A cabello descubierto, una revolución
Y me dije: «¡Eso también lo hago yo!»
Yo alcancé a vivir siglos andando algunas horas, escribió la poeta Concha Méndez, mientras paseaba de noche las calles de Madrid. Ella, como tantas otras compañeras, perteneció a la Generación del 27 y, sin embargo, poco se mencionan sus nombres en los libros de historia. Clara De Frutos, en un intento para hacerles justicia, pública Vanguardia es una mujer (Norma Editorial), un cómic cuyas acuarelas atestiguan el arte de las Sinsombrero.
Vanguardia es una mujer fue la obra ganadora de la beca ‘El Arte de Volar’, cuya fundación pretende impulsar a artistas noveles. “Volar es fácil, pero aprender a volar no tanto. La fundación busca impulsar ese primer vuelo”, sonríe Julio Gracia, su director. Con un mimado formato de “precio popular” —asegura Luis Martínez, director editorial de Norma—, este comic aspira a ser un mejor testigo de la historia. “Aparte de un libor, esto es un acto de amor”, justifica el editor.
En 1983, Concha Méndez, sentada en una butaca de mimbre, accede a explicarle a su nieta sus aventuras. La nieta grabó 18 horas de anécdotas de toda una vida para, años después, plasmarse en Memorias habladas, memorias armadas. “Palomita, vamos a hacerlo, pero con una condición… —comienza Concha desde el sillón— Que traigas un par de vasos y esa botellita de jerez”. Así inicia Clara de Frutos esta biografía gráfica contada a través de acuarelas y bocetos. “Me resonó mucho su poesía. Tenía voluntad de poder hacer ella misma aquello a lo que aspiraba”, confiesa De Frutos sobre la importancia de Concha Méndez para la generación del 27.
“La voz narradora es la propia Concha Méndez a sus 80 años recordando como fue todo aquello”, indica De Frutos con ilusión en la mirada. A diferencia de otras biografías, esta no pretende endiosarlas. En realidad trata su cotidianidad con excelso cariño de quiénes se exiliaron para proteger sus ideas; de quienes pintaron, escribieron y cantaron sus inquietudes; de quienes, a fin de cuentas, desafiaron sin su sombrero el status quo de entonces y el de ahora.
Paloma Ulacia, la nieta de Concha Méndez, le dio voz a su abuela, ahora le toca a De Frutos ponerles cara mediante su trazo libre y perspicaz de quien cree en un proyecto. “Eso me parece una cosa muy seria y aburrida”, dice Concha en la biografía. Ella considera que solo aquellos con bigote pueden tener unas memorias, pero accedió a trasladar esa herencia para recordar.
“Ella en el exilio perdió su identidad de grupo cultural”, se entristece De Frutos. Narra que, antes de morir, Concha quemó algunas de sus obras y poesías inéditas. Vanguardia es una mujer supone la reconstrucción de una vida (no de decenas de ellas) y su pequeña gran revolución. “Da igual como lo llamemos, es una obra de arte”, explica Julio Gracia, director de la Fundación El Arte de Volar.
“A mí me gusta mezclar todas las influencias e intereses que tengo cuando dibujo, así que a lo mejor este libro no recuerda tanto a los típicos estilos que se encuentran en el comic”, asegura De Frutos. De hecho, cuenta que debe su influencia a sus estudios de ilustración infantil. “El niño tiene que poder coger el libro y contarse el cuento solo, aunque no sepa leer”, concluye. Eso explica el detallismo de las escenas, del vestuario y sus personajes, de las expresiones y las emociones cómplices.
Su dibujo narra una historia que no necesita palabras, las acuarelas de unas autoras qué revolucionaron el arte y la historia no les hizo ni caso. Clara De Frutos, con una entrañable caricia, ha recordado la poesía de Concha Méndez, el surrealismo de Maruja Mallo, la lírica de Carmen Conde o del periodismo de Consuelo Berges. De todas aquellas autoras y artistas que decidieron quitarse el sombrero frente a los retrógrados de una época.