde con la desasosegante historia que se nos cuenta. Además de su depresiva representación de la muerte, Walta insufla vida propia al escenario principal del cómic, convirtiendo al bosque en un personaje más. El entorno natural contrasta con la capital japonesa. En las páginas dedicadas a Tokio, la noche toma el protagonismo siendo las eternas luces y neones quienes de manera artificial iluminan las decadentes vidas de sus protagonistas.

El bosque de los suicidas nos muestra el viaje sin retorno de Masami, pero el relato deja bien a las claras que cada uno de los espíritus atrapados entre los árboles tiene una trágica historia detrás. Los fantasmas vagan errantes en una espiral de dolor sin saber muy bien qué pasó antes de llegar allí. Es el eco de sus emociones lo que queda en el mundo terrenal sin que haya nada que pueda darles descanso eterno. De ahí que el personaje troncal sea Ryoko, guardiana de las tradiciones y que será la encargada de solventar la papeleta de la mejor manera posible. Aunque, cuando es la muerte el rival a batir, lo más seguro es que la victoria lleve muchas comillas. El bosque de los suicidas tiene un final que podemos considerar abrupto y agridulce, pero… ¿acaso la vida no termina así?

CUENTOS DE EL BOSQUE DE LOS SUICIDAS

Edición original: Tales from the Suicide Forest (Amigo Comics).
Edición nacional/ España: Cuentos de El Bosque de los Suicidas (Karras Comics).
Guion: El Torres.
Dibujo: Fran Galán, Jesús C. Gan, Gabriel Walta.
Formato: Grapa.
Precio: 3,50€.

«No sabía que iba a ser así. Creía que iba a ser el fin. Oscuridad. Pero esto no. Esto nunca termina. Se repite. Una y otra vez. Me duele. Me duele tanto.»

Como si de los extras de un DVD se tratase, esta grapa que ha servido como acompañamiento en la promoción de la nueva tirada de El Bosque de los Suicidas, merece estar en poder de todo fan que se precie. A pesar de que los tres relatos que la conforman no están a la altura ni de la obra original ni de la secuela que analizaremos más adelante, lo cierto es que la información que recoge es tremendamente interesante.

Lo primero que encontramos nada más abrir el ejemplar es un bonito texto de presentación con la firma de Juan Rodríguez Millán. No será el único. A continuación, es Julia Rigual Mur quien realiza un sugerente artículo sobre la presencia de Aokigahara en el manga y en el anime. La guinda del pastel son los comentarios de El Torres, acompañados de bocetos y diseños de personajes compuestos por Walta. Siempre es un placer escuchar/leer al autor malagueño, pero cuando habla sobre su criatura, lo hace con una pasión tan desbordante que es sencillo emocionarse mientras te imaginas todo ese documentadísimo proceso creativo.

En cuanto a las historietas, las tres comienzan con citas de Akutagawa Ryunosuke, Yosa Buson y (de nuevo) Kobayashi Issa, respectivamente. La primera de ellas, titulada Retorno, tiene como compañeros de viaje a la pareja artística de Goya: Lo sublime terrible. A lo largo de doce páginas descubriremos como un macabro triángulo de amor bizarro puede tener fatales consecuencias. A pesar de contar con solo cuatro páginas, Abandono nos da una perspectiva diferente: la de un suicida colgado de un árbol. Dibujado por Jesús C. Gan, este breve bocado es el único que está coloreado. Por último, para cerrar estos cuentos, Fran Galán vuelve a ilustrar Sacrificio. Un retorcido y travieso relato en el cual el guionista malagueño realiza su particular capítulo de La dimensión desconocida, regalándonos un final de lo más juguetón.

LA LLAMADA DE EL BOSQUE DE LOS SUICIDAS

Edición original: Call of the Suicide Forest (Amigo Comics).
Edición nacional/ España: La llamada del Bosque de los Suicidas.
Guion: Desiree Bressend.
Dibujo: Rubén Gil.
Formato: Cartoné.
Precio: 18,00 €.

«Estaba enferma. Pero cuando una enfermedad no puede ser… vista, todo es mucho más duro. Porque la gente tiende a pensar que lo que no puede ser visto, no existe.»

