Es San Valentín, ¡día del amor! Y hablamos de todo tipo de amores: del de verdad, del que sufre, del interesado, del pasajero o, uno que a El Corte Inglés le interesa mucho defender, el prefabricado, el de los anuncios de la tele y el de consumir y gastar dinero (o todos a la vez, vaya). Cada catorce de febrero celebramos que tenemos una persona a nuestro lado a la que queremos y con la que estamos dispuestos a pasar un momento agradable. En Japón, San Valentín es un día bastante importante. Son las chicas, y no los chicos (estos lo harán el 14 de marzo), los que tienen que regalar a aquella persona que les gusta un pequeño obsequio en forma de chocolate. Es normal que el tamaño y el tipo del chocolate determine la magnitud de tu interés en esa persona, y esta muestra dulce de afecto es tan común en Japón que se extrapola a todo tipo de personas a las que una quiera mostrar interés, afecto o respeto. Taiyô Matsumoto comentó en esta entrevista que durante la serialización de Straight (1989), empezó a recibir cajitas de chocolate por parte de admiradoras, lo que nos muestra que este tipo de regalos se hace a todo tipo de personajes y entre todo tipo de contextos. Esta tradición de comprar chocolate a los hombres el día de San Valentín es tan popular que el 20% de los ingresos de las empresas chocolateras japonesas se producen este mismo día, gracias a una tradición que se arraigó firmemente en Japón cuando la empresa chocolatera Mary’s empezó a vender bombones con forma de corazón en los años cincuenta.
Pero no solo San Valentín es el día del amor, sino que también es el de la amistad en muchos países de Sudamérica, lo que es especialmente interesante si tenemos en cuenta el tema que queremos tratar hoy. Es bien sabido que desde épocas de los antiguos era costumbre que la homosexualidad se pusiera la camisa de exaltación extrema de la amistad entre personas del mismo sexo. Esta ambigüedad era obviamente una manera de camuflar una realidad mucho más compleja: la de la inclinación natural del ser humano a sentirse atraído hacia otra persona del mismo sexo. Esta supuesta amistad, que va desde Safo a Oscar Wilde, ha producido desdichas a millones de personas que no han sido capaces de mostrarse tal cual son, hasta el punto de que hoy en día sigue habiendo sectores que rechazan este tipo de relaciones. No solo eso: se rechazan tanto las relaciones como todo producto cultural que retrata esta realidad. El yaoi, como etiqueta que reciben los mangas con personajes homosexuales (en este caso masculinos), es un género que en España tiene una gran demanda y que por lo general no se contempla en el canon historietístico. La intención de Jesús Játiva, Mònica Rex y Jordi T. Pardo con esta entrada es la de reivindicar un género y un material que merece la pena ser leído más allá de la etiqueta y comentar algunas de nuestras obras preferidas editadas en español.
Primera parte. Breve historia del shōnen-ai y el yaoi
Después de la Segunda Guerra Mundial, a finales de los años cincuenta, empieza a consolidarse en Japón las publicaciones del llamado shôjo manga. Esta demografía enfocada al público femenino fue creciendo y evolucionando en paralelo al papel más determinante que sus mangakas comenzaron a desempañar en el medio. El trabajo seminal de autores de cabecera como Osamu Tezuka, Gō Nagai, Kazuo Umezu o Leiji Matsumoto fue muy pronto asimilado, reinterpretado y adaptado por creadoras como Hideko Mizuno, Masako Watanabe o Yoshiko Nishitani. Las editoriales interesadas en llegar al público femenino, al contrario de lo que sucedería en Estados Unidos, cuya censura casi expulsaría del medio a las lectoras en la década de los cincuenta, decidieron confiar cada vez con más frecuencia en sus jóvenes promesas. Estas acabaron demostrando una sensibilidad, unos planteamientos, y sobre todo unos matices, muy diferentes a la de sus homólogos masculinos; su punto de vista además era incisivo y ambiguo, buscaban experimentar más abiertamente la sexualidad de sus personajes y, en el proceso, acabaron alumbrando nuevas temáticas y subgéneros.
El origen del shōnen-ai y el yaoi
El pasado año Ediciones Tomodomo nos sorprendió con la publicación de ¿Quién es el 11º Pasajero?, obra de ciencia ficción concebida en 1976 por Mōto Hagio, una autora clave para entender el éxito y la evolución del shôjo manga moderno. En la edición de esta obra clásica del cómic japonés encontramos una introducción a cargo de Marc Bernabé, divulgador y traductor de manga, y especialista en cultura japonesa, que más allá de hablarnos de las bondades de la historia de Mōto Hagio también nos ofrece unos breves apuntes sobre el shôjo manga de antes de la Segunda Guerra Mundial. Según nos cuenta en estas líneas Marc Bernabé los primeros mangas del género fueron creados por Osamu Tezuka y otros autores, por el «estigma de «material pernicioso» que tenía el cómic en los años 50 y 60, unido al hecho de que no estaba bien visto que las mujeres desempeñaran según qué profesiones». Esto hizo que estas primeras historias del género fueran algo simples y con escasa profundidad pues eran concebidos como encargos y siempre desde un punto de vista masculino. Para cuando las primeras mangakas llegaron al medio, siempre siguiendo la estela del trabajo de sus predecesores, con el que habían crecido, el shôjo manga apenas había sido explorado y la revolución a nivel temática y gráfica estaba servida.
