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La Carnicería, Bastien Vivès; Diábolo Ediciones; 90 págs., color, 15’95 €.

El éxito cosechado en nuestro país por autores como Geoff Johns, José Carlos Fernandes y Bastien Vivès deviene sin duda acicate para que las editoriales españolas se apresten una y otra vez a hurgar en su bibliografía y así ofrecernos algunos trabajos que, de otro modo, difícilmente habrían pasado los filtros que determinan aquello que es juiciosamente viable para nuestro mercado. Posiblemente, sólo así se explica que en su día Planeta nos ofreciera aquel bisoño Stars and S.T.R.I.P.E. de Johns, Devir hiciera lo propio con aquella arriesgadísima propuesta de Fernandes que fue La última obra maestra de Aaron Slobodj o que, recientemente, Diábolo haya decidido presentarnos esta «nueva» obra de Vivès titulada La carnicería. Aclárese que entrecomillamos nueva porque este libro se publicó en Francia en 2008 y, por ello, es anterior a otros cómics de Vivès que en España ya tenemos a disposición, tales como En mis ojos, Amistad estrecha y Polina. Pero, de todas formas, si significamos lo llamativo de que Diábolo acometa su edición, no es tanto por su fecha de publicación original, como por lo contrapuesto de su entidad artística y, por ello, lo incierto de su destino entre nosotros.

Entiéndase que la editorial madrileña saca esta novela gráfica precisamente en un momento en el que son varias las voces críticas que señalan lo reiterativo de los planteamientos de este autor francés y, con ella, diríase que desea refrendar dichos posicionamientos. No es así, por supuesto. A buen seguro que Diábolo está deseosa de seguir importando a un autor singular que, hasta ahora, les ha comportado unos buenos resultados comerciales. Aunque es atrevido que lo hagan precisamente con La carnicería, por cuanto es una de las obras de Vivès que nos los presenta más destilado y, en consecuencia, en la cual menos caben los matices que otorgan personalidad definida y única a una obra.

Porque, aunque según declaraciones suyas pretenda en La Carniceria «comprender la relación amorosa a partir de la ruptura», lo cierto es que Vivès desnuda tanto su argumento de cualquier contextualización que apenas si queda un armazón de relato, una carcasa que aparecería hueca en manos menos capaces que las suyas. Los protagonistas no tienen nombre, ligeramente atisbamos el principio de su relación y, sobre su final, no caben explicaciones. Queda claro el interés de Vivès por presentar el proceso de fractura relacional que en su obra se muestra como si de un paradigma se tratase. Paradigma de tipo icónico, por lo cual únicamente expone aquellos puntos de inflexión propios de una historia de este tipo -casi se diría que tópicos– y se guarda de incluir especificación ninguna para que cualquiera se pueda reconocer en lo que sucede. Al hacerlo así, sin embargo, es evidente que le niega toda densidad argumental a su libro, al presentarnos tan solo un esquema, un esbozo, un bosquejo narratológico cuyo interés literario no alcanza a llegar más allá de lo curioso.

Decíamos, no obstante, que la carcasa narrativa de La carnicería habría resultado vacua en manos de otro autor porque con Vivès, precisamente, no es del todo así. Y es que Vivès tiene semejante dominio del discurso visual que, incluso cuando casi no cuenta nada, leerle resulta hipnótico y sugerente. En La Carnicería, donde al vacio argumental se le suma una composición de página reducida a su mínima expresión y unos fondos casi que inexistentes, todo el peso discursivo recae sobre la gestualidad de los personajes, sus silencios, las pausas en sus brevísimos diálogos y los distintos tonos de luz que los envuelven. Nada más. Nada menos. Medio sin querer, por puro don, contando menos que poco, Vivès conjura sentimientos y emociones que, si no penetran en el corazón del lector, sí que logran acariciar su sensibilidad, en un trabajo que por ello aparenta ser voluntariamente formalista, arte de continente pero -tristemente- no de contenido.

[Reseña de Por el Imperio 1: El honor en Zona Negativa + Reseña de Por el Imperio 2: Las mujeres + Reseña de Por el Imperio 3: La fortuna + Reseña de Una amistad estrecha + Reseña de Polina + Reseña de Hollywood Jan + Artículo sobre Vivès con reseña de El gusto del cloro ].

