Hay muy pocas películas destinadas a marcar a toda una generación. Hoy en día, inmersos en los tiempos del hype y los reboots, cada vez recordamos con más añoranza los clásicos que marcaron la juventud de muchos de nosotros, sobre todo los que rebasamos la treintena, en aquella dorada época (dorada en nuestro imaginario al menos) que fueron los años 80. De entre todas aquellas joyas que han sobrevivido al paso del tiempo, alquiladas hasta la saciedad en videoclubs y elevadas al rango de leyendas destaca especialmente la que hoy nos ocupa con motivo del 30 aniversario de su estreno, Los Cazafantasmas. Si con tan sólo con leer su título habéis empezado a canturrear mentalmente la canción de Ray Parker Jr. y habéis imaginado a un cuarteto con aceleradores nucleares sin licencia a su espalda cruzando los rayos para salvarnos del advenimiento de una deidad babilónica, estáis en el post adecuado. En él, cuatro valientes redactores (¿casualidad?… no lo creo), Luis Javier Capote Pérez, Juan Luis Daza, Jordi T. Pardo y Samuel Secades, intentarán desgranar las claves de una de las sagas más recordadas del cine del pasado (ay) siglo. Sed bienvenidos y que Gozer nos coja confesados.
A finales de los años 70, la ciudad de Nueva York no tenía nada que ver con lo que es ahora. Asolada durante mucho tiempo por una crisis implacable que dejó un rastro de violencia y miseria, la Gran Manzana nada tenía que ver con el símbolo emocional y turístico de los Estados Unidos que es en nuestros días. Pero entre el gris panorama había algo que sí funcionaba en la Ciudad Que Nunca Duerme, y eso era el Saturday Night Live. El programa, que revolucionó con su formato de show cómico en directo la parrilla norteamericana, se convirtió rápidamente desde su estreno en 1975 en todo un icono de la televisión estadounidense y en una prolífica cantera de actores y guionistas que dura hasta nuestra época. A finales de los setenta y principios de los ochenta, las estrellas de Saturday Night Live eran auténticas celebridades en Estados Unidos y nombres como los de John Belushi o Bill Murray brillaban con luz propia.
En aquel ecléctico grupo había un joven llamado Dan Aykroyd, actor y guionista apasionado por los temas sobrenaturales, un tema que le venía de familia (su abuelo y bisabuelo fueron grandes aficionados a la parapsicología y el espiritismo). Aykroyd, además de ser conocido por sus apariciones en el citado Saturday Night Live, vio lanzada su carrera al estrellato tras protagonizar con su pareja artística y gran amigo John Belushi The Blues Brothers (Granujas a todo ritmo, como fue traducida en nuestro país) en 1980. Por aquel entonces Belushi era también una estrella gracias a National Lampoon’s Animal House (Desmadre a la Americana, 1978), todo un hito cultural en Estados Unidos. Comenzando la década de los ochenta, Aykroyd escribe el primer guion de Los Cazafantasmas, una idea basada en un artículo que lee en la revista sobre parapsicología American Society of Psychical Research y que difiere mucho de la historia que finalmente veríamos en cine. En ese guion original, situado en el futuro, existen muchos grupos de Cazafantasmas que operan en el mundo. Aykroyd piensa en su amigo John Belushi para el papel protagonista, pero su idea se ve truncada cuando encuentran muerto de sobredosis a Belushi en 1982. Aun así, Belushi tendría su aparición en forma de homenaje en la película en la forma del personaje de Slimer, el fantasma verde moqueador y glotón para cuyo diseño se basaron en el genial cómico.
Aykroyd piensa entonces en otro amigo y compañero de Saturday Night Live, Bill Murray, muy conocido también por protagonizar éxitos como Caddyshack (El Club de los Chalados, 1980) dirigida por un también emergente Harold Ramis, y Meatballs (Los Incorregibles Albóndigas, 1979), dirigida por uno de los directores estrella de la época, Ivan Reitman. Sin saberlo todavía, todas las cartas estaban ya sobre la mesa. Aykroyd enseña el guion de Cazafantasmas a Murray y ambos piensan en Ivan Reitman como el director ideal, pero cuando le muestran el guion Reitman lo ve irrealizable técnica y presupuestariamente hablando y comienza a realizar drásticos cambios. Elimina el futuro, y los diferentes planetas y dimensiones en las que se ambientaba la historia, y reduce el número de cazafantasmas. Como supervivientes del borrador original se mantiene la presencia del Stay-Puft, el monstruo de los Marshmallow, y del logo de la película, el famoso fantasma enmarcado en la señal. Como cambios más profundos, da la idea de ambientar la película en una ciudad en la actualidad y de hacer que la historia girase alrededor de los protagonistas comenzando en el negocio de capturar espíritus. Como dijo Reitman posteriormente: “This was the beginning of the 80’s: everyone was going into business”. Harold Ramis, que había trabajado con Aykroyd y Murray, es el último en subir a bordo para dar vida a Egon Spengler, personaje cuyo nombre toma de un compañero de clase, un alumno húngaro de intercambio mezclándolo con el apellido del filósofo e historiador Oswald Spengler.
