Al poco de entrar como redactor en Zona Negativa, allá por 2014, se cumplía el 15 aniversario de la web. Para celebrar dicha efeméride Raúl López nos pidió a todos los colaboradores algo parecido a lo que se está llevando a cabo para el actual 20 aniversario. Escribir la reseña sobre el cómic que más nos apeteciera y que, hasta ese momento, no habíamos tenido la oportunidad de sacar adelante. Yo elegí una de mis etapas favoritas de los Hijos del Átomo, los Nuevos X-Men, de Grant Morrison. Al ser mi primera entrada dedicada a una obra del arte secuencial, y teniendo en cuenta la relevancia del evento en el que estaba enmarcada su publicación, traté de investigar en profundidad, no sólo la etapa en sí, sino todo su contexto temporal, anterior y posterior, y la relevancia que supuso, en pleno arranque del siglo XXI, dentro del seno de los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby en 1963. A día de hoy al releerla la encuentro repleta de fallos, de todo tipo, pero le tengo especial cariño. Precisamente por lo que supuso para mí en lo referente a colaborar en la que lleva siendo mi casa cinco largos años.
Ahora que Zona Negativa cumple los 20 años de edad muestro una vez más mi debilidad por la vida editorial de los mutantes, no sólo reincidiendo en ellos a la hora de escribir mi entrada, sino haciéndolo con otra de mis etapas favoritas y para colmo con la que da continuidad a la de Grant Morrison de la que ya hablé hace un lustro. El run de la resucitada Astonishing X-Men escrito por Joss Whedon e ilustrado por John Cassaday entre 2004 y 2008 será el epicentro de la siguiente entrada en la que incluiremos una breve biografía de los dos autores, reseñaremos los cuatro arcos argumentales en los que se dividió la serie y añadiremos una valoración global con la que reflexionaremos sobre la obra. Desde este momento las puertas de la Mansión X quedan abiertas para todo el alumnado, allí dentro vamos a recordar algunas de las mejores aventuras de los alumnos de Charles Xavier.
El de Joss Whedon (New York, 1964) es uno de los nombres más queridos y admirados del medio audiovisual. Nieto e hijo de guionistas Whedon llevaba el medio audiovisual en la sangre y por ello comenzó a mostrar prematuro interés por el cine y la televisión. Tras colaborar en sus inicios en los libretos de sitcoms como Las Chicas de Oro o Rosseanne y fracasar con su primera película como escritor, Buffy Cazavampiros, esta última supuso el germen de la serie que lo daría conocer a nivel mundial. El show protagonizado por Sarah Michelle Gellar le convirtió en un mito y su spin off, Ángel, la maltratada Firefly o Dollhouse no hicieron más que incrementar lo que ya por aquel entonces se conocía como el «Whedonverso». En el séptimo arte colaboró en la escrituras de Toy Story (que le valió su, hasta ahora, única nominación al Oscar) o Titán A.E e ideó en solitario el guión de Alien: Resurrección. Como director debutó con Serenity, secuela para la pantalla grande de Firefly, tocó el cielo en Marvel Studios con las dos primeras entregas de Los Vengadores y coqueteó con el cine independiente con su particular versión de Mucho Ruido y Pocas Nueces, de William Shakespeare. A día de hoy prepara una serie para HBO titulada The Nevers, de la que por ahora no tenemos mucha información.
John Cassaday (Texas, 1971) es una de las personalidadess más relevantes del cómic estadounidense reciente. Aunque dio sus primeros pasos en el medio televisivo a mediados de los 90 realizó sus primeros trabajos como ilustrador en el mundo de cómic en colecciones como Negative Burn, Flowers on the Razorwire o No Profit for the Wise, todas ellas enmarcadas en la editorial Caliber Comics. Tras su breve paso por Dark Horse comenzó sus colaboraciones con DC y Marvel Comics. Con la primera destacó su paso por Teen Titans, Flash o Soy Legión y dentro de Vertigo intervino en Transmetropolitan: I Hate It Here. En Marvel pudimos disfrutar de sus lápices en cabeceras como Capitán América, Union Jack, Uncanny Avengers o la colección de Star Wars escrita por Jason Aaron. Pero en la Casa de las Ideas fue su colaboración con Joss Whedon en Astonishing x-Men el trabajo que más elogios le reportó. Aunque si el nombre de John Cassaday se encuentra en el olimpo del mundo del cómic moderno es por haberse ocupado del apartado gráfico de Planetary, aquella obra maestra de la editorial Wildstorm con la que él y Warren Ellis revolucionaron el medio.
