ZN: Mis Diez Cómics Favoritos (Parte 3)

Mi primer contacto con el Universo Marvel fue gracias a un Pocket de Ases de Los Defensores. Es una extraña elección para un niño de corta edad pero supongo que quien me lo regaló no se lo miró mucho. Aquel cómic incluía el enfrentamiento entre Los Defensores y Nebulón, una historia que siempre me estremecía cuando llegaba la parte de la transformación de Nebulón en un monstruo con tentáculos, pero lo que de verdad me gustaba de aquel tomito eran las historias de complemento protagonizadas por el Doctor Extraño en solitario. Por aquel entonces no tenía ni idea de quienes eran Roger Stern o Marshall Rogers pero aquellas historias me resultaban fascinantes. Los números en cuestión eran del 51 al 55 del segundo volumen de la serie del Doctor Extraño y narraban el viaje por el tiempo del buen doctor y su enfrentamiento contra Pesadilla. También explicaban la separación del Doctor Extraño y su amante Clea. Eran historias complejas para un niño pequeño pero la fuerza de aquellas páginas me cautivó, especialmente el número 55, dibujado por el magnífico Michael Golden, en el que se narraba la desesperación del Doctor Extraño por la perdida de su amada. Leí aquellos números incontables veces y al final acabé perdiendo el tomo, pero su impacto perduró. Años después descubrí que aquellos números pertenecían a una etapa más extensa escrita por Roger Stern y dibujada, además de por Rogers, por Paul Smith. Posiblemente sea la segunda mejor etapa del personaje después de la realizada por Stan Lee y Steve Ditko, y, aunque carezca de la imaginación visual de ésta, es en la que se muestra el lado más humano y complejo del Doctor, además de contar con algunos de los mejores dibujantes que se han encargado del personaje. Gracias a esta etapa, y en particular a esos cinco números, el Doctor Extraño se convirtió en mi personaje Marvel favorito y todavía lo es.

Este cómic cayó en mis manos por primera vez gracias a la práctica de compartir tebeos en el patio del colegio y tuve suerte porque éste era de los más deseados. En concreto la versión que me llegó era el retapado que recopilaba toda la maxiserie y que contaba con una gran ilustración de Fernando de Felipe en la portada. La historia escrita por Bob Harras y dibujada por Paul Nery contenía todo lo que un chaval de mi edad podía desear: tipos duros, mujeres hermosas y letales, mucha acción, intriga, tecnología punta y una trama de intrigas y conspiraciones que engancha desde el principio. Y todo ello en un único tomo y encima autoconclusivo. Por aquel entonces yo no conocía mucho al personaje, pero con aquella historia me quedé prendado de Nick Furia y el mundo de SHIELD que le rodeaba. Aun hoy en día me encanta esta historia de caída y ascenso de un héroe que se ve traicionado por sus camaradas e incluso por la mujer que ama y que ve como la organización que él ha ayudado a crear es una mentira que se vuelve en su contra. La forma en la que, casi en solitario, Furia hace frente a las organizaciones más poderosas del mundo me encantó entonces y me sigue gustando ahora, incluyendo la moraleja de la historia en la que la humanidad de los personajes consigue derrotar a la frialdad de las réplicas artificiales. Con los años descubrí que el personaje había tenido etapas mejores como la mítica de Steranko o la entretenidísima de Lee y Kirby, pero para mí esta historia siempre será una de mis favoritas de Marvel, y Furia uno de mis personajes predilectos.

