Edición original: Uzumaki (1998).
Edición nacional/ España: Planeta DeAgostini (Biblioteca Pachinko, 2004).
Guión y Dibujo: Jinjo Ito.
Formato: Tomo 96 págs (6 números).
Precio: 4’95€/u.
El terror es un género complicado. Todos los géneros son difíciles, en efecto, si se busca la maestría, pero este posee una peculiaridad que lo distingue de los demás. Y es: no a todo el mundo le asusta lo mismo. Todas las historias, de cualquier género, buscan emocionarnos e intrigarnos, pero las de terror quieren, además, que pasemos miedo. Y ese sutil escalofrío no entiende de sofisticaciones. Uno puede disfrutar como un enano de vampiros y hombres lobo, pero si no cree en ellos va a ser difícil que nos quiten el sueño. Pongan en la lista fantasmas, demonios, psicópatas, insectos gigantes o lo que les venga en gana. Los miedos son íntimos, en definitiva.
Entendido esto, no diré que Uzumaki dé miedo. Alguno habrá, seguro, que hasta lo tache de cuento infantil. Sugiero, en cambio, que da mal rollo, un concepto igualmente universal pero más mundano y compartible, que viene a definir lo que es desagradable y malsano y que, sin embargo, mola. O, en palabras de Warren Ellis, “un montón de páginas repletas de delirios lunáticos”. Y así es.
Uzumaki es la palabra japonesa para “espiral”. Ignoro por qué no se ha traducido. El asunto queda perfectamente claro desde el comienzo. Su creador, Junji Ito, conocido por la anterior Tommie, debió de pasar muchas horas despierto pensando dónde dibujarlas porque asistimos a un obsesivo catálogo de espirales malignas en combinaciones insospechadas y enfermizas. Estas figuras parecen poseer vida propia e hipnotizar poco a poco a los habitantes del pequeño pueblo costero de Kurouzo (cuyo significado literal es “remolino negro”. Quédense con el detalle, porque tiene su importancia). Allí vive Kirie Goshima, una típica chica de instituto, con su faldita plisada y todo, quien empieza a observar extraños comportamientos. El primero, del padre de su novio, Shuichi Saito. El joven parece saber que algo amenaza a la población, porque le pide a Kirie que se fugue con él, pero tampoco con demasiado ímpetu. Supongo que empezaría a sospechar viendo a su venerable progenitor quedarse embobado con cualquier elemento que adopte tal forma, desde la concha de un caracol a remolinos en el agua. Tales geometrías, que empiezan siendo adictivas, introducen poco a poco cambios más severos en sus víctimas.
Al principio, Uzumaki apuesta por un carácter más o menos episódico. Aunque los personajes repiten, y los sucesos tienen relevancia, cada relato es más o menos independiente: se centra en un nuevo caso de abducción de la espiral. Ya hemos dicho que arranca con el padre de Shuichi; sigue con su madre y luego se va expandiendo por la localidad hasta afectarla por completo. Ito muestra esa preciada habilidad para introducir los efectos más inverosímiles sin quebrar el tono del relato y sucumbir al recital de monstruos. Y eso que el tío arriesga. Una cicatriz que engulle a su propietaria o un duelo de tirabuzones enhiestos (¡y esto sólo en los dos primeros tomos!) podría rebasar la suspensión de incredulidad de cualquiera. Pero se maneja bien en esa fina línea del “no me puedo creer lo que estoy viendo”. Un punto a su favor es la originalidad de la propuesta. ¿Alguien pensó alguna vez en la posibilidad de una espiral asesina?
Otro de los puntos fuertes es el dibujo. Ito mezcla a Urasawa con Katsura y Maruo. Como si fuera fácil. Evita cualquier distorsión expresiva para no empañar la deformidad real a la que somete a sus criaturas. Potencia las escenas fuertes con un recurso de lo más sencillo y eficaz: cargando las tintas y rayando obsesivamente para conferir un aspecto ominoso. El truco no es evidente a primera vista, aunque sí que prepara inconscientemente al lector brindando la atmósfera adecuada. La sobriedad general de la composición, incluso buscando una cierta monotonía, favorece también determinados efectos puntuales, un poco grand guiñolescos pero turbadores.
Como en un remolino, el drama va confluyendo poco a poco hacia un desenlace lovecraftiano. Sin embargo, al igual que en la mayoría de historias de horror, el autor marra al intentar dar una explicación que no desmerezca de las barbaridades que nos ha ido mostrando. El miedo más universal es el temor a lo desconocido. Lo conocido, por abominable que sea, se vuelve más llevadero. Y, siendo sinceros, ya no queda subterfugio, McGuffin o pretexto que no hayamos visto o leído cien veces antes.