El abate Pierre, Edmond Baudoin; Altercomics; 72 págs., BN, 13 €.

Si hablando de La Carnicería, la tildábamos de obra formalista, debemos decir que El abate Pierre se sitúa en las antípodas de un planteamiento de ese tipo, por cuanto este cómic de Edmond Baudoin apuesta fuerte por el arte de matriz hegeliana en el que belleza y verdad, forma y contenido, se dan la mano en pos de articular un perspectiva trascendente de la existencia. Seguramente, no es por ello extraño que Astiberri, editorial que hasta ahora parecía tener la exclusiva española sobre Baudoin, la haya dejado pasar en beneficio de Altercomics, como tampoco lo fue en su día que las editoriales que manejaban a Sfar y Emmanuel Guibert obviasen en su catálogo una serie como Las olivas negras… para satisfacción de Kraken.

Y es que El abate Pierre es un trabajo de sensibilidad similar a esa bella película titulada De dioses y hombres (Des hommes et des dieux) dirigida por Xavier Beauvois; como Baudoin, un artista francés y ateo que no por ello rehuye la interpelación vivencial de unos hombres de carne y hueso que hacen de su vida una opción por la alteridad de todo tipo, incluso la más absoluta. Decíamos que gente como Baudoin o Beauvois no sólo no rehuyen una interpelación de semejante índole, demostrando que el progresismo francés y español difieren en la consideración que otorgan a lo religioso, sino que luego además se atreven a proyectar a través de su arte el hálito espiritual que ha impregnado su experiencia. Así sucede en El abate Pierre, una novela gráfica de factura narrativa sencilla que anuncia bastantes de los motivos que poblarán con posterioridad El viaje, uno de los tebeos más emblemáticos de Baudoin.

Son dos los ejes narrativos sobre los que se construye esta obra, siendo uno y el más obvio el relato de los encuentros que el autor y un periodista amigo suyo mantienen con Henri Grouès, el ángel de los pobres, místico católico famoso por su dedicación a los más desfavorecidos y por su valentía para denunciar a quienes eran complices de su desgracia. Las conversaciones con el fundador de las comunidades solidarias Compañeros de Emaús, en manos de un autor tan dotado para la delicadeza como Baudoin, se convierten en un rico muestrario de actitudes vitales enfocadas todas ellas hacia el otro, sea ese otro un niño, un indigente, un enajenado o el propio Dios. La reivindicación que hace el capuchino de la fuerza del corazón, así como sus divagaciones sobre el arte y la contemplación y los puntos de contacto entre estas dos realidades, son de una gran finura y lucidez y, ya de por sí, suponen razón más que suficiente como para recomendar encarecidamente la lectura de este libro, especialmente en estos tiempos de injusticia y desesperación. Pero es que, además, Baudoin entremezcla esa profunda mirada sobre la vida y el pensamiento del abate Pierre con un pequeño y fabulado hilo argumental en el que un grupo de jóvenes de extrarradio intentan averiguar cómo dar respuesta a su anhelo de algo impreciso pero radicalmente distinto a lo que están viviendo. Disgustados con una realidad que sienten les asfixia, cuestionados por el sufrimiento que les rodea, deseosos de cambiar de vida, acabarán descubriendo que, a veces, optar por un mundo distinto implica permanecer en el propio para transformarlo. Sin aspavientos ni grandilocuencia, tan solo dejándose tocar y afectar por la circunstancia de aquel que nos es próximo, para luego implicarse en ella. Para el que esto escribe, un tierno y necesario alegato que, como ya apuntábamos, escapándose del pincel de un creador tan particular y sensible como Baudoin, no puede por más que convertirse en un himno a la belleza y, consiguientemente, al amor… entendidos ambos de forma amplia, como amplia fue la mirada del abate Pierre y amplios son los horizontes de este artista francés todavía con mucha obra inédita en España.

[Reseña de Las olivas negras en Zona Negativa].

Konungar 1: Invasiones, Sylvain Runberg y Juzhen; Ediciones Glénat; 48 págs., color, 13,95 €.

