Edición original: Vic & Blood (St. Martin’s Press, 1989).
Edición nacional/ España: Vic & Blood (Norma, 1990).
Guión: Harlan Ellison.
Dibujo: Richard Corben.
Color: Sin acreditar.
Formato: Tomo cartoné 64 págs.
Precio: 1.200 pts.
Harlan Ellison. Este es un nombre imponente para el aficionado. Nacido en 1934 en Cleveland (Ohio) es uno de los escritores más premiados en el mundo de la ciencia ficción y la fantasía. ¡Arrepiéntete, Arlequín!, No tengo boca y debo gritar, La bestia que gritaba amor en el centro del universo, etc. Admirado por compañeros de profesión como Isaac Asimov, escribió el episodio de Star Trek más unánimemente alabado (y que le valió un Hugo): La ciudad al borde de la eternidad. Peter David lo cuenta entre sus amistades. Lo reconozco: yo soy más de Poul Anderson, el autor de la novela definitiva de viajes espaciales (Tau Cero) y a quien Orson Scott Card debe estar bastante agradecido (si quieren saber de dónde sale la idea de La voz de los muertos, la 2ª parte de la saga de Ender, lean el relato Carne compartida, recogido por Ediciones Ultramar en Los mejores cuentos de Ciencia Ficción seleccionados por Isaac Asimov), pero admitamos que el palmarés de este hombre asusta. Además, Ellison siempre se ha mostrado cercano a la historieta. Otros también, vale. Alfred Bester escribió con seudónimo para DC y su magnífica Las estrellas mi destino (también conocida como Tigre Tigre) llegó a ser adaptada por nada más y nada menos que Howard Chaykin. Hay por ahí una correcta versión de La guerra interminable, de Joe Haldeman. Y las relaciones de Michael Moorcock (gran amigo de Alan Moore, por cierto) con las viñetas han sido relativamente fluidas, gracias a personajes como Elric o Hawksmoor. Aquí reseñábamos hace pocos días uno de estos encuentros felices. Sin embargo, Ellison ha trabajado para la Marvel, con plots para series como Hulk o Los vengadores, aspecto este seguro celebrado por el visitante habitual de esta página. No mira por encima del hombro el medio, como recordaba Robert Bloch. Es uno de los nuestros.
Richard Corben (Missouri, 1940). Simplemente, una leyenda. El buque insignia de los tebeos “adultos” de Toutain, de la revolución de las revistas, incluso más que Moebius, aquí en España. Da igual que viniéramos de la línea clara, de los superhéroes, de Bruguera o lo que fuera. Corben era una estación en la que había que parar. Sus adaptaciones de Poe. Bloodstar, su bárbaro prestado de Robert E. Howard. Las mil y una noches. Infinidad de páginas entre la poesía y la lujuria, entre el futuro y el atavismo, con un grafismo personalísimo, maestro del claroscuro y del color, de la composición y del tempo narrativo. Procedía de la contracultura, sus historias repletas de sexo y situaciones incómodas lo sitúan en el underground, pero su poderío anatómico y la fluidez expositiva lo acercaban a los públicos tangenciales, más audaces, de cualquier género: la ciencia ficción, la fantasía, el terror. En todos dejó su impronta. Todo aquel que quiera puede comprobarlo en el apabullante artículo que Alberto García Marcos (El tío Berni) le dedicó aquí.
De modo que Vic & Blood partía con las mayores ventajas para convertirse en una obra memorable. Una de las historias más celebradas de Ellison, Un chico y su perro, que había ganado el premio Nebula el año de su publicación (1969) y en 1975 estrenado película, distinguida, asimismo, con el Hugo a la mejor representación dramática de Ciencia Ficción. Y Corben en 1987, en la cima de su arte, queriendo llegar a un nuevo público, ese que se escandalizaba de sus hembras neumáticas y sus fornidos sementales enzarzados en procaces aventuras. Era una jugada que no podía fallar. Y no lo hizo.
