ZN Reseñas: Ramalho. Una mina llamada Infierno

 

Ramalho: Una mina llamada Infierno
Guión: Alejandro M. Gallo
Dibujo: Julio Cangialosi
Dolmen – 104 pág BN – 15€

 

Alejandro Gallo adapta al cómic su popular novela Una mina llamada Infierno, contando para ello con dibujos del dibujante argentino Julio Cangialosi. La obra transcurre alrededor una trama de intriga ubicada en la zona minera de El Bierzo, con el inspector Ramalho da Costa, alias El Trini, como protagonista llegado desde Vallecas a investigar los sucesos.

Una historia con mucha fuerza, que refleja con excelente pulso narrativo la vida en la mina y alrededor de ella, a través de un protagonista carismático que con el futuro asegurado en el mundo de la literatura, como demuestra que su segunda novela como protagonista ya está a punto de salir editada, ahora pide un espacio en el mundo del cómic.

Soy poco amante de las adaptaciones literarias. Será que queda en mí el recuerdo de aquellas “Joyas” que nos ofrecía Bruguera y que, la mayoría de las veces, no estaban a la altura de las “historietas tipo”. Literatura y cómic funcionan de diferente manera y, por eso mismo, la mayoría de las veces optimizan sus recursos narrativos en relatos de naturaleza distinta. Incluso los más grandes maestros del Noveno Arte suelen producir obras menores cuando deciden circunscribirse a forjar simples adaptaciones. Tan solo cuando la obra original sirve de punto de partida para una obra diferente o cuando el “adaptador” se preocupa más de capturar el mensaje matriz que de mantenerse fiel a la cadena de acontecimientos de la obra primera, tan solo entonces las adaptaciones suelen resultar logradas y convincentes.

Pero hubo dos cosas que llamaron mi atención en este Ramalho: Una mina llamada Infierno. Por un lado, su cuidada edición, algo a lo que ya debería estar acostumbrado a estas alturas porque Dolmen no ceja en su empeño de mimar la Colección Siurell. Por otro lado, que fuera el mismo novelista quién se hubiera preocupado de adaptar su trabajo al cómic. Si el autor de la obra original se encargaba del trasvase a la historieta debía de ser porque tenía verdadero interés por este medio nuestro y porque, además, creía realmente que su trabajo podía funcionar en él.

El resultado, una vez leída la historieta, puede valorarse como satisfactorio. El formato elíptico propio del Noveno Arte le otorga a la trama un ritmo frenético que ayuda a transmitir inmejorablemente la inminencia de los peligros que intuimos latentes en cada subargumento. Por lo demás, la dosis justa de textos y el adecuado trabajo gráfico del dibujante permiten que la narración contenga siempre la contextualización precisa, sin que percibamos que nos falta algo para entender la trama o que se nos escamotean detalles relevantes buscando aligerar el argumento.

Remarquemos aquí cuán afortunada fue la elección de Julio Cangialosi para que se encargara de ilustrar esta historieta. En la manera de componer la página y distribuir la información de este argentino se adivina el referente de Eduardo Risso en 100 Balas. En esta serie norteamericana, posiblemente para poder hacer frente a la cadencia mensual, Risso plantea las planchas con grandes viñetas centrales donde mostrar los fondos y otras de más pequeñas, circundantes, que a menudo se resuelven con abundantes masas de negro. Tal enfoque permite aportar mucha información por página al tiempo que aligera la laboriosidad de ciertas escenas y esa es la baza que Julio Cangialosi juega con maestría.

La trama, por lo demás, es entretenida, intrigante y comprometida, tres ingredientes básicos de cualquier novela de género negro que se precie de serlo. Si en Julio Cangialosi se intuía la sombra de Risso, en este Ramalho se reconoce un tanto de aquella creatura de Manuel Vazquez Montalbán que había militado en el Partido Comunista.

Con lo cual ya sólo me resta añadir que, si en la información editorial se preguntaban hasta qué punto Ramalho logrará hacerse un lugar entre los lectores de tebeos, por mi parte ya tiene asegurado el sitio.