Va D BD 21: Especial Paul Gillon

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1949

Considerado uno de los más grandes dibujantes realistas de la historieta francesa, Paul Gillon empezó a ganarse la vida con el pincel de forma temprana, a los 14 años, siendo a finales de 1947 cuando arrancaría su andadura en el mundo del cómic. Desde entonces y hasta 2011, fecha de su muerte, se mantuvo constantemente en activo, dando muestras de una gran capacidad para reproducir la realidad con un estilo que se iría depurando de forma progresiva y cuyo cénit alcanzó en la década de 1970 y principios de los 80.

La edición por parte de Glénat (ahora EDT), en estos últimos años, de tres de sus series más renombradas y representativas, nos anima a dedicarle humildemente nuestro Va D BD de hoy.

Reseñas

Tormenta sobre China, Roger Lécureux y Paul Gillon; EDT; 2126 págs., BN y color, 35 €.

Tormenta sobre China fue uno de los primeros encargos de los que se ocupó un joven Paul Gillon, en 1950, apenas tres años después de haber debutado en la historieta con Lynx Blanc. En esta segunda serie su estilo es todavía difícilmente reconocible, hallándose por aquel entonces muy emparentado con los modos de grandes ilustradores provinientes de las tiras de prensa norteamericanas como Alex Raymond. Su forma de plantear viñetas, sombras, texturas y escenografía le acercan poderosamente al maestro estadounidense, mientras que los rostros de sus personajes buscan referirse a la realidad y quedan aún lejos de cualquier amaneramiento estilístico. Su planteamiento narrativo, por otro lado, parecería quedar próximo al que utilizara otro gran maestro del Noveno Arte, Hal Foster, al decantarse porque texto y dibujo, más que interactuar, se acompañen el uno al otro, a través de la omnipresente voz del narrador que anticipa o explica lo que muestran los dibujos, sin que nunca aparezcan globos de texto y apenas haya diálogos. Ese parentesco con la obra de Foster es sólo superficial, puesto que mientras que el ilustrador americano apostaba por dilatar el tiempo en sus viñetas, Gillon y su guionista, Roger Lécureux, construyen un relato que busca progresar de forma frenética.

Siendo el apartado gráfico enormemente sugerente y estando por lo general a la altura la calidad de reproducción de las planchas, el planteamiento argumental de la obra resulta de lo más curioso. Tal vez porque aquí, por esas fechas, cuando se construía el poso de nuestra historieta popular, los acentos políticos del país eran totalmente otros. Y es que Tormenta sobre China es una gran aventura, como las de nuestro Guerrero del Antifaz o nuestro Capitán Trueno, pero también una oda -profundamente de izquierdas- a la Gran Marcha que instauró el Comunismo de Mao en el Gigante Asiático. La mirada de Lécureux está constantemente adjetivada, repartiendo virtud y felonía de forma desigual: ángeles los rebeldes y villano todo aquel soldado que no decidiese desobedecer las consignas de Chiang Kai-Shek, máximo lider de la República China.

Prescindiendo de eso, el tebeo resulta entretenido y vitalista. Una lectura agradable que nos transporta a territorios exóticos en pos de unos protagonistas nobles y abnegados, el joven aguador de Cantón llamado Tao y su gigantesco compañero Si-Tcha, primero contra las tropas nacionalistas y luego contra los ocupantes japoneses. El marcado acento político de la obra, inicialmente chocante tanto para el lector moderno como para el nostálgico español acostumbrado a la aventura patriótica, pronto acaba obviándose al resultar tan evidente la lógica ideológica sobre la que se asienta el guión, restando entonces ya sólo que disfrutar del dibujo de Gillon y de las peripecias de unos buenos radicalmente integros contra unos malos mediocremente infames.

Los naufragos del tiempo, Jean-Claude Forest y Paul Gillon; EDT; 5 volúmenes de entre 104 y 120 págs. c/u., color, 19’95 € c/u.

