ECC Ediciones, 2021
Una nueva temporada
Una nueva etapa para la Amazona, a cargo de una de las mejores escritoras que tiene DC Comics, Mariko Tamaki. Autora de obras como Laura Dean me ha vuelto a dejar y Aquel Verano, que dan cuenta de un talento particular a la hora de retratar emociones y personajes que se salen de los cánones y códigos del mainstream.
Con este nuevo trabajo, una serie regular, afrontaba un reto único, revitalizar una cabecera sin relevancia editorial. A su lado, otro gran talento, con buena posición y bien considerado en DC Comics, Mikel Janín. ¿Estuvo a la altura de las circunstancias la etapa?
La escritora nos presenta un argumento simple, rico en dobles sentidos y en revelaciones que no son lo que parecen con un personaje central: Max Lord. Cuando empiezan a sucederse acontecimientos cuyo nexo es, a todas luces, el poder del villano, Wonder Woman habrá de enfrentarse a él, iniciando el camino que le llevará a conocer la verdad oculta detrás de un juego mental.
En su sencillez, encuentra una historia honesta, entretenida y divertida. Si bien resulta predecible, sabe mantener el interés en los detalles, apoyándose en el trabajo de Janín. El arte de este último resulta estimulante y espectacular, con acierto tanto en las áreas que domina y en las que pudimos disfrutarle en etapas como en Batman como en aquellas otras en las que se prodigó con menor acierto.
Sobre las primeras, fundamentalmente ha de mencionarse la fuerza que exudan las composiciones iniciales en el número, splash pages, con Wonder Woman en el centro de escenas de poder. Sirven de introducción a la obra, potenciando las virtudes en combate del personaje y definiendo con el dibujo el personaje poderoso que Mariko Tamaki quiere desarrollar.
A su vez, además de continuar con esta línea que tan bien ha sabido retratar en su carrera, sale de su área de confianza, con el detalle que presta a las escenas de acción posteriores, con mayor concreción y dinamismo que el que tradicionalmente ha venido realizando, en comparación con la ya citada Batman.
El arco pierde contundencia, con la marcha de Mikel Janín y la llegada de Carlo Barberi (con tinta de Matt Santorelli). El aspecto visual no resulta tan certero, lo cual resta dramatismo y empaque al conjunto de la obra. Si bien Alejandro Sánchez, colorista, ofrece viveza al combate final, con el color rosa que define el ambiente de la escena y con una capacidad de detalle a la altura de los poderes de los participantes, las revelaciones, evidentes desde el primer número, se encuentran con un auténtico cliché del género
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No obstante, Mariko Tamaki realiza un buen trabajo en lo que respecta a la caracterización del personaje, así como del villano, con una disposición muy interesante de monólogos internos que ayudan a que el relato fluya con solvencia, precisamente en los momentos en los que el arte encaja peor.
Una vez finaliza el primer arco, tenemos un número más tranquilo, con Max Lord y Wonder Woman en Miami, y que supone un nuevo trabajo entre la escritora y Steve Pugh, los autores de Harley Quinn: cristales rotos. Es el mejor de los contenidos en el tomo, exhibiendo el gran sentido del humor que tiene Tamaki, desmitificando la heroicidad de la aventura anterior para traerlos a un contexto terrenal y humano.
De igual manera que Mikel Janín encajaba a la perfección con el mensaje y contenido de los primeros números, Pugh lo hace con este, con un dominio certero de las emociones y el reflejo de estos en el rostro de sus personajes, algo que siempre ha caracterizado su estilo como artista.
Para el siguiente arco, Diana se encuentra con una dificultad física añadida. En sintonía con la desconfianza creciente en su compañero de aventura, Max Lord, se ve ciega y debiendo combatir a una nueva amenaza. A pesar de que no deje de ser un recurso muy manido, funciona sobre el conjunto con el juego de las dobles apariencias y el descubrimiento de la naturaleza e intenciones del villano, aliado de ocasión.