Estas autoras de shôjo manga se percataron pronto de lo innecesario que sus historias, a pesar de dirigirse a un público femenino, o precisamente debido a ello, estuviesen únicamente protagonizadas por mujeres. Esto las llevó a acoger con total naturalidad a los personajes masculinos como estrellas de sus relatos. El primer shôjo manga que puso esto en práctica fue la destacada Fire! de Hideko Mizuno; publicada originalmente en la revista Monthly Seventeen entre 1969 y 1971 este manga tocaba temas relacionados con el sexo, las drogas y el rock ‘n’ roll. El hecho de ambientarse en Estados Unidos hizo que tratase cuestiones de calado social del momento y abordase de manera más explícita la sexualidad de sus personajes. Esta exploración de la identidad de género y la sexualidad se convirtió muy pronto en una característica de la producción del shôjo manga de los años setenta en el que hicieron carrera nombres como los de Mōto Hagio, Riyoko Ikeda, Keiko Takemiya, Yumiko Ōshima o Ryōko Yamagishi. Todas ellas formaban parte del denominado «Grupo del 24», conocido de esta manera porque sus integrantes nacieron alrededor del año 24 del periodo Shōwa, correspondiente en el calendario occidental a nuestro 1949.
Los hombres que aparecen en estas historias primerizas tienen un fuerte componente andrógino, presentan rasgos muy femeninos y normalmente idealizados. El origen de este prototipo de personaje deriva del éxito de historias como La Rosa de Versalles (1972) de Ryoko Ikeda, y anteriormente La Princesa Caballero de Osamu Tezuka, en las que encontramos a «mujeres criadas y vestidas como hombres» -Oscar François de Jarjayes y Zafiro respectivamente- que logran de esta manera una posición e independencia imposible de otra manera debido a su sexo. Para poder escapar del rol femenino impuesto por la sociedad en la que han nacido, y demostrar cualidades como su valor, fuerza o coraje, virtudes asociadas a lo viril, estas heroínas optan por travestirse y disimular su propia condición. En estos casos concretos hablamos además de historias cercanas al drama histórico y la fantasía medieval, lo que solo hace que arrojar una interesante lectura de género en estas obras al servir de contraste con la época en la que fueron concebidas.
Para Osamu Tezuka la intención puede ser casual, aunque hay que tener en cuenta sus posteriores obras de carácter más adulto como La Canción de Apolo, MW o El Libro de los Insectos Humanos, títulos en los que el llamado «Dios del Manga» seguiría explorando con total libertad las personalidades y la sexualidad de sus personajes femeninos y masculinos. En cambio, Ryoko Ikeda acomete la cuestión frontalmente en otros trabajos suyos como Querido hermano mayor (1975), tratando la temática homosexual de manera no explicita y en un ambiente académico cuyo contexto también frecuentarían en sus historias otras compañeras de profesión. Este es el caso de Mōto Hagio con El corazón de Thomas (1974), y Keiko Takemiya en La balada del viento y los árboles (1976); relatos enfocados desde el prisma masculino que establecen una dinámica y una visión de sus personajes que acabarían definiendo las características de subgéneros como el shōnen-ai y el yaoi.
Los inofensivos objetos de deseo
Es llamativo el hecho de que las obras de Mōto Hagio y Keiko Takemiya estén inspiradas las dos en el filme francés de 1964 Las amistades particulares de Jean Delannoy. En él la acción se sitúa en los años treinta en un colegio católico francés de chicos en el que un par de alumnos empiezan a descubrir unos sentimientos y una atracción mutua que va más allá de la amistad. La historia es a su vez una adaptación de la novela homónima de Roger Peyrefitte y aborda las relaciones personales y la homosexualidad de una manera sutil y ambigua. El ambiente académico retrato es un personaje más, oscuro y opresivo que impulsa la trama dramática. Este es el mismo tono que encontramos en El corazón de Thomas y La balada del viento y los árboles, historias con una gran carga emocional, pero contenidas en la plasmación de los deseos de sus protagonistas. Tampoco es casual el referente que estos dos mangas pues Mōto Hagio y Keiko Takemiya compartieron apartamento y estudio durante los años setenta y vieron juntas la película de Jean Delannoy.
Estas historias son también importantes porque acaban por establecer los roles complementarios y definitorios que a partir de este momento exhibirán los personajes del shōnen-ai, el yaoi e incluso el yuri. En las parejas que encontramos en estos relatos tenemos un personaje que juega un rol pasivo, en la terminología japonesa conocido como uke, y otro que se define por su rol dominante, designado como seme; en ocasiones un determinado personaje puede bascular entre estas dos posiciones, el llamado suke que representan al mismo tiempo un papel activo y pasivo. De esta manera, y apelando a la comentada idealización de estos personajes, las historias concebidas con estos principios logran romper con la dinámica de las relaciones clásicas entre hombre y mujer. Esto ofrece a los lectores relatos protagonizados por jóvenes que «representan inofensivos objetos de deseo y excitación». El hecho de alejarse premeditadamente del prototipo masculino real que se puede encontrar en la sociedad japonesa facilita una mayor y más cómoda identificación con ellos.
En este sentido, como comentan Dan Mazur y Alexander Danner en su obra Cómics. Una historia global, desde 1968 hasta hoy, «al eliminar de las historias de amor el tema de los roles de género, las adolescentes se vieron liberadas para experimentar de forma indirecta sentimientos y comportamientos sexuales a la vez que se mantenían al margen de las implicaciones morales o prácticas». Tanto desde el drama como la comedia estas publicaciones se hacen eco de relaciones tabú, peculiares, ambiguas e incluso incestuosas. Esto es así porque en Japón, y en el momento de mayor auge de estos géneros, no había una censura con una dirección marcada y definida. Los creadores tuvieron una mayor libertad para concebir y explorar el sexo en sus historias, y aunque muchas veces este apenas sea insinuado en el subtexto de las historia. Esto según Valeria Arnaldi, autora de Cuerpo y anime. Desnudo y erotismo en la animación japonesa, se debe a que la cultura japonesa «no considera el deseo como pecado sino como una expresión de la naturaleza». Los jóvenes pueden recrearse con un material en el que reconocen sus propios deseos y los autores son capaces de explorar sus posibilidades contradiciendo los postulados de una sociedad que penaliza severamente la individualidad.
