Vertigo Bazar: Fábulas (La Gran Guerra)

 

Edición original: nov. 2008; Vertigo (DC Comics).
Edición España: may. 2009; Planeta DeAgostini.
Guión: Bill Willingham.
Dibujo: Mark Buckingham, Niko Henrichon.
Entintado: Steve Leialoha, Andrew Pepoy, Niko Henrichon, Mark Buckingham.
Portadas: James Jean.
Color: Lee Loughridge, Niko Henrichon.
Rotulista: Todd Klein.
Precio: 14,95 € (Rústica, 192 págs.)

 

Post de referencia. Fábulas: La otra vida de los cuentos.

¡Al fin llegó el momento! El aficionado español y, muy especialmente, los exiliados en Villa Fábula, ansiaban esta aventura desde prácticamente la creación de la colección: el día en que empezara la gran guerra contra el Imperio; no una escaramuza o una batalla, sino la guerra total y absoluta. Ésa de la que sólo puede salirse derrotado de una vez y para siempre o con la corona de laurel que certifica la victoria definitiva. Todo un pequeño evento en el sello Vertigo que nos llega ahora, coincidiendo con el Salón de Barcelona, en la forma de un volumen que lleva por título La Gran Guerra.

En total suponen seis números americanos (Fables #70-75 USA) que se estructuran como sigue: un primer capítulo, con Niko Henrichon en el apartado gráfico, dedicado a los preparativos finales por parte de los exiliados, todo ello desde la perspectiva del Chico de Azul. El número en cuestión resulta delicioso en tanto en cuanto el artista invitado –ya visto en Los leones de Bagdad– desarrolla un dibujo preciosista, expresivo, muy plástico y basado en la línea profusa con aspecto de boceto, de tal forma que sumado a la rica paleta cromática que emplea nos recuerda a los libros de cuentos ilustrados. En cuanto al núcleo argumental, este prólogo evoca todas esas historias con un punto melancólico en las que los soldados dejan su hogar y parten hacia lo terrible y lo desconocido ignorando si volverán, pero con la esperanza de tener algo –una mujer, una familia, una tierra– a lo que retornar.

Inmediatamente después comienza un arco de dos números en el que asistimos desde la perspectiva de Cenicienta a una de las últimas operaciones de inteligencia previas al conflicto. Aquí el homenaje es a todo lo que tienen de vibrante las historias sobre espías y, en particular, a aquellas que situaban a un grupo de valientes en la Francia ocupada antes del desembarco de Normandía. De Ken Follet a Frederick Forsyth, los referentes son variados y se encuentran perfectamente integrados en una historia impecable contada con un ritmo frenético. La protagonista, carismática como pocas; el dibujo, ya en manos del habitual Buckingham, una gozada con los típicos hallazgos estéticos que ha venido introduciendo de un tiempo a esta parte. Desde luego, si es el tono que le quieren dar a la anunciada miniserie Cinderella: From Fabletown with Love, van a acertar de pleno. En lo que a mí respecta, tras leer la historia puedo decir que estoy enamorado de un cuento de hadas (pequeño guiño a uno de mis lectores favoritos).

Y finalmente, el meollo de la cuestión: tres números (#73-75 USA) centrados en la guerra en sí y narrados por el Chico de Azul, emisario entre los distintos frentes de la contienda en virtud de las mágicas propiedades de su capa. Como curiosidad comentar que el número #75 es doble, pero lo es de una forma muy curiosa: básicamente el equipo creativo toma como unidad expositiva el A3 que conforma el cómic abierto y convierte eso en «su página», disponiendo estrechas viñetas rectangulares verticales con mínimo espacio interviñeta, de anchura variable, y que comprenden la altura completa del cómic. Hasta los habituales bordes ilustrados que introdujo Buckingham arcos atrás se tornan aquí en viñetas con importancia narrativa. Ya para terminar, el número se cierra con una galería corta de ilustraciones –fuera de la historia– a cargo de artistas invitados: Eric Powell, Kevin Nowlan, Kyle Baker, Eric Shanower y Darwyn Cooke.

Diseño de página en el particular número #75

Presentada la obra y la estructura, queda por analizar el contenido. En primer lugar, si alguien desea conocer todos los pormenores de la historia puede repasar el magnífico Fabletown Post que la desgranó. En segundo lugar, resulta oportuno lanzar dos preguntas al viento: ¿Es esta gran guerra como la esperábamos? y más importante ¿qué sentido tiene la continuación de la colección tras la resolución de su motor argumental? Antes de responderlas, tal vez sea conveniente saber qué opina Willingham al respecto: «Bueno, la guerra era una de las claves de la serie. Desde el primer momento sabíamos que en algún punto las fábulas volverían y tratarían de reconquistar sus tierras, que marcharían en una guerra contra el Imperio. Lo que no sabíamos entonces era que, con el tiempo, asumiríamos que ésa sería la historia final de Fábulas. Pensé que el momento de contar la historia de la guerra sería sólo cuando fuera el momento de cerrar la serie. Pero desde entonces, ya que la serie se ha ido extendiendo, he estado pensando en una manera de conservar la tarta y también comérmela al mismo tiempo. En muchos sentidos, las cosas realmente interesantes que imaginé para la serie ocurrirán después de la guerra… algo así como un ‘¿qué pasa después?’ Así que decidimos recolocar la historia. Así que sí, desde el primer día hemos estado construyendo este momento… y desde hace uno o dos años, lo hemos estado ultimando concienzudamente».

