Watchmen: Juegos mentales

Último texto dedicado a esa obra parasitaria llamada Watchmen. Sed libres de entrar y desahogaros. Es posible que no volvamos a hacerlo hasta el 50 aniversario ;-)

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No puedo creerlo. De las grietas de esta ciudad rota surge un limo putrefacto que clama al cielo por un pedazo de gloria al que ha dado en llamar Watchmen. ¿Qué es eso? ¿”Vigilantes”? ¿Acaso no lo son todos? ¿Por qué debería dedicarle mi atención? ¿Por su precio? Sí, por ese precio vale la pena dedicarle algo de tiempo.

Valoro mi dinero y cuido mucho de en qué lo invierto, porque probar un mes una serie nueva podría implicar perderme el número mensual de Nuevos Titanes, y a eso no estoy dispuesto. Ya me he dado cuenta de que soy un bicho raro entre la multitud. Me acerco a los quioscos y no veo más que cómics de Marvel (que leo), y he de rebuscar en las más oscuras papelerías y sub-quioscos para encontrar aquellos que de verdad hacen cantar mi corazón, eso cómics tan raros de encontrar que son de “DC Comics”. Y resulta que ese extraño “Watchmen” es de DC Comics, aunque no sepa de ninguna conexión con ese universo compartido que ha nacido en Crisis en Tierras infinitas, ni con el anterior, que yo sepa (mi yo actual lee esto e inserta un gran facepalm).

Rorschach

Un retapado, atemporal como él solo, aparece en uno de estos curiosos establecimientos, lugar que me consta que en la actualidad es una especie de lavandería/centro de planchado, algo que no concibo pueda caber en ese espacio. Aún no lo he leído, aún no lo he abierto, pero ya me he dado cuenta de la gran oportunidad que tengo ante mí y planeo visitar asiduamente ese quiosquitito para hacerme con el siguiente tomo. La niebla del tiempo enturbia mis recuerdos pero recuerdo visitar el lugar cada día hasta que el segundo apareció. ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Meses? Lo que sí recuerdo es que cuando finalmente sucedió el primero ya había sido devorado.

Un par de retapados cuya portada ha sido salvajemente profanada. Adiós a la icónica primera portada, la primera viñeta, la primera imagen de esta historia. Lo que tengo ante mí es una perversión de colores trastocados en imprenta que convierte un smiley amarillo en uno rosa. Dadme tiempo y yo lo arreglaré. Así no es como han de ser las cosas. Eso hago. Arreglo cosas. Aunque no todos quieran mi ayuda. Es una cuestión de justicia. La vida es sencilla si tú quieres que lo sea.

Luces y sombras en esta experiencia, una sensación que me ha perseguido hasta el día de hoy… Tras un primer número repleto de grandes momentos para un lector recién llegado todo empieza a desmoronarse. Un misterio, un ¿protagonista? de aspecto atractivo con esa cambiante máscara, la presentación de los personajes, un Dr. Manhattan que no es solamente que sea el único “con poderes”, es que prácticamente puede hacerlo todo, una investigación (yo ya era adicto a Batman), y unos apéndices que sirven para ahondar en este mundo de superhéroes que podrían existir realmente… Pero Rorschach me tiene que explicar que no conocía la identidad del Comediante, esa escena tan reveladora no me había revelado nada porque no la había entendido así, y los policías tienen mucho peso en la historia… No tengo claro si el guionista me está obligando a ir por caminos que no me interesan… Más adelante descubro que tengo razón.

Soy un adolescente, y aunque mi interés por la corrupta Gotham me hacen en cierto modo en sintonía con este sucio mundo, no me interesa tanto como para que todo lo que este tal Alan Moore me quiere contar me mantenga aferrado a sus páginas. Quiero saber quién mató al Comediante, y no veo que la investigación avance en ningún momento. La resolución demuestra que se llega a ella a base de golpes oportunos de deus ex-machina bien disueltos para que no sean demasiado llamativos, pero que no quitan de encima la sensación de que no ha sido un camino natural, y casi llegan al final por casualidad. Pronto me doy cuenta de que la muerte del Comediante es una excusa, desencadena la historia, pero no es su motor. ¿Cuál es el motor? Quizá sea ese mi problema con este cómic: no encuentro un motor que me satisfaga. ¿Ese secundario de lujo que es Jon Osterman? ¿La historia de Búho Nocturno y Espectro de Seda? ¿Ozymandias viendo la tele? ¿Ese maravilloso Rorschach, distorsión perversa de Batman? Puede ser… Pero el peso del guión está en la vida y milagros del Comediante, una idea que me recordó mucho Ciudadano Kane, una historia de la que hoy en día echo pestes. ¿Kane en la adolescencia? ¿Pestes? Un bicho raro, ya os lo dije…

