Dirección: Jean-Marc Vallée
Guión: Craig Borten y Melisa Wallack
Música: Varios
Fotografía: Yves Bélanger
Reparto: Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto, Steve Zahn, Dallas Roberts, Denis O’Hare, Griffin Dunne, Kevin Rankin, Lawrence Turner
Duración: 117 minutos
Productora: Focus Features / Truth Entertainment / Voltage Pictures / R² Films / Evolution Independent
País: Estados Unidos
En la pasada 86º Edición de los Premios Oscar, dejando a un lado el selfie de Ellen Degeneres y compañía, uno de los más momentos más interesantes de la gala pasaba por comprobar si en la categoría de Mejor Actor un eterno aspirante como Leonardo DiCaprio conseguiría en esta ocasión el reconocimiento que muchos consideran ya merecido e injustamente aplazado. Por desgracia, su estupenda interpretación en El Lobo de Wall Street de Martin Scorsese no sería suficiente para convencer a los responsables de la academia, Leonardo DiCaprio se iba un año más de vacío a su casa (o la fiesta de después de la ceremonia), aunque aún habrá quién se haya sorprendido porque el reputado actor perdiese el galardón ante un actor tan inesperado y poco probable como Matthew McConaughey. Hasta hace poco no había comedia romántica que fuese capaz de hacer eso posible pero Matthew McConaughey se ha convertido en el paradigma del actor reconvertido, resurgido de sus cenizas, como atestigua un último año y medio pletórico en el que lo hemos visto en la simpática Mud de Jeff Nichols, en su hilarante cameo en la citada El Lobo de Wall Street, en su inspirada e impresionante participación junto a Woody Harrelson en la primera temporada de la televisiva True Detective y, finalmente, en Dallas Buyers Club del director canadiense Jean-Marc Vallée con la que lograría todo tipo de reconocimientos y por la que acabaría siendo coronado este año con el mencionado Premio Oscar al Mejor Actor. «Las películas que me ofrecían me parecían que eran para mañana. Sabía que no iba a crecer con ellas», ha comentado el actor y productor estadounidense, originario de Texas, sobre su cambio de rasante y orientación en el mundo de la interpretación, «He buscado filmes con los que estuviera seguro de que iba a tener una experiencia. […] Parte de lo que estoy haciendo ahora es porque dije que no a muchos filmes de acción y comedias románticas que venían con cheques bellísimos, pero no era el momento». Y así Matthew McConaughey llegó hasta Dallas Buyers Club.
Esta historia basada en hechos reales, prototípica película que encandila a los críticos y académicos, no dejar de ser un biopic, un drama biográfico a mayor gloria de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron apenas un mes de vida. Pero, lejos de aceptar su situación, Ron Woodroof comenzó a automedicarse para intentar paralizar la enfermedad y fundó el club de desahuciados de Dallas para poder facilitar a personas en su misma situación un tratamiento al que los organismos reguladores de la época ponían demasiadas trabas para poder acceder. No obstante, en la vida real, Ron Woodroof era un simple electricista, un reconocido bisexual muy lejos del carácter homofóbico con el que ha sido retratado en la película de Jean-Marc Vallée, como han hecho notar algunos de sus conocidos y familiares más cercanos al conocer el guión Craig Borten y Melisa Wallack. Pero estas licencias y pequeñas libertades no han impedido a Dallas Buyers Club convertirse en el mayor éxito hasta la fecha de su director Jean-Marc Vallée, cineasta ligado a proyectos tan dispares como el western Renegados 2: Los Locos (1997), C.R.A.Z.Y. (2005), La reina Victoria (2009) y Café de Flore (2011), siendo el presente filme su debut y primera experiencia en el cine estadounidense. En el reparto, acompañando a Matthew McConaughey, destacan principalmente Jennifer Garner y Jared Leto.
