Una rave gótica un sábado cualquiera en los noventa
«A la mierda la magia»
Los noventa… ¡Menuda época! ¿Verdad? Diez años, ni más ni menos, en los que los cómics se hundieron en lo más bajo de la historia del arte. La edad oscura la llaman algunos. Evidentemente afirmar esto de esta manera es una burrada de una gran magnitud. Los noventa fueron muy variados, Sandman, Sin City, Hellboy y un larguísimo etcétera son ejemplos del buen hacer del cómic USA, y recalquemos lo de “USA” porque en otros países también se hacían cosas muy interesantes. “La edad oscura de los noventa” tiene sentido si hablamos del cómic de superhéroes, y más si lo asociamos a un concepto que ya se venía desarrollando a finales de los ochenta que es el de “Anti-héroe” o “personaje con poderes que hace cosas de moral cuestionable con el mismo resultado que los héroes de antes” o algo así. Pero también edad oscura por un estilo en el que primaban las poses molonas frente a la narrativa, la violencia por la violencia frente a la coherencia argumental y por la especulación, no nos olvidemos, que aupó las ventas de un tipo de cómic hasta inflarlo de forma desmedida. Por unas decisiones editoriales de “copiar lo que vende” pero que también tuvo un resultado muy positivo, que la máquina propagandística de las grandes, en especial de la casa de las ideas, trató de acallar, a saber, la libertad de los autores para sacar adelante sus propias creaciones y poder vivir de ello.
Los noventa dan para hablar mucho, libros y libros, desde diferentes perspectivas, se podrían escribir sobre esos años, sobre la creación de Image, sobre Dark Horse, sobre cómo una gran editorial como DC permitía a sus autores mantener los derechos de sus obras en ese experimento (que marcaría una parte importante del futuro de la historia del cómic) llamado Vertigo o sobre cómo un puñado de autores con dibujos hipervitaminados y mucho color rojo influenciaron a (casi)todo lo que sonaba a superhéroe. Pudo ser bueno o pudo ser malo, pero hay una verdad incuestionable, que muchos jóvenes crecimos con esos cómics.
No es malo tener nostalgia, siempre y cuando vaya acompañada de una actitud crítica (y autocrítica). De la misma manera tampoco es malo rendir un tributo a esas obras exageradas, e incluso algo incoherentes a nivel de guion, siempre y cuando se sea consciente de esos errores y se corrijan. Básicamente eso es Vanish, un tributo a los inicios de Image hecho con nostalgia, con cabeza y con algo de humor.
El famoso guionista Donny Cates (Crossover, Hulk…) y el no poco conocido dibujante Ryan Stegman (Spiderman Superior, Imposibles Vengadores…) se unían para un proyecto en Marvel que les llevó no solo a que su colección tuviera un cierto éxito sino a conocerse bien y encontrarse en su admiración hacia esos cómics noventeros de supers que salieron en los primeros años de Image. Esa colección que hicieron no podía ser otra que Veneno, uno de los grandes Anti-héroes de la historia de la casa de las ideas. Una vez terminada esta etapa se embarcan en una aventura juntos, crear un sello editorial cuyo nombre está basado en una frase de uno de los creadores de Image, Todd McFarlane, “Kids love chains”. Así nace KLC Press, como sello que publica por medio de esa misma editorial, con la que Cates ya tenía una buena relación.
Vanish es el arranque de KLC y la historia de su creación, el ser un tributo a los orígenes de Image, ya debería hablar por sí solo. Es decir, si no hay nada, absolutamente nada, que te una a esos cómics lo mejor que puedes hacer es pasar de largo y coger otro tomo de la estantería de tu librería habitual. Pero si hay algo de aquella época que te pica, algo que se quedó ahí de cuando tenías catorce años, por ejemplo, y te impresionaban estas cosas, Vanish te puede hacer pasar un buen rato.
Se puede decir que Vanish es un cómic espectacular, porque viene a eso, a dar espectáculo. Que nadie se espere ni la más mínima pizca de originalidad, aquí lo que hay es una mezcla macarra, y con la pretensión simplemente de molar, de todos aquellos elementos de los cómics de los noventa. Esa era su intención, lo dijeron, no engañan a nadie, pero con la diferencia de que está mucho mejor escrito y tiene más coherencia que muchos de aquellos trabajos.
