Sumido en la vorágine de acontecimientos que se suceden aceleradamente en Barcelona, casi minuto a minuto, ha sido curioso – incluso relajante – pasar una semana de vacaciones con la familia de Antoine, el protagonista de
Este hermoso álbum en blanco y negro narra el encuentro entre Antoine, un chico de 13 años curioso, tímido e inocente y Hélène, una adolescente de 16 que, junto a su madre, pasará una semana con ellos en la casa de vacaciones que tienen alquilada en l’îÎle-aux-Moines, cerca de Vannes, en la Bretaña francesa.
Durante la lectura de este álbum asistimos con un punto de emoción a la transición que experimenta Antoine en su paso de la infancia a la adolescencia siempre ayudado por Hélène que lo adopta formalmente como si fuera un hermano pero que nunca lo trata como tal. Hélène le enseñará al chico cosas que nadie más podría hacerlo; a pillar su primera borrachera, los juegos sexuales de adolescentes y sobre todo le enseñará a ver el mundo que le rodea desde otro prisma, un poco más salvaje pero menos confortable y mucho más real. En este tránsito hacia el mundo adulto es fundamental la figura de Titi, el hermano menor del protagonista, que ejercerá de contrapunto, de recordatorio del pasado infantil de Antoine y que paulatinamente va alejándose de las prioridades del pre-adolescente para adoptar un papel secundario, abandonado por todos.
En una buena historia escoger el punto vista de la narración es un elemento clave que delimita el campo de juego al lector/espectador. Normalmente este punto de vista se sitúa desde una atalaya algo elevada dominada por el narrador omnisciente que conoce todos los detalles de la acción y los mueve a su antojo. Algunas veces el ángulo de visión está a la misma altura que los personajes y la narración se vuelve más fragmentada, más limitada, más dirigida a la piel y no tanto al intelecto. Pero cuando este punto de vista es ejercido por un niño la sensación del lector es de descubrimiento, de sorpresa todo se vuelve más extraño, más dramático, más caótico porque normalmente faltan piezas importantes del rompecabezas que están en manos de los adultos y que le son escamoteadas tanto al protagonista como a los lectores. Éste es el punto de vista escogido por Vivès en Una hermana. Apuesta por explicarnos estos cambios tan sutiles pero tan fundamentales en el desarrollo de una persona a través del rostro asombrado de Antoine. Con ello consigue transmitirnos la emoción, la incertidumbre, el miedo y también el placer de quien está experimentándolo todo por primera vez. En un prodigio narrativo complicadísimo, Vivès consigue sumergirnos en la adolescencia virgen y luminosa del muchacho.
Bastien Vivès es lo más parecido a una estrella en el panorama del cómic alternativo del país vecino. Con su serie Lastman, ayudado por Yves Biguerel “Balak” y Michäel Sanlaville, se ha situado en una especie de mainstream galo que le jalea la ocurrencia de crear un manga afrancesado y lo premia con unas ventas bastante aceptables.
Sin embargo la reputación le viene al de Paris por sus álbumes en solitario donde suele ser encuadrado en el grupo de artistas de la nueva novela gráfica franco-belga. Su estatus es similar al de gente como Frederik Peeters, Joann Sfar, Christophe Blain y otros aunque conviene recordar que Vivès pertenece a una generación posterior.
A sus 33 años el autor francés puede acreditar una carrera muy densa poblada de obras muy notables. Se dio a conocer con su cuarto álbum titulado El gusto del cloro (2008) un experimento gráfico de muchos quilates donde empezaba a exhibir su dominio de los matices, de las impresiones leves, de una narrativa sensorial donde casi podemos oler las viñetas, sentirnos mojados por el agua de una piscina y oír el chapoteo de pies y manos.
Con Por el imperio I, II y III (2010-2011) junto a Merwan en el guion, Vivès se divierte con un péplum de autor donde presta toda su capacidad narrativa y evocadora en describir la trayectoria de un escuadrón de élite de las legiones romanas en pleno apogeo del Imperio. Una epopeya desmitificadora que el dibujante desmenuza con un arte más pictórico que bélico.
Polina (2011) es su gran obra hasta el momento. Conmovedora, dura, lúcida… nos muestra el largo camino de aprendizaje de una niña hasta ser una gran bailarina y su relación con un duro profesor de ballet clásico. Con un trazo grueso, sensual y libre compone unas páginas maravillosas que tenéis reseñadas aquí de manera conmovedora por Toni Boix.
De Lastman (2013 – ) hemos hablado antes, solo apuntar que los autores han publicado el noveno tomo el año pasado y que están inmersos en la mitad de su segundo ciclo. Finalmente en 2015 publica el segundo álbum de la serie dedicada a tres ladronas titulado Olympia que junto a La gran Odalisca (2012) forman un díptico aventurero creado junto a Jérôme Mulot y Florent Ruppert.
Si su trayectoria le avala, el dibujo en esta obra le doctora. El autor de Ellas realiza aquí un prodigio de arte luminoso, sencillo, hondo y exacto. Lejos del trazo grueso de Polina, aquí Vivès juega con el trazo fino, limpio, muy suelto y muy preciso. Hay pocos detalles pero no falta nada. La luz la traza con una delicada trama de gris y con discretas manchas de tinta. La sensación es parecida a una foto sobrexpuesta, quizás algo quemada, que transmite cotidianidad e inmediatez.
Si en Polina su arte nos recordaba a un ilustre anciano de la BD como es Edmond Baudoin, en Una hermana el referente es otro maestro del pasado llamado Alex Varenne, mucho menos conocido pero de indudable peso en la rica tradición del cómic independiente francés.
Narrativamente es donde Una hermana sobresale. Vivès nos resume la primera semana de vacaciones de Antoine, Hélène y Titi encadenando anécdotas con episodios trascendentes. Divide la página en tres tiras de dos viñetas cada una, pero es muy flexible en la distribución de la tira ya que a menudo está ocupada por un solo cuadro. En los momentos importantes rompe esta estructura para ocupar la página con sólo tres, dos o, a veces, una viñeta. Elige encuadres de manera precisa y delicada y a menudo nos regala secuencias mudas elocuentes e impactantes.
Leer Una hermana es recuperar la sensación que tuvimos cuando la adolescencia nos asaltó sin avisar. Bastien Vivès consigue apresar este momento fundamental en el desarrollo de una persona y lo hace con un álbum delicioso lleno de aromas y matices. Una hermana es un puzle de piezas pequeñas y hermosas que encajan a la perfección mostrándonos una imagen final que supone toda una revelación.
Guion - 7.5
Dibujo - 9
Interés - 8
8.2
Fascinante
Un álbum hermoso y delicado que nos transporta a una etapa de la vida convulsa y excitante.
Enorme siempre Vivès, de mis autores preferidos.
Como dice Jose Angel, uno de mis autores preferidos del panorama actual.
Sin ser especialmente brillante en sus guiones, siempre emociona y deja un poso.