“CRASH”. Parece que algo se ha roto. “SPLASH”. Ahora quizá sea una ola o un salpicón de agua. “BOOM”. De pronto, una explosión en la calle. “TIC-TAC”. Mi reloj marca los minutos y los segundos mientras me dispongo a abordar el artículo de esta semana. “SLAM”. Doy un portazo al entrar en mi habitación. “GROWF”. Mi perra, mientras tanto, ladra desconsolada. “RUSH-RUSH”. Al arrastrar mi silla surge un sonido seco. Comienzo a escribir… “CLICK-CLICK-CLICK”…
Durante estas semanas me he metido de lleno en la tarea de la búsqueda, selección, análisis, opinión y reseñas de las obras que hemos ido incorporando, con la ayuda de todos, al listado de bibliografía especializada sobre cómics. La semana anterior me detuve ligeramente en el Diccionario de onomatopeyas del cómic de Luis Gasca y Román Gubern y os adelanté que trataríamos el tema de las onomatopeyas con mayor detalle en próximos “V de Vigilantes”. Y los días van pasando y las semanas dejan paso a las siguientes y de nuevo nos encontramos por aquí mencionando uno de los elementos más característicos del cómic.
Este texto pretende ser un complemento de los anteriores dedicados a la parte más teórica del mundo del tebeo; encajaría a la perfección con el de la lectura de las imágenes y con el de las viñetas. No obstante, aún faltaría por añadir un texto completo sobre la página en sí misma, como macro-viñeta, quizá para la semana que viene. Juntos harían las veces de un capítulo completo dentro de este contenedor cultural tan heterogéneo. Como siempre, comencemos por el principio.
El Diccionario de la Real Academia define “onomatopeya” como la “imitación o recreación del sonido de algo en el vocablo que se forma para significarlo”. “Muchas palabras han sido formadas por onomatopeya”, añade. En su segunda acepción explican que “en algunos casos para referirse a fenómenos visuales” y terminan definiéndola también como el “vocablo que imita o recrea el sonido de la cosa o la acción nombrada”.
En lingüística es una palabra o un grupo de ellas que al pronunciarse imitan el sonido de aquello que describen. Existen onomatopeyas para describir los sonidos de los animales, los efectos visuales y los ruidos que hacen algunos aparatos. Existen onomatopeyas en todos los idiomas, aunque normalmente difieren de unos a otros ya que la mayoría de los sonidos no se pueden articular del todo bien fonéticamente. Son especialmente conocidas las onomatopeyas del idioma japonés ya que allí las utilizan, incluso, en el lenguaje hablado más cotidiano enriqueciendo sonidos, figuras o acciones determinadas.
Las onomatopeyas forman parte del día a día de todos y son muy comunes en los procesos tempranos del habla. Los bebés se comunican prácticamente por medio de onomatopeyas… y podría decirse que muchos animales también. En el cómic se han usado onomatopeyas desde siempre y es muy sencillo encontrarse con alguna muestra como efecto de sonido.
Volviendo al tema del origen del lenguaje humano, que podría ejemplificar ese proceso de habla de los bebés, existen varias teorías que explican la motivación no arbitraria de nuestro lenguaje. Luis Gasca y Román Gubern mencionan las más importantes en su citada obra: “Así, la teoría llamada del bow-bow atribuye a las primeras palabras una intención mimética, como la de designar al perro por su ladrido. La teoría del origen emotivo del lenguaje, llamada del pooh-pooh, propuso que el lenguaje humano derivó de exclamaciones que correspondían con sensaciones y sentimientos. Max Müller, profesor de la Universidad de Oxford, propuso en el siglo XIX la teoría del ding-dong, según la cual cada impresión recibida del exterior provocaría en el hombre primitivo una respuesta oral armónica con el estímulo. La teoría del yo-he-ho sostuvo que las contracciones vocales en el curso de los trabajos colectivos estuvieron en el origen del lenguaje verbal […] También algunos poetas se empeñaron en demostrar, mucho más tarde, que los sonidos y los ritmos de la locución no eran caprichosos […]”. Todo tiene un por qué y parece que las onomatopeyas nos devuelven a esa función motivada y no arbitraria de ciertas expresiones lingüísticas.