Cuando Joe Quesada pasó a ejercer de editor jefe en Marvel Comics, puesto que regentó del año 2000 al 2010, tomó algunas sabias decisones. Entre ellas designar al guionista escocés, Grant Morrison, como guionista de una nueva cabecera centrada en la Patrulla X con al intención de que el autor de Doom Patrol o Los Invisibles diera aires nuevos a las aventuras de los mutantes. El resultado no sólo supuso el soplo de aire fresco esperado gracias a la inclinación por parte de Morrison, y su larga nómina de ilustradores, por alejarse un poco del tono más superheróico, adentrándose en terrenos de la ciencia ficción, sino que se reveló como una especie de inteligente reformulación, salvando las distancias, de la inigualable etapa de Chris Claremont y John Byrne, con revisiones de sagas como La Saga de Fénix Oscuro o Días del Futuro Pasado incluidas. Por no mencionar la creación de personajes como Quentin Quire o Fantomex que en años posteriores coparon harto protagonismo en varias colecciones de los Hijos del Átomo.
Cíclope, Jean Grey, Emma Frost, Bestia, Lobezno y Charles Xavier, entre otros, se enfrentaron a villanos como Cassandra Nova, la diabólica gemela del Profesor X, o Magneto, que se escondía bajo la máscara del apacible Xorn en una longeva y exitosa etapa con la que Grant Morrison y dibujantes como Frank Quitely, Phil Jimenez, Ethan Van Sciver, Igor Kordey, Chris Bachalo, Leinil Francis Yu, John Paul Leon o Marc Silvestri inyectaron nueva vida a unos X-Men que llevaban casi una década dando vueltas sobre sí mismos, repitiendo conceptos y resoluciones narrativas mil veces vistas y leídas. Desgraciadamente todos los interesantes cambios ideados por el autor de Glasgow fueron obviados o desechos con el paso del tiempo, pero gran parte de su etapa fue respetada y tomada como arranque por Joss Whedon y John Cassaday en esos Astonishing X-Men que nos ocupan en esta entrada y en los que vamos a profundizar a continuación.
La llegada de Joss Whedon a Marvel Comics supuso todo un acontecimiento. Para 2004 el productor, guionista, director y ocasional actor ya se había hecho un nombre en el fandom con series televisivas míticas como Buffy Cazavampiros, Ángel o Firefly. Si a su labor con los guiones de la etapa de los mutantes que darían continuidad a los Nuevos X-Men, de Grant Morrison, se sumaba el dibujante John Cassaday que porr aque entonces todavía saboreaba las mieles del éxito ocupándose del apartado gráfico de Planetary, uno de los mejores cómics de finales del siglo XX escrito por el británico Warren Ellis, las expectativas con respecto a este nuevo recorrido editorial de los alumnos de Charles Xavier eran incalculables. Para ofrecer su particular versión de los Hijos del Átomo Whedon decidió recuperar el nombre de la cabecera Astonishing X-Men, una serie de corto recorrido que se compuso de dos volúmenes. El primero publicado en 1995, a manos de Scott Lobdell, y otro en 1999, con guión de Howard Mackie. Huelga decir que el autor de Fray o Dollhouse superó con el Volumen 3 todo lo previamente realizado dentro de la cabecera.
El primer arco argumental de los Astonishing X-Men de Joss Whedon y John Cassaday se tituló El Don y posiblemente sea el más famoso de toda la etapa compartida por ambos autores. Guionista e ilustrador inician su historia poco después de lo acontecido en Nuevos X-Men, con Jean Grey muerta y Scott Summers y Emma Frost como pareja y directores de la Escuela Xavier Para Jóvenes Talentos, así como co líderes de la Patrulla X. La trama arranca con el regreso de Kitty Pryde para ejercer como profesora de Teoría Computacional Avanzada dentro del nuevo curso y toma como epicentro el descubirmiento de «La Cura», un antídoto para curar el gen mutante. Dicha cura ha sido descubierta por la profesora Kavita Rao, vieja conocida de Hank MacCoy, con ayuda de Ord, de Breakworld, el líder de una raza extraterreste cuya intención es extinguir a todos los homo superiors del planeta Tierra. Cuando la Patrulla X se hace eco de los efectos de la Cura se verá en la obligación de entrar en acción para detener los planes de Ord. Mientras tato Nick Furia, de SHIELD, y posteriormente la agente Abigail Brand, de SWORD, seguirán la pista de todos estos hechos.