Triste, desoladora, brutal a ratos, el cuento de Ellison sobre un chaval (Vic) y su perro mutante capaz de comunicarse telepáticamente (Blood), transeúntes de un mundo que se ha ido al carajo tras una guerra mundial de cinco días, saca lo mejor del escritor, su facilidad para describir situaciones chocantes, violentas, radicales, donde las elecciones siempre son desagradables y definitivas, con los personajes al filo de la navaja, pero también los puntos fuertes de Corben, su perspicacia para lo extraño, su soterrado humor, su expresividad en figuras y rostros, su peculiar feísmo y, siempre, su precisión expositiva, sin caer jamás en la esclavitud cinematográfica. El dibujante, talento inquieto, ha probado (y dominado) varias técnicas. Aquí, sin embargo, ahuyenta cualquier experimentación y ofrece una narrativa robusta cimentada en una estudiada geometría de la página. Cada plancha busca una distribución más o menos convencional de paneles. Tenemos el clásico 3×3, el 4×2, el 3×2 o equivalentes. La gracia estriba en que no se circunscribe a un solo modelo de retícula. Cada hoja es -digámoslo así- un ejemplo probado de eficacia. Y, sin embargo, cada una es distinta de la anterior, tan sabiamente elegida que ninguna rechina. Cualquiera habría podido ser el molde de una historia menos ambiciosa, más tradicional en su representación o, simplemente, más despreocupada de los efectos rítmicos. Pero Corben concentra aquí su genio, desnudado de recursos más altisonantes, para que la trama discurra ágilmente por los terrenos sórdidos planteados.
Vic & Blood se compone de tres capítulos. El plato fuerte, el meollo de la historia, está en el segundo, titulado Un chico y su perro. El primero, Rastrero, oficia de prólogo, mientras que el tercero y último, Corre pequeño corre, tiene más de epílogo o coda. La menor carga argumental favorece viñetas más grandes y digresiones contemplativas, como esas cuatro viñetas en que Blood observa el cansino andar de su amo al principio de Corre pequeño corre. Un chico y su perro es toda narración, entendida como sucesión de acciones. Las viñetas se multiplican. Hay mucho que contar pero también son un metrónomo para dosificar un tiroteo o se abren para mostrar una avenida o la longitud de un túnel con escalera ascendente. Corben acude al claroscuro para rebajar las escenas más cruentas, para encerrarlas de lirismo apocalíptico. Al contrario, cuando prescinde de las sombras, como en la declaración romántica de la joven Quilla June, el ambiente se antoja irreal y malsano, como en esas tomas bien iluminadas de Kubrick o Lynch. Alberto García, en el artículo antes citado, describe brillantemente el apartado gráfico: “Corben opta en esta ocasión por prescindir de los grises y confiar en la trama manual, lo que supone una revisión de su estilo underground en blanco y negro tras una larga temporada experimentando con el color. Prescinde también de detalles superfluos y cobran protagonismo las masas de negro para acabar su dibujo (salvo, muy apropiadamente, en la “ciudad idílica” bajo tierra), lo que concuerda a la perfección con el tono sombrío de la obra. Hace incluso una tercera concesión y prácticamente rehuye sus habituales escorzos y enfoques desde posiciones estrafalarias, narrando de un modo más clásico y dejando que sea la propia historia y no el dibujo la que llame la atención.”. Los abundantes textos, inusualmente bien escritos, con frases impactantes como las que cierran el segundo arco, redondean el conjunto. Las palabras añaden fiera poesía a un paisaje tétrico de desolación irredimible.
Un aspecto que en seguida llamará la atención al lector de hoy es el momento temporal. Las andanzas del chico y su perro comienzan en 2021, fecha que en 1987 (no digamos ya a fines de los 60) era una frontera en lontananza, pero que en la actualidad quien más quien menos confía en llegar a ver sin problemas. A este respecto, el holocausto atómico reproduce la visión consensuada por la ficción de los ’70 y los ’80, ya mencionada a propósito de Cuando el viento sopla y presente en multitud de títulos, de Hiroshima (Hadashi no gen, 1973) al Juez Dredd. Es curioso como el viejo temor a que la guerra nuclear acabase con nuestros horizontes vitales ha quedado sustituido por la actual certeza de que lo que nos asfixia realmente es la voracidad de las multinacionales (eso que denominan eufemísticamente “los mercados”). En Mara, la resultona distopía de Wood y Doyle que reseñé la semana pasada, el conflicto bélico (también citado como origen) queda superado rápidamente, es casi una anécdota. La sociedad inhumana no nace de los supervivientes miserables acechando entre las ruinas, como aquí (o en El último recreo o en Los muertos vivientes) sino del sistema totalitario a que conduce el monopolio económico. La ficción, como siempre, parafrasea y anota los tiempos que vivimos.