Los 10 álbumes de Los naufragos del tiempo, recopilados por Glénat en 5 preciosos volúmenes, empezaron andadura editorial en 1964, aunque lo cierto es que su serialización se dilató enormemente en el tiempo condicionando -esto y algún otro factor- su valor artístico desigual pero siempre destacable.

En sus primeras cuatro entregas, producidas entre 1964 y 1976, Paul Gillon era secundado por Jean-Claude Forest a los guiones, momento y circunstancia responsables de que precisamente por estos cuatro tebeos esta serie esté considerada como una de las obras cumbre de la historieta de ciencia ficción. Su premisa inicial es tan posibilista como abierta, al plantear que a finales del siglo XX, estando la humanidad en peligro de extinguirse, una pareja de los nuestros fuera puesta en hibernación y lanzada al espacio para despertar mil años más tarde. Una nueva humanidad, humanidad amenazada por peligros inéditos, acogería al varón. Éste, aunque desde el principio se convertiría en aventurero benefactor en todo entuerto en el que se viese involucrado, se despertaría ansioso de encontrar a su hembra, pues para ello los habían condicionado a ambos. Tras él y con él, sin embargo, partiría una preciosa chica que se había prendado de sus huesos y algún que otro militar y científico, descubriendo todos al fin que la mujer del siglo XX se hallaba todavía en animación suspendida y en poder de una raza de roedores que, además de venerarla como a una diosa, se disponía a conquistar nuestro sistema solar.

Aunque me percato de que hoy mi verbo no anda muy fino, todo este lío que les acabo de explicar importa poco… porque lo realmente significativo lo constituye «la forma». A los guiones, Jean-Claude Forest hace avanzar la narración a ritmo vertiginoso y, aunque los textos son a menudo generosos, la historia se lee con fruición mientras que sus autores no dejan de llevarnos de un sitio a otro, a cada cual más sorprendente, al tiempo que cierto humor entre distanciado y absurdo puntea el relato insuflándole vida. Si esto es valioso por lo dinámico del guión y lo imaginativo de los escenarios a los que somos transportados, no lo es menos el trabajo gráfico que realiza Gillon. Es en este periodo cuando el dibujante francés produce sus mejores páginas, ya situado en el que sería ese estilo característico suyo que, influenciado por la obra de Stan Drake, le colocaría en una órbita coincidente en algunos detalles con ilustradores tan famosos como Neal Adams a los que no tiene nada que envidiar. Y es que la arrebatadora belleza de sus mujeres, la comunicativa expresividad de todos sus personajes y esa sutil narrativa visual suya no son sino eslabones de una cadena de virtudes gráficas que en esta serie culminan en su inigualable capacidad para conseguir que lo imposible devenga creible y real. Poco importaría que los escenarios que imagina Forest fuesen tan sugerentes como ese agujero negro que es también un tubo intestinal, si Gillon no pudiese conjurarlos. Poco importaría que Forest idease continuamente nuevas civilizaciones y amenazas, si Gillon no estuviese allí para otorgarles entidad y una personalidad diferenciada y distinguible.

Debe decirse que cuando Forest abandona la serie y Gillon queda ya como único responsable de la misma a partir del quinto álbum (recopilado en el tercer volumen español), esta apoteosis de maravillas gráficas todavía sigue creciendo, imagino que siendo consciente el dibujante de que su don de adentrar al lector en nuevos universos era su mejor baza. Sin embargo, otras cosas se han perdido por el camino. El ritmo narrativo se vuelve mucho más pausado y la historia progresa de forma más orgánica, con menos zarandeos, pero también con menor emoción. Por otro lado, el humor desaparece casi que por completo, limitándose ya únicamente a los comentarios de una mascota telepática que adquiere el protagonista y le sirve de contrapunto, queriendo así Gillon otorgar una credibilidad a los personajes de la que antes carecían. Por desgracia, más que reales los acaba convirtiendo en melodramáticos y, al quedar aparcadas esas tendencias suyas impulsivas y delirantes que Forest les confería, dejan de resultar vibrantes. De todas formas, son tantas las conquistas gráficas de Gillon y tanta su voluntad de innovar conceptualmente en estos tomos, hasta llegar a la octava entrega de la serie (cuarto álbum español), que sus carencias como guionista diríanse contratiempos menores. Si los dos primeros tomos (los cuatro primeros álbumes franceses) constituyen una lectura imprescindible, los dos siguientes (del quinto al octavo álbum) no dejan de ser muy recomendables.