Si para referirnos a La Carniceria o a El abate Pierre hemos utilizado categorías pertenecientes a la filosofía del arte, para hablar de Konungar deberemos conformarnos con otro tipo de discurso, puesto que por pretensiones, temática y factura, este cómic carece de voluntad innovadora y, por ello, cabría más bien clasificarlo dentro del ámbito de lo artesanal. Pero, también debemos decirlo, en ese espacio proyecta ciertos destellos de luz.

Objetivamente, poco hay en él que no se haya hecho y visto mil veces, a todos los niveles, tanto en lo que respecta a la trama como en lo que atañe al apartado gráfico. La historia que cuenta, ambientada en una Escandinavia protohistórica y mítica, presenta un reino dominado por un regente cainita que, en su día, no tuvo miramientos a la hora de traicionar a padre y hermano para hacerse con el poder, al dictado de los aviesos consejos del brujo de la corte. Si esta premisa les suena familiar, no lo es menos el desarrollo posterior del argumento: hallándose el reino asediado por un ejército enemigo de criaturas fantásticas, dicha amenaza fuerza una reconciliación entre los dos hermanos gracias a las labores de mediación de su hermana, la tercera en discordia, aunque brujo y monarca guardan algún as en su manga y son adictos a la insinceridad. Gráficamente, como apuntábamos, son pocas las novedades, a pesar de la grata primera impresión que causa el trabajo de este ilustrador chino. Cierta estética oriental resulta obvia, pero también aparecen aquí y allá dejes de dibujantes occidentales, configurando una curiosa y fortuita amalgama de autores tan dispares como Dongzi Liu, Simon Bisley, Kevin O’Neill, Barry W. Smith y nuestro compatriota Enric Rebollo.

Aclarado esto, sin embargo, debemos remarcar que, como producto de entretenimiento, Konungar es extremadamente digno. El guión de Sylvain Runberg es casi perfecto en cuanto a ritmo narrativo y definición de situaciones y personajes, consiguiendo que la lectura sea ágil a la par que emocionalmente vinculante. Juzhen, por su parte, a pesar de que la extraña estilización a la que somete a las figuras de cuerpo entero sea más caricaturesca que épica y que estas a veces adolezcan de ligera rigidez, está muy bien dotado para la narrativa visual, así como también a la hora de otorgar dramatismo a los rostros y de retratar la imponencia de sus criaturas mitológicas, por no hablar de esa luz que baña sus páginas a la manera del también oriental y ya mencionado Dongzi Liu.

El resultado final, pues, puede decepcionar a los que busquen prospecciones literarias de mayor profundidad. Pero satisfará a todos aquellos que gustan de amena lectura, bien contada y que, aunque no sea vanguardista, se preocupa de mimar a sus personajes.

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Sergio (tirafrutas)
Sergio (tirafrutas)
23 febrero, 2012 11:52

Pedazo de reseñas, Toni. Veo que finalmente SÍ te ha gustado «El abate Pierre» 😉

Mr. X
Mr. X
Lector
23 febrero, 2012 12:15

«una Escandinavia protohistórica y mítica, presenta un reino dominado por un regente cainita que, en su día, no tuvo miramientos a la hora de traicionar a padre y hermano para hacerse con el poder, al dictado de los aviesos consejos del brujo de la corte. Si esta premisa les suena familiar, no lo es menos el desarrollo posterior del argumento: hallándose el reino asediado por un ejército enemigo de criaturas fantásticas»

¿El guerrero Nº13?

Ocioso
Ocioso
Lector
23 febrero, 2012 12:17

Vamos, que hice bien en no comprar La carnicería de Vivès. Ahora hay que esperar a ver que como le ha salido lo nuevo de los melones, porque me temo que este hombre abarca mucho y solo aprieta de vez en cuando.

Buddy Bradley
Buddy Bradley
23 febrero, 2012 12:28

Veo que hice bien en descartar ese Konungar.

Gracias, Toni.

PD: a ver si te animas a reseñar algo de BD clásica, que desde Jerry Spring la tienes abandonada.

Mr. X
Mr. X
Lector
23 febrero, 2012 15:36

Lo decía porque a priori el argumento me recuerda a la película de Antonio Banderas dirigida por John McTiernan http://www.filmaffinity.com/es/film542403.html y por añdidura al mito nórdico de Beowulf en el que se basa lejanamente… 😉