Vic & Blood ha sido publicada en dos ocasiones en España, ambas por Norma Editorial. Primero en una serie de dos comic books en blanco y negro y algo más tarde en formato álbum dentro de la Colección Cimoc Extra Color en su nº72. No se precisa el colorista de esta última, aunque parece claro que no es el propio Corben, dada la diferencia con las obras en las que es él mismo quien se encarga. Allende los mares puede encontrarse una edición en cartoné que incluye, además, los relatos originales de Ellison aderezados con nuevas ilustraciones. No sigan. También yo me pregunto por qué no ha llegado aquí.
He leído su reseña.
5 minutos después he localizado el tomito de Norma en internet muy bien de precio y me lo he pillado.
Y eso que este mes, al final, había decidido cortarme un montón para «hacer hueco» -económicamente- a lo que me interesaba del mes que viene (el elseworld de Superman de Roy Thomas y el segundo tomo de Prophet y punto).
Desde luego, estará orgulloso ;), induciéndonos a un consumo inmoderado de cómics…
Una joya. Yo lo consegui en un retapado de norma. Una obra imprescindible k aki no se ha publicado aun como merece.
Mira que me gusta Corben y, sin embargo, no me he leído esta obra. Hum, acabaré haciendo como Mr. X; veré de hacerme con ella y luego te culparé por menguar todavía más mis bolsillos, Agrafojo.
Javier, desconocía la existencia de esto y yo era felíz….¿por qué?, ¿por qué?, ¿POR QUÉ? (ya tirándome de los pelos). ¡Corben y Ellison juntos y no lo tengo!….mamonazo.
Gracias, chicos.
Os fijaréis que si limamos las asperezas (la historia es durísima) y lo convertimos en aventura pura y dura nos queda el Kamandi de Kirby. 😉
yo lo que quiero ver reeditado de verdad de corben es su den.
Téngolo. Fue una de las primeras cosas que leí de Corben, y no soy objetivo analizando estas cosas que me iniciaron en la frikez comiquil. De hecho, hace poco lo releí y me dio por bajarme «Un muchacho y su perro», peli sórdida donde las haya.
Y apoyo la moción con DEN. Integral.
Como bien se afirma en el articulo, Corben es una LEYENDA. Es un verdadero placer admirar su trabajo.
Creo que no hay nadie que dibuje los paisajes post-apocalipticos como Corben. Son de una belleza espeluznante y sobrecogedora.
Vic&Blood, suscribo lo dicho por el autor del articulo. Es una historia dura y sin concesiones.
No sólo los paisajes post-apocalípticos. La variedad de expresiones que arranca a sus personajes es acojonante. Y dando volumen a las figuras es el puto amo.
Y otro voto para el integral de Den.
menos mal que la mitad de los tebeos sobre los que escribe javier son complicados de localizar, sino, muchos íbamos a terminar por declararnos en bancarrota por su culpa.
un placer leerle, como siempre, sr. mixmerik.
Durante mucho tiempo, el retapado de Norma ha circulado de saldo por varios lugares. Yo incluso creo haberlo visto, años ha, en las tiendas de chinos.
Supongo que en su momento Norma se pegaría una hostia con la venta del formato grapa (hasta el punto que jamás lo ha vuelto a hacer).
En todo caso, no es difícil de localizar esta obra a día de hoy. Yo suscribo la reseña y recomiendo que si la ven la pillen.
Y también soy de los que abogan por una reedición en condiciones de su DEN.
Creo que el propio Corben, es reacio a la reedición de material suyo. (Den, Simbad, Jeremy Brood, Mundo Mutante, y tantas otras).
Si no, vamos, ya lo hubieran reeditado todo. Supongo.
Una pena.
Magnífico cómic. Es duro sin concesiones, pero tiene algo que lo hace casi mágico. Esa amistad tan cruda sin ninguna poesía lo hace digno merecedor del término realista aunque sea una historia de ciencia ficción. Es un cómic sucio, pero de esos que no tienen protagonistas «cools», son persnajes donde te puedes reconocer y ahí radica su dureza.
Yo prefiero su Bloodstar antes que Den, ese es otro de mís cómics favoritos de Corben, junto al que has analizado tan magnificamente bien, Vic&Blood