Después -¡ay, después!- la serie sufre algunos parones y, tras abandonarla en 1982, Gillon la retomará en 1984 y 1989 respectivamente, siendo ya otro como dibujante cuando la dé por concluida: un dibujante todavía soberbio, pero menos generoso, con un dibujo menos detallado y con cierta tendencia a desnudar la línea de volumen. Si eso sucede con las ilustraciones, los guiones también tienen poco que ofrecer. Si acaso, esa Venecia decadente en manos de una raza mutante que constituye metáfora del ocaso de la humanidad… y de una serie absolutamente incomparable en sus compases iniciales, motivo por el cual la compra de sus dos primeros tomos (cuatro, si me apuran) está más que justificada.

[Interesantísimo artículo sobre la serie y sus coloreados en la indispensable web Cómic, historietas, tebeos].

La superviviente, Paul Gillon; EDT; 192 págs., color, 35 €.

Llegamos ya a la tercera de las obras a reseñar, un cómic de vocación erótica iniciado por Gillon en 1985, entre el noveno y el décimo álbum de Los naufragos del tiempo. Así, al amparo de un título meridianamente transparente –La superviviente– este autor francés nos explicaba las peripecias de una bella francesa (Gillon nunca dibuja mujeres carentes de belleza) que parece haberse convertido en el último ser humano sobre la Tierra tras la explosión de una serie de bombas de neutrones que nunca queda muy claro de dónde salieron. A partir de ahí, este autor teje una historia que le revela como el gran dibujante que es, pero también, como alguien con algunas buenas ideas que no por eso puede considerarse un buen guionista. Ciertamente, tampoco es fácil lo que pretende, porque mezclar el género erótico con elementos del fantástico psicológico y metafísico parece tarea imposible.

Por un lado, la lógica del erotismo suele demandar que sus personajes hagan gala de una líbido bastante más desinhibida de lo habitual. Esa promiscua facilidad con la que sus protagonistas se abandonan a los placeres carnales encaja perfectamente en la matriz de este tipo de relatos, pero les resta una verosimilitud que, por otro lado, tampoco nadie les exige. En La superviviente, Aude Aalbrespy va bastante más allá de lo que se le permitía a Yorick Brown en Y, el último hombre y tan pronto deja que una extraña estrella de mar mutante le haga cosquillas en la entrepierna como se abandona en las frías manos de un inicialmente servicial robot mayordomo «preparado para todo». Sin menospreciar el valor que los bellos dibujos de Gillon puedan añadir al morbo que en algunos generarán las situaciones ahora descritas, los problemas surgen cuando esas escenas deben casar luego con otras donde Gillon busca explorar los desesperanzadores horizontes apocalípticos de la última mujer sobre la Tierra. Cuando el robot mayordomo pasa de celoso poseedor de esa última preciosa fémina a misterioro amo de toda la vida cibernética de París, o cuando consigue llegar hasta Australia para recuperarla tras la huida de ésta al espacio, los goznes del relato chirrían en exceso. Uno no puede tomarse a broma -como en el fondo nos tomamos el ver la dotación genital del robot- la desesperación delirante que se apodera del grupo de astronautas con los que Aude acaba encontrándose a la altura de la tercera entrega de la serie, cuando el dibujo flaquea un poco (muy poco) si lo comparamos con los estupendos primeros dos números. Es decir, la broma erótica se lleva mal con los momentos más aterradores del cómic, cuando Ulises el robot acaba sistemáticamente con todo aquel que pueda apartar a Aude de él, así como también con aquellas partes en que Gillon intenta transmitir la angustia existencial que un escenario como éste provocaría en cualquiera. Y, con esos momentos de extremo dramatismo, peor se lleva todavía el escaso rigor explicativo con el que Gillon construye este tapiz sobre los atardeceres finales de nuestro planeta, cuando utiliza a Ulises como personaje comodín de nula credibilidad o rehuye el contextualizar adecuadamente en qué estado se encuentra nuestro mundo, focalizándose sólo en aquellos aspectos anecdóticos que le interesa tocar en vez de tantear aquellos elementos estructurales que serían necesarios para sostener el argumento adecuadamente.

