ZN Cine – Crítica de Al filo del mañana, de Doug Liman

 

Dirección: Doug Liman
Guión: Dante Harper y Joby Harold (Novela: Hiroshi Sakurazaka y Yoshitoshi ABe; Manga: Ryōsuke Takeuchi y Takeshi Obata)
Música: Christophe Beck
Fotografía: Dion Beebe
Reparto: Tom Cruise, Emily Blunt, Bill Paxton, Charlotte Riley, Lara Pulver, Jonas Armstrong, Lee Asquith-Coe, Tony Way
Duración: 110 minutos
Productora: 3 Arts Entertainment / Viz Media
País: Estados Unidos

 

Desde principios de siglo, a partir de su colaboración en 2002 con Steven Spielberg en la excelente Minority Report, y seguramente alentado por su fervorosa militancia en la iglesia de la Cienciología, el popular actor estadounidense Tom Cruise ha participado en varias producciones ligadas a la ciencia ficción, casi definiendo en el camino un estilo y factura propios, de la que han surgido filmes tan opuestos como La Guerra de los Mundos u Oblivion. En este sentido, su último coqueteo con el género, la producción Al filo del mañana dirigida por Doug Liman -responsable de títulos de calidad dispar como El caso Bourne, Jumper, Caza a la espía o Sr. y Sra. Smith– se estrenaba este pasado fin de semana en todas las salas de cine de nuestro país.

La historia de esta superproducción se basa en la novela All You Need Is Kill del escritor japonés Hiroshi Sakurazaka -de la que también existe una versión manga a cargo de Ryōsuke Takeuchi y Takeshi Obata– publicada por Norma Editorial hace sólo unos meses. En ella seguimos las desventuras del recluta Keiji Kiriya, soldado de las internacionales Fuerzas Unidas de Defensa encargadas de hacer frente a la invasión de los mímicos, unos seres biomecánicos de procedencia extraterrestre cuya única misión parece ser la destrucción y aniquilación de toda la humanidad. En su primera experiencia en el campo de batalla, en la pequeña isla de Kotoiushi, la inexperiencia de Keiji Kiriya le llevará a la muerte pero para su sorpresa resucita y cae en un bucle temporal cuyo único sentido parece ser la misma guerra.

No hace falta indagar mucho para descubrir el cambio de orientación presente en la adaptación realizada por Warner Bros. Pictures de la obra de Hiroshi Sakurazaka pasando en esta la acción a situarse en Europa y enfocando la narración desde el egocéntrico punto de vista estadounidense. Esta recurrente y cansina necesidad de Hollywood por ser siempre los héroes de la película mata cierto juego e incluso crítica política -muy ligera eso sí- de la obra original para dejarnos unos obvios paralelismos con la histórica participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. En el guión de Dante Harper y Joby Harold para Al filo del mañana el protagonista de la aventura ya no es el recluta japonés Keiji Kiriya sino el comandante norteamericano William Cage, principal cara del aparato propagandístico militar del país que nunca ha entrado en combate hasta que el General Brigham lo destina al frente para tomar parte en la invasión y recuperación del territorio francés. En este punto, el relato sigue los mismos derroteros, después de morir el comandante William Cage en batalla despierta a la mañana del día de su muerte descubriéndose a partir de entonces obligado a vivir y repetir los mismos acontecimientos en cada una de sus sucesivas y continuas resurrecciones.

El resultado estriba entre una premisa que inevitablemente nos hace pensar en Atrapado en Tiempo, el ya clásico del recientemente fallecido Harold Ramis con su compañero Bill Murray en estado de gracia, y una trama de ciencia ficción de reminiscencias bélicas y con influencias estéticas y mecánicas del Elysium de Neill Blomkamp y la saga Matrix de los Hermanos Wachowski. La historia original de Hiroshi Sakurazaka no tiene muchas pretensiones, no es más que una novela corta ligera llena de acción pero sí posee una interesante y práctica mitología. En el plano visual encontramos está bastante bien asimilada en Al filo del mañana pero su parte más filosófica y sus ideas más llamativas pasan algo desapercibidas cuando no son ignoradas o descartadas. De esta manera, desconocemos el entrenamiento especial de los soldados para llevar los llamados jackets, el sutil mensaje medioambiental desaparece y no se ahonda en las consecuencias extremas de la anomalía temporal ni en la historia y la voluntad de superación de sus protagonistas. La película de Tom Cruise elige caminos más transitados y fáciles aunque más allá de la ubicación geográfica y el cambio de nacionalidad y status del protagonista tampoco se sacan mucho (más) de la manga.