Desde el primer número de estos Astonishing X-Men es notable, no sólo el cariño y profundo conocimiento por parte de Joss Whedon con respecto a los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby, sino también su experiencia previa en el mundo del cómic gracias a sus trabajos en Fray o las colecciones de Buffy y Ángel publicadas por Dark Horse. Aunque como guionista respeta, en gran medida, las decisiones tomadas por Grant Morrison en la etapa anterior Whedon realiza un nuevo viraje hacia la vertiente más superheróica de los mutantes alejándose de la sci fi de naturaleza high tec del autor de Glasgow y abrazando el sense of wonder propio de la etapa más clásica de estos, la desarrollada por Chris Claremont y John Byrne en los años 80. De esta manera el director de Much Ado About Nothing elude toda la herencia testosterónica noventera y abraza un clasicismo elegante, ligero desde un punto de vista narrativo y profundo en lo referente a la construcción argumental de su propuesta, para ejecutar una pieza impecable en fondo y forma que, para colmo, se ciñe de manera impecable a su discurso como escritor.
No es de extrañar que Joss Whedon se encuentre como en casa escribiendo a los mutantes. Series como Buffy, Ángel o Firefly poseían más que notables resonancias de las aventuras de los X-Men, de hecho la recta final de la sexta temporada de la serie protagonizada por Sarah Michelle Gellar era su personal versión de La Saga de Fénix Oscura. Pero es que más allá de desarrollar conceptos propios de su discurso como el trabajo en equipo, los personajes perfilados con notorios claroscuros o un sentido del humor brillante, como guionista dentro del medio ofrece muestras de poderosa impronta narrativa. Una de las mayores virtudes de los Astonishing X-Men de Whedon son los silencios, la consecución de viñetas mudas que resultan ser las más poderosas, trascendentes y elaboradas. Varias de ellas se suceden en este primer arco argumental, pero el punto álgido de las mismas sería la que por medio de una splash page y una página con una consecución de tres viñetas enmarque la resurrección de Coloso y su reencuentro con Kitty Pryde. Una pequeña obra maestra dentro del cuarto número de la colección.
«Planetary me obsesiona». Estas palabras dedicaba Joss Whedon a la mítica serie escrita por Warren Ellis y dibujada por John Cassaday para la editorial Wildstorm con la que marcaron un hito dentro del cómic contemporáneo. De esta manera se antoja fácil imaginar lo ilusionado que debió sentirse el creador de Dr. Horrible’s Sing-Along Blog al enterarse de que Marvel Comics designaba al ilustrador de las aventuras de los Arqueólogos de lo Imposible para encargarse del apartado gráfico de Astonishing X-Men. John Cassaday se encontraba en un momento dulce a principios de la década pasada y su labor en este primer arco argumental es superlativo consiguiendo, no sólo extrapolar con elegancia y sutilidad la prosa de Whedon, sino consiguiendo cristalizar de manera impecable las numerosas referencias, esater eggs y homenajes a etapas previas de los personajes a modo de regalos para los fans. El autor de Star Wars se mimetiza de manera magnánima con Whedon y ejecuta viñetas para el recuerdo o splash pages que se convirtieron en clásicos instantaneos dentro de la vida editorial reciente de Lobezno, Cíclope y compañía.
Como primer arco argumental de este Volumen 3 de los Astonishing X-Men designados a Joss Whedon y John Cassady El Don se convirtió en un triunfo para Marvel Comics y la confirmación de que había vida mutante después de la etapa de Grant Morrison. Tanta fue su influencia que trascendió el medio al que se adscribía llegando a ser incluida en la tercera entrega de las aventuras cinematográficas de los Hombres X. X-Men: La Decisión Final, amalgamaba La Saga de Fénix Oscura y esta El Don que nos ocupa, con resultados que no convencieron a muchos fans, pero que a un servidor, como muchas veces a defendido en esta web, agradaron altamente. De hecho el mismo Joss Whedon fue tanteado en su momento para dirigir el film, pero al final fue Brett Ratner quien tomó el relevo de Bryan Singer cuando este abandonó, temporalmente, su labor como realizador dentro de la franquicia. El Don es desde su publicación un clásico moderno de la Patrulla X y sólo supuso el principio de una etapa que no había hecho más que dar sus primeros pasos.
