Dirección: John R. Leonetti
Guión: Gary Dauberman
Música: Jospeh Bishara
Fotografía: James Kniest
Reparto: Annabelle Wallis, Ward Horton, Alfre Woodard, Eric Ladin, Gabriel Bateman, Paige Diaz, Tony Amendola, Michelle Romano, Brian Howe, Morganna May
Duración: 98 minutos
Productora: Warner Bros. Pictures / Evergreen Media Group
País: Estados Unidos
El director australiano de origen malayo, James Wan, se ha convertido en uno de los nombres más interesantes dentro del panorama cinematográfico hollywoodiense adscrito al género de terror. Dio inicio a la saga Saw con la mejor entrega de la franquicia, comenzó a coquetear con las horror movies con la irregular pero ya interesante Silencio Desde el Mal (Dead Silence) en la que mantuvo su primer contacto con juguetes peligrosos y dio mucho que hablar con Insidious, su secuela y sobre todo The Conjuring: Expediente Warren. Las dos primeras, un totum revolutum que daba una perspectiva posmoderna del género de casas malditas y espíritus amenazantes, la última, un poderosísimo ejercicio de estilo con el que el realizador homenajeaba al celuloide de los 70, una ves más, adherido al temario sobrenatural, el de films como Al Final de la Escalera (The Changeling) de Peter Medak, Terror en Amytiville de Stuart Rosenberg o El Ente de Sidney J, Furie, esta última estrenada a principios de los 80 pero hija directa de la década anterior. El director de aquella Sentencia de Muerte que protagonizara Kevin Bacon en 2007 no ha inventado nada con su incursión en el género de terror, pero su especial talento para crear atmósferas, apuntalar una sólida puesta en escena y su control del tempo narrativo dentro del suspense, son las bases que han sustentado la meritoria carrera de un autor con una marcada personalidad que por desgracia ha dejado de lado el tipo de films que le han dado la fama, para rodar la séptima (y accidentada) entrega de la saga A Todo Gas (Fast & Furious). Pero por suerte el cineasta ha decidido seguir en el género que tan bien conoce, esta vez en labores de productor con un trabajo derivado de su mejor película, la ya mencionada The Conjuring: Expediente Warren.
Annabelle es una película de naturaleza spin off protagonizada por aquella muñeca maldita que ocupaba gran parte del metraje de The Conjuring: Expediente Warren. Dicho juguete cayó tan en gracia a la mayor parte de los espectadores que disfrutaron de la cinta de James Wan que los productores de Warner Bros pronto tantearon la idea de narrar en una película propia los supuestos hechos reales que se vinculaban con el origen de dicho objeto infantil que a día de hoy sigue confinado en una urna propiedad del matrimonio de parapsicólogos formado por Ed Warren y Lorraine Warren. Esta vez el malayo cedería los mandos de la dirección, que recaerían en el poco conocido John R. Leonetti (El Efecto Mariposa 2, Mortal Kombat: Aniquilación) especializado en rodar secuelas de bajo nivel de éxitos más grandes, quedando su labor reducida en este proyecto a la de productor. Todo apuntaba a que el resultado sería una cinta sacacuartos derivada de un gran éxito y cuya simple existencia era un capricho gestado por el único hecho de abultar las carteras de sus creadores. Por suerte y contra todo pronóstico Annabelle es una muy competente cinta de terror, que extiende el microcosmos creado por James Wan con momentos memorables, un trabajo de dirección lo suficientemente elaborado como para solapar a un reparto simplemente cumplidor y un guión tan efectivo como rutinario o lleno de lugares comunes.
Que la responsablidad de la realización de Annabelle cayera en el nombre de un director tan desconocido para el gran público era uno más de los síntomas que aventuraban que el largometraje que nos ocupa iba a ser carnaza pura y dura, un trabajo realizado por puro interés económico para seguir explotando un jugoso y casi recién nacido (por lo tanto no muy manoseado) éxito cinematográfico y para qué negarlo, bastante de ello hay en esta producción de terror. Pero sería de necios no afirmar que los productores de la obra, su guionista y el cineasta que ha cogido las riendas del proyecto han hecho un trabajo considerablemente meritorio (más este último que los anteriores, todo sea dicho), tratando de sacar partido y algunos momentos de bastante profesionalidad de una cinta que nace a rebufo de otra y que por ello puede considerarse (de hecho lo es) menor que aquella. El arranque del film esté tomado casi en su totalidad del de The Conjuring: Expediente Warren y ello tampoco ayuda a tener buenos augurios con respecto al devenir de la historia que se nos va a narrar o su puesta de largo, pero desde el primer susto (una noche cerrada, una ventana, algo que allí sucede, un asesinato fuera de plano, un grito, una figura que se abalanza) John R. Leonetti nos afirma que va a intentar sacar partido al rutinario y manido guión que han depositado en sus manos por medio de una minuciosa puesta en escena con la que va a (en casi todo momento) calibrar con mucho cuidado las secuencias de tensión, el in crescendo de suspense y todo por medio de una sutilidad tan elegante como carente de innecesarias truculencias, mostrándose como un alumno aventajado del mismo James Wan que, aunque quede a años luz del talento del malayo, sabe extender y enriquecer el imaginario al que este último dio forma con la obra original en la que Annabelle nació como personaje.
