Siempre fue Natasha
Entre mayo y julio de 1999 se publicó la miniserie de tres números Marvel Knights: Black Widow en Estados Unidos. Formaba parte del esfuerzo de Joe Quesada y Jimmy Palmiotti, quienes, a través del sello Marvel Knights, buscaban atraer nuevos autores a una editorial que por entonces estaba herida de muerte. Claro que no todo fue tan fácil: hasta que demostraran su valía, los personajes con los que podían trabajar no eran grandes estrellas, sino héroes urbanos que hacía tiempo no eran relevantes ni populares. Aun así, con la libertad creativa que eso les otorgaba, aceptaron el reto. Lo que empezó siendo un rincón experimental del universo Marvel se convirtió en una fórmula de éxito que más tarde influiría en otras líneas editoriales.
Entre aquellos primeros proyectos, Viuda Negra fue el que más me fascinó. Probablemente mucho tuvo que ver su dibujante, J.G. Jones, a quien no conocía en ese momento, pero cuyas pocas páginas de muestra que se habían visto ya dejaban claro que estábamos ante un prodigio gráfico. Por otro lado, la guionista era la escritora estadounidense Devin Grayson, quien venía despuntando desde hacía un par de años en DC Comics con personajes como Catwoman, Arsenal, Cazadora, los Titanes o el mismísimo Batman.
Bajo el sugerente título de Witsi Witsi Araña (nombre con el que sería conocida esta miniserie en posteriores recopilaciones), se esconde una emocionante historia en la que Natasha es enviada a recuperar una biotoxina en poder del ejército de Rhapastán (un país ficticio que, curiosamente, también fue utilizado por DC Comics unos meses después en JLA #45 en septiembre de 2000). Esta toxina otorga a quien la recibe una fuerza extrema durante unos minutos, pero al final muere por el esfuerzo. Además del ejército de Rhapastán, están involucrados el gobierno estadounidense y el ruso, que intentan hacerse con la toxina. Los primeros envían a Natasha Romanov, la espía por excelencia del universo Marvel. Los segundos, a la Viuda Negra. ¿Incongruente? No tanto, porque esta miniserie también es relevante por introducir a Yelena Belova, alumna de la Sala Roja de Moscú, el mismo lugar donde adoctrinaron a Natasha. Yelena es la única que ha logrado superar las puntuaciones de nuestra querida espía pelirroja. Así que tenemos un enfrentamiento entre dos Viudas Negras por hacerse con la biotoxina, en un territorio con una situación política muy delicada.
Más allá de la espectacularidad visual, Devin Grayson maneja la trama con soltura, y hasta se permite el lujo de recordar al lector viejas relaciones, como la aparición estelar de Matt Murdock. Es en las conversaciones con él donde vemos a la Natasha detrás de su fachada de espía dura. La historia fluye muy bien y cuenta con varios giros inesperados que se agradecen.
En cuanto al dibujo de J.G. Jones, él, junto a Natasha, es el protagonista absoluto de esta miniserie. Su estilo limpio y espectacular, combinado con un interesante uso de la composición de viñetas, hace que el lector se rinda ante su trabajo. Hay una curiosidad respecto al color: cada número tiene un colorista diferente (Dave Kemp, Brian Haberlin, e Ian Hannin junto a Andy Troy, respectivamente). Aun así, no se perciben cambios bruscos entre capítulos, y el color se mantiene uniforme a lo largo de la serie, todos con un nivel excelente.
Panini Cómics recopiló esta interesante miniserie hace unos años en un volumen cartoné, que además incluye otras dos miniseries, ambas escritas por Greg Rucka. La primera, con unos dibujos deliciosos de Scott Hampton, y la segunda, con el particular estilo gráfico de Igor Kordey. Ambas muy recomendables.
¿Por qué reseñar este trabajo hoy? Los más veteranos del lugar recordarán que, durante los primeros años de Zona Negativa, la Viuda Negra de J.G. Jones formaba parte de la página principal. Así que sirva esta reseña como un pequeño homenaje a aquellos tiempos.
Lo mejor
• El espectacular dibujo de J.G.Jones
• La presentación de Yelena Belova
• La forma en que Devin nos muestra a esa Natasha menos fria
Lo peor
• Caer en la cuenta que uno es veinticinco años más viejo que cuando disfrutó de esta lectura la vez anterior.
