«Su función es solamente nocturna… abstracta. Solo abre puertas soñadas«.
Hay veces en las que es sencillo explicar una obra. Otras, en cambio, no tanto. En el caso de la segunda circunstancia, solemos simplemente intentar acercarnos a lo inefable usando definiciones que atisben aquello que solo está claro en nuestro foro interno. En muy contadas ocasiones se logra precisar con palabras lo que solo comprende una suerte de instinto que poseemos, y que nos susurra en un idioma que solo logramos entender pero no hablar. En esos casos la opción más sensata es callar y ofrecer la propia obra como una explicación de su contenido. Pero no estamos aquí por nuestra sensatez, y menos aún para callar. Por tanto, y aunque el juicio nos prevenga, debido a que Una colmena en construcción (Norma editorial) es una de esas obras indefinibles, nos vemos obligados a: Recomendar este cómic como única garantía de su perfecta definición, y a intentar acercarnos lo más posible a ésta.
El singular apicultor
Jose Luis Ábalo Durán, más conocido como Luis Durán, nace en Oñate, Gipuzkoa en 1967. Antes de empezar a ganar todo tipo de premios nacionales se definió así al ser entrevistado en Trama #27: «Un contador de historias; es lo más parecido a un trovador que va de pueblo en pueblo«. Y es que pese a ser uno de nuestros grandes estandartes nacionales, Durán desarrolló una obra que se deslizaba por distintos registros. Publicando desde historias de un contenido claramente underground para revistas como Makoki y TMEO, o en prensa local como El diario Vasco, hasta la lírica y fantástica saga Orlando y el juego editada por Diábolo ediciones.
Con casi 30 álbumes publicados, muchos de ellos en diferentes idiomas, Durán, pese a ser un artista completo y tener un registro visual que le hace único, siendo reconocible a la distancia, es ganador habitual de los apartados de guión. Y algo que no nos extrañaría nada es que tras la finalización, con su quinta entrega, de su obra capital Orlando y el juego este pasado 2020, le llegara otro galardón. Ésta es una serie también difícil de definir, como es costumbre con en nuestro autor, en la que se juntan viajes temporales, propuestas fractales y mucho ingenio. Pero ya tenemos bastante con una definición imposible como para entrar con dos. Y sin más dilación, bienvenidos al inclasificable mundo Durán, bienvenidos a Una colmena en construcción.
Una colmena muy personal
En esta obra nos encontraremos con una mezcolanza de personajes que en un principio no parecen tener ninguna conexión entre ellos más que el hecho de pertenecer a la misma historia. Un hombre que diseña “tristes” estructuras de mobiliario urbano y su familia, entre los que se halla su madre, una anciana apicultora, un psicólogo que no acaba de decidir si cuelga un cuadro hecho por él en la consulta y sus pintorescos pacientes, un anciano solitario que construye una catedral (mención obligada a Justo Gallego) entre otros, cada cual tan particular como el anterior. Pese a que la imaginación como forma de huida es un tema recurrente en la obra, el principal motivo de atención es una suerte de estructura colmenar, en la que parece haber una profusión de referencias secretas. Como si fuera un laberinto narrativo en el que el lector se introdujese con el único propósito de no encontrar la salida, porque sabe que si sale no descubrirá lo que se esconde entre los pasadizos.
En el apartado narrativo visual encontramos capítulos mudos, y una eficaz presencia de silencios determinados. Se hace mucho uso de grandes espacios en blanco para marcar puntos de reflexión. En algunos casos parece una ayuda o una pista por parte del autor para reflexionar sobre lo que se ve, y lo que no. Casi como cuando nos aislamos de todo lo que nos rodea en los momentos en los que nos enfocamos en algo concreto. En esos puntos blancos podría meter más viñetas, pero aparenta advertirnos de que no, de que debemos mirar las dos o tres que hay sobre ese predominante fondo blanco, pues en ellas está lo que se busca. También lo usa en alguna ocasión para marcar elipsis de forma efectiva. Se entiende sin esfuerzo el paso del tiempo y deja espacio mental para interiorizar lo que había contado con anterioridad. Y eso le confiere espacio a la obra, deja que respire, algo que es un gran acierto y que el lector agradece.
El estilo peculiar de Durán se hace notar desde el inicio hasta el final. Muchas veces se pretende que el dibujo sea preciso y precioso, y este es uno de esos ejemplos perfectos de que no siempre es lo mejor para el conjunto. El dibujo que pudiera parecer feista en algunas ocasiones otorga a la historia el ambiente idóneo para que se desarrolle. Es más, sin el dibujo que acompaña a la historia, ésta no sería ni la mitad de lo que es acompañada de él. De alguna manera es una narración eminentemente kafkiana, como lo son muchas otras de este autor, y he de decir que ésta es la pinta que tiene el mundo en el que yo me imagino que se desenvuelven los personajes de Kafka.
La miel que se esconde dentro
Desde el principio, viendo unos capítulos que varían entre un mutismo contemplativo a reflexiones psiquiátricas bastante grotescas, todo parece ser un caldo de confusión meditabunda. Pero poco a poco lo que simula ser un puñado de piezas de puzle apiñadas sin orden en un montón, van cobrando sentido. Un sentido en muchas ocasiones aparentemente alegórico, y que al final logra dar una explicación, a toda vista paradójica por su resolución irresoluta; y no debido a su ambigüedad sino a su concreción.
Todos los personajes parecen vivir en una angustia estática, como si estuvieran aguantando la respiración y entornando los ojos durante un susto que no acaba de producirse o de terminarse. En una vida en la que en cualquier momento pueden lanzarse al vacío pero en la que siguen viviendo mientras obvian su condición interna de equilibrismo emocional, incluso disfrutando de ella como única manera de vivir en su estado. Quizás por eso parecen estar vivos. Toda la obra rezuma una especie de belleza del tormento que tanto atrae a los curiosos, como lo somos todos los lectores.
De alguna manera, Una colmena en construcción hace honor a su título, pues parece ser una obra en construcción. Y no porque esté inacabada, sino porque su estado de fingida inconclusión es su estado final. Contiene ese halo de misterio en sus silencios en los que parece esconder algún secreto que no termina de salir y que podría ser la pieza que finalice el puzle, que termine la obra de la colmena. Por mi parte lo he explicado lo mejor que he podido. Por el vuestro, solo os queda probar suerte buscando ese secreto, esa pieza perdida en la caja, una que posiblemente no se encuentre y que si está sea mejor no hallar.
Guión - 9
Dibujo - 8.5
Interés - 9
8.8
Hipnótico
La obra de Durán se presenta como una historia simple pero que contiene un significado nebuloso, casi secreto. Con su estilo característico nos hace viajar a lugares que son por todos conocidos pero que se ocultan a simple vista. Una obra que solo se explica por sí misma.
Magnífica reseña, preciosa.