Es más, pronto veo que todos hablan con la misma voz, el discurso es diferente, pero todos hablan con la voz impuesta por Moore. Salvo excepciones como Rorschach, Dr Manhattan y el Comediante, se aprecia el mismo gran cerebro mutante tras la obra, pero poco corazón. Se palpa un interés por tocar ciertos resortes de nuestra mente, pero no de nuestra alma. Nos sorprendemos con la maravilla técnica que es este cómic, y con algunos de los más grandes giros de guión de la historia del cómic, aquí incluidos, pero es difícil emocionarse genuinamente por este atajo de personajes tristes.

Funeral

Incluso cae (no, “utiliza” no, porque al usarlo lo hace del mismo modo absurdo) en el tópico del villano que cuenta su plan hablando y hablando, haciendo añicos el realismo con que Moore ha impregnado el cómic, mientras lucha, dando pie a viñetas de imposible correlación. Y el plan… ¡ay el plan! Disculpad si entro algo en spoilers, pero no me lo creo: la idea de crear un enemigo común para que la guerra desaparezca es, a priori, buena, pero que enseguida te das cuenta de que no puede funcionar, ese plan está incompleto. El suceso de Nueva York puede detener la guerra, pero ¿por qué iba a evitarla? ¿Por qué iba nadie a pensar que ese suceso anónimo y sin mensaje es signo de una invasión alienígena? Un suceso inexplicable, extraño, sangriento, ¿pero una invasión alienígena es la explicación más plausible? ¿Y al cabo de los meses sin que suceda nada más? ¿Todavía vamos a estar mirando a los cielos o volveremos a cosas más terrenales? ¿El villano iba a seguir mandando calamares regularmente?

La adaptación fílmica quiso recortar historia eliminando el calamar y poniendo al Dr Manhattan en su lugar. Si bien eso sí es una amenaza que ambos bandos pueden reconocer, se pierde la idea de Moore de crear algo ajeno a ellos. Seamos realistas: todo el mundo tacharía al Dr Manhattan de estadounidense. Es lo que pasa en mi mundo, por lo menos. Tanto en el cómic como en la película me queda un sabor amargo, porque muchas veces, tras los muchos inconvenientes que le puede poner uno a una historia, un buen o mal final puede ser decisivo para decantar la balanza de nuestro gusto.

Cuesta fijar la atención en los personajes, porque uno no sabe bien cuál ha de ser importante. Al final los más populares son los que destacan, claro que sí, los que a pesar de todo siguen siendo vigilantes, porque ellos son los que os interesan de verdad: Rorschah, Dr Manhattan, el Comediante… “Pero la madurez de Dan Dreiberg como héroe retirado me…” ¡No me engañaréis! Un asilo de superhéroes ancianos tiene interés si alguna vez les ves realizar una proeza, ya sea antes o después de retirarse. ¡Mirad Bubba Ho-Tep! “Y la historia de piratas es una alegoría de…” ¡Que no me liéis! Sabemos qué hemos venido a ver aquí.

Pero…

Después de usar ese tópico del villano parlanchín Moore nos deja “el culo torcío” con uno de los mayores cliffhangers de la historia del género, destrozando uno de los mayores tópicos y dejándonos pensando “estos héroes son idiotas, y yo más por pensar igual que ellos”. Moore se ha valido de un tópico para hacernos creer que estamos en el escenario que conocemos, ese lugar seguro en el que nosotros tenemos el control porque muchas otras veces hemos estado ante él y sabemos cómo se ha de desarrollar todo. Conocemos las reglas.

Pero no.

