Entre las sombras, Arnaud Boutle; Ediciones Glénat; 80 págs., color, 15 €.
Desde su misma ilustración de portada, Entre las sombras nos invita a contemplar el fin del mundo desde una perspectiva original y poco transitada: ese individuo con aires de vagabundo que nos da la espalda para que observemos, junto a él, una ciudad de rascacielos fantasmagóricos y abandonados, repletos únicamente de una maraña de vegetación que lo invade todo. A partir de la primera página, ya queda claro que este es un viaje a través de los recuerdos del último hombre vivo, esos retazos que todavía le atan a su existencia de ayer y, a través de ellos, a su humanidad. Un esfuerzo, el de él, por diluir su extrema soledad y hacer las paces con las circunstancias concretas que le alejaron, justo antes de que ya no hubiese posibilidad de retorno, de quien le era significativo.
En esta historieta, el entorno no aparenta directamente amenazador y la actitud del protagonista tiene mucho de contemplativa, dejando claro que Arnaud Boutle opta por una mirada lateral a los días postreros de la humanidad. El grafismo amable, de líneas poco contundentes, del que hace gala el dibujo, así como ese argumento repartido entre flashbacks y tiempo presente en el que abundan los silencios, nos aboca a un periplo melancólico donde lo que priman son los sentimientos del superviviente y no tanto los detalles que provocaron la extinción de la raza humana, aspecto este que siempre se muestra de forma genérica y tangencial. No es, por tanto, un cómic que juegue sus cartas en el terreno del suspense, la tensión y las sorpresas argumentales. Mucho menos apuesta por hacer alarde de visceras, decrepitudes y proezas. Es, tan solo, un paseo entre buenista y triste, sentimental y cercano, con un mucho de cuento y pocas pretensiones de hiperrealismo, por ese espacio posible que va del antepenúltimo latido de nuestra especie hasta el penúltimo, sin que todavía se plantee que al cabo de poco, también llegará ese latido final que nos relegará para siempre al olvido. Es, por ello, una historieta que todavía permite sonreir ligeramente, aunque de forma agridulce, puesto que deja que nos recreemos en aquello que fuimos y apenas nos obliga a mirar lo que ya no podremos ser.
Agencia de viajes Lemming, José Carlos Fernandes; Astiberri Ediciones; 136 págs., BN, 20 €.
Cuando la división española de Devir se atrevió a probar suerte con el Noveno Arte, el portugués José Carlos Fernandes devinó su apuesta más solvente y, para el público de habla hispana, también un grato descubrimiento. Muchas fueron las voces que elogiaron la originalidad del enfoque narrativo de este autor, marcadamente emparentado con el rico imaginario borgiano y, a la par, aparentemente innovador en su manera de contar en viñetas. Pero, a medida que iban pasando los años y se iban sumando entregas del trabajo con el que debutó entre nosotros, La peor banda del mundo, las voces críticas dejaron de ser tan unánimes en sus elogios. Su acercamiento a Jorge Luis Borges empezó a ser valorado como de demasiado próximo al plagio, las disquisiciones de sus personajes comenzaron a ser tildadas de profundas sólo en apariencia y, ya en fechas recientes, se le ha acabado recriminando el parentesco temático y formal que comparte con el neoyorquino Ben Katchor, autor cuyas obras también están en el catálogo de Astiberri como esta Agencia de viajes Lemming que ahora nos devuelve a Fernandes después de un tiempo de asueto. ¿Qué decir? ¿Que los disidentes tienen razón? Tal vez sí… o tal vez sólo en apariencia.
Sin duda, Fernandes maneja sin rubor muchas de las entitades literarias que pueblan los cuentos de Borges.
Sin duda también, su opción por la historieta de extensión breve parece condenarle a dar vueltas continuas alrededor de lo anecdótico.
Por supuesto, ha sido él mismo quien ha reconocido la impronta de Katchor en su obra.
PERO…
…un buen cóctel no lo es tanto por los ingredientes que lo conforman como por la inspirada combinatoria y proporcionalidad que se establece entre los mismos.