A este respecto he de decir que la postura de Willingham no es en absoluto incoherente. En teoría, creó Fábulas para seguir contando historias acerca de los personajes que siempre amó de chico y, por otra parte, todo lo que viene a partir del número #75 se vive más como una «segunda o tercera temporadas» que como una prolongación fuera de lugar. Además, a Willingham le quedan muchas historias que contar… en más de una ocasión ha dejado constancia de su interés por introducir en el meollo de la cuestión a fábulas orientales, africanas y amerindias, en un fresco que complete tanto el espíritu europeo de la serie madre como el estadounidense, desarrollado en Fábulas presenta: Jack. Y como argumento final estaría la total falta de miedo por parte del equipo creativo a cambiar las cosas. Willingham lo explica así: «Hoy en día nuestras fábulas… ninguna de ellas está en la misma situación en la que empezaron allá por el primer número. Sus trabajos han cambiado, sus vidas han cambiado, sus relaciones han cambiado, y lo hemos hecho de forma permanente. Por permanente no quiero decir que su estado actual no vaya a volver cambiar. Quiero decir ‘permanente en el cómic’. La forma en que estas cosas se hacen habitualmente en los cómics consiste en hacer cambios para, tras un período, volver al statu quo tal y como estaba, ya que no quieres que las premisas principales de ninguna historia cambien jamás. Eso es justamente lo que no quisimos en Fábulas. Si hacemos cambios, no hay absolutamente ninguna garantía de que el statu quo se restaure».

En tal caso… ¿por qué a muchos no nos satisface todo lo que está pasando en los nuevos números de Fábulas? Básicamente por dos motivos: el primero, que estamos acostumbrados a historias que se cierran y, pese a lo que pueda parecer, Fábulas es ahora mismo una de las series más longevas que ha conocido la línea desde su creación. El segundo, que resulta tal vez el más importante, consiste en que cuando solventas el motor argumental de una serie –y la oposición Villa Fábula/Imperio es el de ésta– tienes que sustituirlo por uno igualmente potente y a ser posible enlazado con el anterior. Nada de eso se cumple ahora mismo pero, en todo caso, no vayamos tan rápido y evitemos los spoilers… volvamos al tema principal, que ya habrá tiempo de hablar sobre esto y nos queda una pregunta por contestar.

Estudio para la portada del Fables #75 USA, colgado como
en ocasiones anteriores en el blog de James Jean

¿Es esta gran guerra como la esperábamos? Pues sí y pues no… por un lado es formalmente espectacular y todos nuestros personajes favoritos tienen un papel importante que desarrollar, con especial atención para un Príncipe Encantador que sigue confesamente los pasos del Horatio Hornblower de C.S. Forester (aunque también hay tela de Patrick O’Brian y sus Aubrey y Maturin), un enfrentamiento entre Lobo y los ejércitos imperiales que se inspira también de forma confesa en la película Zulu (por su contraposición entre tecnología y fuerza bruta), y apariciones estelares como la del tádem formado por la vaca saltarina y la rana que la acompaña arrojando granadas (ya visto en la batalla de Villa Fábula y rescatado a petición expresa de Buckingham).

La gran pega es la sensación que deja. A esta gran guerra le falta la tensión que vimos en La marcha de los soldados de madera, la épica de Tierras natales o la epopeya que supuso, hace nada, El buen príncipe. Asistimos a la culminación de setenta y cinco números, pero no tenemos esa sensación; es más, nos embarga el sentimiento de que ha habido otras veces en las que el equipo creativo lo ha hecho muchísimo mejor. Y es que la resolución, e incluso la historia en sí, se resienten por un sentido de la narrativa que, en su imitación del cuento ligero, cae en el desapego por lo que se nos cuenta… no nos emocionamos ni sufrimos como otras veces, y el hecho de que el núcleo del volumen esté concentrado en el número #75 sólo añade al conjunto el calificativo de «apresurado». En efecto, no es normal que para todas esas historias que hemos citado antes Willingham se tomase su tiempo con arcos mastodónticos y que el tan esperado acto final del universo Fábulas tal y como lo hemos conocido hasta ahora se desarrolle en tres números.

Con todo, no nos engañemos, es un pedazo de tebeo de compra obligada para los seguidores de Fábulas y, por descontado, lo más interesante que sale dentro de la línea Vertigo de cara al Salón de Barcelona ’09.