ZN Cine – Crítica de Ninja Turtles, de Jonathan Liebesman

 

Dirección: Jonathan Liebesman
Guión: Josh Applebaum, Andre Nemec
Música: Brian Tyler
Fotografía: Lula Carvalho
Reparto: Megan Fox, Alan Ritchson, Jeremy Howard, Pete Ploszek, Noel Fisher, Will Arnett, Danny Woodburn, William Fichtner, Whoopi Goldberg, Jeremy Howard, Pete Ploszek, Minae Noji, K. Todd Freeman, Malina Weissman
Duración: 101 minutos
Productora: Paramount Pictures, Nickelodeon Movies
País: Estados Unidos

 

Todo esto va sobre las expectativas. Las Tortugas Ninja, como las conocemos en nuestro país, o Teenage Mutant Ninja Turtles en su versión original, son la típica mezcla de palabras que, con sólo mencionarlas, hacen que muchos de los nacidos en la hortera e inolvidable época de los 80 nos regocijemos en dulces recuerdos de la infancia. “Tortugas” y “Ninja” debió ser una de las rimas más absurdas que los padres de nuestra generación tuvieron que oír de nuestras bocas (toda generación de padres tiene las suyas) pero, maldita sea, era nuestra rima absurda y nos encantaba. No sólo eran Tortugas Ninja, sino que también eran mutantes y adolescentes, ¿acaso se podía pedir algo más?. Muchos de los que leéis esto (me incluyo) tendríais vuestro primer contacto con Leonardo, Donatello, Raphael y Michelangelo en la serie de dibujos animados que duró la friolera de 193 episodios entre 1987 y 1996 y cuyo tema de la intro aún permanece en nuestra memoria colectiva (aviso: si le das al enlace posiblemente lo estarás tarareando todo el día).

Sí, eran tiempos felices pero recordad, todo esto va sobre las expectativas. Y es que la serie animada no era más que la lógica consecuencia del fenómeno que representaron los cómics en los que se basaba, creados por Kevin Eastman y Peter Laird en 1984 y que surgieron como una respuesta al tono de seriedad que se imponía en los cómics de la época abanderado por Frank Miller, que por aquellos tiempos había reinventado a Daredevil y presentaba Ronin. De hecho el primer cómic de las Tortugas parodiaba el origen de Daredevil, con un Matt Murdock accidentado y sus ojos bañados en residuos radiactivos que acaban filtrándose por una alcantarilla (la parodia era tan evidente porque en principio pensaron que sería un único número); es más, las primeras portadas y viñetas recordaban poderosamente a las de Ronin y la organización enemiga contra la que luchan las cuatro tortugas (El Clan del Pie) comandada por el villano Shredder… bueno, no hace falta ser muy avispado para conectarlo con la sociedad criminal a la que se enfrenta Daredevil, La Mano.

De aquel primer número, titulado Eastman and Laird’s Teenage Mutant Ninja Turtles, se imprimieron 3.000 copias gracias en parte al dinero del tío de Eastman con el cual pudieron sacar esa primera tirada bajo el sello Mirage Studios, que ellos mismos habían fundado. Ocho números después la tirada era de 135.000 copias y los creadores no podían controlar el fenómeno en el que se habían convertido sus criaturas. Lo que vino después algunos lo vivimos en directo: la tortugamanía. Posters, camisetas, juguetes (el mío fue Raphael, nunca se me olvidará porque fue el único que me compraron de pequeño y tuvo que luchar él solito contra Batmans y clicks de Playmobil sin la ayuda de sus hermanos)… todo un universo de merchandising que acabó en la inevitable adaptación a serie de televisión; serie que, a diferencia de los cómics (con un lenguaje y representación de la violencia orientados a un público adulto), presentaba un aspecto y unas tramas más infantiles. Incluso el aspecto de las tortugas era modificado, dándoles a cada una un color de bandana diferente (en el cómic en blanco y negro todas las bandanas eran rojas) que ayudaban a diferenciar la personalidad de los cuatro hermanos. De la serie vinieron personajes desconocidos en los cómics, como April O’Neil, o detalles como el gusto por las pizzas, apenas mencionado en sus contrapartidas originales.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces, tres películas incluidas; de hecho nuestro compañero Luis Javier Capote nos traerá un especial en los próximos días analizando la irrupción en la gran pantalla de las Tortugas Ninja en la década de los noventa. Pero el punto de inflexión llegaría en 2009, cuando el canal Nickelodeon adquiría los derechos de las Tortugas Ninja y se ponía manos a la obra para proyectar una nueva serie de animación realizada íntegramente por ordenador y estrenada en 2012, y una nueva película producida por Michael Bay y protagonizada por Megan Fox (Transformers), Will Arnett (Arrested Development) y William Fichtner (Armaggedon, El Caballero Oscuro), con un completo rediseño de los héroes para la gran pantalla y un presupuesto a la altura de las grandes producciones de Hollywood. Exacto, la combinación perfecta para un completo desastre y una bofetada a los fans. Todos pensamos lo mismo cuando vimos los primeros tráilers y comprobamos que, como cuando uno revisiona las series de su infancia, la magia no sólo se había perdido sino que había sido pisoteada por la implacable industria del reboot.