Había pasado más de un lustro de la publicación de El Bosque de los Suicidas cuando llegó su continuación a librerías especializadas. El listón estaba muy alto y el hecho de que su equipo creativo no se encargara del proyecto en primera persona (aunque El Torres lo supervisó) podía suponer que nos encontrásemos ante una segunda parte un tanto descafeinada. Grave error. Desiree Bressend y Rubén Gil toman el testigo de manera sobresaliente, combinándose a la perfección y dotando al cómic de identidad propia. Lejos de repetir la fórmula, Bressend presenta la evolución lógica de Ryoko tras los acontecimientos narrados en la primera entrega. Nos encontramos con una guardabosques menos entusiasta, con dudas acerca de su función en un entramado espiritual que no acaba de comprender del todo. Ryoko comparte protagonismo con Portia, nuevo personaje procedente de Estados Unidos que permite poner en contraste ambas culturas. No es esta la única comparativa interesante que encontramos en el cómic. Tradición versus modernidad, es otro de los subtemas con los que se juega de manera brillante. El diálogo entre Ryoko y Portia a lo largo de toda la obra es una de sus principales virtudes, pero no la única.

La llamada de El Bosque de los suicidas cuenta con cinco números. Al igual que pasara en “El bosque” y en “Cuentos” cada uno de ellos tiene una bella cita como punto de partida. En esta ocasión los autores elegidos para inaugurar cada episodio fueron Toriyama Seiken, F. Hadland Davis, Jun’ichiro Tanizaki, Taisen Deshimaru y Grace James. En 2019, Karras lo lanzó al mercado con una edición en rústica y, tras agotarse, vuelve con una edición en tapa dura muy similar a la nueva de El Bosque de los Suicidas. Las portadas interiores corren a cargo de Toni Fejzula y las ilustraciones que sirven para dividir los diferentes capítulos son obra de Pasqual Ferry. Además, en tres momentos muy puntuales del cómic se cambia de dibujante para representar los sueños de Portia, cargados de subtexto. Irene Roga y Eve Mae, con un estilo manga, enriquecen aún más a una secuela que mira de igual a igual a su hermana mayor.

Aokigahara sigue muy presente en La Llamada de El Bosque de los Suicidas. Sin embargo, Bressend da la vuelta a la tortilla haciendo que la acción que transcurre en la gran ciudad gane protagonismo. Tras un intento de suicidio, Ryoko se hace cargo de Portia quien comenzará a recibir visitas de los espíritus del bosque, atrayéndola hacia su destino. Como hiciera Walta en la obra original, Gil consigue una ambientación de lo más inquietante aunque este lo hace con una paleta de colores acotada en la que destaca el frío azul a nivel general y el rojo de los cabellos de Portia, en particular. El dibujo se mimetiza a la perfección con el genial libreto de Bressend. Gil se permite experimentar un poco más con las composiciones de página, liberándose de la rigidez estructural de Walta. Para el recuerdo queda una doble splash page, preciosa y durísima a la vez, que sirve como desenlace del dilema de Ryoko.

El universo creado por El Torres se expande con mimo en La Llamada de El Bosque de los Suicidas. Incluso se permiten realizar un pequeño homenaje al autor malagueño en una viñeta, haciendo las veces de teléfono móvil, en la que podemos ver la siguiente pregunta: ¿Están relacionados El Velo y El Bosque de los Suicidas? La trama, con varios matices, gana en complejidad mientras que los espíritus del bosque se muestran más horripilantes que en la primera entrega. Como en aquella, la carga dramática sigue siendo muy potente y añade una nueva incógnita a la ecuación. ¿Qué ocurre cuando alguien que ha tratado de suicidarse recupera las ganas de vivir pero los fantasmas reclaman su alma? Con permiso de los breves relatos narrados en Cuentos de El Bosque de los Suicidas, el cómic creado por Bressend y Gil completan un fantástico (y fantasmagórico) díptico que no puede quedar en el olvido. Muchas veces buscamos lejos de nuestras fronteras el talento que tenemos tan cerca nuestro. Karras, despacito y con buena letra, está haciendo un trabajo espectacular. Si siguen siendo tan buenas, ojalá continúen llegando más historias procedentes de un bosque de Japón cuyo nombre ya ha quedado grabado en nuestra memoria.

ENLACES DE INTERÉS

Entrevista a El Torres, realizada por Diego García Rouco.

Reseña de Ghost Wolf 1: Nacido entre nieve y sangre, realizada por Igor Álvarez Muñiz.

Reseña de Goya: Lo sublime terrible, realizada por Diego García Rouco.

Reseña de Hoy me ha pasado algo muy bestia, realizada por Tristan Cardona.

Reseña de El Ministerio del Tiempo 1. Tiempo al tiempo, realizada por Mònica Rex.

Entrevista a El Torres, realizada por Cristian Miguel Sepulveda.

Teléfono de la esperanza: 717 003 717.

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