La primera en uno de sus papeles más interesantes de su carrera desde su caída en desgracia en Elektra y el cantante de 30 Seconds to Mars dando un paso más en su carrera cinematográfica después de haberlo visto en los últimos años en producciones como Requiem por un sueño de Darren Aronofsky, Alejandro Magno de Oliver Stone, El señor de la guerra de Andrew Niccol, El asesinato de John Lennon de J. P. Schaefer o Las vidas posibles de Mr. Nobody de Jaco Van Dormael. El reconocimiento le ha llegado este año también a Jared Leto en forma de galardón, compartiendo junto a Matthew McConaughey el éxito al alzarse con el premio Oscar al Mejor Actor de Reparto por su interpretación y caracterización como el transexual Rayon en Dallas Buyers Club. La historia de este proyecto viene de largo, desde principios de los noventa Craig Borten había estado trabajando en un guión basado en las conversaciones y diarios personales de Ron Woodroof. En esos primeros preámbulos, curiosamente, Woody Harrelson había sido propuesto para el papel principal y Jared Leto ya había sido tentado para incorporarse al reparto. En sucesivos años, diferentes directores y actores estuvieron asociados a la película, hasta que los nombres de Jean-Marc Vallée y Matthew McConaughey fueron finalmente los elegidos para embarcarse en el proyecto. El resto, según sus responsables, sólo una historia, una necesaria de ser contada.
por una vida que no tengo el tiempo de vivir»
Dallas Buyers Club ha supuesto la confirmación y punto culminante del resurgir de la carrera del actor tejano Matthew McConaughey que hace dos semanas le llevó a ganar el Oscar con el papel protagonista que interpreta en la película que nos ocupa en esta entrada. Cuando a mediados de los 90 empezó a sonar como joven promesa con films como la menor pero recuperable Amistad de Steven Spielberg, la interesante adaptación que Robert Zemeckis realizó de la novela Contact de Carl Sagan o aquel dechado de demagogia llamado Tiempo de Matar con el que Joel Schumacher adaptaba la novela homónima de John Grisham no fueron pocos los que tildaron al, por aquel entonces, joven intérprete de «el nuevo Paul Newman«. Tras ese primer éxito vino la gradual debacle en la que se vería sumergido, no sólo como actor, sino también como personaje público con varios escándalos como cuando en 1999 fue detenido puesto hasta el culo de marihuana mientras tocaba los bongos a horas intespetivas en su casa. Tras intervenir en proyectos interesantes como la curiosa pero moralmente cuestionable Escalofrío de Bill Paxton o aquella deliciosa pasada rosca apocalíptica llena de fuego, dragones y bomberos musculados llamada El Imperio del Fuego de Rob Bowman tomó la errónea decisión de meterse en todo tipo de comedias románticas compartidas con actrices como Jennifer Lopez, Kate Hudson, Sarah Jessica Parker o una Jennifer Garner con la que repite ahora en Dallas Buyers Club.
Pero algo sucedió en 2011 que le hizo reconducir sabiamente su carrera cuando ya parecía encasillado en roles de guapo encantador pero con poco cerebro. Realmente no sabemos si lo que tuvo fue una epifanía a lo Rust Cohle o si cambió de camello representarte pero desde que realizó Bernie con Richard Linklater ha ido encadenando una papel memorable tras otro. Él era lo mejor de la fallida Killer Joe de William Friedkin y Tracy Letts, intervino en la alabada tercera película de Jeff Nichols, Mud, puso rostro uno de los strippers de Magic Mike de Steven Soderbergh, ha sido solicitado por Martin Scorsese y Christopher Nolan para intervenir los últimos films de ambos y ha acertado de pleno en el mundo de la televisión al protagonizar junto a su amigo Woody Harrelson esa magnífica True Detective de la HBO de la que todo el mundo habla. Pero ha sido con esta Dallas Buyers Club dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée (C.R.A.Z.Y, Café de Flore) con la que ha recibido el reconocimiento unánime tanto del público como de la prensa especializada ganando un incontable número de premios internacionales culminando, como ya hemos comentado, con el Oscar al Mejor Actor Principal en la pasada gala del 2 de marzo.
