W.E.S.T. 2. CENTURY CLUB
Rossi• Dorison• Nury
Formato: Cartoné
23,5 x 31,5 cm
56 pág. Color
PVP: 14,00 €
Nueva York. Septiembre de 1901. Estricnina en una sopa popular: 250 muertos. Un culpable: el hijo del senador Charles Lennox. Un indicio: el extraño signo grabado en su piel… ¿Quién intenta alzar al pueblo americano contra sus elites? ¿Quién manipula los hilos del Century Club y condena a sus miembros más eminentes a una muerte atroz? ¿Quién sería capaz de sumir a los Estados Unidos en el caos? Sólo cuatro hombres conocen la verdad. Cuatro parias, cuatro fugitivos… W.E.S.T.
La segunda entrega de WEST sirve como ejemplo de lo que puede dar de sí el género de aventuras en la industria francobelga del cómic hecho con esmero.
Tiempo para trabajar. Para mimar el dibujo, para documentar el relato.
Cierta ambición argumental que ofrezca densidad al telón de fondo que enmarca la aventura.
Y un estilo narrativo a nivel visual que gusta de los planos generales, de cuidar los escenarios y de dejar que las viñetas respiren, no cerrándolas demasiado sobre los personajes.
En WEST asistimos a dos centros de interés a la vez.
Por una parte, el de la trama que se nos cuenta. Que entremezcla la figura del ocultista Alistair Crowley con el asesinato del presidente número 25 de los Estados Unidos, William McKinley, a manos del anarquista Leon Czolgosz, durante la Exposición Pan-americana de 1901.
Por la otra, las peripecias del conjunto que tratará de impedir el atentado, el Grupo Especial de Lucha contra lo Extraño (Weird Enforcement Special Team – W.E.S.T.), formado por un chamán inglés, un indio exorcista, un asesino juvenil y un coloso jovial.
Respecto al primer centro de interés, cabe decir que está tratado con una precisión y un saber hacer exquisitos. Dorison y Nury dominan como pocos los contenidos judeocristianos. Con sus precedentes y derivados, en forma de leyendas babilónicas, logias y gnosticismos varios. Por no decir nada de los hechos históricos… que controlan, recrean y conjugan a la perfección. Esto hace que la trama gane ante nuestros ojos en credibilidad y cercanía, a la vez que acrecienta la sensación de ominosidad y peligro que los planes de Crowley generan. Con algún que otro logro notable a nivel de narrativa (la explicación en paralelo de la “ascensión” de Crowley y la historia de Aifass, el juego de tiempos alrededor del plan para impedir el atentado…), a través de la revisión del mito de Fausto el guión nos lleva por territorios tan humanos como las ansías de poder, la traición y el desencuentro paternofilial. Repitamos, todo al servicio y como telón de fondo de una aventura con todas las de la ley, que engancha y emociona como cabe esperar.
Pero donde el conjunto desmerece es en el segundo centro de interés. Los personajes, tremendamente atractivos en su planteamiento, no llegan a desarrollarse en profundidad en ningún momento e, incluso a veces, la evolución que sufren se antoja forzada o poco comprensible. Como si los guionistas se hubieran olvidado de contar alguna parte de la historia. En eso, no hay duda, influye también el estilo narrativo a la europea mentado al principio, que se detiene demasiado poco en ellos. También quizás la necesidad de mantener un ritmo narrativo ágil o de cerrar la historia en dos álbumes. ¿Quién sabe?
De todas maneras, que la obra no sea redonda no significa que no despunte a gran nivel, con unos dibujos de Rossi apabullantes que encuentran merecida réplica en la cuidada edición de Norma y un argumento narrativamente repleto de aciertos. Que ustedes los disfruten.