Pugh, de nuevo, realiza un gran trabajo en la creación de escenarios, tanto en las escenas del presente como pasado. En cuanto a este último punto, el trabajo como colorista de Romulo Fajardo Jr. aporta mayor profundidad a la idea del espacio invasivo sobre WW, y el modo de percibir los peligros, con un azul dominante sobre fondo negro que multiplica la sensación de desconfianza.
En los siguientes dos números, vemos una atropellada transición entre lo presentado en el primer arco y lo que corresponde al final. A pesar de esta evidente falta de espacio para elaborar el último escalón de la historia, Tamaki se esfuerza por añadir capas de profundidad al enemigo, implicando emocionalmente a Diana con el resto en un ejercicio notable de estilo a través de los monólogos internos de sus personajes.
Tenemos un nuevo equipo a cargo del dibujo, con Rafa Sandoval, Jordi Tarragona (tinta) y Arif Prianto. La trayectoria de los dos primeros da cuenta de su enorme talento a la hora de construir enfrentamientos de superhéroes y esta no es excepción alguna. Con la solvencia que siempre imprimen en sus trabajos conjuntos, ofrecen un encuentro rompedor y violento que completa de un modo muy satisfactorio con el falso final del número 767.
Los dos últimos, preparando la despedida de Mariko Tamaki de la cabecera, tienen menor potencial, habiendo sido ya revelados todos los misterios que guardaba, pero como el resto resultan agradables en su lectura, terminando con oficio un trabajo que, si bien podría haber dado más de sí, es entretenido, liviano y certero.
Once números, con 4 equipos distintos a cargo del dibujo, no dan para contar una historia que supere la rutina de lectura del mes. Es un problema que lleva lastrando las posibilidades de cada etapa de Wonder Woman desde hace años, con una dinámica que agota y limita el talento de los escritores y dibujantes implicados en ella. Es una colección que se resiente a nivel de ventas en USA, pero también en nuestro país, con casi un año sin nuevo material periódico del personaje y solo rescatada por la nueva iniciativa de Temporada.
Este tiempo y realidad invita a una reflexión sobre la situación de WW, cuyo refugio editorial ha sido en este tiempo el interesante papel que tiene en la Liga de la Justicia Oscura.
Habida cuenta de estas consideraciones, nos encontramos con un tomo interesante en su lectura, con los suficientes elementos positivos como para olvidar, por un momento, que a pesar del personaje y la calidad del equipo artístico, no tiene continuidad ni desarrollo en un horizonte más amplio.
Lo mejor
• Mariko Tamaki construye una historia completa, lo cual da mayor cohesión al tomo.
• Los artistas implicados, entre los que cabe destacar a Sandoval-Tarragona, y a un excelso Mikel Janín están a la altura del personaje y ofrecen un trabajo notable.
• En su sencillez, sabe ser divertida y entretenida.
Lo peor
• Carlo Barberi (dibujo) y Matt Santorelli bajan un poco el nivel en el cómputo global.
• No presenta elementos particularmente originales o renovadores sobre el personaje, que lleva años acusando la falta de ideas en su colección principal.
INTERESANTE
Guion - 6.5
Dibujo - 8
Interés - 7
7.2
Un tomo entretenido, agradable en primera y segunda lectura, y que satisface sus premisas.
No tenía muy buenas referencias de esta etapa pero me sorprendió positivamente. La etapa es entretenida y el guion de Tamaki consigue que nos preocupemos por la protagonista.
Yo creo que uno de los problemas que de los que adolece la serie de Wonder Woman en los últimos tiempos es el nivel de poder que le atribuyen al personaje. La han hecho tan poderosa que ya no te preocupa contra quien se enfrente. Da igual que sea Darkseid o todos los Dioses Oscuros, la amenaza nunca es suficiente para representar un auténtico peligro y eso resta interés al conjunto.
Por lo menos Tamaki es capaz de plantear una amenaza que sí pone en jaque a Diana y la obliga a esforzarse por salir victoriosa.