Dallas Buyers Club está basada en hechos reales y su argumento narra la odisea que vivió el cowboy de rodeo tejano Ron Woodroof (Matthew McConaughey) cuando en 1986 al descubrir que tenía el virus del VIH decidió asociarse con un transexual (también seropositivo) llamado Rayon (Jared Leto) para crear un club clandestino que proporcionaba a todo tipo de enfermos medicamentos experimentales prohibidos en Estados Unidos pero legales en el extranjero. El problema es que el largometraje es un vehículo para el lucimiento de las dotes interpretativas de la imagen masculina de la marca Dolce y Gabanna y el cantante del grupo de rock 30 Seconds to Mars, pero poco más. La quinta obra detrás de las cámaras de quebequés Jean-Marc Vallée es una película con buenas intenciones, construida desde la sinceridad y la humildad tratando de contar una historia cercana, tan positiva como crítica en ciertos aspectos y se le agradece al director tanto la intención como la labor desempeñada para realizarla. El problema es que la historia en concreto ya nos lo han contado muchas veces y nos la conocemos al dedillo y el hecho de que esté basada en hechos reales por desgracia no es precisamente una virtud o algo que se posicione a favor del conjunto de la cinta o la confirmación de su verismo como retrato de los hechos que traslada a imágenes y de los que los autores han eludido bastantes aspectos importantes, como la bisexualidad del mismo protagonista o añadido otros como su supuesta homofobia que no era tal.
Porque precisamente con la obra que nos ocupa ni siquiera podemos hablar de «película de personajes» sino de «película de actores». Por desgracia el guión con el que Graig Borten y Melisa Wallack han adaptado la vida de Ron Woodroof al cine es demasiado plano y recurre en demasía a lugares comunes relacionados con el cine de personas que padecen el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Por un lado los roles de Ron y Rayon están demasiado estereotipados sobre el papel. El primero es un homófobo de manual que al descubrir su condición de seropostivo al principio se lo niega a si mismo para más tarde aceptarlo a regañadientes y empezar una relación de amistad con Rayon, con el que en primera instancia chocará por culpa de sus prejuicios encontrando después en él tanto un socio o aliado como un amigo. El segundo es un transexual simpático y extrovertido en la superficie que guarda en su interior a un persona castigada por años de rechazo (incluido el de su propio padre) e intolerancia al que su carácter autodestructivo le emparentará con Ron que se convertirá en una persona de vital importancia para él. Incluso la subtrama en la que se hace un retrato nada complaciente de los intereses de las empresas farmacéuticas es bastante simple y se sustenta en clichés que no la enriquecen como debieran dejándola en un apunte de guión importante para la narración pero indebidamente abordado por el guión. Hasta aquí al espectador le queda claro que ni Jean- Marc Vallée ni sus dos colaboradores a la escritura nos están contando nada que no nos explicaran previamente Jonathan Demme con Philadelphia, John Greyson con Paciente Cero o Randal Kleiser en Fiesta de Despedida aunque Dallas Buyers Club tenga un tono de cine independiente más marcado que la mayoría de esos films (algo más pacatos por culpa de su comercialiad a la hora de abordar el tema de la homosexualidad o la misma enfermedad que sirve de núcleo central al desarrollo del relato) y lo del «Club de Deshauciados»se revele como un detalle más o menos original.
De modo que como el guión no elude caminos varias veces transitados (aunque correctamente expuestos en la escritura), ni perfila personajes de una notable tridimensionalidad que los vuelva totalmente humanos para el ojo que visiona (de eso ya se ocupan los actores) ni la correcta dirección de Jean-Marc Vallée hace otra cosa que cumplir debidamente su cometido tanto en el (escueto) plano técnico como en el artístico a la hora de domar a su reparto es, como hemos comentado previamente, la labor actoral de sus dos protagonistas lo más interesante, acertado y sobresaliente de un proyecto como Dallas Buyers Club. Matthew McConaughey adelgazó más de 20 kilos para interpretar a Ron Woodroof y este tipo de transformaciones físicas sabemos que hacen salivar profusamente a los académicos, pero aunque la escualidez del