Llegados a este punto debemos mencionar que esa voluntad meramente humana de imitar sonidos con otros sonidos ha conducido a dos formulaciones prácticas distintas: las palabras expresivas (mots expressifs), que sugieren actividades o efectos acústicos y son en realidad sustantivos y verbos monosilábicos, muy numerosos en la lengua inglesa y muy utilizados por los dibujantes de cómics angloamericanos (boom, knock, splash, ring… por ejemplo); y las onomatopeyas propiamente dichas, que son figuras retóricas de dicción, iconos acústicos, precisamente, que aspiran a convertirse en traducciones, tanto orales como escritas, de los ruidos. Saussure excluyó a este tipo de palabras del estatuto arbitrario del lenguaje humano, más que nada por su condición propia de fonema mimético.
Las onomatopeyas son de vital importancia dentro de los elementos que conforman los cómics ya que, al contrario que en el cine, por ejemplo, no se perciben las representaciones visuales y acústicas a la vez. “En las viñetas de los cómics, aunque sus representaciones figurativas y escritas son también simultáneas sobre el papel, sus lecturas son en cambio consecutivas. No sólo eso. El relieve plástico otorgado a muchas onomatopeyas hace que el lector las perciba antes de descifrar el sentido de la totalidad del dibujo, en contraste con los textos de los diálogos, que suelen leerse después de haber examinado el dibujo”, explican Gasca y Gubern.
Hablemos pues de la importancia de la percepción a la hora de leer imágenes. Normalmente, casi en cualquier situación, recibimos centenares de estímulos, nos llegan a través de los sentidos y algunos de estos estímulos pueden resultar contradictorios. La percepción selecciona sólo algunos de esos estímulos, aquellos que han despertado en nosotros una atención especial. Existen muchas teorías acerca de los estímulos; por ejemplo, los medios de comunicación utilizan muchos estímulos en un solo mensaje pero refuerzan ciertos aspectos que llaman la atención sobre el resto (¿sería esto algún tipo de sutil manipulación sensorial?). Además, nosotros, como individuos, estamos capacitados para borrar, consciente e inconscientemente un buen número de estímulos y de fijar otros. Por tanto, nuestra percepción es selectiva. El número de elementos que pueden percibirse en un instante se denomina “dimensión máxima de atención”. Esta dimensión máxima de atención varía en función de cada persona.
Roberto Aparici y Agustín García Matilla incorporan en su libro Lectura de Imágenes una categorización interesante sobre la percepción y los medios de comunicación que nos podría ser útil extrapolar al mundo del cómic (no podemos olvidar que los tebeos no dejan de ser un medio de comunicación de masas). Dicen que “la percepción del entorno social o individual que aparece en los medios de comunicación audiovisual está en estrecha relación con:
1. la experiencia previa acerca de los objetos representados.
2. las fantasías y frustraciones que se canalizan a través de la captación del mensaje.
3. la identificación que se realiza entre los personajes, clase social, ambiente a través del mensaje anunciado en sujetos que, la mayoría de las veces, no pertenecen al mismo nivel socio-económico representado…
4. la carga de frustración personal que envuelve al individuo.
5. la identificación y proyección que se realice con el mensaje está en estrecha relación con nuestros mecanismos de defensa y, al mismo tiempo, con la organización perceptual del objeto representado, así como con la asociación que se establezca y nos vincule a nuestro entorno social e individual desde le punto de vista de los patrones (normas, valores, pautas) que hayamos incorporado en nuestras experiencias previas.
Unido a todo esto se debe añadir que lo que observamos depende de un determinante clave: la intensidad del estímulo. El objeto que sea más grande y más brillante, el sonido más fuerte, el olor más penetrante… esos son los que percibiremos primero, de forma más inmediata. Tanto el tamaño de las letras de las onomatopeyas, como sus colores (fríos o cálidos), sugieren su intensidad sonora, son un ejemplo bastante singular de sinestesia óptico-acústica y se percibirán en primer lugar dentro de una lectura de las imágenes.
Que un cómic sea más ruidoso que otro es normal También hay zonas más ruidosas en una ciudad y hay películas completamente sin ruidos, mientras que otras no dan tregua a los oídos del espectador, por ejemplo. A parte de los diálogos de los personajes y de los comentarios narrativos en tercera persona, en los cómics encontramos una familia de sonidos representados en las viñetas. Son sonidos que completan esa esfera acústica virtual del medio. En el Diccionario de onomatopeyas del cómic dividen estos sonidos en las siguientes categorías:
– Sonidos no verbales de producción humana: gemidos, gruñidos, ronquidos, suspiros, estornudos, alaridos, sonidos guturales, resoplidos…
– Sonidos de producción animal: mugidos, ladridos, rugidos, maullidos, balidos, graznidos…
– Sonidos producidos por la naturaleza: viento, truenos, terremotos…
– Sonidos producidos por la interacción de un ser vivo y un objeto: golpes, mazazos, disparos…
– Sonidos producidos por objetos: colisiones, zumbidos, timbrazos, traquetreos…
Los dibujantes han trabajado a fondo para otorgar a las onomatopeyas de un plasticidad enorme de sus significantes visuales, tendiendo hacia la iconización mediante el uso “de letras con perfiles temblorosos, en forma de dientes de sierra, con estalactitas en su borde inferior…”. Es un procedimiento gráfico muy eficaz para jugar con la connotación y la adjetivización de los textos mediante procesos de mímesis. “En pocas palabras, la caligrafía de la onomatopeya, elevada a la categoría plástica, acabaría por aterrizar en el terreno lúdico y vistoso del pop-art, con obras como As I Opened Fire (1964), de Roy Lichtenstein”, sentencian la pareja de autores en la introducción de su diccionario.
