JUSTIFICACIÓN
Durante unas semanas, mi vida vuelve a cauces lo suficientemente digeribles como para regresar por mis fueros a ZN… durante unas semanas.
Así que conmigo también vuelve la sección dedicada a la BD que iniciamos a principios de agosto de 2010.
Vamos allá, que hay mucha tela que cortar y poco tiempo para hacerlo.
Ah, y la semana que viene… aquí estaremos de nuevo.
RESEÑAS
Slot Bar 1: La confederación del Núcleo, Ricardo Barreiro y Francisco Solano López; 001 Ediciones; 112 págs., BN, 13’50 €.
En un mercado como el nuestro, donde parece haber más editoriales y novedades que público comprador, siempre causa cierta inquietud la aparición de una nueva editorial. Y, aunque desde un punto de vista puramente mercantil el futuro de alguna de ellas pueda ser más bien aciago, en lo que respecta a 001 Ediciones queda clara su razón de ser entre nosotros a tenor de la publicación de obras como la que hoy nos ocupa. Y antes de que los más puristas me ataquen por incluir un cómic de autoría argentina en esta sección dedicada al cómic europeo, aclararé que la Escuela Argentina de historieta siempre ha estado fuertemente vinculada al Viejo Continente y que cualquier excusa es buena para hablar de un cómic singular. 😉
Decía que la publicación de un libro como Slot Barr es razón suficiente para justificar el desembarco de 001 Ediciones entre nosotros, puesto que se trata de un material ya clásico, publicado por primera vez en Argentina durante la segunda mitad de los 70 del pasado siglo, pero que nunca llegó a España en su totalidad. No es ese su único valor, por supuesto, dado que los nombres de Ricardo Barreiro y Francisco Solano López deberían despertar el sentido arácnido de cualquier buen aficionado a los tebeos. Al primero le debemos trabajos tan sugerentes como Parque Chas (junto a Eduardo Risso) o tan «oesterheldianos» como As de pique (con Juan Giménez a los dibujos). Del segundo se está publicando estos días aquel El ojo mágico de Kelly que tan emocionante nos parecía a algunos cuando niños, mientras que hace sólo apenas unos años que pudimos disfrutar finalmente de El Eternauta, la obra que le encumbró entre los suyos.
Cabe decir, además, que Slot Barr no es una obra menor en la bibliografía de este par de gigantes, al tratarse de la primera historieta publicada por Barreiro por un lado y, según rezan los textos que acompañan al tebeo, al ser el trabajo con el que Solano López se afianzó en la Europa del «cómic de autor», después de haber transitado por ella como dibujante de encargo. Dos detalles, éstos, que hacen presuponer la significación que este proyecto tuvo para sus creadores, como así demuestra -luego de su lectura- la calidad del tebeo. En el apartado argumental, Slot Barr parte con una escena muy reminiscente de una de las novelas más famosas del género fantástico, Las estrellas mi destino de Alfred Bester, para luego adentrarse por escenarios más «de tebeo» a los cuales los autores saben darles una profundidad nueva. Y es que, después de ese angustiante momento inicial en que contemplamos a un rudo mecánico flotando indefenso en el espacio frente a la destrozada nave que lo transportaba, el imprevisto detonante que cambiará el curso de su vida para siempre es usado inicialmente por Barreiro y Solano López para pasearnos sin norte aparente por esa Confederación del Núcleo donde unos pocos privilegiados viven a expensas de una inmensa masa de desgraciados. Durante el transcurso de ese ocioso paseo por un futuro demasiado reconocible, diríase que para ganar tiempo hasta que el argumento empiece a hilvanarse realmente, Barreiro y Solano consiguen transmitir cierto aire de cálido pesar en el lector, al retratar unas realidades en las que el encuentro humano más auténtico deviene anhelo que siempre quedamos a las puertas de alcanzar. Luego, hacia el final de este tomo y cuando la trama parece apuntar al desenlace que se relatará en la segunda y última entrega de la serie, ese anhelo individual deviene ya colectivo y unas notas de alegato progresista sugieren por donde irán los tiros por venir. Pero, si todo ello -lo pasado, lo presente y lo futuro- adquiere auténtica entidad ante nuestros ojos, es por el esplendido trabajo que Solano López realiza de principio a fin en este tebeo. Pocos dibujantes consiguen unos planos detalle tan logrados como él y gracias a su capacidad para conjurar carne, hueso, visceras y corazón, los muchos silencios que impregnan estas simbólicas aventurillas espaciales son de una gran expresividad y adquieren pleno sentido.