Hablar del Hulk de Peter David supone hablar de una larga etapa de 12 años que empezó en el número 331 (1986) de su colección y se prolongó hasta el 467 (1998), pero para mí el Hulk de Peter David siempre serán los números comprendidos entre el 369 y el 425, los que realizó junto a los dibujantes Dale Keown y Gary Frank. En su día esta fue una de las colecciones que más se recomendaba y el boca a boca hizo que me animara a probarla aunque el personaje no me llamara mucho (yo tenía la imagen del personaje que me había hecho con la serie de televisión de Bill Bixby y Lou Ferrigno, así que podéis imaginaros). Al principio la serie no me dijo mucho pero poco a poco Peter David fue revelando sus cartas hasta el momento en que fusionó las múltiples personalidades del personaje para crear un Hulk completamente diferente: la fuerza y apariencia del Goliath Esmeralda, sumada a la inteligencia de Bruce Banner y la mordacidad del Hulk Gris. A partir de ahí se iniciaría una serie de aventuras como nunca se habían visto con el personaje enriquecidas por un plantel de secundarios que incluían a Rick Jones, Marlo, Betty Banner y los componentes del Panteón. Entre estas historias se incluyen algunas tan memorables como el cruce con Factor-X, el enfrentamiento definitivo contra el Líder, la boda de Rick y Marlo o las guerras troyanas. La labor de David en los guiones fue estupenda y sus diálogos son antológicos pero no fue el único que se lució en aquellos números. David encontró los aliados perfectos en los dibujantes que le asignaron: Dale Keown, pura fuerza y dinamismo que encajaban como un guante con el personaje, y Gary Frank que aportó una gran expresividad a los personajes que potenció el tono divertido de los guiones de David. Aunque esta etapa tiene un inconveniente para mí, como me aficioné al personaje en una de sus etapas más única e inigualable no he sido capaz de encontrar otra etapa del personaje que me haya convencido. Por suerte siempre puedo volver a estos números y disfrutarlos, aunque no le iría nada mal una reedición ya que esta larga etapa fue publicada de forma bastante desigual en su día.

Uno de los mayores filones que tuve para descubrir personajes Marvel fue la colección Clásicos Marvel que publicó Fórum a finales de los 80 y principios de los 90. Por algún motivo que desconozco llegaron a mis manos un par de retapados de aquella colección que contenían verdaderas joyas de Marvel. Así es como descubrí los números 48 al 50 de Los Cuatro Fantásticos, la historia en la que aparecían por primera vez Galactus y Estela Plateada. Por aquel entonces los cómics Marvel de los 60 no llamaban mucho mi atención pero aquellos tres números tenían algo especial. Había una fuerza y una imaginación en aquellas páginas que me engancharon y me parecía increíble que se pudiera condensar tantas cosas en apenas dos números de historia. Sobre todo llamó mi atención el personaje de Estela Plateada, tan maravillosamente imposible y atrayente, con su lado trágico y su particular visión sobre la humanidad. Más tarde descubrí como se había fraguado aquella historia y me fascinó aun más: aquello era pura magia Marvel creada con un método tan único como efectivo que combinaba los talentos inigualables de dos genios como Stan Lee y Jack Kirby. Es difícil de creer que un personaje tan bien diseñado y con tanto potencial como Estela Plateada surgiera como una aportación del dibujante y no como una creación del guionista pero precisamente esa es la gracia del método Marvel: aprovechar las sinergias creativas de todos los talentos implicados en la elaboración de la historia. Sea como fuere, Estela Plateada siempre me ha parecido un gran personaje que en las manos adecuadas a dado grandes historias como ésta.

Otra de las obras que descubrí gracias a la serie Clásicos Marvel fue el Caballero Luna. El justiciero sin superpoderes encajaba con el tipo de personaje que me gustaba por aquel entonces y la historia recuperada en aquellos números (el 29 y 30 de la colección Moon Knight) tenía una gran fuerza visual. En estos números el Caballero Luna debe proteger al Hombre Lobo de una secta satánica que pretende convertirlo en la bestia del apocalipsis. Se trata de una historia que mezcla con equilibrio elementos superheroicos con elementos de terror clásico con un resultado conciso y sólido gracias al guión de Doug Moench. Pero si algo llama poderosamente la atención en estos números es el dibujo de Bill Sienkiwiecz. El dibujante de nombre impronunciable se había encargado de dibujar toda la colección y a lo largo de esos 30 números se puede apreciar su evolución de alumno aventajado de Neal Adams a autor de estilo personal e inconfundible, pero sin llegar a los delirios visuales de obras posteriores. En estos dos números, los últimos que dibujó en la serie, su estilo ya había alcanzado un nivel espectacular, con gran dominio de las tintas y los claroscuros, y sus páginas donde muestra el enfrentamiento entre el Caballero Luna y el Hombre Lobo contra los miembros de la secta bajo la lluvia son una auténtica maravilla. Para mí, su versión del Caballero Luna es la definitiva y ningún otro dibujante ha sido capaz de superarla. Y lo mismo me pasa con Doug Moench, por muchos autores que traten al personaje, su versión sigue siendo la auténtica y el resto son variantes que no saben tratar al personaje como se merece.