La visión poética de las onomatopeyas existe y es de carácter grafo-audio-visual; en muchas ocasiones se combinan con sensogramas para otorgar un sentido completo a una escena, mientras que otras muchas ocasiones añaden un vistoso protagonismo plástico a un determinado cómic. Muchas onomatopeyas dominan la viñeta en la que se encuentran debido a su tamaño espectacular, sus formas y colores. Por eso, muchas veces fue imposible eliminarlas de la traducción de los diálogos escritos en los globos o bocadillos, y gracias a ello, muchas se han globalizado e internacionalizado. Teniendo un significado similar en cualquier parte del mundo. Fue el principio de un fenómeno de exportación y universalización de las onomatopeyas (al que también contribuyó el salto a otros medios como la televisión y series como Batman de Adam West), aunque también hubo casos de hibridación ortográfica y fonética.
Las onomatopeyas son un fenómeno para dedicar una vida entera de estudio y análisis. El Diccionario de onomatopeyas del cómic de Luis Gasca y Román Gubern es un buen punto de partida. De todas maneras, no es necesario saber mucho sobre ellas para poder disfrutarlas en el conjunto de un buen cómic y poder conocer y percibir lo que significan, dentro y fuera de las viñetas.
Hay ajetreo en el exterior de mi casa. “ZAS”. Escucho ruidos de todo tipo. “PLUP!”, “POK”, “POP”, “SCLANG!”, “SCREECHHH”. Alguien llama a la puerta. “TOC-TOC”. Abro. “SNIKT! SNIKT!”. Una visita inesperada. Por fortuna mi reloj sigue sonando. “TIC-TAC”.
Nos leemos.
Podias haberte despedido con un BAMF!
falto la onomatopeya del año el
BOOM!!!
del disparo qe recibe ciclope en ultimatum
Y sobre todo, faltaron las onomatopeyas de la etapa de walter Simonson en Thor, esos «Krakalataka!» y esos: «Doom»…
Muy bueno el V de esta semana. Buen trabajo, compañero.
Niahahahahahahahahahaha…
El Doom no puede faltar después de cómo se repitió hasta la saciedad en aquel magnífico y ya clásico número 1 de Spider-Man de McFarlane.
Pues siempre he sentido un cariño especial por las onomatopeyas y no soy muy de su erradicación que se dio durante una temporada en varios titulos.
Me inquietaba también el tema de la traducción de las onomatopeyas, que vienen en inglés. ¿Pero que hay por ejemplo del manga, que también usa este recurso pero que al ser en otro lenguaje muchos solo ven palotes? Muchas de esas enormes letras tambien representan sonidos.
Gran articulo Diego. ¿Cómo consigo tu correo por cierto?
Gracias a todos por vuestros comentarios, vuestras aportaciones y vuestros ánimos. Me alegra que os haya gustado el texto (aunque hayáis echado en falta alguna onomatopeyas… XD).
Ziggy, lo del manga es una buena pregunta, investigaré un poco porque lo cierto es que no tengo ni idea… no soy lector de manga (ni si quiera ocasional) así que no me he encontrado con ninguna onomatopeya de las que comentas. Buscaré, buscaré y ya os cuento algo por aquí en estos días.
Por cierto, mi correo es diegomatosagudo@hotmail.com (alé, ya lo tienes y ahora me puedes mandar la info de tu tesis que te pido cada semana jajaja). Aquí queda puesto, si tenéis alguna sugerencia para la sección, alguna propuesta de tema, algún libro que aportar al listado de bibliografía, alguna curiosidad o lo que sea, pues ya sabéis, «emilio» al canto.
Nos leemos.
Viene un coche muy deprisa
Oh! No! Matopeya