Edición original: Viva Trotsky (1974), Riflesso (1974), Valentina nel metro (1975), Moscacieca (1975 – 1976), Valentina assassina (1975 – 1976) y Subconcious Valentina (1976), historias aparecidas por partes en publicaciones como Alterlinus y Corriere d´Informazione, y recopiladas a su vez en Valentina. Storie di ordinaria follie.
Edición nacional / España: Valentina Tomo 4. Julio 2015, Norma Editorial.
Guión, dibujo y tinta: Guido Crepax.
Formato: Integral en formato álbum de 224 páginas en blanco y negro editadas en cartoné.
Precio: 22 €.
¡Ay Valentina…! ¡Ay Guido Crepax…! Qué difícil es leerle. Qué difícil es atreverse a meterse en sus páginas. Nunca por el qué dirán. Jamás porque exista la posibilidad de que haya envejecido mal –que ya te digo yo que no-. Por supuesto, nada tiene que ver que el erotismo sea timón de la narración. Ni tan siquiera por su particular uso de la página y la secuenciación de las viñetas. Crepax es difícil porque bucea en los mares del subconsciente. El italiano, aficionado al psicoanálisis en una época en la que este volvió a ponerse de moda entre los intelectuales, literatos y cineastas, arrambló con sus conocimientos al respecto, vertiéndolos de manera salvaje sobre la página. En un momento, los setenta del siglo pasado, en el que el cine vivía un proceso que se debatía entre explicarlo todo –el psicologismo- o no explicar nada, Crepax se decidió por el camino de en medio: iba a contarlo todo sin explicarlo de manera diáfana. Es decir, usó el subconsciente como elemento narrativo, que bien podía ser la excusa para las reacciones y emociones de sus personajes, bien podía ser el mismo escenario de la aventura o bien podía proyectarse sobre la narración de manera palpable para alterarla. Por esto es complejo Crepax. Porque no son solo tetas, culos y cuerpos estilizados, sino que exige al lector una atención brutal para llegar a comprender según qué relatos.
En este caso, en los del Tomo 4 de los integrales dedicados a la fotógrafa del flequillo, encontramos todos los ejemplos posibles del mejor y del peor Crepax: desde el más travieso erotómano hasta el más elaborado visualizador del subconsciente en imágenes. No es fácil, repito, caer en Crepax, pero el viaje suele merecer la pena. Y aquí lo merece en muchas ocasiones. Ya sea tan solo por el relato llamado Valentina en el metro que conduce a la heroína en un viaje interminable por el subterráneo –nunca mejor dicho, a tenor del apelativo de los peores enemigos de nuestra protagonista-, donde el italiano se permite, con la excusa de llevarla a través de algo similar a un agujero de gusano continúo, homenajear una buena parte del mundo del tebeo hasta ese momento. La heroína conoce así, a través del viaje imposible, al Dick Tracy de Gould, al Flash Gordon de Raymond, al Príncipe Valiente de Foster o incluso a lumbreras más cercanos en edad como fueron el Corto de Pratt o Los Cuatro Fantásticos de Lee y Kirby. Siempre, desde el trazo inconfundible de Crepax, claro, lo que estiliza a cada uno de una manera singular. Pero luego hablaremos de eso.
En Gallina Ciega Crepax lleva a cabo su particular deconstrucción de la página, jugando con la narración a través de viñetas que se superponen, alternando acciones en un juego donde la atención del lector se pone a prueba. Esto viene que ni pintado para potenciar la tensión de una trama con un pie en el thriller, donde Valentina y su pareja deben deshacerse de una maleta buscada por la mafia, lo que genera un secuestro y posterior extorsión, así como persecuciones, peleas y demás malosentendidos. Juega el autor de tal manera con la página que fuerza el hilo narrativo, dividiéndola en un Tetris interrelacionado, donde las miradas, los gestos, los movimientos y los detalles parecen querer suceder y convivir al tiempo. Crepax trata de comprimir el tiempo, generando una mirada poliédrica como si buscara mostrar todo lo que pasa a la vez dentro del mismo espacio, logrando que las dos dimensiones de la página se estiren hasta gritar hacia la tercera dimensión. Un prodigio narrativo que si bien se le va de las manos en algunas ocasiones, suele dar en el clavo en otras, lo que supone motivo de aplauso y lo eleva al panteón de autores más importantes del medio.
Otro relato aparentemente inocuo pero tremendamente efectivo a nivel formal es el llamado Valentina asesina. Aquí, ya no solo juega con la secuenciación en viñetas, sino que abusa de la repetición para generar y reflejar sobre el lector la ansiedad que sufre el personaje al ser acusada de una serie de asesinatos al tiempo que trata de desentrañar la realidad de los mismos. Otra trama la mar de simple que en manos del maestro milanés supone un experimento a veces salvaje con la narrativa del noveno arte. Otra razón más que demuestra que Valentina y Crepax no son solo desnudos gratuitos –que los hay, constantemente-, sino que certifica el espíritu innovador de la obra del autor italiano. Y lo anterior, sin entrar a detallar los mejunjes psicoanalíticos con los que preña y vertebra las otras historias,
Donde sí nos podemos explayar, quizá por evidente, es en el arte del creador de Bianca. Su pincel está pletórico aquí, desarrollando quizá uno de los mejores momentos de su carrera, embadurnado en toda la seguridad, suponemos, que da saberse en plenitud. O quizá no, quizá enrabietado con el hecho de estar envejeciendo y con las prisas de poder decir todo lo que quiere o tiene por decir. No lo sé. Lo que sí dicen las páginas por el mero trazo del artista es que Crepax andaba liberado, lejos de someterse a ritmos, modas o historias ajenas. Su mundo es particular, único, hiriente y arrogante de tan personal. Y esto, aun sostenido por la base de la complejidad de sus historias, viene fundamentado por la excelencia en su dibujo. Crepax, dominador absoluto de la anatomía, se pierde en las perspectivas, incluso la joroba a veces. Pero no importa, debe ser buscado, pues alguien que demuestra esa capacidad con el lápiz, no puede equivocarse al plasmar su gusto y maña para diseñar lencerías, vestuarios, ornamentos y mobiliario.
Decadente, con varios dedos en el bondage más zafio, tan elegante como perverso, el arte del italiano es irrepetible. En serio. No solo por lo reconocible de su trazo, razón fundamental para defender un estilo propio, sino que, con un pie en el abanderamiento de inquietudes estéticas de la época, Crepax sabe ir más allá, para no solo representar los modos de un tiempo sino trascenderlos. Lo que lo convierte en un artista único. Y Valentina, por tanto, resulta arquetipo perfecto de su forma y fondo, donde convive lo más profundo con lo más superficial, la pasión más baja con la reflexión más elaborada. Valentina, por tanto, es un lujo popular, algo que le debería permitir trascender más allá del mero entretenimiento onanista. Y lo consigue.
Exquisito Crepax
Guión - 6.5
Dibujo - 9
Interés - 8
7.8
Un lujo popular.