Descripción editorial |
Tras un prolongado silencio, Didier Comès vuelve con una obra en la que confluyen las dos características más notables de su estilo: la narración de historias entroncadas con el realismo mágico, y el magistral uso de los negros para retratarla.
Está a punto de jugarse una partida que resolverá el conflicto bélico más importante del siglo XX. Un soldado novato, una calavera tuerta fantasma de sí misma, un soldado prusiano, y un maestro de escuela que se cree Jesucristo. El premio: la libertad de una nación o vivir por toda la eternidad.
Reseña |
Según la información proporcionada por Norma Editorial que justo al principio podéis encontrar, la narración de historias entroncadas con el realismo mágico y el magistral uso de los negros son dos de las características más notables del estilo de Didier Comès que se dan cita en esta obra.
Siendo cierto que esas dos facetas están presentes en este relato sobre un novato soldado norteamericano que es ayudado por una extraña colección de espíritus en su misión de defender las Ardenas belgas del ejercito nazi, nunca he considerado que fueran precisamente esas particularidades del estilo de Comès las que le resultaran más definitorias y cruciales.
Descubrí a Comès siendo yo adolescente. Con La Belette, Eva y El Árbol Corazón. Y si algo me subyugó de este autor – y me subyugó mucho, hasta el punto de convertirse en uno de mis autores preferidos de entonces – fue su capacidad para el retrato psicológico de personajes rotos, quebrados, tullidos.
Para mí Comès, siguiendo la estela de muchos de los mejores trabajos de Alfred Hitchcock, se convertía en uno de los grandes del psicothriller en viñetas. En sus obras todo danzaba alrededor de un oscuro secreto que carcomía desde el interior a comunidades enteras, partiendo del epicentro de lacerante dolor que habitaba en el corazón del protagonista de cada una de las historias. Miradas esquivas, grandes silencios, rostros hieráticos… manifestaciones de una atrocidad vergonzosa que se esforzaba por mantenerse en las sombras. Lo que al principio se mencionaba, esa recurrente presencia de elementos sobrenaturales y la contrastada utilización del blanco y negro, no dejaba de ser un recurso narrativo más puesto al servicio del argumento general de cada relato.
Pero aquí, en esta obra en la que nada de lo fundamental existe, en la que no hay retrato ninguno del protagonista ni es su historia la que le interesa explicar al autor, ese realismo mágico y ese uso de los negros – tan justificadamente elogiados – aparentan ser meros ornamentos. El grafismo de Comès se revela poco apto para retratar ciertas escenas de acción y la mayoría de los espíritus parlanchines, con excepción de los niños y el gato, carecen de hondura alguna. A esta historia, que con ironía y bastante mala leche retrata un tanto de la sinrazón de la guerra y un poco de la miseria de la existencia humana, le falta corazón. Le falta verdadero dolor. Le falta humanidad. Y sin ser una obra pésima, siendo una lectura correcta y hasta interesante, queda muy lejos de las cimas creativas que Comès alcanzara con los álbumes antes comentados: Eva, la Belette y El Árbol Corazón… trabajos que encarecidamente les invito a leer.
También habló de La Última Partida, y con bastante más rigor que yo, el bueno del Tío Berni.