Con el guion perfilado lo presentan a Columbia, que lo acepta con recelo. El presidente de la compañía por aquel entonces, Frank Price, les pregunta por el presupuesto que necesitarían. El grupo dice la primera cifra que les viene a la mente: 25 millones de dólares, una cantidad inaudita hasta el momento para una comedia. Price acepta producir la película siempre y cuando la tengan lista para estrenarla en el verano de 1984, justo un año después. Aykroyd, Murray, Ramis y Reitman comienzan entonces una carrera contrarreloj. Montan el campamento base en la casa de campo del primero en Martha’s Vineyard, en la que se encierran durante semanas para preparar a fondo el guion, planificar la producción, los efectos especiales… para darle forma a la película, en unos días que el grupo recuerda como una de las épocas más felices de sus vidas. Trabajan día y noche sin descanso hasta dar con la forma de los personajes. Dan aporta sus míticas parrafadas a los diálogos (¿quién no recuerda el bizcochito de Egon?) y gran parte de la personalidad de los actores es trasladada a los personajes (hay mucho de Bill Murray en Venkman e infinidad de Aykroyd en Ray). Para los efectos, el grupo atraviesa una nueva crisis cuando se da cuenta de que gran parte de los profesionales del medio están embarcados en proyectos míticos de la época, desde El Retorno del Jedi a Indiana Jones y el Templo Maldito, así que les deja poco espacio para maniobrar: los efectos tendrán que hacerse lo más artesanalmente posible, llegando a resultar por debajo del nivel de la época (posteriormente Ramis comentará que se dieron cuenta en pases de la cinta que el público creía que eran malos efectos a propósito); para otras escenas, como la de la levitación del personaje de Dana sobre la cama, recurren a la colaboración de prestidigitadores, prescindiendo de efectos ópticos. En cuanto al diseño de producción tuvieron la suerte de contar con el maestro John DeCuir, todo un clásico de la industria en los cuarenta y cincuenta. Él fue el artífice de utilizar uno de los mayores escenarios que se habían usado en Hollywood, el fondo de la ciudad y la entrada al reino de Gozer en la batalla al final de la película, un set tan monumental que para iluminarlo había que apagar los sets colindantes para no dejar sin energía al estudio. Este carácter artesanal de los efectos se perderá en parte en la secuela, ya que entre las dos películas se produjo el brusco e histórico salto de los efectos ópticos a los digitales. Si en el salto se perdió también parte de la magia de la primera parte es algo que sólo el tiempo (y vuestros comentarios al final del artículo) podrá decidir.
Mientras tanto, varios nombres se unen al reparto. Sigourney Weaver, popular por haber protagonizado Alien (1979) y El Año que Vivimos Peligrosamente (1982) hace el casting para el papel de Dana interpretando literalmente a un perro delante de Ivan Reitman. Ernie Hudson obtiene el papel del cuarto cazafantasmas, Winston Zeddmore, personaje que servirá de nexo explicativo entre el público y el mundo fantástico de los Cazafantasmas. Por último, Rick Moranis obtiene el papel del vecino de Dana, Louis Tully, después de ser rechazado por John Goodman, que no acabó de entender un papel para el que llegó a proponer interpretarlo con acento alemán. Moranis terminó conformando una de las parejas más singulares junto con la altísima Weaver que culminaría en el épico beso entre El Maestro de las Llaves y la Guardiana de la Puerta, todo un ejemplo de que la química en Hollywood aparece en los lugares más inesperados.
Así, Los Cazanfantasmas comienza su rodaje, y con él la leyenda de la película, en 1983, no sin antes encontrarse un último escollo, y es la existencia de una serie de la CBS estrenada en 1975 protagonizada por dos detectives y un gorila con una hélice en la cabeza y cuyo título era “The Ghost Busters”. Columbia terminaría pagando a Filmation por los derechos del nombre. Los Cazafantasmas ya era una realidad y comenzó a rodarse a caballo entre Los Angeles y Nueva York, pero fue en la ciudad de los rascacielos donde se produjo el impacto que llevó al fenómeno. La primera escena que se rueda en la Gran Manzana (y en la película en general) muestra a Los Cazafantasmas corriendo por la Quinta Avenida con sus uniformes y una multitud que los mira con sorpresa. El equipo comienza a pegar carteles y pegatinas por toda la ciudad en un ejemplo de marketing viral que llevó a la ciudad a conocer el símbolo de la película mucho antes de que comenzase su campaña de publicidad. El equipo rueda en localizaciones de la ciudad, entre ellas el Rockefeller Center (donde está prohibido cualquier rodaje y del que tienen que salir perseguidos realmente por un guardia de seguridad, secuencia que puede verse en la película). Para la escena final en el edificio de Dana cortan casi la mitad del tráfico de Manhattan, provocando un encuentro entre Dan Aykroyd y un encolerizado Isaac Asimov, vecino de la zona molesto con el rodaje que increpó al actor que se había acercado a saludar al escritor de ciencia ficción, uno de sus ídolos. Las escenas que se ruedan en Nueva York cuentan con multitud de extras que corean el nombre de los protagonistas, que también son inmortalizados en portadas ficticias de las cabeceras de la ciudad, llegando incluso a obtener el permiso del Usa Today para utilizar su portada modificada en la película. El fenómeno comienza a tomar forma.