Porque Annabelle es una continuación y consolidación del microcosmos que James Wan creó en la ya mencionada película protagonizada por Patrick Wilson, Vera Farmiga o Lili Taylor e incluso se permite el film alguna referencia intertextual con respecto a la obra global del cineasta asentado en Australia si tenemos en cuenta que la primera casa en la que vive el matrimonio Gordon es muy parecida a la de la saga Insidious. De modo que un cumplidor John R. Leonetti sigue la senda impuesta por su predecesor en el cargo de la dirección con una efectiva realización técnica con la que consigue que el largometraje funcione como un reloj suizo en lo que a inquietar al espectador se refiere. El director de El Efecto mariposa 2 evidentemente no consigue capturar en imágenes la malsana y mórbida atmósfera que es capaz de alcanzar el autor de Saw cuando se pone detrás de las cámaras, pero sí sabe medir los tiempos, aprovechar los juegos de luces y sombras y entregarse a la acertada y clásica idea de que es mucho mejor sugerir que mostrar de manera explícita, sobre todo en lo que se refiere a el tono sobrenatural del relato. Ya que si hay algo meritorio en Annabelle es la labor de su director. John R. Leonetti tiene que esquivar los clichés de su guión, que se muestra tan bienintencionado como prototípico, y la labor de un reparto en líneas generales bastante plano, aunque convenientemente cumplidor en los momentos más dramáticos. El cienasta auna el tono del estilo de terror de James Wan, rindiendo tributo a su impronta sin plagiarlo o copiarlo descaradamente, visto en Silencio Desde el Mal (muñecos amenazadores) Insidious (demonios en busca de almas) o The Conjuring: Expediente Warren (posesiones espirituales) añadiéndole referencias que van desde productos tan consagrados como La Semilla del Diablo (Rosemary’s Baby) de Roman Polanski (el embarazo y toda la segunda parte localizada en el edificio de vecinos) hasta secuelas casi autoparódicas como Pesadilla en Elm Street 5: El Niño de los Sueños de Stephen Hopkins (ese carricoche siniestro que aparece en el sótano del inmueble, uno de los mejores pasajes del metraje). Pero por el camino tampoco se olvida de dar cohesión a su producto más allá del plano multireferencial.
Gracias a su labor se percibe en el ambiente la pérfida fisicidad de la muñeca que devora el plano cada vez que la cámara repara en su presencia. John R. Leonetti encuadra con minimalismo y delectación al juguete, lo aborda desde todos los ángulos posibles, pero sin florituras visuales o innecesarios objetivos deformantes. Por medio de la contención y el control del timing el realizador consigue arrancar de los 98 minutos de metraje un buen puñado de escenas de una tensión más que considerable. Con toda la inteligencia posible el cineasta en ningún momento muestra en movimiento a la muñeca, ya que verla correr o lanzarse contra sus víctimas cuchillo en mano como si de una versión femenina del célebre Chucky se tratara daría al traste con todo el trabajo de composición que el apartado técnico va creando a lo largo del desarrollo del largometraje. Es más, en el único pasaje en el que Annabelle «cobra vida» finalmente descubrimos que no es ella la que está moviéndose por propia voluntad y ello da pie a uno de las mejores situaviones de la película. Porque ahí es donde se hace fuerte el perpetrador de Mortal Kombat: Aniquilación, en ejecutar escenas de terror muy conseguidas como la del ya mencionado sótano (esa figura entre las sombras de las escaleras inquietó hasta a un servidor, curtido en mil batallas dentro de este género) la de la niña cruzando a toda velocidad la puerta (estructuralmente idéntica a una de Shock, interesante cinta de 1977 de un por aquel entonces ya crepuscular Mario Bava) o la primera del film que mencionamos al inicio de la entrada y que viene seguida de una escena de asalto hogareño rodado con mucho oficio, tanto o más que el del plano secuencia a lo John Carpenter que se incluye en esa parte de la cinta, un prólogo que recuerda en más de un momento a la seminal La Noche de Halloween de 1979, salvando mucho las distancias, lógicamente.