De esta manera, la censura no ha tenido nunca un gran impacto en las publicaciones manga y tampoco en las representaciones homosexuales de sus historias. Solo en los años noventa se cuestiona el papel del manga en el desarrollo de sus adolescentes a tenor de algunos sucesos puntuales acontecido en la sociedad japonesa. La opinión pública ejercerá a partir de este momento presión para que los contenidos de estas publicaciones y sus redactores y editores tengan un mayor control sobre el sexo y la violencia que aparece en sus historias. En décadas anteriores se había buscado un mayor realismo en las publicaciones manga para intentar llegar a los lectores adultos pero sus historias se entremezclaban con las dirigidas a otro tipo de público adolescente e infantil. La represión logró diferenciar todavía más al lector al que iba dirigida una publicación determinada y fomentó una mayor especialización, distanciando los contenidos para el público adulto del resto, una división que se ha mantenido hasta la actualidad. En este intervalo de tiempo el shōnen-ai adquiere su mayor momento de popularidad hasta que en los noventa comienza su declive en paralelo al auge del yaoi.
Del auge del shōnen-ai y el yaoi al boys love
El shōnen-ai, y de la misma manera el yaoi, tiene por temática principal las relaciones románticas entre parejas de hombres adultos y adolescentes. En el shōnen-ai el contenido sexual y erótico de sus historias nunca llega a ser explícito, y se maneja de manera muy sutil y ambigua en sus tramas. Las promesas de sexo se quedan en eso mismo y se otorga una mayor relevancia al componente romántico del relato. Esto también lo encontramos en el yaoi, cuyas historias suelen ubicarse con más tendencia en el drama, pero su contenido suele ser más directo y explícito. No obstante, sus publicaciones no traspasan ciertos limites, y suelen auto-censurarse a la hora de retratar algunas partes del cuerpo masculino. No hay que olvidar que tanto el shōnen-ai como el yaoi, y como explicaba Enrique Ríos hace unos años en nuestra entrada Introducción a los tipos de manga, «narran las relaciones masculinas bajo una visión puramente heterosexual, con lo que ningún manga de este tipo puede ser considerado representativo de cualquier otra condición sexual.» Los papeles tradicionales de las relaciones heterosexuales son cubiertos por las comentadas figuras del seme, el que juega propiamente el papel masculino en la relación, y el uke, en el que se concentran los rasgos más femeninos y/o andróginos.
Tampoco hay que confundir estas publicaciones con lo que conocemos como bara, el verdadero manga de carácter homoerótico para público masculino, considerado un subgénero del hentai, y cuyas historias son creadas por y para varones homosexuales. En estas historias se reflejan actos sexuales explícitos y el tipo de hombres que los protagonizan presentan rasgos más cercanos a la realidad, dejando a un lado la idealización de las revistas relacionadas con el shôjo manga. Las publicaciones bara suelen intentar distanciarse de estas últimas expresando su descontento con el shōnen-ai y el yaoi en sus páginas, parodiando situaciones y tópicos de sus historias, alentando la provocación y dando rienda suelta a una irónica y plástica misoginia contra sus lectoras. Esto podría ser una reminiscencia de las primeras historias shōnen-ai y el yaoi dónde los personajes femeninos a menudo eran los que ponían obstáculos y dificultades en la relación romántica de sus protagonistas.
No deja de ser curioso que el subgénero yaoi aparezca como una parodia del manga shōnen. Esto es algo que ocurre en los años setenta cuando el movimiento fandom ya está establecido y comienza a fantasear con las relaciones amorosas de los protagonistas principales de sus mangas y animes favoritos. Estas inquietudes, aprovechando las nuevas tecnologías de reproducción de imagen, se comenzaron a plasmar en obras de carácter amateur esquivando la censura y los limites del manga mainstream. Sus primeras historias las podríamos hoy considerar como fanfics o fanzines, un fenómeno conocido en Japón como dōjinshis, término que a la larga se ha utilizado para designar a publicaciones manga de pequeña tirada y/o autopublicados que utilizan o parodian trabajos y personajes ya existentes y plantean historias alternativas para los mismos. En su origen estos dōjinshis eran relatos cortos con un escaso desarrollo argumental, de ahí su nombre de yaoi que hace referencia a la ausencia o falta de clímax y sentido de sus tramas. No obstante, los autores de dōjinshi, también pueden ser artistas profesionales, y de hecho nombres como los de CLAMP, conocidas por su trabajo en obras como Chobits, Tokyo Babylon o Clover, y Minami Ozaki, creadora de Zetsuai y Bronze, comenzaron su carrera en este tipo de publicaciones.
Es a mitad de los años ochenta cuando la popularidad del yaoi crece, tanto en entornos urbanos como rurales, gracias a las parodias homoerótica de series de demografía shōnen como Gundam, Captain Tsubasa o Saint Seiya. De esta manera, las lectoras colmaban sus fantasías sexuales a través de la representación de la homosexualidad masculina en tramas con un componente romántico y un sentido de la acción deudor del mismo manga shōnen. El gran boom del yaoi tuvo lugar a principios de los noventa cuando las editoriales y revistas, con la precursora Juné a la cabeza, la primera que a partir de 1978 comenzó a hacerse eco este subgénero, decidiesen utilizar a autoras del mundo del dōjinshi para sus publicaciones cubriendo una demanda que solo había hecho que crecer entre sus lectores. El shōnen-ai y el yaoi compartían espacio en estas revistas aunque con el paso del tiempo la diferenciación entre estos subgéneros ha caído en desuso; la industria ha buscado otro tipo de especificaciones para el contenido erótico de sus historias y ha enclavado las mismas en una nueva categoría más genérica llamada boizu rabu (boys love).