Pero ¿qué pasa si la nueva película de Las Tortugas Ninja (me niego a llamarlas sólo Ninja Turtles como pretende la distribuidora) no es tan mala como parece?. Sí, puede parecer un pobre piropo que dedicar pero no lo es tanto cuando uno entra con las expectativas destruidas a la sala de cine y se topa con una cinta entretenida durante sus escasos 101 minutos (oh milagro, en estos tiempos en los que cualquier pestiño dura dos horas y media), más o menos bien resuelta por el inane Jonathan Liebesman (Invasión a la Tierra, Ira de Titanes), con puntos de humor y acción bien llevados y que, (ojo, punto importantísimo) no produce la vergüenza ajena que este redactor pensaba que iba a sufrir durante la proyección. No nos engañemos, estas Tortugas Ninja no dejan de ser un producto infantil, torpe y previsible (vamos, todos sabemos que William Fichtner es el malo haga el papel que haga sólo con verle la cara). Una película tonta, sí, pero tontamente divertida y no estúpidamente lobotomizante como cabría esperar. Y es que cambian los orígenes, el aspecto de los personajes y la manera de representarlos pero algo queda, ahí en el fondo, de aquel absurdo divertimento que era ver a cuatro tortugas gigantes practicando artes marciales y comiendo pizza.

Pardiez, incluso hay alguna escena de acción muy bien llevada (la persecución en la nieve) y ese punto de ocultarte a los héroes lo suficiente para mantenerte entretenido durante el manido plan visto mil veces en pantalla. Hasta Megan Fox (la Meryl Streep de Mundo Bizarro) no lo hace del todo mal como una combativa April O’Neil interactuando con cromas y capturadoras de movimiento. Porque, eso sí, la película tiene un, digamos, 10% de componente humano frente a un ridículamente excesivo 90% de parte digital, muy bien llevada eso sí, con un diseño resultón y potente de las Tortugas a las que a pesar de los píxeles se les ha mantenido una personalidad que les lleva un paso más allá de ser meras creaciones digitales. Ese pequeño corazoncito retro que impregna la película, ese plan malvado explicado (cómo no) paso por paso por el villano a los héroes, esos chistes fáciles y esos detalles decididamente hilarantes (mi escena favorita es en la que encuentran una entrada a las alcantarillas en plena montaña nevada que conduce a los protagonistas a la ciudad, recordándome a aquella Lancha Fantástica de Los Simpson que siempre encontraba en cada capítulo un riachuelo o meandro), todas esas tonterías en definitiva son las tonterías con las que hemos crecido y que en parte han amamantado nuestra sed de más tonterías. Claro que ahora vienen con la firma de Michael Bay (intentad no invocar mucho su nombre pues no hay tanto de él en la película como hubiera temido) pero hay algo en estas Tortugas Ninja que las diferencia de subproductos vergonzantes marca del Hollywood embotellado (os recuerdo en este punto que preparan una película de Minecraft… Minecraft por el amor de dios): aunque diluida, esa pequeña esencia de personajes ridículamente ochenteros, reflejos de épocas más divertidas en tiempos tan trascendentales y oscuros para los héroes como los actuales; ver en 2014 a Tortugas Ninja hacer chistes y comer pizza es casi como imaginar a Adam West abofeteando a Christian Bale por olvidársele cómo bailar un buen Batusi. Ojo, no digo que una época fuese mejor que otra, sino que en términos generales ha sido reconfortante pasar un rato estúpido (sin ser insultante) en el cine con unos viejos conocidos.

Si a eso le añadimos detalles que muchos están obviando, como una excelente banda sonora que nos vuelve a regalar el señor Brian Tyler (Iron Man 3, Thor: El Mundo Oscuro), nos da como resultado una genuina película “no tan mala”, que ha de tener igual reconocimiento que ver al negado de la clase sacando un aprobado raspadillo. Quizás no lo suficientemente “no tan mala” como para gastarse esa entrada de la hipoteca que cuesta el cine en nuestro país (gracias de nuevo, señor Montoro) pero sí tal vez merecedora para el fan curioso de un buen día del espectador, una Fiesta del Cine o una sesión en casa cuando salga en Bluray como las de antes, con risas, pizza y colegas discutiendo las ventajas e inconvenientes de ser un héroe con caparazón. Porque, recordad, todo esto va sobre las expectativas. Buen fin de semana y un gran ¡Cowabunga! a todos.