Concluido el rodaje, es en los primeros pases de la cinta con los productores en los que ocurre algo inusual y que marcaría el fenómeno de la cinta: la audiencia ríe y pasa miedo a la vez, definiendo como nunca antes el canon de comedia fantástica. A pesar de las dudas de la productora, la película se convierte en un éxito de taquilla que rompe el récord de un estreno para la productora Columbia en su primer fin de semana y en su primera semana de recaudación, terminando con 238 millones de dólares recaudados en Estados Unidos y 53 millones en el resto del mundo. Para el equipo, el mejor ejemplo del éxito es cuando descubren, días después del estreno, que camisetas pirata con el símbolo de la película se venden en los kioskos de Nueva York y por extensión de las principales ciudades del país. El tema principal, compuesto por Ray Parker Jr., se convierte en número uno en las listas musicales y ensombrece en parte el magnífico trabajo de Elmer Bernstein en la banda sonora. Cuando llega Halloween y Navidad, Los Cazafantasmas ya es más que una película y, aún más importante, ha conseguido devolver a Nueva York el espíritu de Ciudad de la Esperanza con la famosa frase de Winston al final de la cinta, y que puede resumir fácilmente lo que representó, y representa, Los Cazafantasmas:
“I Love this town!”.
El resto ya es Historia.
una patada en el culo»
Cuando el amigo Jordi planteó la posibilidad de conmemorar el trigésimo aniversario del estreno de la primera película de los Cazafantasmas, debo confesar que acepté sin pensarlo. La posibilidad de hablar de este clásico de los ochenta era demasiado tentadora como para dejarla pasar. Además, nunca está de más tener en cuenta ese factor nostálgico que nos hace ver de otro color (más grato a la mirada) aquellas cosas que relacionamos con ciertas etapas de la vida en las que hay descubrimientos y cambios. Sin embargo, son muchos los casos en los que el reencuentro con los grandes éxitos del pasado puede resultar decepcionante. ¿Sería éste el caso de los Cazafantasmas? Afortunadamente, no.
Hagamos un poco de memoria y recordemos el inicio de la historia: Peter Venkman (Bill Murray), Raymond Stantz (Dan Aykroyd) y Egon Spengler (Harold Ramis) son tres investigadores de la Universidad de Columbia. Su trabajo académico se centra en el estudio de los fenómenos paranormales, lo que causa el desprecio, la burla y la animadversión del resto de sus colegas de claustro, que consideran que semejante dedicación no es más que un desperdicio de recursos. Una opinión respetable, lógica y científica si no fuera por el pequeño detalle de que en esta ocasión los fantasmas sí existen. Esta premisa cambia radicalmente la relación entre escépticos y creyentes, porque en esta ocasión estos últimos sí tienen la razón porque pueden aportar pruebas para justificarla (ese detalle que en el mundo real suelen pasar por alto los “investigadores” de lo oculto, pero me estoy yendo por la tangente). En honor a la verdad, hay que reconocer que este terceto de estudiosos resulta tan heterodoxo que el hecho de que les expulsen de la Universidad es sólo cuestión de tiempo. Una escena con las cartas Zenner permite identificar a Venkman como un sinvergüenza que manipula los resultados del experimento por puro interés personal. Esta imagen de caradura tomador de pelo (marca de la casa Murray) contrasta notablemente con las personalidades de sus dos colegas. Spengler es el erudito, el teórico, el hombre que afronta con seriedad su actividad investigadora y el que bien podría conseguir que los estudios paranormales entraran por fin en el mundo de la ciencia. Por su parte, Stantz aporta una personalidad entusiasta, casi inocente (lo que tendrá funestas consecuencias a su debido tiempo). La combinación de los tres elementos conforma un equipo compacto que, no obstante, será incapaz de evitar el temido despido. La solución, quizá la única salida es convertir en algo práctico sus múltiples conocimientos en las diversas dimensiones de lo oculto: pasarán de estudiar a cazar fantasmas.
La expansión del negocio de detección y captura de espectros conllevará la contratación de Winston Zeddemore (Ernie Hudson), un individuo ajeno al mundo paranormal que manifestará con contundente sinceridad que su capacidad para creer está conectada al interés por obtener el puesto de trabajo. Con su incorporación quedará completado el equipo (sin olvidar a Janine Muntz (Annie Potts), la eficaz telefonista del chiringuito) abriéndose una época de gran éxito en la que el cuarteto alcanza el estatus de celebridad. Son los hombres del momento, y esa popularidad les llevará al encuentro de Dana Barrett (Sigourney Weaver) y de un desafío que bien podría sellar el destino de la humanidad. Es éste el punto en el que la película se oscurece hasta alcanzar tintes lovecraftianos. La presencia de un dios relacionado con una civilización de la antigüedad, de sus demoníacos servidores y de un humano devoto obligará al equipo a desplegar todas sus capacidades en un duelo climático que constituye, sin lugar a dudas, el momento culminante del filme. Es la encarnación de Gozer el Gozeriano durante el conflicto final la expresión definitiva de la película: la perfecta combinación entre comedia y terror.