Segunda parte. Homosexualidad en la sociedad japonesa
En los últimos años, editoriales como Tomodomo y Milky Way han apostado por revivir un género que parecía agonizante en nuestro mercado editorial. El shonen-ai se define como aquellas historias que giran entorno a la relación romántica entre dos hombres. Un derivado del shonen-ai es el género yaoi dónde esta relación cruza la frontera de la sexualidad. Cuando, la redacción de Zona Negativa Manga nos planteamos realizar un artículo sobre estos géneros sabíamos que esto implicaba hablar de la homosexualidad en Japón. Una cuestión delicada que teníamos que abordar con seriedad y una buena base bibliográfica. Con esta máxima nos hemos apoyado en artículos de Mark McLelland, profesor titulado en la universidad de Wollongong de Austrália e invitado en la Universidad de Michigan. Es un sociólogo e historiador cultural de Japón con interés en la teoría de género, la sexualidad y la influencia de los medios de comunicación en ambos.
Para abordar este tema, lo primero que deberíamos hacer es quitarnos las gafas del pensamiento eurocéntrico. Los conceptos e ideas con las cuales nosotros abordamos la realidad, habitualmente, no funcionan para hablar de la cultura asiática, en este caso, japonesa. Su realidad no es la misma, aunque sea parecida, y no la conceptualizan del mismo modo. Cosas que para ellos son normales y no-discriminatorias, desde nuestra moral europea puede serlo. Por tanto, si nos quedamos con esas gafas metafóricas, no entenderemos ni nos introduciremos en el pensamiento japonés. Precisamente, la homosexualidad es uno de los temas que están abordados de manera radicalmente diferente en ambas culturas.
La principal razón que explica porqué la homosexualidad no se entiende ni vive de la misma forma aquí que en Japón es histórica. La homosexualidad sólo ha sido penada y perseguida durante unos cuarenta años (1868-1911), en el período Meiji. Precisamente, cuando el país se abrió al mercado occidental y adoptó varias leyes para amoldarse a sus nuevos socios comerciales. Esta anécdota histórica hace que, en general, los homosexuales japoneses no se hayan visto sometidos a una persecución institucional. Esto tiene dos consecuencias, la primera es que la homosexualidad se conceptualiza como una práctica sexual más, es decir no constitutiva de una identidad personal. La segunda es que los homosexuales no han sido minorizados y empujados a organizarse para luchar por sus derechos y libertades. En consecuencia, muchos de ellos no consideran que su orientación sexual deba ser visibilizada como un acto reivindicativo o de liberación. Es una característica íntima que forma parte de su espacio privado. Esta idea choca frontalmente con la realidad occidental donde las luchas de género parten de la visualización y de la organización para alcanzar los derechos colectivos.
Por tanto, la homofóbia tampoco es igual en las dos culturas. Al entender que la homosexualidad no es una identidad sino una práctica sexual, las personas que sí se autoafirman como homosexuales quedan invisibilizadas. Bajo el yugo de “esto es una etapa” se relativiza su identidad, lo cual es discriminatorio y homófobo. Este conservadurismo llega a tal punto que, hoy en día, aún no se han impulsado leyes a favor del matrimonio homosexual o la adopción. Ahora bien, en la mentalidad japonesa está muy arraigada la idea de que, en el ámbito privado, cada persona puede hacer lo que considere oportuno. Pero cuando un elemento privado e individual sale a la esfera pública, si este no sigue los estándares de normalidad culturales, es severamente condenado. El acatar las normas y las leyes de convivencia prima por encima de cualquier otra consideración que tenga que ver con el sexo, el género o cualquier otra característica.
En el año 1970, sale a la venta la revista Barazoku: la primera publicación autoproclamada gay. El primer problema que tiene que afrontar es semántico. El término gay se introduce al país a principios siglo XX de la mano de estudios sexológicos alemanes. Por tanto, su uso y significado no estaban diseminados por la sociedad japonesa. Además, el concepto homosexual que para nosotros significa persona inclinada afectiva y/o sexualmente hacia otras de su mismo sexo allí es ambigua y se confunde con otros términos como transexual o transgénero. Precisamente, dos de las obras que hemos comentado en el apartado anterior, La princesa caballero y La rosa de Versalles son dos obras que se consideran precedentes y pionera, respectivamente, y juegan con esta ambigüedad de conceptos.
Aunque actualmente existen revistas dirigidas al lector homosexual japonés, ninguna de ellas trata cuestiones de estilo de vida o derechos como hacen revistas de habla inglesa como British Gay Times o Sydney Star Observer. Estas cuestiones no han sido explotadas hasta principios de los años noventa, con el nacimiento de Internet. La red no ha permitido únicamente la difusión de contenido erótico y pornográfico, sino que ha abierto esferas de debate que las revistas no podían albergar.
