ZN Cine – Crítica de El lobo de Wall Street de Martin Scorsese

 

Dirección: Martin Scorsese
Guión: Terence Winter (Libro: Jordan Belfort)
Música: Howard Shore
Fotografía: Rodrigo Prieto
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Kyle Chandler y Margot Robbie.
Duración: 179 minutos
Productora: Paramount Pictures / Red Granite Pictures / Appian Way
País: Estados Unidos
Valoración:

 

Basada en un hecho real, El lobo de Wall Street cuenta el inverosímil auge y la continua caída al reino del placer de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), el corredor de bolsa neoyorquino que, junto a sus alegres colegas, amasaron una descomunal fortuna estafando millones de dólares a inversores. La película sigue la alucinante transformación de Jordan Belfort, desde que era un hombre honrado recién llegado a Wall Street hasta convertirse en un auténtico forajido de las acciones. Después de amasar una enorme fortuna en un tiempo récord, Jordan se la gasta de la forma más absurda en mujeres, tranquilizantes, cocaína, coches, su esposa (una supermodelo) y un deseo ilimitado de poseerlo todo. Mientras su empresa, Stratton Oakmont, alcanza la cima y él se entrega a los placeres más hedonistas, la SEC (Comisión de Títulos y Bolsa) y el FBI se acercan a su imperio de excesos.

Antes de entrar a ver El lobo de Wall Street el espectador se puede preguntar qué tipo de Scorsese se va a encontrar. En este caso hay que retrotraerse al Scorsese de principios de los noventa con Uno de los nuestros y Casino aunque hay que tomar estos films darles una vuelta y convertirlos en una comedia absoluta, a veces desmadrada. Se trata del biopic de Jordan Belfort, ese yuppie que se volvió un tiburón de las finanzas, pero del toque biográfico al final queda la sensación de muy poco pues se trata de esos casos en los que la verdad supera a la ficción y se ve tal cantidad de desfase que hay momentos en los que uno puede pensar que está casi ante una parodia.

El desfile continuo de drogas, sexo y más drogas todo esto con un montaje frenético, y magistral, de Thelma Schoonmaker durante 3 horas se vuelve un entretenimiento casi con sonrisa y carcajada constante. No obstante quizá le sobre unos 20-30 minutos en su tramo final más que por acumulación de excesos por un desenlace que se ajusta más a lo previsible de estas historias de auge y caída. En este tipo de retratos, muchas veces el cine americano, como su sociedad, no diferencia entre héroes y criminales y en el caso de Belforf lo bueno de Scorsese es que ha contado con Terence Winter para saber encauzar el retrato de este delincuente con mayúsculas.

Winter por su trabajo en Los Sopranos, Boardwalk Empire e incluso por la película de 50 Cent, es un experto en crimen y personalidades varias famosas por hacerse a sí mismas “a su manera”; en el caso de El lobo de Wall Street el guionista ha visto que el potencial de su historia radica en ese sueño americano lleno de desproporciones monetarias, sexuales y narcóticas. La mecánica de Wall Street, la propia manera de lucrarse de Belford o la misma investigación policial tienen en el guión poco espacio. En el caso del funcionamiento de la bolsa neoyorkina, el asunto se resuelve con la secuencia, prácticamente la única, de Matthew McConaughey y su excéntrico personaje que se vuelve en el modelo a seguir por el personaje de DiCaprio. Aquí lo que importa no son tanto la actuación de Belford en el mercado financiero y sus repercusiones, sino su personalidad que refleja elevada a la enésima potencia la aspiración de parte de la sociedad americana a finales de los 80 y principios de los 90, aunque no sucedería nada si lo traemos al tiempo actual.

La chicha de la película es la desbordadote naturaleza de Belford y sus acólitos. En este caso hay que decir que la película es Leonardo DiCaprio durante la práctica totalidad de la cinta. El actor lo da todo y se puede decir sin despeinarse que es una de sus mejores trabajos ya que aunque la sobreactuación ocupa la mayor parte de su interpretación, tiene momentos dramáticos potentes que dan un amplio muestrario de la capacidad actoral del actor angelino. La mencionada sobreactuación no molesta porque está perfectamente justificada por un personaje que estaba drogado las 24 horas del día con sus momentos de exaltación y ridículo absolutos.

Se nota que DiCaprio, como productor de la cinta, tiene muy mascado a Belford y sabe crear un personaje hilarante que para nada cae bien porque queda perfectamente claro que es un ladrón degenero al extremo, lo cual no quita que sea hasta cierto punto hipnótico y que su constante presencia no cargue para nada. A destacar sus arengas micrófono en mano a sus empleados, cargados de un populismo facilón y que evoca a un predicador hablando ante un grupo de fieles creyentes en el dólar a los cuales con su carisma y fuerza consigue introducir en esa fiebre por el oro. Por el otro lado está la gran escena en la que intenta llegar a su Ferrari o aquella que con plano fijo habla por teléfono vendiendo unas acciones que son basura pero que las consigue adornar de tal forma que consigue su objetivo y que define perfectamente la caladura moral y ante qué tipo de persona se encuentra el espectador.

Jonah Hill escolta perfectamente a DiCaprio aumentado esa sensación de estar ante dos tardoadolescentes que sólo se preocupan de tirarse a todo lo que se menea y meterse todas las rayas que puedan mientras les llueve el dinero. La química entre los dos queda palpable en esos momentos de colocón en los que Scorsese les deja explayarse y donde las conversaciones estúpidas y sus caras son uno de los grandes pilares de la comicidad de la película. Del resto destacar Margot Robbie por ser la que aporta momentos más dramáticos, Kyle Chandler por secuencias como la de su entrevista con Belford en el yate, el ya mencionado Matthew McConaughey, el televisivo y más macarra que nunca Jon Bernthal (The Walking Dead o Mob City) y una mención especial a Rob Reiner como padre de la criatura que aporta alguna de las líneas que expresan la voz de la razón aunque no se libra de sus momentos cómicos.

En definitiva El lobo de Wall Street puede que no se lleve ningún Oscar importante por tratarse del retrato de un auténtico ser despreciable pero que se gana al público por sus inagotables excesos. Tampoco ganará por la gran libertad, o mejor dicho comodidad, con que Scorsese la ha filmado para ser EE.UU., pues más allá de desnudos radica en una violencia verbal, más que física, taladrante que pide sacar alguno de esos contadores de “fuck”. Scorsese en esta película se toma su tiempo, las secuencias son por norma largas aunque se intercalan con transiciones rápidas realizadas con ese toque tan suyo como son travellings rápidos, una selección musical precisa y unas imágenes perfectamente elegidas con sus ralentizaciones que en el caso de estos drogadictos va que ni pintada. Avalancha de poco sanos pero adictivos excesos que forman un paquete que se podrían definir como hace el padre de Jordan Belford de obsceno, hilarantemente obsceno añadiría.