A lo largo de este artículo se expresa en varias ocasiones la premisa de que estamos ante la película que redefinió los esquemas de la comedia fantástica, demostrando que el público podía reírse y asustarse con una misma cinta. Sin embargo, no está de más recordar que también hay espacio para aportaciones provenientes de otros géneros. Así, tenemos toques de comedia romántica un poco sui generis en la singular aproximación que Venkman ejecuta sobre Barrett. La presencia de Louis Tully (Rick Moranis) añade el ingrediente del más inverosímil triángulo amoroso que jamás vio el celuloide. Por otra parte, la construcción del elemento terrorífico lleva aparejados momentos de intriga y suspense, pero donde hay que descubrirse es en la sucesión de golpes de humor negro que, de camino al clímax relajan la tensión y arrancan la sonrisa del respetable.
Además de una franquicia bastante saludable, el filme deja para la posteridad mil pequeños detalles que han pasado a formar parte del acervo cultural contemporáneo. El logosímbolo de la película es una marca que cualquiera podría reconocer (aún sin haber visto la misma). El término “cazafantasmas” se emplea de forma tanto definitoria como peyorativa a la hora de referirse a quienes intentan demostrar (infructuosamente) que los seres del más allá existen y visitan el más acá. La canción de Ray Parker Jr es una de las canciones de la década de los ochenta (y su vídeoclip no se queda atrás en popularidad). Frases como “¿Es una pregunta con trampa?” y, por supuesto, “¿A quién vas a llamar?” forman parte del vocabulario de una generación. ¿Se puede pedir más? Yo creo que no.
¿a quién vas a llamar?»
El estreno de Los Cazafantasmas en 1984 fue todo un éxito. La cinta se convirtió en una obra de culto y una de las representaciones más cristalinas y palpables de que el cine comercial norteamericano de los años 80 era, en gran parte, de una calidad más que contrastada de cara a unos espectadores que se divertían con unos productos que no les miraban por encima del hombro con la única misión de vaciar sus billeteras. Tras ella llegaron series animadas, videojuegos, juguetes y todo tipo de merchandising, pero de eso hablaremos más adelante. De modo que de manera bastante lógica la gestación de la secuela siempre estuvo presente en la mente de las cabezas pensantes de Columbia Pictures, pero la misma no llegaría hasta un lustro después de la puesta de largo internacional de la primera entrega. Cazafantasmas II vio la luz en 1989 con prácticamente los mismos equipos técnico y artístico de su predecesora, pero por desgracia su paso por la taquilla no fue tan rotundo, como comentaremos un poco más tarde.
Ghostbusters II es una secuela ejemplar, una continuación que respeta escrupulosamente todo lo que hizo grande a la primera entrega de las divertidas correrías de estos cuatro cazadores de entidades ectoplásmicas. En la dirección volvía a ponerse el canadiense Ivan Reitman y del guión una vez más se ocupaban su paisano Dan Aykroyd y el tristemente fallecido Harold Ramis. Estos dos últimos, que en pantalla daban vida a Ray Stantz y Egon Spengler, se sumaron de nuevo Ernie Hudson como Winston Zeddemore, Sigourney Weaver como Dana Barret y Bill Murray, que ponía voz y cuerpo al personaje alma de tanto esta como la anterior película del díptico cinematográfico, el irónico y chulesco Peter Venkman, siempre sin olvidarnos a Rick Moranis como Louis Tully, el abogado de los protagonistas, y Annie Potts como Janine Melnitz la secretaria de los mismos. A ellos se sumarían actores debutantes en la saga como Peter MacNicol en la piel de Janosz Poha y Wilhelm von Homburg como Vigo, el Cárpato, el villano de la velada al que puso voz en la versión original el mítico actor sueco Max Von Sydow.
De nuevo nos encontrábamos con una comedia de ciencia ficción con toques de terror perfectamente dosificados a lo largo del metraje, una revisión dentro del cine fantástico del tipo de humor que venía cultivando Ivan Reitman con Dan Aykroyd, Bill Murray y Harold Ramis en obras como Los Incorregibles Albóndigas o El Pelotón Chiflado. La historia estaba situada cinco años después de que los Cazafantasmas salvaran la ciudad de Nueva York de las garras de Gozer el Destructor con los miembros del grupo inactivos y dedicándose a otras tareas como realizar estudios psicológicos (Egon) animar cumpleaños infantiles con los uniformes que antaño usaron para cazar espíritus (Ray y Winston) o presentar fraudulentos programas esotéricos y paranormales para sacar tajada del medio televisivo (Peter). La amenaza que recae sobre el hijo recién nacido de Danna Barret (recordemos, antigua pareja de Venkman y amiga de los miembros de los Cazafantasmas) y que tiene que ver con un cuadro recién llegado al Museo de Arte de Manhattan, el retrato de un antiguo genocida europeo llamado Vigo el Cárpato.
