Con
Habíamos tenido gratas experiencias con las revisiones de personajes antiguos, casi arcaicos, hechas por autores del momento; la colección Una aventura de Spirou por… ha contado con obras tan notables como Diario de un ingenuo de Emile Bravo o La mujer leopardo y El botones verde caqui de Schwartz y Yann. También hemos disfrutado de algunos de los tomos de Blake y Mortimer reactualizados por Van Hamme o Sente y dibujados por varios artistas. Pero en este caso el experimento ha resultado fallido; Cosey no consigue en ningún momento captar la magia del personaje, ni acercarse a la inspiración de genios como Ub Iwerks, Floyd Gottfredson, Romano Scarpa o mucho otros.
¿Qué es lo que falla? Lo más difícil; falla el argumento, el desarrollo de la historia y, en definitiva, falla el guion.
Estamos ante un argumento anodino y soso. La historia está planteada como una búsqueda de un misterioso personaje femenino con el que el protagonista se cruza en un tren que viaja a oscuras. Sin embargo ya desde el subtítulo sabemos perfectamente quien es este personaje, algo que el autor refuerza mostrándonos una parte de su anatomía que la hace perfectamente reconocible. Por lo tanto si el interés de la obra no radica en el descubrimiento del personaje oculto, entonces debería centrarse en la búsqueda, en los vericuetos que conducen a Mickey a encontrar a la autora de la misteriosa melodía que oyó en el tren. Pero tampoco. Las pistas falsas nos resultan demasiado previsibles y en ningún momento estamos intrigados por los motivos que inducen a la esquiva dama para no mostrarse en público. Entonces podríamos suponer que se trata de una obra llena de referencias, que intenta que volvamos a revivir la magia de los mejores momentos de la historia de este personaje casi centenario, y tampoco. Atisbamos algunos momentos de esta magia en conversaciones entre Goofy y Mickey al borde del mar o en las secuencias que imitan los primitivos cortos animados de la factoría Disney, pero poco más. Además Cosey nos ofrece diversas secuencias creadas única y exclusivamente para presentar a algunos personajes secundarios. Son escenas forzadas donde parece que tengamos que aplaudir con la aparición del personaje de turno. Algo que, al menos en mi caso, no apetece ni por asomo. Tampoco acaba de funcionar la broma recurrente del malhumorado pato armado de una escopeta que maldice y dispara cada vez que el tren pasa cerca de su casa ¿Alguien ha dicho Donald…?
Ni el argumento, ni el desarrollo, ni la atmósfera consiguen atraparnos por lo que estamos ante un ejemplo evidente de guion fallido, lo que además resulta una curiosa paradoja puesto que la principal labor de Mickey en esta aventura es la de guionista.
En cambio el dibujo es espléndido. Cosey consigue captar el estilo de la factoría Disney con un arte sencillo, donde predomina la mancha frente al trazo. Un estilo de dibujo sobrio pero muy expresivo y lleno de encanto. La narrativa es excelente. El autor de Saigon-Hanoi divide la página en tres tiras de una o dos viñetas, esquema que rompe en contadas ocasiones. Las secuencias se centran en los diálogos pero no resultan ni estáticas ni repetitivas. Predominan los primeros planos y los planos cortos que alterna con algún plano general más descriptivo del ambiente. A veces se permite utilizar encuadres arriesgados con vertiginosos picados o suaves contrapicados que le dan un ritmo moderno y atractivo a cada secuencia. Este aspecto lo distingue de la escuela Disney que suele optar por describir tanto las secuencias de acción como las más reposadas en planos figura donde distinguimos la totalidad de la anatomía de los personajes y casi siempre desde el punto de vista del ojo humano; sin grandes innovaciones formales. El tratamiento del color también resulta muy atractivo. Cosey se centra en tres colores; el naranja, el verde y el azul para crear unas atmósferas sugerentes y llenas de encanto. Y en las secuencias cinematográficas, resueltas monocromáticamente, utiliza un rosa cercano al sepia lleno de connotaciones pretéritas.
