Edición España: Norma Editorial
Guión: Antonio Altarriba
Dibujo: Keko
Formato: Cartoné. 136 páginas. Color
Precio: 19.90€
Leí el otro día un artículo en el que explicaban por qué Japón no había prohibido la animación de pornografía infantil. Supongo que todos estaréis más o menos familiarizados con el término lolicon, que suele referirse a manga o anime en los que una mujer con aspecto infantil practica sexo de diferentes maneras: desde un sexo convencional hasta la violación, el incesto o cualquier otro tipo de práctica considerada tabú. En el artículo, el redactor contrastaba la opinión de dos personas cuyos puntos de vista eran totalmente opuestos. Por un lado, un hombre explicaba que todo aquello que vemos en las obras de este género es puramente ficción, y que por lo tanto prohibirlo sería ir en contra de la libertad de expresión; al fin y al cabo, no se daña a ninguna niña real y nadie sufre, con lo que se puede disfrutar de este tipo de material muy sanamente y sabiendo que cualquier tipo de abuso en menores es un acto dañino. El otro punto de vista argumentaba que este tipo de obras fomentan una perspectiva humillante de la mujer, a la que tratan como objeto y que mediante tales prácticas no solo degradan al sexo femenino sino que crean cierta “educación” dañina a los ojos de aquellos que disfrutan este tipo de obras, alimentando así cierta sentimiento de sociedad patriarcal que eleva el poder del hombre por encima del de la mujer; es decir, no solo crea mala imagen sino que da una visión errónea de las relaciones de género que puede llegar a suscitar la violencia sobre menores.
¿A qué viene todo esto? Intentando buscar una solución al dilema que se planteaba en ese artículo, debatiendo conmigo mismo cuál es la postura correcta e intentando verme en una discusión en la que tuviese que posicionarme en un bando u otro, he llegado a cierta conclusión con la que por supuesto podéis estar de acuerdo o no. Ahora, si hiciésemos eso, censurar, ¿no sería lógico crear una red de censura en muchos más ámbitos? Si pensamos que alguien puede llegar a violar a una niña por el hecho de verlo en una serie de animación, ¿podríamos llegar a pensar que cualquiera es capaz de disparar o acuchillar cada vez que lo viesen en la televisión? Por eso mismo, gran parte de las grandes producciones lastran cierto tono moralizante que, o justifica el asesinato o lo culpabiliza; en cierto modo, nos están diciendo qué pensar: matar es malo, violar es malo, ponerle los cuernos a tu novia es malo. ¿Y si existiese una obra que hablase del asesinato sin juzgar al asesino, o al violador, o a cualquier tipo de villano? ¿Qué repercusión tendría eso? ¿Sería, por parte del artista, algo correcto, o es ese el verdadero espíritu del arte: escandalizar y sorprender? ¿Estaría obrando bien o en cambio le convertiría en un alentador del mal? Yo, asesino, nos habla de esto.
¿Y cuál es el punto de partida del guión con el que juegan Antonio Altarriba y Keko? Enrique Rodríguez, además de profesor de Historia del arte en la universidad del País Vasco, es asesino; no un simple matón que busca ganar algo de dinero, ni un hombre ambicioso que mata para obtener bienes materiales o poder: Enrique asesina por placer. «Matar no es un crimen. Matar es un arte». Esta primera frase con la que empieza el cómic es una declaración de intenciones de lo que viene después. El protagonista se dedica en estas páginas no solo a mostrarnos su rutina asesina y sus preparativos, sino que profundiza en todo aquello que sus actos suponen: está al tanto de que lo que hace produce dolor, pero el disfrute es mucho mayor. Enrique se considera un artista del asesinato; es un profesional que disfruta de lo que hace y que no le busca ninguna justificación. De la misma manera, el guión tampoco busca justificar con una moraleja final; los expone y nos deja a nosotros que pensemos sobre ello. (Podríamos pensar, para contrastar, en la serie de televisión Dexter, en la que el protagonista siente la necesidad de matar, pero cuya necesidad se ve justificada por el hecho de que Dexter, el personaje, es un enfermo: tiene algún tipo de problema, inexistente en el resto de personas, que le lleva a disfrutar matando; por otro lado, Dexter mata únicamente a criminales, lo que viene otra a vez a demostrar la existencia de ese lastre moral que, una vez más, nos saca las conclusiones antes de que nosotros mismo podamos pensar un minuto en ello).
Yo, asesino no trata únicamente del asesinato. Altarriba se mete muy de lleno en el papel del protagonista y por eso mismo lo asemeja a su propia situación (recordemos que Altarriba es profesor de literatura francesa en la universidad del País Vasco): al igual que Enrique busca el arte en el asesinato, Altarriba lo busca creando un guión cruel y sincero sobre las posibilidades de matar. Además, la obra proporciona un contexto a todo lo que rodea al asesino y al asesinato: el nacionalismo vasco, las relaciones familiares y la ambiciosa carrera de ascensión y las luchas intestinas que llevan a cabo todos aquellos que buscan un puesto mayor en su carrera, en este caso la universitaria. Por su parte, los lápices de Keko casan a la perfección con la truculencia de la historia: el blanco y negro sin grises y la aparición del rojo para la sangre.
Con todo sobre la mesa, ¿qué hemos de pensar? ¿Crea Yo, asesino, la necesidad de matar o esto es solo ficción? ¿Es la obra un ejemplo de libertad de expresión absoluta o hay límites en lo que concierne al peligro que tal libertad puede conllevar? Después de lo sucedido en París, es ahora más que nunca cuando debemos hacernos esta pregunta. Ahora más que nunca.
Me ha encantado el tono y el enfoque que le has dado a la reseña. Mi más sincera felicitación.
Respecto de la obra, es de lo mejorcito que he leído este año.
Saludos.
Se ha debido enfadar mucho Altarriba para que lo rebauticen así 😛
Uno de los mejores, si no el mejor, cómic que he leído en 2014. Enorme.
Reverend Dust, gracias por avisar. ¡Menudo despiste!
Me alegro de que te guste la reseña, Winch Thorgal. Yo también estoy de acuerdo con que es de lo mejor que ha salido en 2014.
Muy buena reseña, y totalmente de acuerdo con los comentarios, uno de los mejores cómics que me leí el año pasado. El guión de Altarriba es fantástico y el dibujo de Keko es inmejorable, me encanta este dibujante, acabo de pillar 4 botas y espero disfrutarlo tanto como éste