Como hemos comentado el largometraje era escrupulósamente fiel a su hermana mayor, pero Dan Aykroyd y Harold Ramis en la escritura introdujeron los suficientes alicientes de estreno y personajes de nuevo cuño para que el visionado de la secuela no transmitiera una peligrosa sensación de déjà vu. Una vez más nos encontrábamos con una comedia con pinceladas de terror en la que los cuatro personajes tenían una personalidad carismática y entrañable pero que quedaban sepultados siempre por un Bill Murray que gracias a su sorna y mala baba convertía la velada (esta y la anterior) en ocasiones en un one man show para que el actor fetiche de Wes Anderson pudiera lucirse plenamente. Volvíamos a tener la presencia de Sigourney Weaver y su creíble tensión sexual con el protagonista de Lost in Translation, un villano intimidante que era una amalgama entre Vlad el Empalador y Atila el Huno y un secundario cómico encarnado por un, tan cargante como memorable, Peter MacNicol que ocupaba el rol que en la primera entrega tenía Rick Moranis, que en después de todo tiene en esta secuela su pequeña parcela de protagonismo junto a la siempre estirada por fuera pero pícara por dentro Annie Potts.
Al igual que en la primera Cazafantasmas en esta secuela tenemos momentos remarcables que hicieron las delicias de los fans de la franquicia. Por un lado ver como cada uno de los miembros del grupo se ganaba la vida alejados de la persecución, captura y encarcelamiento de entidades ectoplásmicas es todo un acierto, sobre todo para enfatizar en la memorable escena del juicio la icónica escena en la que Ray, Egon y Peter vuelven a colgarse los equipos de nuevo para volver a la acción y liberar a New York de la ola de fantasmas que la invade. Momentos como en los que Ray e Egon confiesan haber dormido con los mocos rosa para intimar con ellos, cuando Louis se equipa con su propio equipo de cazafantasmas, el momento del tren fantasma que atraviesa (literalmente) a Winston o todo lo que implica a Vigo sometiendo la voluntad de Janosh, el secuestro del aodrabe bebé de Dana o cuando, una vez más, los doctores Spengler y Stantz descubren en la sala de revelado que Vigo es el portador de los ya mencionados mocos mezclan humor punzante con terror efectivo. Pocas pegas más se le pueden poner al metraje del largometraje, puede que algún chiste anticuadamente homófobo por parte de Peter a la hora de referirse a Vigo, el fallo (que ya estaba en la primera parte) de arrinconar en numerosas ocasiones al personaje de Winston haciéndolo parecer en ocasiones más un secundario sin mucha entidad que el cuarto miembro de los Cazafantasmas. Por último no olvidarnos de la empalagosa carga da patriotismo típicamente americano de andar por casa con todo lo que implica a la Estatua de la Libertad que nos incitaría a pensar que esta secuela de Cazafantasmas podía haber sido una cinta de la ola de cine patriótico post 11S con el que Hollywood nos asedió durante la primera mitad de la década pasada. Pero sería de necios negar que el momento en el que cobra vida no está bien ejecutado y propicia algunos gags memorables.
El tiempo ha puesto a Cazafantasmas II en su lugar, el de una secuela que no desmerece en ningún aspecto a su predecesora por contener en su interior todo lo que encumbró a la primera y más bien poco de lo que en aquella no funcionaba. El estreno de la película en las carteleras estadounidenses fue brutal, recaudando en su primera semana más de 29 millones de dólares. El problema radicó cuando a las dos semanas de permanencia del largometraje en cartelera un joven director llamado Tim Burton estrenó la primera gran película auspiciada por la Warner Bros para llevar a la gran pantalla las aventuras de cierto personaje de cómics creado en 1939 por Bob Kane y Bill Finger que ensombreció todos los logros del film dirigido por Ivan Reitman. No sabemos si fueron los cinco años que pasaron entre una entrega de Cazafantasmas y la otra lo que hizo mella en el grueso de la asistencia de los espectadores a los cines, pero el eco de esos dos films protagonizados por inolvisables personajes que formaron parte de la infancia de toda una generación no habían dicho su última palabra, a día de hoy llegando este 2014 a su crepúsculo, todavía no lo han hecho.
El descalabro de la secuela de Los Cazafantasmas no impediría que sus personajes y su mitología tuviesen un destacado impacto en la década de los ochenta. La fantasmagórica saga se convirtiría en parte importante de la cultura popular moderna llegando a ponerse al mismo nivel de clásicos del celuloide de importante valor nostálgico para una generación como Regreso al Futuro, Indiana Jones, Los Goonies o Los Gremmlins. Eso facilitaría que Los Cazafantasmas diesen el salto a otros formatos y plataformas, como la televisión y los videojuegos, o que generasen constantes e ingentes cantidades de merchandising de todo tipo. También se adaptarían sus historias en novelas y cómics y se harían habituales los guiños y referencias a la franquicia en otras películas y series de televisión. Los recurrentes rumores sobre una nueva secuela acaban por atestiguar el impacto que Los Cazafantasmas han tenido entre el público desde su creación y hasta la fecha.