Por todo ello, La superviviente puede considerarse una obra que juega demasiadas cartas, logrando brindar momentos interesantes en cada una de sus distintas tandas, pero sin llegar a construir un conjunto argumental que sea armónico y significativo.

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Toni Boix
“Me llamo Toni Boix y soy un DC-Adicto”. A pesar de que mi niñez esté inundada de Sal Buscema y mi adolescencia de Spirit, Metropol, Cimoc y Zona 84. Porque Zinco me devuelve al redil. Zinco y Wolfman y Perez y Moore y Totleben y Gibbons y Miller y Bolland y García López. Después, el ansía. La escasez. La falta absoluta de alegrías. Mueren las revistas de cómics y Zinco vegeta. Mi ilusión se marcha a hacer las Américas. Suerte del Previews… y de los cómics que se malvenden. Le pido a Raúl López que me deje escribir una reseña en Zona Negativa promocionando Fallen Angel… y el resto es esta historia.
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peta-z
Lector
7 junio, 2012 15:06

a mi los naufragos del tiempo me parece muy bien dibujada, pero no acabo de ver la genialidad del guión en sus 2 primeros tomos españoles, me parece un poco deslabazada y ocurren cosas porque si, sin dar muchas explicaciones. Lo que a ti te parece dinamismo narrativo a mi me parecen lagunas, pero no deja de ser un gran comic, hay que verlo con la perspectiva de los años en los que se escribió, claro

Josele
Josele
8 junio, 2012 5:36

Gracias por la reseña a este autor.

sibaix
sibaix
Lector
8 junio, 2012 9:13

De esas tres me quedo con Tormenta sobre China, porque, creo sinceramente que el dibujo en algunas viñetas es sencillamente magistral, la historia sin ser una maravilla muestra una época histórica a modo de aventura que no aburre, las otras dos el dibujo esta a años luz de esta.

Xelo
Xelo
Lector
8 junio, 2012 14:51

Excelentes reseñas, muy acertadas. Gillon es (era) un grandísimo maestro, dueño de un trazo elegante (y sí, muy heredero de Stan Drake) es un auténtico placer disfrutar de sus dibujos. Ya era mencionado a nivel internacional hace décadas por su tira de prensa «13, rue de l’Espoir», una pequeña joya.
Otro tema es su habilidad como guionista donde, como bien se refleja en las reseñas, flojea.
Y gracias, sr. Boix, por insistir con otros tebeos menos «supers», pero que como Teruel, también existen…

Alex Cruz
Lector
10 junio, 2012 21:53

Me llama mas la atencion «Tormenta en China» y vaya tochote de 2126 págs en B&W…

Los Naufragos del Tiempo se me hace una remasterizacion de toda esa sic-fi de genero clasico que plantea Alex Raymond en Flash Gordon.

La superviviente se me hace como un sic-fi apocaliptico y erotico muy al estilo de Métal Hurlant… Mira que un robot bien dotado este persiguiendo a la ultima hembra para darle lo suyo, es una buena primisia.

frog2000
frog2000
15 junio, 2012 19:41

Gracias por este articulazo! Me has convencido con “Tormenta sobre China», el próximo mes tendré un nuevo agujero en la cartera…

funkylime
funkylime
Lector
15 octubre, 2012 18:50

Vendo un óleo original, atípico, de Paul Gillon en ebay uk.  

http://www.ebay.co.uk/itm/290792168329?ssPageName=STRK:MESELX:IT&_trksid=p3984.m1555.l2649

Ana