Tras el rotundo éxito de El Don tomó su relevo como nuevo arco argumental Peligroso, el segundo centrado en estos resucitados Astonishing X-Men. A estas alturas de la etapa tanto de Joss Whedon, como John Cassaday, con la inestimable ayuda de Laura Martin al color, ya tenían el total control de la colección o sus personajes principales y secundarios, así como el del contexto espaciotemporal en el que operaban. En esta ocasión el epicentro de la narración era un atípico enemigo para los miembros de los X-Men. Nada más y nada menos que la mismísima Sala de Peligro, durante décadas la zona de entrenamiento y adiestramiento de la Patrulla X, convertida en una Inteligencia artifical viviente y homicida gracias a la tecnología Shi’ar con la que fue actualizada por mediación del Profesor Xavier. Al sentirse más seguros con el material que tienen entre manos guionista y dibujante ejecutan algunos cambios en esta nueva historia que enriquece el conjunto de la obra dando fuerza tanto a los pasajes más dinámicos y ligeros como a los centrados en la interacción de los personajes o la psicología oculta detrás de los mismos.
Tras varios meses trabajando con los personajes y el entorno en el que se localizan sus aventuras Joss Whedon consigue una familiarización con el material que le permite experimentar con la narrativa que había construido durante los seis números que conformaban el primer arco argumental completo. De manera que en Peligroso el creador de Dollhouse empieza a coquetear con recursos como la voz en off. Brillantemente utilizada, para ofrecer una visión poliédrica de los hechos desarrollados desde la perspectiva de varios de los personajes e incidiendo con ella no sólo en el dramatismo, como puede verse con personajes como Peter y Kitty intentando asimilar su nuevo estatus, sino también en la comedia 100% Whedon, ese Logan pensando en cuánto le gusta la cerveza en plena batalla. Pero si hay un uso impecable de la voz en off en Peligroso es a la hora de recurrir a ella para crear cuadros de pensamiento relacionados directamente con esa villana que permanece en las sombras desde El Don y cuya personalidad, y relación con Emma Frost, será revelada al final de este arco argumental.
Otra muestra más de lo cómodo que ya se siente Joss Whedon en la colección es la perfecta amalgama entre dos tonalidades bien distintas a la hora de abordar el desarrollo de su trama principal y las subtramas que la complementan. Por un lado Peligroso posee muchos más pasajes de acción que El Don. Secuencias de combates cuerpo a cuerpo y batallas a gran escala en las que los personajes llevan hasta el extremo sus dotes físicas y John Cassaday las suyas como storyteller, componiendo viñetas, páginas y splash pages de una minuciosidad y cuidado en el detalle sencillamente avasalladores. Por otro la interacción de los protagonistas con la Intelgiencia Artifical, consciente de sí misma, en la que se ha convertido la Sala de Peligro muestra la faceta más reflexiva y metafísica del guionista, con especial dedicación a la relación creada entre esta peculiar villana de nuevo cuño y «su padre». Un recién recuperado Charles Xavier que interviene, brevemente, en la colección de manera valiente y atípicia, o lo que es lo mismo, siendo puesto en entredicho por sus alumnos como también lo fuera Rupert Giles por Buffy Summers en la última temporada de su serie televisiva.
Este último apunte en el que Joss Whedon incluye una referencia con paralelismos a su obra audiovisual previa me permite mencionar otro de los alicientes más interesantes de Peligroso, que ya se dejaba ver en El Don, pero que en este segundo arco argumental alcanza cotas de cariño dificilmente calibrables. El director de Serenity añade su personal e intransferible homenaje al cómic «que lo empezó todo», aquel Fantastic Four #1 a cuyo contenido, e icónica portada, dedica delicioso tributo, no sólo mediante la intervención de la Primera Familia, sino también del monstruo al que se enfrentaban en aquella primera aventura. De esta manera Whedon homenajea tanto a esa Marvel Comics que la recibió con los brazos abiertos para escribir sobre los mutantes, como al primer cómic superheróico publicado por la Casa de las Ideas. Mientras tanto allana el terreno para que un John Cassaday mayúsculo con los lápices ejecute unas cuantas páginas de un acabado soberbio, capturando todo el cariño y la deuda pendiente de su colaborador al guión con estos personajes, mientras el lector no se quita de la cabeza cuan memorable sería una etapa de los Cuatro Fantásticos escrita por el padre de Buffy Summers.