Los personajes de Peter Venkman (Bill Murray), Ray Stantz (Dan Aykroyd), Egon Spengler (Harold Ramis) y Winston Zeddemore (Ernie Hudson) son hoy en día verdaderos iconos. Nadie puede evitar tararear la mítica canción Ghostbusters de Ray Parker Jr. cuando empieza a sonar y el simpático logo de Los Cazafantasmas sigue siendo uno de los más reconocidos por los aficionados. Todo el mundo sabe que no se deben «cruzar los rayos» o que los fantasmas son en realidad «entes ectoplasmáticos». Todos nos quedamos impactados con el gigantesco muñeco de merengue y compartimos las coñas de Bill Murray contra Vigo el Cárpato. ¿Hace falta hablar del legado dejado por estas películas?
El potencial de Los Cazafantasmas fue puesto a prueba ya el mismo año del estreno de su primera parte con la salida al mercado en 1984 del primer videojuego basado en la saga. Bajo el simple título de Ghostbusters el juego de Activision se basaba en la película dirigida por Ivan Reitman y estaría disponible para dispositivos como Atari 2600, Commodore 64, Spectrum, Amstrad, Sega Master System y NES. El videojuego sería un éxito de ventas y unos años después animaría a Data East a sacar un arcade al mercado llamado The Real Ghostbusters inspirado ahora en la serie de televisión animada del mismo nombre emitida en el canal ABC desde 1986 y producida por Coca-Cola Telecommunications, DiC Enterprises y Columbia Pictures Television.
El título de The Real Ghostbusters, Los auténticos Cazafantasmas por estos lares, fue utilizado para esta serie de animación, de la que sería guionista habitual J. M. Straczynski, porque Columbia Pictures se negó a pagar los derechos por el nombre de los «Ghostbusters originales». En los años sesenta se había emitido en CBS una cabecera de imagen real de breve andadura llamada The Ghost Busters, un grupo de investigadores de lo paranormal formado por dos humanos y un gorila interpretados por Forrest Tucker, Larry Storch y Bob Burns.
Después del éxito de Los Cazafantasmas de Harold Ramis y compañía la productora Filmation se adelantó a Columbia Pictures para explotar el nombre de marca produciendo desde 1986 una serie animada inspirada en The Ghost Busters que se mantendría en antena hasta 1990 en su paso por canales como CBN Family Channel y Family Channel. Por su parte The Real Ghostbusters caería de la parrilla en 1991 cuando la fiebre por los personajes y las películas había comenzado a decaer en favor de una creciente batmanía que habían liderado las películas de Tim Burton pero también debido al tono infantil de sus historias en contraste con sus primeras aventuras en las que hacían acto de presencia vampiros, zombis, hombres lobo y todo tipo de monstruos.
Durante sus mejores años The Real Ghostbusters facilitó la posibilidad de versionar el arcade original de Data East a otras plataformas al mismo tiempo que en 1989 Activision adaptaba la secuela cinematográfica en un nuevo videojuego y otras consolas como Sega Drive o Game Boy realizaban sus propias historias del mito de Los Cazafantasmas. La serie animada también sería responsable de un spin-off y una secuela. La primera se trataría de Slimer!, Las Caricaturas de Moquete, cabecera de corte infantil protagonizada por el simpático y baboso ectoplasma verde habitual de The Real Ghostbusters y aparecido brevemente en las películas de Ivan Reitman. Por su parte, la secuela de la serie original se llamaría Extreme Ghostbusters, conocida en España como Los Cazafantasmas: la nueva generación, producción de corta duración en la que se nos presentaba un nuevo equipo de investigadores contra lo paranormal y que apenas sobreviviría al año de su estreno en 1997.
En el apartado de cómics Los Cazafantasmas se estrenarían en el medio en 1988 gracias a la editorial NOW Comics que hasta 1992 publicaría sus aventuras, inspiradas en la serie de Columbia Pictures, con guiones de James Van Hise y dijuantes como John Tobias, Phillip Hester, Evan Dorkin o Howard Bender. La edición británica de estos cómics sería publicada por Marvel UK contando nuevas historias en las que tomarían parte guionistas como John Carnell, Dan Abnett, Andy Lanning, Brian Williamson, Anthony Williams, Stuart Place, Richard Starkings o Helen Stone. La serie de Slimer! también tendría su propia cabecera entre 1989 y 1990 con un total de diecinueve números incluyendo el especial The Real Ghostbusters 3-D Slimer Special. Después del final de The Real Ghostbusters los derechos de los cómics pasaron a la compañía 88MPH Studios que en 2004 publicaría una miniserie titulada Ghostbusters: Legion guionizada por Andrew Dabb y con los lápices de Steve Kurt.
En su versión manga la editorial Tokyopop publicaría en 2008 Ghostbusters: Ghost Busted y, este mismo año, IDW Publishing se haría con los derechos de los personajes. Desde entonces la editorial estadounidense ha estado editando miniseries y one-shots basados en su propiedad como Ghostbusters: The Other Side de Keith Champagne y Tom Nguyen, Ghostbusters: Displaced Aggression de Scott Lobdell y Llias Kyriazis, Ghostbusters: Past, Present, and Future de Rob Williams y Diego Jourdan Pereira, Ghostbusters: Tainted Love de Dara Naraghi y Salgood Sam o el crossover Mars Attacks the Real Ghostbusters de Erik Burnham y Jose Holder. En tiempos más recientes IDW Publishing ha probado a lanzar un par de series regulares de la franquicia siendo la última de ellas The New Ghostbusters nuevamente con Erik Burnham como guionista.