Una de las páginas más importantes de Internet dónde se puede encontrar información general sobre la vida homosexual está dirigida por Ito Satoru y Yanase Ryuta, una pareja de activistas por los derechos homosexuales. Juntos han escrito varios libros donde hablan sobre su relación y las dificultades que han experimentando. La web alberga una gran cantidad de información desde artículos de revistas y libros a películas, pasando por documentales. También incluye una sección semanal en la cual un invitado contesta preguntas o genera debates sobre sexualidad e identidad. En este sentido, Internet ha cambiado la manera como los homosexuales japoneses se ven a sí mismo. Para ello ha sido indispensable la introducción de nuevas palabras heredadas del inglés y transliteradas al japonés. Entre ellas tenemos: sekushuariti (sexualidad), toransujendaa (transgender), intaasekushuaru (intersexual), rezubian (lesbiana), baisekushuaru (bisexual), feminizumu (feminismo), Geiribu (liberación gay) y menzuribu (liberación masculina). El establecimiento de estos conceptos elimina la ambigüedad del término gay que comentabamos anteriormente. Por tanto, actualmente sí que se utiliza esta palabra como representativa de una identidad.
Una de las virtudes de Internet es su capacidad para aglutinar gente de diversa procedencia y condición para crear comunidades de interés común. Esto permite que la información, conocimientos y costumbres de cualquier parte del mundo viajen en un click a otro rincón. De esta manera se facilita la globalización de las ideas y conceptos, entre ellos, el de la homosexualidad. Esto es lo que se conoce como “global queering”, término acuñado por Dennis Altman, un activista australiano. Por tanto, cada vez será más complicado dar por válidas las diferencias entre la manera como se concibe la homosexualidad en cada cultura. De hecho, aunque, como hemos dicho anteriormente, el matrimonio entre personas del mismo sexo no es legal en Japón. Con la aparición de organizaciones y asociaciones a favor de los derechos de los homosexuales, se ha generado cierto activismo a favor de los derechos civiles del colectivo. En este marco, en el año 2007, Kanako Otsuji, la primera política abiertamente lesbiana, contrajo matrimonio en una ceremonia pública para reclamar la legalización del matrimonio homosexual. En 2011, su legado político lo recogió Taiga Ishikawa el primer político abiertamente gay. Una figura muy importante en la creación, en 2015, de los “certificados conyugales especiales”, un equivalente al “certificado de pareja de hecho” que existe en España. Ahora bien, este certificado sólo se puede conseguir en cuatro barrios de distintas ciudades japonesas: Shibuya y Setagaya (Tokio), Takarazuka (Hyōgo) e Iga (Mie).
Tercera parte. La historia editorial del yaoi en España
No fue hasta los años noventa cuando algunas editoriales españolas empezaron a publicar manga por primera vez. La revista Cavall Fort publicó en 1968 una página de Rakuten Kitazawa en catalán, siendo este el primer cómic japonés en ser publicado en España. El primer manga publicado en español sería La vida de Mao Tse-Tung, de Fujiko Fujio y publicado por la editorial Grijalbo once años después. Fue en los años noventa cuando empezaron a aparecer con frecuencia obras de origen japonés en los kioskos. Se publicaron en formato grapa algunas de las primeras obras que se publicarían en español: Dragon Ball, El puño de la estrella del norte, Akira, Hotel Harbour View, La leyenda de Kamui, etc. (todos estos datos los tenéis en el blog de Marc Bernabé), pero se necesitó la fuerza de algunos mangas muy punteros como Akira o Dragon Ball para levantar un mercado como el del manga a base de crear lectores que pudieran consumir dicho material. Como siempre, estas cosas van despacio. Poco a poco se fueron introduciendo más obras y más distintas, el formato grapado se dejó de lado para introducir el típico tomo de manga tankôbon y también comenzaron a aparecer mangas sin espejar y sin la típica occidentalización de las onomatopeyas. El mercado del manga, resumiendo mucho, empezó a normalizar la entrada continua de material de muchos estilos distintos hasta que el boom del año 2007-09 explotó y el volumen de publicación descendió drásticamente.
Poco a poco se fueron introduciendo un gran número de obras de géneros muy dispares, aunque siempre a ritmo lento. Se publicaron mangas shônen como Rurouni Kenshin a finales de los noventa y se publicaron también obras adultas como Version, de Hisashi Sakaguchi, y que apareció por primera vez en 1996 editado en español por Glénat (obra que es una clara muestra del momento experimentativo en el que se encontraban las editoriales. A falta de un conocimiento real de la industria del manga y los gustos del consumidor español, se publicaron obras como esta que no llegaron a triunfar ni a terminar de publicarse). Entre toda esta vorágine de publicaciones en busca de lector, no fue hasta una década después cuando el abanico de géneros se amplío y se publicó por primera vez un Yaoi. A finales de 2001 aparece traducido un manga que trae en occidente una larga polémica. Zetsuai 1989, publicado entre 1989 y 1991 por Shueisha, retrataba la relación sentimental entre dos chicos de manera violenta (emo, que podríamos decir a día de hoy), con personajes sintiendo impulsos autodestructivos que llevaba el tono melodramático de la obra hasta un punto casi erótico. Su secuela, Bronze: Zetsuai since 1989, se publicaría en 2002 también por la editorial Glénat.
Es a partir principios del boom del manga cuando varias editoriales se animan a publicar obras de este género. En 2004 sale a la venta Gravitation, por Ediciones Glénat, un manga de doce tomos dibujado por Maki Murakami que deambula entre el género yaoi y el shonen-ai y que fue el comienzo de una serie de secuelas de orientación claramente yaoi como Gravitation EX o Gravitation Remix. Editoriales como Norma Editorial publican en 2005 títulos como Kizuna o Fake. En cambio, es Ediciones La Cúpula la que, dentro de su costumbre por publicar cómic erótico y pornográfico, amplía su catálogo con la colección «Manga Yaoi», la primera editorial en inaugurar una colección dedicada únicamente a este género. Aquí tienen cabida obras como Yellow, de Makoto Tateno; Tu magia me enamora, de Tarako Kotobuki o Mi Voz y Casino Lily, ambas de Youka Nitta. Esta colección explota claramente y por primera a un público interesado en un manga distinto, una colección que apelaba a un grupo de lectores que se sentían atraídos hacia un tipo de material que por ser un subgénero tan minoritario y poco conocido en España era por lo tanto poco demandado y acababa por pasar por debajo del radar de las editoriales.