Peligroso no sólo confirma el buen hacer de Joss Whedon y John Cassaday con Astonishing X-Men convirtiéndose en la prueba fehaciente de que los aciertos y hallazgos de El Don no fueron un golpe de suerte. También supuso la demostración de que ambos autores tenían la intención de construir un relato en el que los lectores habituales pudieran reconocer a sus personajes de siempre, pero permitiendo a estos desarrollarse y evolucionar dentro de los parámetros preestablecidos dentro de la etapa de la que formaban parte. Por suerte Peligro no había dicho su última palabra y en el tercer arco argumental, que acometeremos a continuación, todavía ejercía un rol importante con el que Whedon y Cassaday seguían profundizando en la psicología de los Hijos del Átomo cuando llegaban al ecuador del run compartido por ambos autores, mientras preparaban muchas más sorpresas que servirían como base para esta segunda mitad de sus Astonishing X-Men.
Desgarrada tomaba el relevo de Peligroso y tras haber colocado las piezas sobre el tablero que habían ido construyendo con los dos arcos argumentales previos con este tercero Joss Whedon y John Cassaday comenzaban a mover las piezas sobre el mismo a lo largo y ancho de las doce primeras entregas. Tras lo enfrentamiendos con Ord, de Breakworld, primero, y Peligro, después, ahora tocaba revelar el secreto escondido tras Emma Frost y su relación oculta con una villana en la sombra que finalmente resultó ser Cassandra Nova, la diabólica hermana gemela de Charles Xavier que volvía de la mano de Whedon y Cassaday después de haber debutado en los Nuevos X-Men de Grant Morrison donde ejerció como una de las enemigas principales de la Patrulla X. En esta ocasión lo hacía acompañada de lo que, supuestamente, pareía el Club Fuego Infernal, contando en sus filas con el indispensable Sebastian Shaw, Cabeza Nuclear Negasónica Adolescente, una misteriosa figura que desvelaría su identidad más tarde y la propia Cassandra Nova. Todos ellos conspiradores en la sombra vinculados con la Reina Blanca, antigua militante del famoso grupo en su época de villana.
De esta manera Joss Whedon aborda su tercer arco argumental con los Astonishing X-Men amalgamando presente y pasado. Por un lado retoma de manera casi directa los hechos acaecidos en el, magistral, arranque de la etapa de Grant Morrison con los Nuevos X-Men en esa E de Extinción que asentó las bases narrativas de esta con el genocidio mutante de la isla Genosha. Por otro recupera al Club Fuego Infernal, grupo de vital importancia durante la icónica La Saga de Fénix Oscura, de Chris Claremont y John Byrne, de principios de los 80. Aunando estas dos vertientes y recuperando a los dos enemigos de El Don y Peligroso Whedon construye una relato de transición que no deja de ser una antesala y prólogo de la gran batalla final que se desarrollará en Imparable. Curiosamente en Desgarrada es donde más se nota la construcción episódica heredera de las series de televisión que el autor de Firefly inyecta a su etapa con los Hombres X, ejecutando paralelismos entre este arco en concreto y el arranque de la séptima, y última, temporada de Buffy Cazavampiros.
Volviendo a los Nuevos X-Men de Grant Morrison en esta ocasión Joss Whedon decide reincidir en uno de los mayores aciertos de la etapa del autor de Flex Mentallo o Joe, El Bárbaro y es perfilar en profundidad la psique de Scott Summers. Si el Cíclope del de Glasgow era reivindicado como líder táctico de la Patrulla X, en los primeros números de Desgarrada Whedon trata de ahondar, mediante el personaje de Emma Frost y sus juegos mentales, en la psique del personaje haciéndole reflexionar sobre su rol como cabeza visible del grupo creado por Charles Xavier, con el fin de mermar su cerebro. En el proceso Whedon juega con la retrocontinuidad, regalándonos pasajes localizados en la época de los añorados Claremont y Byrne o reutiliza ideas narrativas de Morrison como los juegos sexuales psíquicos a los que eran asiduos Scott y Emma cuando Jean todavía vivía. Todo ello con la intención de diseccionar al escalpelo los traumas de uno de los personajes, y desvelar la agenda oculta del otro con continuos giros de guión, unos mejor ejecutados que otros.