Esto viene a ser una prueba más de la renovada presencia que Los Cazafantasmas han tenido en los últimos tiempos en nuestra sociedad, cosa que también puede corrobar el nuevo interés que han despertado en el campo de los videojuegos dónde las consolas de última generación como PlayStation 3, Xbox 360, Nintendo DS o Wii han contado con adaptaciones como Ghostbusters: The Video Game -con las voces originales de Bill Murray, Harold Ramis y Dan Aykroyd– o Ghostbusters: Sanctum of Slime. También han dando el salto a dispositivos como Android e iOS con propuestas como Ghostbusters: Paranormal Blast. En todo esto seguramente tienen mucha responsabilidad los continuos rumores, nunca concretados, del regreso de la saga a la gran pantalla.
Se me metio en la cabeza…»
La historia de esta tercera película viene de muy lejos, ya en los noventa Dan Aykroyd había escrito un guión para cerrar una hipotética trilogía en la que Los Cazafantasmas viajarían a un universo paralelo y se enfrentaría al mismo Satanás. Pero la historia no logó convencer a los actores del reparto original. También hay que tener en cuenta el deterioro de la relación de Harold Ramis y Bill Murray, sobre todo a partir del rodaje de Atrapado en el tiempo, hecho que haría que este último renegase durante años de una posible secuela.
Hasta 2005 no se volverían a tener noticias del proyecto cuando se empezó a hablar del interés personal de Harold Ramis y Dan Aykroyd para resucitar y actualizar la saga a los nuevos tiempos con un nuevo grupo de jóvenes actores metidos a parapsicólogos y héroes de lo paranormal. Por su parte Bill Murray empezaría a relajar su oposición a la secuela dejando una puerta entreabierta a su regreso a la franquicia. Y como para demostrar su predisposición al entendimiento quedaría su mítico e hilarante cameo en la película Zombieland dirigida por Ruben Fleisher que sería uno de los mejores homenajes recientes a Los Cazafantasmas.
El guión para Los Cazafantasmas III sería reescrito por Dan Aykroyd, Gene Stupnitsky y Lee Eisenberg y se empezó a hablar de fechas para su estreno y posibles fichajes para completar el reparto de la producción. En ese momento Bill Murray volvió a anunciar que se bajaba del proyecto argumentando que «nadie quiere pagar para ver a tíos gordos y viejos persiguiendo fantasmas» aunque pronto se acabaría retractando. No obstante, el regreso de Los Cazafantasmas volvía a quedar en animación suspendida porque pese al interés de Harold Ramis y Dan Aykroyd no se encontraba la manera de redefinir la saga. Finalmente, la palabra remake, tan temida por los aficionados, aparecería en boca de sus principales valedores y responsables.
La posibilidad de tener a una nueva y a la antigua generación de Cazafantasmas en un mismo filme seguía sobre la mesa pero cada vez más parecía una propuesta descartable debido a la disconformidad de la vieja guardia. Después de la muerte de Harold Ramis este mismo año la dirección quedaría huérfana, Ivan Reitman rechazaría hacerse cargo de ella aunque se mantendría como productor del proyecto. Los rumores, noticias y comentarios se han seguido produciendo hasta la fecha hablándose incluso de una versión femenina de Los Cazafantasmas para la que Bill Murray habló del que sería su casting preferido: Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Linda Cardellini y Emma Stone.
Por desgracia, a la hora de hablar de Los Cazafantasmas, todo es posible pero nada es seguro aunque, indudablemente, cuando una saga sigue dando que hablar después de treinta años algo debe tener. De alguna manera, la saga original de Los Cazafantasmas logró conectar con el gran público y con el tiempo sus aventuras se han convertido en filmes de culto. Eso no lo pueden echar a perder secuelas, remakes o nuevas interpretaciones, estos sólo servirán para incrementar la fascinación y apego de los más nostálgicos por la leyenda.
Uffff que interesante se ve esto, por San Elvis!!! Marcho de casa en unos minutos, y no lo puedo leer todo
como me pide el cuerpo ahora mismo que haga. Pero esta noche vuelvo a apatrullar la ciudad después de unos días de descanso y prometo que aquí estaré.
Eso si, felicitaros a los 3 Masters por que este artículo fijo que no va a estar bien, no,
va a estar lo siguiente a bien!
😉
Rockeros Saludos
Dos películas que espero compartir con mi hijo a la que tenga unos añitos más, junto con las de los Gremlins.
PD: Llevo años intentando convencer a mi señora de que me deje colgar junto a la tebeoteca el cuadro que me descargué de Vigo el Cárpato. De momento no cede.