Está claro que con Vanish Cates y Stegman no pretenden pasar a la historia, solo evocar unos sentimientos a los lectores que les recuerde a aquellos cómics mientras que cuentan una historia propia y personal. Una forma de divertirse con algo que les gusta y divertir a quien se acerque sin más pretensiones. Pues sencillamente logran su objetivo con creces.
Con una presentación sencilla y sin crear un mundo muy complejo, los autores van al grano, a la violencia y oscuridad de personajes caídos en desgracia intentando salvar el mundo de otros que se están aprovechando de su situación. Hay una mezcla de conceptos muy heterogénea, desde Harry Potter hasta el propio Veneno pasando por cualquier historia de supers que se os pueda pasar por la cabeza, quizás eso sí que es más de los dos mil, aunque todo suena a que el mayor referente es Spawn.
El dibujo y el guion van de la mano. Stegman se pone más noventero que de costumbre, incluso se acerca más a McFarlane, con JP Mayer a las tintas, que le ha acompañado en más de una ocasión. Incluso el color de Sonia Oback parece sacado de la colección del engendro infernal favorito de muchos. Cuando tienes un objetivo tan claro es fácil juzgarlo, te puede gustar o no el resultado, pero no hay duda de que consiguen lo que querían. E incluso un poco más allá, me atrevería a decir, pues Stegman goza de una narrativa mucho mejor que la de la mayoría de dibujantes (y clones) de la época.
Y la historia que cuentan es esa, la de un hombre en una mala época, que fue un gran salvador pero que lo único que busca es venganza. Una venganza violenta y que le puede llegar a caer más bajo todavía, incluso a perder lo poco que le queda. No hay dedos en las manos para contar las veces que hemos leído algo así, pero los autores usan dos recursos muy inteligentes en este primer tomo, saltarse las presentaciones para que seamos nosotros mismos quienes rellenemos esos huecos, logrando no ser repetitivos, y acudir al humor para exagerar escenas chulas y que no caigan en lo ridículo.
Con todo ello Vanish se convierte en un cómic muy entretenido, muy eficaz en su objetivo de evocar aquellos cómics pero nada inocente, sabiendo que no vienen a cambiar la industria sino a pasárselo bien. Es como si a cada página que va pasando uno sabe lo que va a suceder. A grandes rasgos y sin entrar en detalles, solo hay una sorpresa, en la página dieciocho, que va a marcar el tono de toda la historia. Superada esa página todo es tan predecible como divertido.
¿Qué se puede decir malo de este primer tomo? Realmente nada en el sentido de que los autores logran lo que buscan, el problema es más de si el lector es el adecuado. Si no te interesa para nada este tipo de historias que lo que buscan es impactar a base de sencillamente ser “molón” y lo que buscas es algo que tenga un poco de profundidad olvídate de Vanish. Pero seguramente eso ya lo sepas por la portada. Si lo que buscas es un cómic que mole puedes darle una oportunidad, seguramente pases un buen rato e incluso te lo podrás leer en unos años y volver a gozarlo. Pero que este cómic que pueda gustar depende más de tí que de la calidad del mismo. Para mí es un placer culpable.
La pega real que se le puede poner es que el siguiente tomo no acaba de rematar la historia. Como sabréis, Cates sufrió un accidente y fue Stegman quien siguió con esto por su cuenta, eso hace que le falte el punto que aportaba el guionista a la siguiente parte, pero también es cierto que han puesto la historia en un hiato, muy común en el cómic de autor de la actualidad, con lo que el futuro dirá. KLC sigue, Stegman tiene otra serie en curso, y seguro que sabremos más de Vanish y su mundo anclado en los noventa.
Lo mejor
• 112 páginas de diversión absoluta.
Lo peor
• Que se tengan otras expectativas.
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8
8
Noventero
Cates y Stegman firman un homenaje al cómic de los noventa que toma todos los tópicos de la época, de forma nada inocente, llegando a superar a muchos de sus referentes.
Me gusta mucho Stegman… y con Cates, siempre se pasa un momento divertido. Pero, 112 páginas por 20,9 euros? Eso ya impacta negativamente en la decisión de comprarlo
Y se lee en 5 minutos; eso sí, 5 minutos la mar de chulos.
Pues me lo voy a pillar, llevo desde verano con mono de algo tipo The Darkness o Witchblade, del rollo de la Top Cow de finales de los noventa.
La que más me gustaba era Tomb Raider, creo que es mi obra favorita de Dan Jurgens.