tejano (más acentuada si cabe teniendo en cuenta que lo hemos visto como un hombre musculado en cientos de películas previas, sirva como ejemplo la ya mencionada El Imperio de Fuego en la que compartía plano con Christian Bale, otro aficionado a eso de darle dolores de cabeza a su endocrino cada vez que dice de prepararse a conciencia un papel) es más que notable es su labor de composición la que transmite la fragilidad, desesperación (la escena del llanto el coche es de los más sinceros y desgarrados que se han visto en mucho tiempo y sin regodearse la cámara en él en ningún momento) y deterioro físico (y moral) del personaje, pero nunca perdiendo su chulería, encanto y carisma. Algo parecido, pero desde otra perspectiva, sucede con el Rayon al que da vida Jared Leto. Obras como El Club de la Lucha, Requiem Por Un Sueño, El Señor de la Guerra, Alejandro Magno y sobre todo Las Vidas Posibles de Mr Nobody nos dieron muestras de lo que en Dallas Buyers Club es una verdad irrefutable, que nos encontramos ante una actor de una versatilidad mas que notable, con una cantidad de recursos interpretativos que todavía no han sido explotados y que toda la odisea vital que transmite con su personaje entre la autoaceptación y el rechazo, los golpes de humor y las lágrimas contenidas o la delicadeza y la fuerza de carácter merece el reconocimiento que ha recibido desde la puesta de largo del film hace más de un año. Secundarios como Jennifer Garner (Alias, Elektra) Dennis O’Hare (American Horror Story, True Blood) o Griffin Dunne (Un Hombre Lobo Americano en Londres, ¡Jo Que Noche!) cumplen su cometido y dan muestras buenas de profesionalidad, pero son impunemente devorados por los huracanes Matthew McConaughey y Jared Leto que son el verdadero corazón y alma de la película.
Dallas Buyers Club es lo que se conoce como un «one man show» o en este caso concreto un «two men show», el de Matthew McConaughey y Jared Leto, una obra construida alrededor de las redescubiertas dotes interpretativas (sobre todo las del primero que pocos se imaginaban que las tenía) de ambos actores. Lo cierto es que tampoco podemos hablar de un telefilm inflado con estrellas en su casting, porque como proyecto incide en temas polémicos y bastante incómodos, su dirección respira aire indie por todos sus fotogramas y en ningún momento el guión se entrega a la sensiblería barata o chabacana construyendo sabiamente una agradecida contención emocional llena de sutilidad que muestra a los personajes con los sentimientos siempre a flor de piel pero nunca dejándolos desbordarse indadecuadamente. Pero por desgracia la cinta de Jean-Marc Vallée no aspira a más que ser una obra cinematográfica para hacerse con todos los premios de interpretación posibles para su pareja protagonista, descuidando otros aspectos del proyecto a los que se les debiera de haber prestado más atención. Con la última cinta del director de La Reina Victoria o la próxima Wild no hablamos de un caso tan flagrante como el de la tendenciosa Lincoln de Steven Spielberg que no sólo era una película para que Daniel Day Lewis confirmara que es uno de los mejores actores vivos sino también una soflama vergonzante para vendernos un Abraham Lincoln tan sumamente perfecto y venerable (cuando como toda persona tenía sus más que notable claroscuros) que hasta el que cazaba vampiros en la versión de Timur Bekmambetov parecía moderado a su lado, pero sí a una cinta demasiado autoconsciente de su limitada naturaleza y por lo tanto no podríamos hablar con ella de una gran película, aunque sí de una adecuada, interesante e interpretada desde las entrañas, que no es poco precisamente.
Especial True Detective. El nihilista y lovecraftiano thriller policíaco de Nic Pizzolatto
Muy buenas actuaciones pero muy sin más la película
Para mi, de lo mejor de este año junto al Lobo de Wall Street.
Para mi, es una peli muy necesaria en cuanto a como plantea el tema entre las farmacéuticas y el gobierno, no debemos de olvidar que pese a todo, eso también es un negocio. (Por ese aspecto, yo la relaciono antes con la peli «El aceite de Lorenzo» que con otras que trataron el tema del Sida, como Philadelphia)
En este caso debo decir que estoy más con Esfingo que con Sierra. Dalas Buyers Club más allá de sus dos mayúsculos actores me parece una cinta muy normal, con ideas acertadas y buenas maneras, pero poco más.