En este aspecto, el punto de partida del relato resulta lo suficientemente voluble y disperso para dar cancha a la improvisación y tomar como interés muchos y diversos temas subyacentes en la obra de Hiroshi Sakurazaka aunque Doug Liman, sea por comodidad o intenciones, se conforma con los más evidentes: la evolución del personaje principal hasta convertirse en el ideal de buen patriota estadounidense y las aspiraciones románticas de este mismo por el personaje encarnado por Emily Blunt que interpreta a Rita Vrataski, una leyenda viva de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos. No obstante, dejando ya a un lado cuestiones relacionadas con la fidelidad de la adaptación, Al filo del mañana consigue, a pesar de todo, ofrecernos una de las cintas de ciencia ficción más interesantes de los últimos tiempos, superando sus virtudes y aciertos todas las posibles carencias de su propuesta. Para empezar tenemos una historia autocontenida en la que, aunque el tema temporal habría podido dar mucho más juego, su director le saca provecho añadiendo a la ecuación algunos toques de sano humor negro y un planteamiento que logra engañarnos y sorprendernos en varios pasajes de la película (aunque a costa de arriesgarse a repetir el mismo truco varias veces).

La película resulta espectacular allí dónde debe serlo, en el campo de batalla, dejándonos asistir a una especie de desembarco de Normandía futurista lleno de efectos especiales capaz incluso de retrotraernos en algún momento a Salvar el Soldado Ryan de Steven Spielberg. En todo caso, en Al filo del mañana, como resulta obvio, se elude la crudeza extrema de esta última y también cualquier posible gajo de sátira y parodia como sucedía en la mítica Starship Troopers de Paul Verhoeven. El impuesto belicismo de Doug Liman tiene nacionalidad pero no ideología, no pretende ser antimilitarista ni escoge mensaje en ese sentido porque su única pretensión pasa por entretener y captar la atención del espectador durante todo el metraje de la película. Esto último lo logra en la mayor parte del mismo imprimiendo un alto pero bien equilibrado ritmo a la producción, evitando así el acomodamiento y el aburrimiento entre repetición y repetición, resintiéndose sólo hacía el final de la película cuando su director toma la decisión de alejar la acción del campo de batalla y el guión comienza a darle más protagonismo a unos secundarios que hasta entonces habían cumplido la misma función que los decorados del filme y llegados a ese punto no pueden justificar sus papeles.

Hablando del reparto, el carisma y la predisposición de la pareja protagonista, con un Tom Cruise voluntarioso y simpático y una Emily Blunt capaz de captar toda la dura y áspera esencia de su papel, logran convencernos y conquistarnos independientemente de su química personal o la ausencia de la misma. Aunque, sobre todo el personaje de la popular actriz británica -a la que ya vimos lidiando con paradojas temporales en esa pequeña joya que fue el Looper de Rian Johnson– habría demandado y agradecido un mayor desarrollo y profundidad. El resto de actores prácticamente no existen, son carne de cañón con apenas peso en la trama, pero se podría destacar el trabajo de Brendan Gleeson y un irreconocible Bill Paxton que sí gozan de más tiempo en pantalla. En conjunto lo acaba cerrando la banda sonora de Christophe Beck, modesta y cumplidora aunque con algunos golpes de ingenio bien llevados en las transiciones y las escenas de humor. En conclusión, Al filo del mañana es un agradecido filme de cara al espectador, intenso y sin grandes fisuras, con buenas dosis de acción propias de un videojuego -cosa ya intuida en la obra de Hiroshi Sakurazaka– y, aunque desaprovechada en algún aspecto, su factura y dirección son notables.