Porque desgraciadamente con Desgarrada también debemos hablar del arco más irregular de toda la etapa de Joss Whedon y John Cassaday con los X-Men. Evidentemente en ningún caso nos referimos a seis números deficientes o reprobables en manera alguna, pero sí de un discurrir argumental más atropellado y construido, en gran parte, a base de algo toscos golpes de efecto y puntuales decisiones un tanto cuestionables en lo referido a algunos personajes. La inclusión de Ord, de Breaworkd, y Peligro no es todo lo fluida u orgánica que debiera y una vez entran en acción no están a la altura de los amenazantes villanos a los que habían dado vida en los dos primeros arcos argumentales. Por otra parte la elección de convertir a Logan en un niño de cinco años, mentalmente hablando, es un fallo garrafal por mucho que facilite algunos gags simpáticos y su recuperación se antoje brutal y catártica. También desentona demasiado el expeditivo comportamiento de Cíclope, pistola en mano, en la recta final del relato contradiciendo en gran medida, no sólo el retrato del personaje previamente ofrecido por Whedon, sino también su misma esencia como superhéroe con, por aquel entonces, treinta años de vida editorial a sus espaldas.
John Cassaday sigue siendo el cómplice ideal para capturar por medio del apartado gráfico de Astonishing X-Men las ideas narrativas de un Joss Whedon cada vez más ambicioso. El autor nacido en Texas sigue a un altísimo nivel mimetizándose de manera briosa con la prosa de su compañero de viaje mientras este le desafía continuamente adentrándose cada vez más en el onirismo adscrito a la psicología de los personajes protagonistas y retándole para que cada nueva secuencia de acción sea a mayor escala que la anterior. Pero es ineludible que a Cassaday también se le nota cierta tendencia a la irregularidad en Desgarrada. Su detallismo enfermizo y eficiencia a la hora de capturar la energía cinética encapsulada en las batallas cada vez más grandes de la Patrulla X se ve algo menoscabada por su labor con los lápices, brillante, pero no tan superlativa como en los dos arcos previos. Por suerte no podemos hablar de desgaste en este sentido, porque en Imparable el autor de Hijo Caído: La Muerte del Capitán América volverá a la máxima potencia con un despliegue visual de los que crean escuela.
Con sus muchas virtudes y pocas carencias Desgarrada seguía manteniendo, casi intacta, la calidad del run ejecutado por sus dos máximos responsables, sin olvidar el crédito a Laura Martin y su brillante paleta de colores, con la mezcla de espectacularidad en sus secuencias más heróicas e intimismo cuando la psicología de sus criaturas se apoderaba de la narración. Pero es ineludible afirmar que este tercer arco argumental no dejaba de ser un preámbulo para el cuarto en el que Joss Whedon y John Cassaday desplegarían todo su arsenal para dar un final a su etapa con los X-Men a la altura de los cuatro años durante los que convivieron con ellos. Imparable cerraba con seis números y un Giant Size un trabajo para el recuerdo y a cuyo final estamos llegando inevitablemente en esta entrada dedicada a desgranar, humildemente, todo su contenido. Enfúndense sus uniformes bicolor, suban al Black Bird y abróchense sus cinturones. Porque comenzamos un viaje a lo largo y ancho del espacio que nos llevará al lejano planeta de Breakworld.