Estupendo artículo, aunque se os ha olvidado comentar un aspecto fundamental: que el gran Berni Wrighton trabajó en la primera película como conceptual art designer, creature design consultant y dibujando storyboards.
http://artcomicenventa.blogspot.com.es/2013/07/los-cazafantasmas-segun-berni-writghtson.html
Un olvido inexcusable (pequeño tirón de orejas). Saludos.
Me hubiera gustado que profundizarais mas en el guion original,porque eso de otros mundos me parece una ida de olla que quizas (y solo quizas) pudo tambien ser genial.
Sobretodo la primera me encantó, la habré visto mas de 20 veces fácilmente. La segunda la recuerdo un poco más repetitiva pero también me gustó. Gran trabajo chicos.
Grab trabajo con el articulo, por cierto lo digo por aqui porque tambien es de cine, y es que se ha anunciado pelicula de deadpool para febrero de 2016, una noticia que me ha pillado por sorpresa y para bien, si la peli conserva el humor del metraje que se filtro sin duda puede ser una gran pelicula.
Volviendo al tema de los cazafantasmas me parecen unos peliculones, pero no estoy seguro de querer que vuelvan ya que no parecen tener muy claro lo que quieren hacer, ademas que unos cazafantasmas sin bill murray, dan aykrod y harol ramis no serian unos cazafantasmas.
Aunque tampoco puedo hablar mucho, ya que igual luego la hacen y me encanta, ademas tan solo con respetar el temazo identificativo ya seria un gran inicio
excelente trabajo gente, pedazo de artículo. Unas películas que forjaron mi infancia y juventud. Ahora que está de moda revindicar los ochenta, la EGB, y demás me llama la atención que ciertas cintas adquieran la pátina de «clásico» con el tiempo, cuando en su momento eran productos de entretenimiento básico. Por mi parte, sobre todo la primera, son motivo de alegría y diversión. Y como va voy para viejo puedo decir aquello de «ehh, yo estuve allí»
¡¡ enhorabuena por el estupendo trabajo a cuatro bandas que os habeis currado¡¡. he leido un articulo sobre la peli en el IMAGENES de actualidad de este més,pero vosotros lo habeis sobrepasado de largo,con un montonazo de datos nuevos que muchos desconociamos. un trabajo estupendo,de verdad.
por cierto….
¿os suena de algo?
http://www.youtube.com/watch?v=N6uEMOeDZsA
cof…cof…¡copión…cof…cof¡
Este artículo me ha recordado lo que me gustaba de niño la serie de Los cazafantasmas, que había olvidado completamente. De las pelis, la uno supera para mi gusto ampliamente a la segunda, que también se deja ver.
Por cierto, y ya que es un post de cine, se os acumulan las noticias: parece que se confirma la serie de Supergirl y que uno de los proyecto cinematográficos de Warner es el Suicide Squad 😉
– «…recordamos con más añoranza los clásicos que marcaron la juventud de muchos de nosotros, sobre todo los que rebasamos la treintena, en aquella dorada época que fueron los años 80»
Hombre, la treintena y con creces la cuarentena también. Que yo acabo de hacer 46 y el año que se estrenó
la peli, la 1, yo tenía 16 tiernos añitos, poca broma!
Pero si, es cierto que ya es un clásico y la recuerdo con gran cariño. La segunda también, aunque tenéis razón en lo del tema de la Batmanía Burtoniana. Yo soy un ejemplo. Recuerdo perfectamente las sensaciones que tuve cuando fui a ver el primer Batman del amigo, la emoción, la sorpresa, la gran satisfacción que sentí al acabar la peli (que repetí en el cine un par de veces más, por cierto) Fueron, basicamente, las mismas sensaciones que con la primera de los Cazafantasmas, que también repetí en el cine.
Por contra, de Cazafantasmas 2 recuerdo la expectación y luego, hombre, no me defraudó pero tampoco me creó las mismas sensaciones que la primera. Supongo que el tema de los 5 años pasados entre una y otra tuvo mucho que ver, claro. Curiosamente, cuando la he podido recuperar, pasados ya muchos años del estreno, la verdad es que me ha gustado y mucho. No la pondría al mismo nivel que la primera, desde luego, pero es sumamente correcta y disfrutable. Una digna continuación, vamos.
Y respecto a esta tercera, remake o lo que sea, ahora mismo no me genera mucho interés, la verdad.
Como bien decís estamos en la época de las secuelas, las precuelas, los remakes etc etc, o sea que, supongo,
que más tarde o más temprano la acabarán realizando. Si es así espero, como mínimo, que no empañe el recuerdo y la calidad de las 2 originales, sobre todo de la primera.
Rockeros Saludos.
Ah, y lo que dije esta mañana con un simple vistazo, lo reafirmo ahora:
Excelente articulo. Enhorabuena a los cuatro, de verdad 😉
La primera película que recuerdo haber visto en un cine (con solo tres o cuatro añitos). Nada mas que añadir.
Bueno si, que a estas alturas -y más después de la muerte de Ramis- preferiría que dejasen la tercera parte en la sección de películas de la biblioteca de Lucien.
Esta es una de las tres películas que definieron mi gusto por el cine de niño junto a E.T y Los Gremlins, todo lo demás vino después.