Y, todo esto, porque Slot Barr es un cómic de los de antes, de cuando entretenimiento y «mensaje» podían conjugarse… y grandes dibujantes realizaban una historieta tras otra sin tener que dedicarse a otras cosas… para así tornarse en figuras seminales para el medio.
La capa púrpura, Makyo y Rocco; Ediciones Glénat; 192 págs., color, 24 €.
En esta entrega de la Colección Integral de Glénat, el nombre de Makyo me atrajo como mosca a la miel. No en vano guardaba un grato recuerdo de dos obras suyas que en su día había tenido el placer de leer. Así, por aquel entonces El país del fin del mundo me atrapó sin remedio gracias a la gran capacidad de Vicomte para conjurar ambientes intrigantes y emociones desgarradas, al servicio de aquella inquietante experiencia que llevaba a un tipo de nuestro tiempo a las inmisericordes mazmorras de una sociedad feudal olvidada. También El ciclo de los dos horizontes me sedujo por motivos similares, con un Rossi excelso que nos paseaba por una Europa de singular belleza y que Makyo nos revelaba amenazada por un apocalipsis «a lo Lovecraft». Sin embargo La capa púrpura, a pesar de sus virtudes, no está a la altura de las dos historias recién mencionadas. Ciertamente, mantiene similitudes con ambas, desde ese misterioso adversario de facultades sobrehumanas que mantiene presa a toda una sociedad, a la habilidad de Rocco -su dibujante- para representar escenarios y paisajes evocadores, grandiosos e imponentes. Todo ello, junto a la indudable veteranía de este guionista, logra de entrada que sintamos curiosidad por el porvenir de dos jóvenes tibetanos de distinta cuna, hermanados por un sueño que les conmina a cambiar la situación de su pueblo. Pero, una vez desarrollado con solvencia ese lazo entre un pobre descastado y su hermano de alta cuna frente a los muchos peligros que les acechan, agotado ya el placer inicial del lector tras descubrir el exotismo de un pueblo cuyas costumbres apenas se esbozan, el argumento evidencia una excesiva precariedad de elementos que aniquila cualquier posibilidad de sofisticación y desemboca en una resolución de factura un tanto burda. Una lástima, pues tanto Makyo como las potencialidades de la trama que ha urdido podían llevarnos mucho más lejos… aunque bien es cierto que Rocco no siempre le acompaña cuando se trata de retratar escenas presididas por el dinamismo o por lo vaporoso de una mística de tintes mágicos. Con todo y con eso, La capa púrpura constituye una lectura no exenta de fruición que sólo defrauda en sus últimos compases.
Paquidermo, Frederik Peeters; Diábolo Ediciones; 88 págs., color, 19 €.
A poco que uno se haya asomado al trabajo de Frederik Peeters, no le resultará extraño comprender los motivos por los que este hombre se ha convertido en referencia para lectores y otros autores a lo largo del ancho mundo de la Historieta. Porque, donde otros levantan con esfuerzo escenarios de cartón piedra, Peeters conjura paisajes y ambientes para nuestros cinco sentidos. Porque, donde otros construyen muñecos que se enderezan con torpedad, Peeters consigue para sus obras a los mejores actores. Porque, donde otros siembran el papel de líneas tensionadas, Peeters despliega trazos sensuales como una caricia. Porque, donde otros equivocan la elipsis que permite saltar de una viñeta a la siguiente, Peeters nos hipnotiza y, de principio a fin de cada una de sus historias, nos lleva de la mano con una soltura que las siembra de dinamismo y vida… aunque nos hallemos ante una sucesión de imágenes estáticas. Siempre ha sido así y, en Paquidermo, así sigue siendo.