Anabbelle es un producto meritorio que consigue ofrecer una historia interesante, sencilla y atractiva que en todo momento lucha contra el hándicap de ser una cinta menor y de corte alimenticio nacida con más bien pocas aspiraciones artísticas. Por suerte algunas carencias como un reparto poco entregado formado por Anabelle Wallis (X-Men: Primera Generación), Ward Horton (El Lobo de Wall Street) o Alfre Woodard (12 Años de Esclavitud) o un guión de Gary Dauberman (Destino Final 5) lleno de caminos mil veces transitados son solapados por la destacada labor de un director con fama de mediocre que en esta ocasión ha sabido driblar muy dignamente contra el temporal que una cinta como la que nos ocupa le ha impuesto profesionalmente. Sólo cierto caos y elecciones rocambolescas (y hasta ridículas) en al recta final y el tener siempre presente la platea que si James Wan hubiera tomado las fiendas de esta producción hubiera sido incluso mejor, pueden desanimaronos con respecto a enfrentarnos a las humildes pero encomiables aspiraciones de esta apatecible película de terror. Un proyecto ideal para ser degustado en una oscura sala cinematográfica, sobre todo en el próximo Halloween, festividad con mucha predisposición a ser disfrutada con una buena maratón de piezas de este estilo cinematográfico. La obra de John R. Leonetti no es un gran largometraje, ni será recordada en un futuro como un clásico dentro de su género, pero contiene los suficientes alicientes como para ofrecer juiciosa fruición al espectador que busque poco más de hora y media de traviesa y malévola evasión protagonizada por una horrible (en todos los sentidos) muñeca que comenzó sus andanzas en una época en la que la Familia Manson (muy presenta en el contexto de la película) arrancó de una tacada toda la inocencia y conciliadora ideología que forjó ese movimiento hippie que despidió los 60 y dio la bienvenida de los 70 entre sangre, muerte y nihilismo.
Te compadezco, Armin. Sólo he leído hostias y hostias a esta película, tratando de exprimir el éxito de The Conjuring, pero ni esto es The Conjuring ni Leonetti es Wan. Que te habrá gustado más de lo que esperabas porque esperabas poco, pero una peli que depende de subirte el volumen par asustar, malo. Por no hablar de toda la lógica que hay detrás de regalar a tus hijos o, en general, poner en casa una muñeca tan TAN malrollera.
P.S. Y Leonetti no es conocido como director, pero sí en el apartado de fotografía, que es por lo que se acaba llevando estos trabajos. Por ejemplo, es director de fotografía de las dos Insidious o de The Conjuring.
Lo bueno es eso, que sustos a golpe de banda sonora hay pocos, la mayoría están muy bien llevados en todos los aspectos. Por otro lado aquí la poseedora de la muñeca es una mujer adulta coleccionista de este tipo de juguetes, de modo que está justificada la presencia de la misma.
¡Un saludo!
Como dicen por aquí, la presencia de la muñeca está justificada, aunque sí que da muchísimo mal rollo y te entran escalofríos de imaginarte la habitación de esa casa cuando la tía la pone en una estantería como si nada, presidiendo ni más ni menos que una cuna de bebé, pero es que poner una muñeca parecida a la auténtica Anabelle no tendría sentido, ya que es una simple muñeca de trapo con cara inocente… eso sí, a los poseedores de esa muñeca les produciría escalofríos tan sólo mirarla, pero tratándose de una película sólo tiene sentido una muñeca que de algo de mal rollo, y no lo tienen tan fácil como con Chucky, pues ese era capaz de gesticular y poner cara de malo por sí mismo.
A mí me gustó Expediente Warren, y me ha gustado también esta… la verdad es que no tiene tantos sustos basados en un estruendo, o al menos yo no los recuerdo, sólo el primero, que me hizo saltar de la butaca (es que encima se notaba que al ser de terror ponían el sonido más alto a propósito, y lo digo en serio, pues ya en los trailers lo había notado…) pero las escenas que más recuerdo no son precisamente las de susto fácil sino unas cuantas de escenas de esas que te mantienen en tensión… que te muestran una sombra, la muñeca, un pasillo, una persona, una carretera, cualquier cosa, indicandote que va a pasar algo o simplemente creando mal rollo… a mí personalmente me creó mucha tensión y mal rollo la escena del ascensor… cuando la veáis sabréis a qué me refiero… sólo hay que imaginarse a uno mismo en esa misma escena, y entonces te invade el terror. Tal vez la idea es esa, intentar meterte desde el principio en la película, olvidarte de cosas que pueden ser mejorables o raras y darle una oportunidad, y si tienes en cuenta que está basado en una historia real y logras meterte en la película imaginando que eso podría haberte pasado a tí, la cosa mejora mucho. Y es que tal vez que pases por delante de una habitación y la muñeca que colocaste sentada esté tumbada puede no darte miedo si lo ves en una pantalla, pero para eso hay que tener en cuenta que son cosas que pasaron realmente e imaginarse viviendo esa situación, entonces la cosa cambia.
Lo que sí es cierto y que le hizo bajar puntos es que en la parte final de la película sucede lo que suele suceder en las películas de terror de hoy en día, que empiezan a desvariar un poco, mostrando cosas muy alejadas del terror psicológico y abusando del «monstruo» en cuestión de cada peli, más tangible, como si se tratara del jefe final de fase de cualquier videojuego…
Por cierto, al final de la película hay un easter egg muy simpático y que hace justicia a la historia real y que me encantó… se trata de algo que se ve al fondo de una tienda, desenfocado.
P.D.: para disfrutarla más recomiendo escuchar/ver antes la auténtica historia de Anabelle, es fácil de encontrar en YouTube, contada por Iker Jiménez en Cuarto Milenio, por ejemplo, además de no ir al cine con las expectativas de que sea una película al nivel de Expediente Warren, pues está claro que no podía ser igual al no tratarse del mismo elenco, y nos defraudará si esperamos la misma calidad.
La broma esta genial.