Portada: Stan Sakai
Prólogo: aventuras y desventuras de un estudiante del camino de la espada
Quien haya seguido mis andanzas por esta ilustre página habrá caído en la cuenta de que una de mis mayores debilidades es la colección protagonizada por Miyamoto Usagi, el espadachín errante creado por el japonés-estadounidense Stan Sakai, hace casi cuarenta años. Hacía ya tiempo que no tenía ocasión de reseñar uno de los tomos recopilatorios que, desde 1998, ha venido editando Planeta DeAgostini para el mercado nacional. Hoy toca volver a visitar el Japón del S. XVII y acercarse a nuevas aventuras del ronin de orejas largas. A ver en qué líos le mete su creador.
Antes de eso, hay que indicar, para quien no conozca al personaje que Usagi Yojimbo es una serie que lleva publicándose desde mediados de los ochenta del siglo pasado, siempre de la mano de su creador, el artista Stan Sakai. En sus páginas -que han sido publicadas por varias editoriales distintas- el autor cuenta las aventuras de Miyamoto Usagi, un ronin -samurái sin señor- que alquila su espada, mientras sigue un peregrinaje como estudioso del camino del guerrero, en los tiempos inmediatamente posteriores al periodo de las guerras civiles en el Japón feudal. Usagi es, en muchos aspectos, el arquetipo de las virtudes que han de adornar al buen servidor, si se usa el término samurái como «aquél que sirve o protege». Ello no hace que el personaje sea un dechado de perfección, sino que, precisamente por su deseo de llevar su condición hasta sus últimas consecuencias, se ve abocado a situaciones en las que su vida, su honor o ambos son puestos en peligro.
A lo largo de sus cuatro décadas de existencia, Usagi ha tenido ocasión de cruzarse con todo tipo de personajes que, a su vez, han nutrido el creciente e interesante elenco de secundarios de la serie. Esta galería, que no ha dejado de aumentar, se ha convertido en uno de los principales atractivos de un tebeo que se ha convertido en una magnífica puerta de entrada para conocer más y mejor la cultura japonesa de los S. XVI y XVII. Algunos de estos personajes se han vuelto tan populares que, en no pocas ocasiones, Usagi se convierte en un secundario de nivel dentro de su propia colección, sin que ello vaya en desmedro de la calidad intrínseca de la misma.
¡Ah! Casi lo olvidaba: Usagi Yojimbo es una serie protagonizada por animales antropomórficos, sin que ello suponga en modo alguno que se trata de una serie para infantes, así que es mejor no juzgar el libro por ese detalle de su cubierta. Dicho esto, vamos a ver qué aporta esta trigésimo primera entrega de sus aventuras.
Acción, misterio, terror, aventura… y honor
Hay que decir que en España las aventuras de Usagi Yojimbo no fueron conocidas en primer término gracias a los tebeos, sino a un videojuego editado por MCM y publicado en el Reino Unido por Firebird, que llevaba por título Samurai Warrior, Ahí, quienes cacharreábamos con los ordenadores de ocho bits en los dorados años ochenta, descubrimos, allá por 1988, a Miyamoto Usagi, a su aliado Lord Noriyuki y a su enemigo, Lord Hikiji. Otra fuente de conocimiento fue la serie animada de las Tortugas Ninja y sus productos aledaños, donde el conejo samurái hizo también su aparición. Habría que esperar unos cuantos años más para que Planeta trajera a estos pagos a la fuente original, en la forma de los tomos que recopilaban las grapas que, en primer término, llegaban al mercado. Con regularidad variable -a veces, por causa del editor español, a veces por circunstancias sufridas por el autor- Usagi y compañía han estado entre nosotros durante veinticinco años y, ahora que la colección ha cambiado de editorial, parece que continuarán por aquí mientras haya material aunque, como veremos, el autor empiece a mostrar ciertos signos de agotamiento. Mas no adelantemos acontecimientos y vayamos al meollo del asunto.
El título
En esta ocasión, Ishida forma parte de una delegación que ha de determinar el destino de un templo al que los lugareños atribuyen una maldición. En sus paredes hay una representación de la salvación y la condena, según los cánones de la mitología budista japonesa. Un noble desea hacerse con el lugar, para convertirlo en un coto de caza, en tanto que los monjes que aún lo custodian, se oponen a tal decisión. La producción de varias muertes hace que la sospechas vayan de un lado a otro, mientras gravita sobre el lugar la idea de que, efectivamente, el mural que da título a la historia sea la puerta al Yomi, el reino de Enma.
Junto a esta historia central tenemos otras, en las que vemos cómo Usagi intenta hacer valer su condición de samurái ayudando a quien le necesita. Por un lado, ayuda a una aldea a luchar contra una riada que amenaza con destruirla; por otro, demuestra el valor de su palabra de honor, aún dándola a quienes, tradicionalmente, han sido sus enemigos. Por último, descubre que el valor y el sacrificio no son patrimonio exclusivo de los de su clase, al ayudar a una anciana y su hijo en un viaje muy especial, en una de esas historias con las que Sakai tiene la virtud de encoger el corazón de quien las lee, a través de un final profundamente conmovedor.
Epílogo: ¿Se agota la fórmula?
Si tomamos esta entrega en solitario, se puede decir, como casi siempre, que es una senda perfecta para iniciarse en la lectura de las aventuras del personaje. Sin embargo, quienes sean habituales no podrán dejar de percibir, como es mi caso, cierto cansancio en la fórmula utilizada durante todos estos años por el autor. El hecho de que se repitan ciertos escenarios y secundarios en los tomos subsiguientes, últimos editados bajo el sello de Dark Horse, quizá redunden en esta sensación pero ésa, damas y caballeros, es otra historia.
Primeras páginas del tomo (en la versión inglesa)
Ya leída la reseña, aproveche de leer la crítica que Raúl López hizo el 2021 sobre el tomo Bunraku y otras historias, que contiene los primeros números de Usagi publicado en IDW, y que serían posteriores a los contenidos en El Muro Infernal. Y por lo que parece, la formula aún no se agota jajajaja. Aunque quizás flaquea de vez en cuando. Después de todo, Stan Sakai es humano.