No estamos ante la deconstrucción del vigilante, sino del género. Nos ofrece tópicos para que los examinemos a fondo, para ver el por qué de su existencia, por qué nos afectan como nos afectan y qué sucede si los alteramos. Juega con nuestras expectativas y nos vence en nuestro propio terreno. Estamos en un cómic de superhéroes, pero un camino sembrado de tópicos nos conduce a través de un paseo de muy calculadas sorpresas.

Recuerdo perfectamente el momento en el que mi mente se hizo pedazos por culpa de este puñetero cómic. Uno se deja llevar, va leyendo, la historia avanza… y de repente, en el tercer capítulo, Dreiberg se da cuenta de que le queda poco azúcar. ¿Perdón? Mi mente rebobina, consciente de haber visto lo que ha pasado con el azúcar, y el cariño y detallismo detrás de esa idea. Aplauso mental. Más adelante le veremos reponiendo los azucarillos, y lo contemplamos con gesto de satisfacción. “Buen trabajo”, pensamos. Argumentalmente carece de interés, pero formalmente… Formalmente Watchmen es mi perdición. Lo mismo que Ciudadano Kane, de la que me interesa bien poco lo que explica, pero mucho cómo lo hace.

Argumentalmente mucho de lo que Watchmen me explica me deja frío, veo demasiado que busca cómo hacer personajes más desgraciados y más patéticos. Pero la forma… ay la forma… Moore sabe que nuestro cerebro adora que las piezas encajen, y la simetría es ya lo más de lo más. Le presentas un truño simétrico y siempre nos parecerá más bello que uno asimétrico. Nuestra cabeza es así.

Dr. Manhattan

Pasa el tiempo y me doy cuenta de que alguna que otra vez he vuelto a leer la obra completa, pero no puedo decir que sean muchas, o que las haya disfrutado. Sin embargo leo y releo el primer número, una magnífica puesta en escena; me recreo en la historia del Comediante y en la de Rorschach; la estructura de la historia del Dr. Manhattan no deja de fascinarme, Morrison utiliza un juego visual en Pax Americana que plasma perfectamente lo que hace Moore en nuestra mente, una banda de Moebius en forma de relato, que entra y sale de sí misma una y otra vez completando un ciclo perfecto sin principio ni fin; precioso momento de respiro el que Moore ofrece en el penúltimo capítulo ofreciendo una entrevista con Adrian Veidt en el momento en que mejor le conocemos…

¿El calamar? Bueno… resulta que eso no es el final, solamente parte del clímax. Antes de llegar al final real aún quedaba el regreso de Manhattan, su enfrentamiento con Ozymandias y con Rorschach, y en la última página, la viñeta que enlaza con la primera me hizo soltar una sincera carcajada. Después de todo este camino… Si eso no es jugar con las expectativas del lector que baje Kirby y lo vea.

Y Dave Gibbons. Por favor, que nadie le olvide. Su labor fue la de trasladar a imágenes el minucioso texto de Moore, y aún no había alcanzado su madurez artística como dibujante, no digamos ya como guionista. Sin su estilo sobrio hubiera sido difícil concebir Watchmen tal y como lo conocemos. En Before Watchmen tuvimos ocasión de ver a otros artistas aproximándose a estos personajes y este mundo, y aunque cada cual fue escogido con mucho gusto según la serie, nos dimos cuenta de que Watchmen solamente la podía haber dibujado Gibbons.

Y así llego al final. ¿Que si me gustó Watchmen cuando lo leí? ¿Si me gusta ahora? Caramba, pues no sé qué decir… Lo que sí sé es que contiene una de mis frases favoritas, y que es una máxima en estos universos de ficción nuestros: «Nada termina nunca». Y eso algo tiene que contar, ¿no?

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Pedro Pascual Paredes
14 julio, 2016 10:45

Muy buen y sincero artículo Sergio, gracias.
¿Es Watchmen un cómic frio y analítico? Pues posiblemente si y más aun lo puede ser en una primera lectura desconociendo que es el comics de los comics. Yo lo leí teniendo conocimiento de su grandeza (¿tal hecho predispone ya nuestra opinión? ) y me maravilló su forma (su inteligencia) pero también empatice con los personajes (su corazón).
De todas maneras, es un cómic que descoloca por las diferencias entre su inicio y su posterior desarrollo, sin olvidar su genial última viñeta.

Un saludo