Cuatro años, de 2004 a 2008, tardaron Joss Whedon y John Cassaday en dar final a su largo y exitoso periplo por la colección Astonishing X-Men que ellos mismos habían devuelto a la vida. Marvel Comics había puesto para ellos la alfombra roja ofreciéndoles una libertad creativa de la que no muchos autores del medio pueden presumir cuando trabajan bajo el amparo de las grandes editoriales americanas. Tanta relevancia se le dio a estas veinticuatro entregas, y un Giant Size como colofón final, que en la Casa de las Ideas permitieron a sus responsables obviar todos los importantes hechos en los que los mutantes estaban implicados por aquel entonces en otras cabeceras con eventos como Dinastía de M o Civil War. Los retrasos con las entregas se hicieron casi interminables, pero todo tenía sentido si tenemos en cuenta que ambos creadores estaban implicados en otros proyectos. Whedon preparando el que sería su debut en el mundo del largometraje con una nadería titulada Serenity y Cassaday poniendo fin a esa inanidad que responde al nombre de Planetary. De manera que la tardanza estaba más que justiciada, sobre todo si vemos el resultado final de estos Astonishing X-Men una vez pusieron fin a su primera gran aventura en el siglo XXI.
Imparable supuso el último movimiento de una enorme y extensa sinfonía cuya gestación llevó casi un lustro a sus ideólogos. Como era de esperar con el cierre de esta primera etapa dentro de la cabecera Joss Whedon y John Cassaday iban a darlo todo y no dejarse nada en el tintero, algo que salta a la vista después de acometer la lectura de este último arco. Hablamos de una space opera en la más clásica tradición del universo cósmico de Marvel Comics que cuenta con autores como Jim Starlin, Ron Marz o ese inevitable Chris Claremont al que hemos recurrido en más de un pasaje de esta entrada. Pero una vez más el guionista recurre a su naturaleza multidisciplinar si tenemos en cuenta que los ecos a Serenity son claros a lo largo de Imparable, convirtiéndolo en un relato, no sólo escrupulósamente fiel a los cánones propios de la Casa de las Idesas, sino también en una pieza 100% adscrita a su impronta como creador de historias gestada, principalmente, en el medio audiovisual y extrapolada aquí, de manera impecable, al mundo de la viñeta.
El viaje de la Patrulla X, acompañada de la agente Abigail Brand de SWORD, a Breakworld para evitar la profecía que sitúa a Coloso como el futuro destructor de dicho planeta se revela como el epicentro de la historia planteada por los dos autores estadounidenses. Todos los personajes, principales y secundarios, de El Don, Peligroso y Desgarrada convergen en Imparable para formar parte de la despedida que Whedon y Cassaday nos tienen preparada. Una vez inmersos en el cuerpo celeste de Ord los protagonistas conocerán una nueva y extraña cultura a la que, con toda probabilidad, le queda poco tiempo de vida una vez se lleve a cabo su profetizada total extinción. Este terreno se muestra rico y fértil para que el co creador de Agentes de SHIELD extienda toda su pericia como narrador creando una intachable mixtura entre acción, drama, comedia y romance. Todo potenciado por un poderoso compendio en el que épica y crepuscularidad discurren en paralelo gracias al virtuosismo del guión diseñado por un autor que encuentra en el arte secuencial la libertad visual y narrativa que no siempre le ha permitido la ficción filmada con con sus limitaciones logísticas y presupuestarias.
Como siempre ha sucedido en la obra previa de Joss Whedon, independientemente del medio a la que se adscribiera, Imparable hereda la voz poliédrica y colectiva de Buffy, Ángel o Firefly. Para el guionista el héroe no es nada sin sus amigos y aliados, el trabajo en equipo y el reparto de responsabilidades entre unos y otros es el único camino para conseguir la victoria. Por eso en esta recta final potencia algo que había puesto en práctica desde el primer número de su etapa con los X-Men. Permitir que todos y cada uno de sus personajes tengan su momento de gloria compartido y en solitario. Por eso aquí desemboca todo el bagaje acumulado en más de una veintena de entregas con un Cíclope reafirmando su posición como líder indiscutible de la Patrulla X, la compleja dualidad psicológica y emocional de Emma Forst, la alienación a la que se enfrenta un Coloso recién resucitado y acusado de convertirse en un potencial genocida interplanetario, un Henry McCoy poniendo cada vez más en duda su menguante humanidad o una Kytty Pryde con la que comenzaron estos Astonishing X-Men y con la que nos despedimos confirmándose ella, y no otro personaje, como el corazón de la historia. Luego tenemos a Logan, en cuya psicología Whedon no profundiza demasiado, pero lo muestra en todo momento como «el mejor en lo que hace» y con ello es más que suficiente.