Yo ya llevaba varios años leyendo cómics Marvel antes de empezar a leer las colecciones de mutantes. Por aquel entonces mis preferencias iban más por los justicieros tipo el Castigador o el Caballero Luna y no me había acercado aun a las grandes franquicias de la casa. Me sumé al carro mutante con la etapa de Jim Lee y Chris Claremont, pero ese no fue mi primer contacto con la Patrulla-X. Los primeros números que leí de la serie me los regaló mi padre un día que trajo a casa un puñado de cómics que le había regalado un transportista de su trabajo. Eran un puñado de números sueltos de varias colecciones Fórum entre los que había los números 86 y 87 de la Patrulla-X (Uncanny X-Men 236 y 237). En estos números Lobezno y Pícara son secuestrados por las fuerzas de Genosha y tienen que huir de sus captores para encontrarse con el resto de la Patrulla-X. Son dos números repletos de acción pero también de una gran caracterización de personajes. Me encantó como Claremont retrata la complejidad de la psique de Pícara y su conflicto con la parte de Carol Danvers que lleva en su interior. La fragilidad y fortaleza que mostraba a la vez el personaje hizo que me prendara de él enseguida. Además la forma en la que Marc Silvestri dibujaba al personaje la hacía aun más adorable. Más o menos al mismo tiempo que estos cómics llegaron a mis manos, Fórum publicaba el número 113 de la Patrulla-X (Uncanny X-Men 274). En dicho número, Pícara llegaba a la Tierra Salvaje después de haber perdido sus poderes y entablaba una relación sentimental con Magneto. Ellos dos, junto a Nick Furia y Ka-zar, debían enfrentarse a Zaladane que pretendía hacerse con los poderes magnéticos de Magneto. Todo ello dibujado por un Jim Lee en plena forma. Si en los dos números de Silvestri, Picara había conseguido captar mi atención, con esta historia ya acabó de enamorarme, hasta el punto que hoy en día sigue siendo mi personaje femenino favorito.

Otro personaje que descubrí gracias a los Clásicos Marvel de Fórum fue Lobezno. En esos números sueltos que tenía de la colección estaba incluida la serie limitada Lobezno: Honor, de Chris Claremont y Frank Miller, que narra el viaje de Lobezno a Japón para encontrarse con su amada Mariko y que se convierte en un baño de sangre cuando tiene que enfrentarse al despiadado padre de ella y al clan de ninjas de La Mano con el cual se ha aliado. Las historias de ninjas siempre me habían gustado, y había disfrutado de unas cuantas en la serie de G.I.Joe, pero esta historia de Lobezno en Japón estaba a otro nivel. No sólo contenía estupendas escenas de acción, sino que también había una trama sólida y un profundo drama personal en el que Lobezno debe buscar el equilibrio entre el asesino y el guerrero que es. Aquel guión de Claremont me encantó y creo que esta es una de las historias que más veces he leído en mi vida. A todo esto hay que sumarle un excelente dibujo de Frank Miller, dando una lección de narrativa. Las cuatro páginas en las que muestra el enfrentamiento final entre Lobezno y Lord Shingen creo que son de lo mejor que ha hecho nunca como dibujante. En esta miniserie se muestra una de las mejores caracterizaciones que se ha hecho nunca de Lobezno, mostrando su lado más humano y esa dicotomía entre asesino y guerrero que he mencionado antes que lo convierte en un personaje muy atractivo.

«Si eres culpable… estás muerto», con esta impactante frase anunciaba Fórum la serie regular del Castigador. El anuncio incluía una sencilla imagen de fondo negro sobre el que destacaba la calavera típica del uniforme del personaje, una cara de poco amigos y una mano sosteniendo un pistolón. Aquello fue suficiente para llamar mi atención y lanzarme a probar esta serie. En aquella época, finales de los 80, me gustaban las series de acción y tiros y El Castigador parecía la serie ideal para empezar a coleccionar una serie Marvel ya que parecía que por allí no se iban a pasear muchos tipos con superpoderes. Era la época en la que triunfaban películas como Arma Letal y La Jungla de Cristal y en la televisión Corrupción en Miami había sido un gran éxito y la serie del Castigador ofrecía todo aquello en formato cómic. Por aquél entonces el responsable de la serie era Mike Baron, el creador de Nexus, y se encargaba de realizar un excelente cómic de acción que funcionaba de forma bastante independiente del resto del Universo Marvel (salvo alguna aparición esporádica de Daredevil). Además Baron nutría sus historias de elementos propios del cine de acción de la época y era fácil encontrar referencias a películas como El Rector, Cobra o Ejecutor, todas ellas joyas del actioner más ochentero. Los números que más me engancharon fueron los que van del 8 al 29 ( Punisher v1. 8 al 25 USA), dibujados por Whilce Portaccio y Erik Larsen, que condensan lo mejor de aquella serie: personajes creíbles y acción sin complejos. Con el paso de los años el personaje a gozado de mejores etapas como la sublime de Garth Ennis en el sello MAX o la más reciente de Rucka, pero para mí, el Castigador de Mike Baron siempre ha sido el ejemplo perfecto de cómo debería encajar el personaje en el Universo Marvel .