Después de que estallara la burbuja del boom del manga y las editoriales redujera en grandes cantidades el número de publicaciones, el yaoi, como género menor dentro de un mercado dominado por el manga de peleas y corte fantástico, sufre un duro golpe y acaba prácticamente desapareciendo. Las editoriales empiezan a ser más cautas y el manga de corte homosexual se intenta vender en otros formatos directamente se deja de publicar. Ediciones La Cúpula publica obras del autor Jiraiya, esta vez bajo el sello «Novela Gráfica», y que trajo obras como Habitación para cinco, Querido profesor o Trío de ases, publicadas entre 2006 y 2009, o la obra de uno de los autores más famosos en este género como es Gengoroh Tagame, del que publicaron La casa de los herejes en tres tomos en 2010. (Aclaración: el género yaoi tiene en mente un público femenino, mientras que autores como Jiraiya y Tagame tienen en mente uno masculino. El género al que pertenecen las obras de estos autores se denomina Bara, y es otro subgénero que reúne obras de características muy distintas pero que incluyo aquí únicamente por continuar comentando el interés por el manga homosexual de Ediciones La Cúpula).
No es hasta hace bastante poco que el género renace de mano de editoriales jóvenes. Sin duda, si tenemos que señalar a un culpable de que el yaoi vuelva a estar en boca de muchos en pleno 2017 es gracias a que la Editorial Tomodomo está formando su catálogo en gran parte con mangas pertenecientes a este subgénero y además con un gran éxito. Obras como En la misma clase y su spin-off Sonaro y Hara, de Asumiko Nakamura; obras como Seven Days, Senpai o Pájaro que trina no vuela ha hecho que otras editoriales se animen a publicar obras como Junjo Romantica (Ivrea), Love Stage!! (Ivrea), Puedo oír el sol (Milky Way Ediciones) o En un rincón del cielo nocturno (Milky Way Ediciones). El trabajo de estas editoriales ha hecho renacer un nicho de mercado que estaba totalmente abandonado de modo que no solo las editoriales han empezado a prestar atención sino que también un gran número de lectores se ha sumado con interés y pocos prejuicios a leer y comprar este tipo de material. El mercado del manga yaoi en España ha crecido y sufrido los golpes del mercado de manga general. Como subgénero muy minoritario fue una de las grandes pérdidas durante el estallido de la burbuja manga en 2009. Ahora que estamos viviendo un nuevo resurgir del manga es el momento de ver también a todos los subgéneros que forman parte del cómic japonés. Desde aquí solo puedo desear que esto siga así y que poco a poco podamos tener en tiendas más y más obras de este género y que el mercado español pueda servirse de una variedad que sin duda es parte de su vitalidad.
Cuarta parte. Selección de obras destacadas
Título: En la misma clase. Autor/a: Asumiko Nakamura. Edición original: Akaneshinsha (2010). Edición nacional: Ediciones Tomodomo (2015).
Es probablemente una de las obras más interesantes del género publicadas en los últimos años en nuestro país, como no podría ser de otra manera por Ediciones Tomodomo. La propuesta de Asumiko Nakamura plantea una historia sencilla que se hace eco sin pudor de tópicos y clichés del género para ir construyendo en el camino un manga marcado por la evolución emocional y sexual de sus personajes. Lo que pencontramos en un título como En la misma clase es un relato romántico en el que lo importante no es la conquista sino la manera en la que afrontamos y cuidamos de nuestro amor y superamos todas las dificultades junto al ser amado mientras la vida se abre camino a nuestro paso. En apariencia sencilla y directa, En la misma clase resulta más compleja e incisiva de lo que pueda parecer a primera vista, especialmente por sus pequeños apuntes sobre las relaciones entre personas del mismo sexo en Japón. Para ello Asumiko Nakamura nos presenta a Sajô y Kusakabe, compañeros de clase con inquietudes y formas de ser totalmente opuestas que en sus últimos días de instituto descubren lo que sienten el uno por el otro.
Este volumen único es un spin-off de En la misma clase de Asumiko Nakamura centrado en uno de los personajes secundarios más carismáticos y llamativos de la obra original: el profesor Manabu Hara. La historia publicada originalmente en 2012 en las páginas de la revista Opera de la editorial Akaneshinsha nos cuenta como Hara intenta superar el dolor y la tristeza por su amor no correspondido. En este proceso acaba estableciendo una curiosa relación con un joven al que conoce una noche en un bar de ambiente que finalmente resulta ser un nuevo alumno de su clase. En la línea de su trabajo precedente Asumiko NakamuraSorano y Hara propone un acercamiento realista al género, determinado por el drama pero también por sus generosas dosis de comedia, por un tratamiento de personajes muy equilibrado y una manera de abordar el romanticismo y el sexo natural y carente de prejuicios. El hecho de tener como protagonista a un personaje cercano a la cuarentena permite a esta obra ofrecer una visión más adulta del género con una gran delicadeza y sensibilidad sorteando con más o menos suerte los clichés y tópicos presentes en otras historias parecidas.
Título: Pájaro que no trina vuela. Autor/a: Kou Yoneda. Edición original: Taiyo Tosho (2015). Edición nacional: Ediciones Tomodomo (2016).