Imposible no reparar en la labor de John Cassaday en este último arco argumental en el que, al igual que su compañero de fatigas, decide dar lo mejor de sí mismo para que esta fanfarria final esté a la altura de las altas expectativas depositadas en ella. Si bien mencionábamos que en Desgarrada al texano se le notaba un poco menos vibrante que en El Don o Peligroso en Imparable ejecuta toda una masterclass visual, narrativa y conceptual a la que podemos considerar una de las mayores cumbres de su carrera junto a su paso por la descomunal Planetary. Cassaday es el responsable de que la letra de Joss Whedon llegue con fuerza y vigor a un lector que no deja de disfrutar de un encadenado de viñetas, páginas y splash pages descomunales en las que el control del espacio, el trazo, el posicionamiento de personajes y localizaciones o la secuencialidad de las batallas campales a lo largo y ancho del planeta Breakworld nos retrotraigan, salvando las lógicas distancias, a la impronta de grandes maestros como George Pérez o John Byrne. Imparable en particular, y su paso por Astonishing X-Men en general, pusieron el nombre de John Cassaday en lo más alto del cómic comercial americano contemporáneo con todo merecimiento.
Podemos mencionar algunos fallos como lo engañosa que era esa prometedora portada del Giant Size mostrando una batalla con iconos de la Casa de las Ideas que posteriormente sólo hacían una aparición testimonial o que toda la épica y el dramatismo que destilaba el sacrifico de Kytty Pryde se viera un poco mermado por la ridícula naturaleza del famoso proyectil. Pero más allá de esas nimiedades podemos confirmar que esos cuatro años de espera a los que Joss Whedon y John Cassaday nos sometieron para poner punto y final a su periplo con los personajes creados por el maravilloso tándem formado por Stan Lee y Jack Kirby o llevados a lo más alto de la historia del medio por esos Chris Claremont y John Byrne a los que, como este artículo demuestra, no se puede dejar de referenciar y reverenciar siempre que se hablan de etapas memorables de los Hijos del Átomo. Con el viaje a Breakworld y la desaparición temporal de Kytty Pryde Whedon y Cassaday nos decían adiós y dejaban un puñado de cómics impresionantes en los que volcaron todo su talento y cariño por un medio tan maravilloso como este que nos lleva reuniendo a todos aquí, en Zona Negativa, desde hace veinte años.
Aquellos que hayan seguido con cierta regularidad mis cinco años como redactor en Zona Negativa tendrán constancia de mi admiración por Joss Whedon y toda su obra audiovisual. Y aunque nunca lo he mencionado, al menos de manera explícita, Planetary me parece uno de los mejores cómics de la historia reciente del medio. De manera que un trabajo conjunto entre ambos autores, con mi grupo favorito de Marvel Comics y para colmo heredando y tomando muchos preceptos, personajes e ideas narrativas de otra de mis etapas favoritas de los mutantes, la de Grant Morrison con los Nuevos X-Men, el resultado tenía que dejar huella en mi corazón seguidor, desde hace muchos años, de los personajes «temidos y odiados» de la Casa de las Ideas. Tanto Joss Whedon como John Cassaday, o la misma serie Astonishig X-Men, siguieron vinculados con la editorial. El primero llevando a lo más alto del panorama cinematográfico comercial a Marvel Studios con las memorables Los Vengadores (2012) y Los Vengadores: La Era de Ultrón (2015), el segundo entregando su talento a colecciones como Star Wars o Uncanny Avengers y la tercera con otra remarcable etapa escrita por Warren Ellis y dibujada por Simonie Bianchi, Phil Jiménez o Karee Andrews y de la que también me gustaría hablar algún día. Haremos lo posible para que sea antes del 25 aniversario de esta web a la que considero mi hogar.
Que recuerdos! Gran articulo… voy a releermelo otra vez y asi lo desempolvo de donde quiera que este!!
Fletcher!!
Una gran etapa, sí señor, para servidor mejor que la de Morrison incluso.
¡Gracias por vuestras palabras!
Prometo, si los compañeros de la redacción de Marvel me dan su permiso, dedicar otra entrada a la etapa de Warren Ellis en la colección, que desde mi punto merece ser recuperada y revalorizada.
¡Un saludo!
Permiso concedido!!
¡Que así sea!