Y, si todo lo dicho no fuese suficiente, si hallarse ante uno de los mejores autores de cómic que existen en la actualidad no debiese bastar, todavía tenemos en Paquidermo nuevas razones para quedar subyugados ante la maestría de este artesano suizo. Y es que, en esta obra ambientada en su país natal en los segundos compases de la Guerra Fría, coleando todavía la debacle del nazismo en la trastienda, Peeters juega con nosotros como no se veía desde su Constellation, en un relato que desconcierta desde su segunda página y que ya no da tregua hasta su penúltimo suspiro. Por el camino, Peeters enfrenta a una pianista que frustró su arte por un marido demasiado ocupado en quehaceres de las Naciones Unidas y a un cirujano talludito y seductor de pasado innoble. Pero es tanto lo que sugiere, lo que oculta, lo que fuerza hasta el absurdo y los niveles de realidad que entremezcla, que su historia se parece poco a cualquier cosa que hayamos leído antes y, a la par, resulta sorprendentemente contenida, compacta, armoniosa. Poco más debe decirse de este cómic sin descubrir las cartas de esa baraja marcada que Peeters maneja con precisión de tahur, aunque cabe asegurar que al final, a pesar de lo que podría parecer, el autor no hace trampas. Sucede, simplemente, que su juego no es de este mundo. ¡Y qué bellos protagonistas que habitan en esa otra realidad, la de Peeters, el joven y disciplinado maestro de un arte joven!
- Archivo Va D BD.
- Reseñas sobre BD.
Qué bien tenerte de vuelta otra vez, Toni. ¡No nos dejes más!
Por cierto, ¿no te da la sensación que el «Paquidermo», sin la última página redundante, sería mejor obra? A mí al menos me hubiera dejado mejor sabor de boca que Peeters no me hubiera dicho que soy tonto y me explicara el giro final.
Pues sí, te doy toda la razón respecto a esa última página. Y no, por más que llores sólo voy a estar tres semanas consecutivas en zona antes de ausentarme de nuevo 😉
Paquidermo la tienen en mi biblioteca habitual, así que tras describirla tan bellamente, no me queda más remedio que probar.
Hombre, Zape, si está en la biblioteca no tienes excusa 😉
Si, desde luego que no tengo excusa. La biblioteca Jovellanos, que es la más grande de las muchas que hay en Gijón, tiene una sección de tebeos más que apañada y con mucha variedad. Un lujo, la verdad.
Hombre, en Gijón me consta que la gente de El Wendigo vinieron realizando muchos actos de interés durante muchos años.
Hola, Toni y compañía:
a mí no me parece mal, sino todo lo contrario, que se reseñen tebeos argentinos o de otros sitios aquí, pues sería un auténtico lujo tener una sección específicamente dedicada a ellos, lujo que quizás no compensara el esfuerzo, siendo así que, uniendo varias procedencias, este sitio adquiere, me parece, mayor fuerza y sacia más diversos gustos.
Yo compré los respectivos números 1 de Gilgamesh y Savarese, teniendo que devolver el primero por el tamaño tan pequeño de textos y dibujos. Una pena, pues tiene una pinta pero que requetebuena. Y te pregunto si este problema se repite en este Slot Barr, pues me apenaría muchísimo que, ahora que alguien parece acordarse de la descomunal tradición historietística de Argentina, lo hiciese en unas condiciones desacordes con su calidad. Un averdadera pena.
Bueno, un saludo, y hasta otra.