En mi búsqueda de nuevas historias que leer decidí ampliar mis gustos hacía otros tipos de superhéroes y uno de los primeros que llamó mi atención fue Daredevil. Era un justiciero urbano, no tenía muchos superpoderes y se había cruzado alguna vez con el Castigador, personaje que ya hacía tiempo que seguía, por lo que parecía una apuesta segura para ampliar mis horizontes dentro del Universo Marvel. El problema era por donde empezar ya que el personaje contaba con una larga trayectoria a sus espaldas y nunca encontraba la ocasión para ponerme con ello. Por suerte para mi apareció un cómic del personaje que parecía ideal para los no iniciados, Daredevil, El Hombre sin Miedo, una miniserie de cinco números escrita por Frank Miller y dibujada por John Romita Jr. La historia narra los primeros años del personaje, desde que siendo niño sufre el accidente que le deja ciego y le concede los sentidos ampliados que le permiten “ver” mejor que cualquier ser humano normal, hasta la primera vez que se enfunda el disfraz de Daredevil, pasando por la trágica muerte de su padre, el entrenamiento con Stick o el encuentro con Elektra durante sus años universitarios. Toda la historia está tratada con un enfoque bastante realista, alejada de la estética habitual de los cómics de superhéroes, como si se tratara de un thriller. Desde luego aquello no era lo que me esperaba pero era mucho mejor. El guión de Miller enganchaba desde el principio y estaba lleno de energía, sin dar tregua mientras hacía evolucionar al personaje por las diferentes etapas de su vida en función de las personas con las que se cruzaba: Stich, Elektra y Kingpin. A ello se le sumaba un excelente dibujo de John Romita Jr. en el mejor momento de su carrera. Con esta historia Daredevil se convirtió inmediatamente en uno de mis personajes favoritos. Más adelante descubrí el magistral trabajo previo que había hecho Miller con el personaje, pero esta historia de superhéroes sin disfraces siempre estará en primer lugar entre mis preferidas de Daredevil.

Uno de los problemas de sumarse a un universo de ficción como el Universo Marvel es el gran bagaje de muchos de sus personajes principales. Cuando yo empecé a coleccionar cómics Marvel, a finales de los 80, las principales colecciones ya llevaban a sus espaldas casi tres décadas de historias, y la edición patria de fórum alcanzaba casi el centenar de números en muchas de sus series. Por ese motivo daba cierta pereza empezar con ellas, ya que daba la sensación que no iba a ser fácil ponerse al día con ellas. Así, cuando apareció la colección de los Nuevos Guerreros, con un flamante número uno en la portada y esa frase promocional que decía “Los héroes de los 90”, no perdí la oportunidad de sumarme y poder disfrutar desde el principio de una serie que parecía hecha especialmente para mí. Y como lo disfruté. En apenas 24 páginas, Fabián Nicieza y Mark Bagley fueron capaces de condensar la presentación de los seis personajes protagonistas, reunirlos en un grupo y enfrentarlos a su primer supervillano, nada menos que Terrax un exheraldo de Galactus. Recuerdo que este cómic apareció en verano y que debí leérmelo unas veinte veces antes de que apareciera el segundo número de la colección. Para entonces Nova, Speedball, Namorita, Estrella de Fuego, Marvel Boy y Trillador Nocturno (sí, así lo llamaron en lo primer número) se habían convertido en mis personajes favoritos. El furor por esta serie no me duró muchos años, pero los 25 primeros números, a cargo de Nicieza y Bagley, los disfruté mucho y guardo muy buen recuerdo de ellos. Son historias de corte clásico pero dotadas de una gran frescura gracias al buen uso que hace el guionista del plantel protagonista, formado por personajes secundarios repescados de otras series y a los que supo darles una personalidad atractiva. De todos ellos el único que permanece entre mis favoritos es Nova que gozó de una tercera juventud (la primera fue en su propia serie y la segunda con los Nuevos Guerreros) gracias a la excelente etapa guionizada por Dan Abnett y Andy Lanning.