En el catálogo reciente de Ediciones Tomodomo destaca un título como Pájaro que trina no vuela, trabajo de Kou Yoneda que narra una historia de amor y deseo de dos hombres relacionados con la mafia japonesa. El drama comienza cuando el expolicía Chikara Dômeki entra al servicio de Yashiro, un inteligente y astuto cabecilla yakuza que lo contrata como guardaespaldas personal. La intriga y luchas de poder se trasladan al plano intimo cuando entre los dos comience a surgir una relación de poder marcada por la atracción creciente de los dos y la necesidad de encontrar alivio a sus oscuras y torturadas vidas marcadas por el dolor. La introducción del contexto sadomasoquista en este manga, en contraste con su dibujo elegante e idealizado, le confiere una atmósfera diferente a una propuesta que sirve para mostrarnos la evolución del género desde el yaoi más clásico al boys love moderno.
La presente Bésame profe fue una apuesta personal de la editorial Ellago Ediciones con la que pretendía iniciar una nueva línea de publicaciones dedicada al subgénero yaoi. La apuesta no salió como era de esperar pero a nivel editorial nos queda la publicación de esta obra, un título de Kazuma Kodaka dirigido al público más adolescente que se seralizó en Japón a principios de los años noventa. La historia regresa al entorno académico, como tantas obras del género, para narrarnos las desventuras de Atsushi Arisawa, un joven que al descubrir que su vecino y amor de la infancia trabaja como profesor decide matricularse en el instituto Jyogaoka donde ejerce su puesto para intentar acercarse a él. La historia se caracteriza por su sencillez y por el humor con el que su autora viste toda la trama para dar su propia visión de los primeros amores.
Con esta obra debutaron tanto Rihito Takarai (dibujo) como Venio Tachibana (guión). Ambos autores han continuado su carrera entorno al género shonen-ai y yaoi. A lo largo de dos tomos, Seven Days narra la historia de dos alumnos de instituto. Tôji Seryô es un ligón cuya rutina consiste en que cada lunes acepta la invitación a salir de la primera chica que se lo pida. Pero, al llegar el domingo, corta la relación porque no ha conseguido enamorarse. Al otro protagonista, Yuzuru Shino, le succede lo contrario. Las chicas que aseguran estar enamoradas de él, se alejan cuando empiezan a conocerle… La historia arranca cuando ambos se encuentran y deciden iniciar una relación, en principio, de siete días. Una reflexión acerca de cómo el sexo de tu compañero/a no siempre es lo más importante.
En 2004, Glénat/EDT se hacía eco de la demanda de los aficionados y publicaba Gravitation. La obra de Maki Murakami empezó a publicarse en 1995 en la revista Kimi to Boku y rápidamente obtuvo mucha popularidad. Tanta que, al finalizar la serie, la autora retomó a los protagonistas en una secuela llamada Gravitation EX y en otros cinco mangas tipo dōjinshi en los cuales podía explorar sin censura el contenido sexual. De estas obras, en España sólo se publicó Gravitation Remix, en cambio Gravitation EX quedó a medias a causa de la desaparición de EDT. La historia se centra en Shindou Shuichi un adolescente que quiere convertirse en un idol japonés y Yuki Eiri un escritor de novelas románticas. Entre ellos surgirá la química sexual y, poco a poco el amor. Una obra mediocre llena de tópicos y elementos absurdos, sazonada con un dibujo de rasgos infantiles.
Título: En un rincón del cielo nocturno. Autor/a: Nojico Hayakawa. Edición original: : Taiyo Tosho (2011). Edición nacional: Milky Way Ediciones (2016).
En un rincón del cielo nocturno de Nojico Hayakawa es la primera obra del ahora llamado género boys love publicada por Milky Way Ediciones en nuestro país; una apuesta por este tipo de historias refrendada con la licencia de Puedo oír el sol de Yuki Fumino. La historia nos presenta la relación de Hoshino, un joven profesor de primera, y su antiguo compañero del club de astronomía del instituto Sudô, hoy padre de uno de sus alumnos. Lo que nos plantea Nojico Hayakawa es un relato sosegado y sencillo con una gran habilidad para retratar emociones relacionadas con el amor y el sexo. Es a través de su sutil narración que En un rincón del cielo nocturno habla de temas importantes mientras nos va desentrañando la historia de amor de sus protagonistas.
Paradise Star pasa por ser uno de los pocos títulos con contenido yaoi que ha publicado Editorial Ivrea a lo largo de su ya larga andadura en nuestro país; normalmente su catálogo se enfoca más a obras con situaciones ecchi para el público heterosexual por lo que una apuesta de este tipo siempre llama la atención. En este caso tenemos una historia en la que encontramos un determinante elemento fantástico que junto a su apartado de comedia adorna el romanticismo de un relato con poco relieve y matices. En Paradise Star tenemos yakuzas, estrellas de la música y criaturas que se alimentan de hombres guapos para sobrevivir. De esta manera, cuando Tamao Chiba, escapando de las deudas que agobian a su familia, se adentre en el fascinante mundo de la música, conocerá también al misterioso Kuro que demostrará una especial debilidad por su espíritu… pero también por su carne.
Título: Puedo oír el sol. Autor/a: Yuki Fumino. Edición original: : Printemps Shuppan (2013). Edición nacional: Milky Way Ediciones (2016).
