Primera parte del artículo publicado en el BoME Nuevos X-Men Tomo 3.
Ponte por un momento en la piel de un mutante. Imagina que al alcanzar la pubertad tu cuerpo y tu mente sufren transformaciones que se extralimitan de los habituales cambios hormonales destinados a conducirnos hacia la madurez.
Además de la aparición de vello en multitud de lugares o de la puesta a punto de los órganos sexuales, la adolescencia de un joven mutante trae consigo el despertar de características muy especiales.
Si tienes suerte tal vez los añadidos evolutivos te permitan proyectar rayos de energía con las manos, o leer los pensamientos de aquellos que te rodean. Disponer de poderes de este tipo es una bendición porque te sitúan sin discusión por encima del resto de mortales. Aún así pueden ser un arma de doble filo, porque sin un adecuado control, esos poderes suponen un peligro potencial para uno mismo y su entorno.
Por otro lado, si la suerte no es de la buena la mutación puede manifestarse con crueldad a través de tus genes, e interpretarse como una terrible maldición de la naturaleza. Producto de esta traumática metamorfosis tal vez acabes convertido en un hombre pez capaz de respirar bajo el agua, o en una especie de felino antropomórfico de sentidos agudizados. En todo caso tu aspecto habrá cambiado radicalmente, y podrás sentirte afortunado si aún conservas rasgos que te identifiquen como humano. Si no es así el proceso para sentirte integrado en una sociedad que recela de quienes son diferentes se antoja tan arduo como irremediablemente utópico. Y es entonces cuando surgen las dudas, y el miedo, porque te encuentras tan alienado que no ves una salida a una situación abocada a conducirte a la marginación.
Llegados a este punto muchos mutantes escapan de su hogar para eludir la opresión familiar o evitar causarles trastornos a sus seres queridos. Otros acaban encerrados en si mismos sin atreverse a desarrollar ningún tipo de vida social que delate la presencia del gen-x en su organismo, y los que menos abrazan sin reparos su mutación y se van abriendo paso como pueden entre la intolerancia que les aguarda en el mundo.
Pero para todos ellos se abre una puerta al futuro, una opción de acceder a un lugar en donde aprender a aceptar sus diferencias, a dominar sus poderes y a convivir con individuos en una idéntica situación: La Escuela de Xavier.
A lo largo de su historia, la neoyorkina Escuela de Xavier para Jóvenes Talentos ha sido tanto un centro de estudios como un refugio para los numerosos alumnos que han pasado por ella. Allí han recalado mutantes procedentes de las gigantescas urbes estadounidenses, de la fría estepa siberiana o de la calurosa sabana africana. De todos los continentes del planeta en definitiva, porque la evolución es caprichosa y suele actuar con aleatoriedad.
Las puertas de la escuela han estado siempre abiertas a todo aquél que necesitase la ayuda y asistencia de hombres-x cualificados, sin importar cual fuese su nacionalidad, raza, sexo o antecedentes previos. De hecho personajes de reputación tan discutible como Lobezno, Pícara o el Juggernaut han abandonado, gracias al paso por la escuela, sus hábitos delictivos en favor de una vida dedicada a defender los ideales de Xavier.
Sin embargo, pese a la amplitud y diversidad del campus creado por el Profesor-X en torno a su mansión del Condado de Westchester, hay muchos mutantes que no se muestran tan receptivos ante la idea de mudarse a un país al que no pertenecen y con el que no comparten costumbres.
Para paliar esta dificultad y proporcionarles una vía a través de la que beneficiarse de las ventajas educacionales y de protección que ofrecen los X-Men, Charles Xavier y Jean Grey se han embarcado en una gira mundial cuyo ambicioso objetivo es establecer por todo el mundo la llamada Corporación-X.
Como si de una prestigiosa entidad bancaria se tratase, la Corporación-X es un ente de carácter internacional, una ONG con numerosas sucursales establecidas en ciudades estratégicas del globo terráqueo. Tiene sedes en Amsterdam, Hong Kong, Los Angeles, Melbourne, Mumbai, Nueva York, Singapur o Nairobi, por citar varias.
La misión fundamental de cada sucursal es proveer asilo a mutantes que sufran la ira de sectores intolerantes, o en su defecto servir de centro educativo en donde formarse académicamente y aprender sobre a manejar poderes especiales.
Dada la elevada cifra de población mutante existente y su previsión de crecimiento exponencial, es imposible albergarles a todos en la Mansión-X, que sin embargo es el centro neurálgico de la Corporación-X, de ahí que una expansión global de las instituciones de Xavier sea tan necesaria.
Mañana la segunda parte del artículo.
Un saludo a todos.