Pero es el diseño del producto lo que brilla por encima de todo. Tanto el autor como la editorial hacen un esfuerzo para que el aspecto del álbum nos recuerde a una edición añeja. Para ello imitan la forma de los álbumes antiguos, tanto en el tacto de la cubierta como en el grosor de las páginas y también en la recreación de algunas escenas con el típico coloreado con “grano” que recuerda la impresión de un comic book de los años 30 del siglo pasado donde el papel era muy barato y la calidad de impresión muy mala y se llegaban a apreciar los puntos de la trama de los colores. Un recurso utilizado con mucho acierto que también podemos ver, corregido y aumentado, en otro álbum de esta colección titulado Disney, las locas aventuras de Mickey Mouse realizado por Lewis Trondheim y Nicolas Keramidas y coloreado por Brigitte Findakly.
Bernard Cosendey nació en Lausana el año 1950. Siempre firma sus trabajos como Cosey. Empezó su carrera profesional como ilustrador publicitario y en 1970 colabora con Derib coloreando series como Yakari y Go West. Su primera serie se titula Monfreid et Tilbury con guion de André-Paul Duchâteau. Publicó tres episodios en el periódico Le Soir Jeunesse. Entre 1971 y 1974 realiza varias series para el diario Lausana 24 horas y es el año siguiente cuando consigue introducirse en el mercado franco-belga, en la revista Tintin con la serie Jonathan de la que ha realizado 16 álbumes desde 1977 hasta 2013. Jonathan es una saga de fuerte carga espiritual y reivindicativa que apoya la causa tibetana frente a la dominación china y donde la naturaleza es la auténtica protagonista. Otras obras de este autor son En busca de Peter Pan (1984-85), Viaje a Italia (1988), Saigon-Hanoi (1992) y más recientemente Calypso publicada el año pasado. En 2017 recibió el Gran Premio del Festival de Angoulême por el conjunto de su obra.
La edición realizada por Planeta Cómic de Una melodía misteriosa o cómo Mickey conoció a Minnie es impecable. El tamaño es muy adecuado, las cubiertas son de cartón grueso con lomo de tela, el papel es excelente con el hermoso detalle de que los ángulos están redondeados como en los libros antiguos pero evidentemente tiene un gran inconveniente que disuade inmediatamente al posible comprador; el precio. Que un álbum así cueste 35€ es un abuso. Por la cantidad de páginas y por las características del producto me parece los de la editorial han cometido un gran error de cálculo que seguramente lo pagarán con la cifra de ventas.
Esperemos que este previsible chasco comercial no impida que algún editor nos traiga a nuestras librerías la espléndida edición de las tiras de prensa de Mickey Mouse realizadas casi en su totalidad por Floyd Gottfredson que la editorial Fantagraphics Books está publicando en Estados Unidos. Ver esta obra publicada en castellano y en un formato adecuado sería un acontecimiento editorial sin precedentes por la que muchos aficionados pagaríamos gustosos un precio acorde a la tirada. Ahí lo dejo.
Para finalizar una curiosidad; en Francia el autor de este álbum recibió el Gran Premio del Festival de Angoulême en 2017 ¿Saben cuál es el precio allí de esta obra qué estamos reseñando? 17 euros. Busquen, comparen y si encuentran algo mejor…
Salut!
Guión - 6
Dibujo - 9
Interés - 7
7.3
Ñoño
Una revisión anodina de un personaje lleno de historia
Este cómic puede que pase a la historia como el cómic más caro jamás publicado en nuestro país.
Planeta a subido los precios de su BD estos últimos años una barbaridad, vale que la BD es cara y son pocas personas las que la compran , pero el precio de este cómic es un despropósito.
Estamos en España y algunos no se dan cuenta que hay muchísimas personas en España que tienen 35 euros para comer toda la semana y si comparamos el precio del cómic en Francia y que los sueldos son mucho mayores allí apaga y vámonos.
Es una pena porque Cosey es un autor fabuloso y Planeta trajo muchas obras suyas hace años esplendidamente editadas , pero este precio se sale de madre.