Planeta DeAgostini, en su sello Biblioteca Pachinko, publicó Uzumaki en seis volúmenes en 2004, prescindiendo de las páginas a color y con algún molesto pixelado ocasional. El manga salió a la venta en 1998 en su país de origen y su éxito propició incluso una adaptación en imagen real, que no llegó por estos lares, me parece.
No sé si les asustará Uzumaki, pero les aseguro que alguna de sus imágenes no las olvidarán en mucho tiempo.
Precisamente, no hace mucho, leí una reseña sobre esta obra, y me llamó la atención. Y ahora tú me acabas de picar. Recuerdo haber visto algún tomo en su momento pero nunca me acerqué a ella. No sé si ahora serán fácil de encontrar pero lo intentaré… porque me gustan las espirales xDD
Joer, Uzumaki, ¿cómo os ha dado por reseñarlo ahora? 😀 La verdad es que estaba bastante chulo, aunque veo que son 6 tomos y yo sólo tengo 3 😛
PS: Ya que os ponéis, ¿reseña de Present para la próxima?
La compré y leí en su momento (ambos conceptos no son siempre la misma cosa, al menos en mi caso). Recuerdo que el final me dejó una sensación del tipo «¿pero qué…?». en mi opinión, la historia se va perdiendo un poco a sí misma conforme avanzan los números, con potentes impactos visuales hasta el final, eso sí.
De hecho, creo que el apartado gráfico es su principal punto fuerte. Y como ha dicho Javier Agrofo, hay imágenes que se te quedan en la memoria, por más años que pasen. Hay unas escenas relacionadas con mosquitos…
Entrevista con Junji Ito de cuando se editó Uzumaki aquí
http://yotambiencompito.blogspot.com.es/2012/10/conversaciones-perdidas-junji-ito.html
Gran tebeo, gran reseña y grandes recuerdos que me vienen a la memoria…
Mmm, de Ito he leído el Lovesick Dead y la verdad es que, por lo que recuerdo, era muy recomendable, daba bastante mal rollo.
Como dice Ajota, la historia va perdiendo a medida que avanza, ya que al principio todo es muy misterioso y tenebroso y tiene algo que ver con espirales… pero llega un punto en que todo tiene que ver sólo con espirales y no tienen tanta gracia o dan tanta grima como en el comienzo.
A mí personalmente una de las imágenes que más me impactaron y mejor recuerdo es la de la mujer hospitalizada y una tijeras… esas malditas tijeras… y quizás lo de las placentas… qué grima.
Y sí, el impacto visual se mantiene de principio a fin, con un dibujo exquisito, realista y tan lleno de detalle que en muchas viñetas te hace quedarte contemplándolas un rato en vez de leerte 800 páginas en media hora como sucede con otros manga.
Recomendable para cualquier amante del terror y el buen dibujo.
La leí el verano pasado, (me la prestaron en inglés y sí que tenía las páginas a color, lástima que Planeta no las incluyera); desde luego hay imágenes imborrables, y casinauseabundas también (algún momento de los caracoles era muy desagradable). Como bien apuntas es muy curioso cómo va derivando hacia el horror cósmico. Creo que a cualquiera que le guste el género de terror en general, le va a gustar. O si no, al menos le va a sacar cierto jugo.
Yo encuentro que el concepto global y la imaginería de la obra en general son geniales y sorprendentes. Ahora bien, el nivel narrativo es propio de parvulario, la estructura de los episodios es idéntica (ocurre suceso sorprendente/Kirie se muestra sorprendida o incrédula/ novio sugiere que se fuguen/suceso crece en importancia/desenlace trágico) y no entiendo como es posible que Kirie pregunte en TODOS los episodios «oh, ¿a que se deberá tal suceso?» y su novio responda en TODOS los episodios «es por la maldición de las espirales», y así una y otra vez. Lo mismo es para darle un carácter de círculo vicioso, pero vamos que dan ganas de decirle a Kirie «es por la maldición, niña, por la maldición…»
De acuerdo en que se repetian algunas estructuras hasta la saciedad, pero conseguian una atmofera opresiva. A mi me gusto, en aquellos tiempos me di cuenta de la cantidad de cosas que tienen forma de espiral.
Más o menos, coincidimos todos en que la fuerza de la historia está en determinadas imágenes y asociaciones, y no tanto en una labor narrativa sobresaliente o en una certera dosificación que nos lleve hasta un final con sorpresa. No es una obra «redonda» (no he podido resistirme al chiste, jeje), pero sí turbadora.