En cambio me parece bien traída la comparación con El Aceite de la Vida (Lorenzo’s Oil) de George Miller, pero la película del director de Mad Max era muy superior, mucho más intensa pero no sensiblera, abierta en canal pero contenida y aunque Nick Nolte y Susan Sarandon estaban pletóricos había algo más en la historia y su crítica hacia las farmacéuticas me parece mucho más acertada que la de Dallas Buyers Club, que peca de más simplista. Hasta la lectura teológica le quedaba bien, pero es que George Miller es un director con mucho talento, más del que se le ha reconocido.
¡Un saludo!
se achaca,no sin cierto ninguneo,a la pelicula de jean marc vallee ,de ser una pelicula excesivamente sobria,desprovista de un claro sello autoral,casi de aroma de telefilm.como si eso fuera necesariamente malo.
y,mira tu por donde,a mi me gusta que sea asi.
porque la pelicula se construye desde un notable sentido del ritmo(a mi se me paso como un suspiro,cuando la vi,en su momento)y que no decae,pese a que se sostenga,en buena logica,a la poderosa interpretacion de la dupla mcconaguey-jared leto,y no a un director que trata de dejar su impronta pasando por encima de la propia historia.
porque es la historia lo que importa.y se desarrolla desde una claridad expositiva que ya me hubiese gustado ver en mas de una pelicula de las selecionadas este año.y sin renunciar,ademas, a un tono que huye del sentimentalismo barato(y/o pacato)para adentrarse en toda su primera parte en un terreno cercano a la comedia.lo que,teniendo en cuenta, el tema del que se trata,demuestra un cierto nivel de audacia en la persona de jean marc vallee.bravo por el director.
desgraciadamente,la ilusion dura poco,y la decadencia fisica del personaje de ryon coincide con un cambio de tono que desemboca en un discurso algo atropellado que desvirtua el global de una pelicula que,pese a todo,en su computo global a mi me ha parecido cojonuda.supongo que,pese a todo,el director valoro la posibilidad de que se desvirtuase el mensaje de lo que pretendia contar,y opto por una via mas predecible en su ultimo tercio para no irritar a un publico mas purista.lastima.me hubiese gustado que le hubiese echado cojones.pero,el sindrome «million dolar baby»,parece que pesa,y mucho.
en cuanto al momento excepcional de mathew mcconaguey,poco mas que añadir.el actor hace plausible en todo momento los diferentes estadios por los que pasa su personaje:desde ese «redneck» intolerante que inicia un lento,pero progresivo proceso de cambio,hasta el luchador,no exento de clarooscuros, ingenioso y descarado que se enfrenta a las poderosas agencias farmaceuticas,acompañado de un jared letto de calculada (y asumida ambiguedad)que se come la pantalla,y si se descuida,casi al propio mcconaguey.tremendo trabajo el de este actor.
el «patito feo» de la tripleta actoral(venga va,dejemoslos en tres)recae en el personaje de la garner.personaje excesivamente sobrio y contenido que,pese a todo,deja alguna escena reseñable.como la del momento en que intenta colgar el cuadro que le regala el personaje de ron woodroff,y al que aporta una cierta intensidad dramatica.
aun con dicho cambio de orientacion en su tercio final,la pelicula no deja un regusto amargo como era de esperar,porque…
AVISO SPOILER.
ron woodroff,obtiene un cierto triunfo personal en su lucha contra la f.d.a.,y esto hace que te reconcilies con la pelicula,porque le otorga un inesperado mensaje optimista que,un servidor,agradece.
¿que cual es el computo global?.
pues que si,que merece la pena que te acerques a una muy buena pelicula.y que pese al tema que trata,los momentos de disfrute se alzan sobre los instantes mas amargos,en los que hay que decir que el director tampoco se recrea.y se agradece que asi sea.
que si.que merece la pena.en serio.denle una oportunidad.lo agradeceran.
nota al margen,me quedo de las estupendas dos reseñas de jordi y juan luis,con ese dato del verdadero ron woodroff,que desconocia,y que me ha parecido muy curioso.
y si,se entiende que a sus familiares el asunto les haya sabido a cuerno quemado.
y a quien no.
Muy buen comentario Frank.
A mí el trabajo de Vallée no me disgusta, la impersonalidad del conjunto y los clichés del guión y los personajes sí, pero con todo los actores están prodigiosos y los secundarios a la altura. El visionado merece la pena ahora ya la revisión…
¡Un saludo!