Uno de los yaoi más sonados de los últimos años es esta obra de tan solo dos tomos de Yuki Fumino. Con una repercusión tal que ha sido reseñado hasta en periódicos generalistas japoneses, la obra cuenta la historia de dos chicos de carácter totalmente opuesto que poco a poco van descubriéndose el uno al otro y entablando una relación que acabará por ser totalmente necesaria y profunda para ambos. Puedo oír el sol es una de las pocas apuestas de la editorial Milky Way por el yaoi y uno de los mangas que mejor trata el problema de la discapacidad y la necesidad de apoyarse en el otro para salir adelante.
Como se ha comentado arriba, Bronze es la continuación de uno de los primeros yaoi publicados en España. Compuesto de cinco tomos bajo el título Zetsuai 1989 y catorce bajo el de Bronze, la obra de Minami Ozaki ha sido considerada por la crítica occidental como una especie de Romeo y Julieta en forma de manga de corte homosexual. La historia gira en torno a dos adolescentes y su tormentosa relación sentimental. Takuto Izuki quiere ser futbolista y Kôji Nanjo es una estrella del rock de corazón atormentado. Una historia de amor desesperada que no solo es un clásico en Japón y en España sino uno de los yaois más interesantes que se han traducido al español. Aunque se encuentra descatalogado, es una obra que merece la pena buscar en tiendas de segunda mano y bibliotecas.
Senpai es una de las apuestas por el yaoi de la editorial que más interés tiene en este subgénero en España. Senpai, del autor Bikke, activo desde 2005 y creador de un gran número de series cortas y tomos únicos, fue publicado en español en 2015 y en japonés en 2010. La obra cuenta la historia de un chico que, un año después de la muerte de su senpai, conoce a un chico de primero que le recuerda muchísimo a él. Poco a poco estos dos chicos se irán conociendo en un relato que reflexiona sobre el amor, la pérdida y la necesidad de empezar de nuevo. Una obra de un solo tomo que puede ser una buena puerta de entrada a este género.
De todos esos he leído Puedo oír el sol y me gustó bastante.
Tengo en casa pendientes los dos tomos de Seven days.
Y si hecho en falta que se publique en España algo del género Bara.
Estupendo artículo que he disfrutado un montón. Aplaudo especialmente el apartado en el que se habla de «quitarse las gafas del pensamiento eurocéntrico» porque creo que para disfrutar de una obra de este género es necesario distanciarse un poco de nuestro punto de vista occidental, lo cual no siempre es fácil. Pero es que desde ese punto de vista occidental muchas de las relaciones que aparecen en estas historias son poco realistas o puede que incluso ridículas o indignantes. Si no se entienden en su contexto resultan cuanto menos problemáticas, desde luego. Aún así, quisiera romper una lanza a favor de editoriales como Tomodomo o Milky Way por devolver el género a nuestras estanterías siendo como era una apuesta arriesgada. Cuanto mayor variedad haya en el mercado, mejor.
Muchas gracias por el comentario, Miguel Angel. Ahí tienes que felicitar a Mònica, que es la que se ha currado esa parte. Nosotros estamos encantados de leer y hablar de obras que son distintas e intentar también quitarnos los prejuicios que suelen caer sobre este tipo de géneros.
Genial artículo una vez más compañeros, conocía muy poco sobre este género y he aprendido bastante con vuestro artículo. Brillante la reflexión de la segunda parte, y me ha llegado al corazoncito que citarais a un sociólogo xD Sin duda es un género con muchos prejuicios por parte de los lectores, que espero que se vayan diluyendo poco a poco con el trabajo de difusión que hacéis vosotros y con la apuesta por el género por parte de editoriales como Tomodomo. Yo he de reconocer he leído muy poco sobre yaoi, y no por nada, sino porque no me da la vida básicamente xD Aunque bueno, ahora mismo estoy viendo un anime llamado Yuri On Ice que me está encantando, por lo que me apunto una vez más vuestras recomendaciones para seguir indagando en este género.
De todos esos he leído Puedo oír el sol y me gustó bastante.
Tengo en casa pendientes los dos tomos de Seven days.
Y si hecho en falta que se publique en España algo del género Bara.
Estupendo artículo que he disfrutado un montón. Aplaudo especialmente el apartado en el que se habla de «quitarse las gafas del pensamiento eurocéntrico» porque creo que para disfrutar de una obra de este género es necesario distanciarse un poco de nuestro punto de vista occidental, lo cual no siempre es fácil. Pero es que desde ese punto de vista occidental muchas de las relaciones que aparecen en estas historias son poco realistas o puede que incluso ridículas o indignantes. Si no se entienden en su contexto resultan cuanto menos problemáticas, desde luego. Aún así, quisiera romper una lanza a favor de editoriales como Tomodomo o Milky Way por devolver el género a nuestras estanterías siendo como era una apuesta arriesgada. Cuanto mayor variedad haya en el mercado, mejor.
Muchas gracias por el comentario, Miguel Angel. Ahí tienes que felicitar a Mònica, que es la que se ha currado esa parte. Nosotros estamos encantados de leer y hablar de obras que son distintas e intentar también quitarnos los prejuicios que suelen caer sobre este tipo de géneros.
Genial artículo una vez más compañeros, conocía muy poco sobre este género y he aprendido bastante con vuestro artículo. Brillante la reflexión de la segunda parte, y me ha llegado al corazoncito que citarais a un sociólogo xD Sin duda es un género con muchos prejuicios por parte de los lectores, que espero que se vayan diluyendo poco a poco con el trabajo de difusión que hacéis vosotros y con la apuesta por el género por parte de editoriales como Tomodomo. Yo he de reconocer he leído muy poco sobre yaoi, y no por nada, sino porque no me da la vida básicamente xD Aunque bueno, ahora mismo estoy viendo un anime llamado Yuri On Ice que me está encantando, por lo que me apunto una vez más vuestras recomendaciones para seguir indagando en este género.