Así, bien es cierto que Fernandes se nutre de Borges y de otros maestros del cuento como Calvino y Kundera. Y bien es cierto que lo hace según el esquema formal establecido por Katchor, hilvanando un rico anecdotario a partir de una voz en off punteada -o mejor, contrapunteada- por los estrafalarios soliloquios de sus personajes de turno. Valga decir ya, sin embargo, que la extraña contraposición que producen la voz del narrador y las de sus criaturas adquiere normalmente tintes de aforismo, explicitando o dejando implícitas algunas máximas que, no por breves, resultan menos reveladoras de la tragicómicamente contradictoria esencia humana. Pero es que además, en mi opinión, Fernandes borda el patrón narrativo desarrollado por el creador de Julius Knipl, depurándolo. Sus grafismos desprenden parecidos efluvios de tristeza y melancolía; pero el del portugués es, aunque menos elaborado, también más claro. Por otra parte, siempre bajo mi humilde punto de vista, creo que Fernandes consigue trenzar de forma más armónica las voces a partir de las cuales su discurso se estructura, escogiendo el lenguaje y la extensión justa para que aflore lo que en ellas subyace de paradójico de manera muy natural, sin que el lector deba esforzarse por confrontarlas y exprimir su sentido como en el caso de Katchor. Como dicen, para gustos los colores. Pero, al menos en este caso, prefiero la complicada sencillez del portugués antes que el alambicado armazón discursivo del estadounidense.
Dicho esto, saboreando todavía el placentero ingenio que desprenden las historietas de Fernandes, señalar a los que conocen La peor banda del mundo que encontrarán pocas diferencias entre el enfoque de aquella serie y la presente obra. Y es que, aunque supuestamente Agencia de viajes Lemming se articula a través de la conversación que mantienen un anodino ciudadano y un tour-operador, al fin y al cabo Fernandes siempre habla de lo mismo: nuestros absurdos… y la bella poesía que a veces se desliza por entre los mismos.
[Entrevista a Jose Carlos Fernandes en Yamaguchi Comic].
Los impostores, Christian Cailleaux; Dib buks; 168 págs., color, 18 €.
El dibujo de Los impostores ejemplifica las virtudes y defectos de esta obra, por cuanto aparenta atractivo y sugerente para luego acabar resultando demasiado esquemático, falto de la riqueza de matices que haría posible una profundidad comunicativa relevante.
También la trama de esta novela gráfica promete mucho y da bastante menos, al presentarnos a un trabajador portuario que, gracias a una confusión, logra penetrar en el hermético mundo de la alta sociedad estadounidense de los años 50. La reflexión acerca del juego de apariencias que se articula a partir de entonces, hasta derivar de forma un tanto sorprendente y elíptica en un homenaje a la fenomenal película El golpe, protagonizada por Paul Newman y Robert Redford en 1973, oscila entre la simplificación y el subrayado, derivando hacia un discurso burdo en exceso.
Bien es cierto que, en todo momento, el desarrollo argumental consigue mantenernos intrigados. El retrato de los distintos ambientes está muy logrado y el autor transmite con sutil contundencia la agridulce naturaleza del glamour, con las abundantes dosis de falsedad y vacuidad que a menudo suelen asociársele, a la vez que refleja el adictivo atractivo que tiene una vida de fiesta continua, ubicando a su protagonista -y a nosotros con él- ante la difícil tesitura de elegir entre la fidelidad a sus semejantes o la pretensión de escalar socialmente, ni que sea de puertas afuera. Desgraciadamente, todo este entramado de sentimientos y motivaciones -realmente interesantes- pierden buena parte de su ambivalencia y riqueza de lecturas cuando se concretan en las conversaciones de los personajes protagonistas, rozando a veces lo simplón, echando a perder un planteamiento muy posibilista y, de esta forma, convirtiendo a estos impostores en poco más que una aventurilla entretenida.
El relato, como sus protagonistas, parece querer aparentar lo que no es.
- Archivo Va D BD.
- Reseñas sobre BD.
Aunque no suelo entrar a comentar los textos de Toni quiero dejar constancia de que me los leo de cabo a rabo y son de los que mas valoro de ZN. Lo digo porque la escasez de comentarios, sobre todo si comparamos con los hilos pijameros, puede hacer pensar que son temas que interesan a poca gente.
A mí me interesan, y me interesan mucho, sobre todo ahora que la blogosfera gafapasta anda de capa caída y las críticas y/o reseñas de este tipo de material escasean bastante.
Toni, gracias por tu dedicación y enhorabuena por tus textos, cada vez mas necesarios. 🙂
Hoy he visto el tomo de Entre las Sombras en el Corte Inglés y me ha llamado poderosamente la atención.
Solo puedo hablar de la primera obra. Y a mí me ha gustado:
http://mundosenparalelo.blogspot.com/2011/04/comic-entre-las-sombras.html
Saludos en paralelo.
Ocioso… ahora voy… y te canto:
Obí, obá, cada día te quiero má, obí obí, obí obá!!
Iñaki y Armin, es bien cierto que Entre las sombras consigue captar la atención y dejar buen sabor de boca. Teniendo en cuenta cómo enfoca el relato y lo escueto que es al dar la información, tiene mucho mérito y demuestra que su autor tiene una sensibilidad muy auténtica.