Llama poderosamente la atención, y a la vez resulta un tanto ridículo, el aparente nuevo hábito que han adquirido algunas compañías. Viviendo como vivimos, en la época de mayor apogeo para la información de toda la historia, entristece y enfurece esta nueva moda que hace de la sobresaturación desinformativa un lema.
En los últimos años, varias han sido los entes que, rompiendo la habitual rigurosidad informativa de los medios especializados, han abusado de su propia indecisión para levantar a su paso miríadas de rumores, noticias y desmentidos. Lógicamente, este ejercicio de autobombo publicitario encandila en principio a los fans, que ven en este torrente de datos una excelente excusa para encender sus tertulias. Tampoco quedamos atrás los que, humildemente, tratamos de informar. La carne fresca cae en nuestras pantallas, y deseosos de compartir las novedades, regamos inmediatamente de noticias infinidad de páginas digitales.
El ser humano es curioso por naturaleza, y pocas veces es capaz de ocultar su avidez de conocimientos. Es lógico que todos sintamos cierta atracción hacia el más mínimo cotilleo o la más lejana posibilidad pero, como en muchos otros aspectos, el abuso es perjudicial.
Y lo es hasta puntos terriblemente insospechados. Porque.. ¿acaso no queda el tertuliano como un mentiroso cuando su palabra es desmentida por los hechos? ¿no aparenta ser el informador un especulador depravado que intenta cazar a cualquier precio la mirada del público? ¿Qué valor tiene la credibilidad de los confiados? ¿Acaso no somos todos a la vez, víctimas y verdugos de la información?
Lo somos. Y queremos serlo. Disfrutamos formando parte de un juego cuyas reglas establecen otros. Deseamos saber qué actor es el siguiente en la innumerable lista de candidatos a James Bond, rebuscamos en los más recónditos sitios de internet en busca de la próxima Wonder Woman, nos adentramos en tenebrosas junglas plagadas de banners publicitarios tras el rastro de la próxima primicia…
Pero así es el medio. La actualidad gobierna en muchos casos sobre la verdad, y la noticia no siempre informa. Evidentemente, TODOS sabemos exactamente lo que se nos dice. Nuestra legitimidad depende de la palabra de otro.
De modo que meditemos. Y hagámoslo desde nuestra experiencia, instinto y conocimientos. El deber del informador es informar sobre lo que considera que es una verdad inquebrantable. El deber del informado es cuestionar esa información y determinar, valiéndose de la inestimable ayuda del medio, si es o no útil, creíble, lógica, acertada o interesante. Por su propia voluntad, apetencia y riesgo.
Y aunque al igual que en el fútbol, no da la sensación de que el jugador esté del todo fichado hasta que no juega un par de partidos, mantengo lo que ya dije en una ocasión. Las noticias que tratamos son verdad, de vosotros depende creerlas o no.
Y dicho esto, os anuncio que próximamente intentaré desarrollar un artículo especial sobre la larga lista de candidatas al puesto de Wonder Woman en la próxima película de Joss Whedon. Al fin y al cabo, en eso consiste el juego… ¿no?