Estrenada en marzo de 2022, The Batman resultó ser un éxito tanto de público (consiguiendo una recaudación global aproximada a 770 millones de dólares) como en la recepción por parte de la prensa especializada. El nuevo reinicio del mejor detective del mundo en la gran pantalla tuvo a Matt Reeves detrás de las cámaras y a Robert Pattinson dando vida a un joven Bruce Wayne. Pese a que el principal villano de la función en aquella ocasión fuera El Acertijo, interpretado por Paul Dano, no fue ni mucho menos el único enemigo al que se enfrentó El Cruzado de la Capa. De esta forma, Colin Farrell tomaba el testigo de Danny Devito (Batman vuelve) construyendo un Pingüino mucho más cercano a Los Soprano que a su homólogo en la cinta de Tim Burton. Una vez muerto el personaje de Carmine Falcone (John Turturro), el crimen organizado gothamita se peleará por hacerse con el vacío de poder. Con Lauren LeFranc (Agents of SHIELD) como showrunner, Craig Zobel (Mare of Easttown) en la dirección y un Reeves que se reserva las veces de productor, Farrell volverá a mostrarse irreconocible en los siguientes ocho episodios que podremos ver en MAX. Cristin Milioti (Sofia Falcone), Clancy Brown (Salvatore Maroni) y Michael Kelly (Johnny Vitti) acompañan a Oz en este Largo Halloween.
El Pingüino. Episodio 2 – Topo
Cómo conocí a vuestra mafiosa, por Jordi T. Pardo
Se suele decir que Batman tiene una de las mejores galerías de villanos de la historia del cómic de superhéroes. Hay poca discusión en este tema, pero también es cierto que la mayoría de enemigos del Caballero Oscuro brillan por sus excentricidades y, curiosamente, suelen insertarse a golpes de martillo en el ambiente de género negro que a lo largo de las décadas han cultivado las historias del personaje. Y esto a pesar a tener muchos de ellos conexiones con la mafia de Gotham. En ese sentido, y como ya apuntábamos en la primer episodio, el Pingüino es un villano que funciona perfectamente en este ecosistema de una forma natural, lo que ha hecho que -con la excepción de su encarnación burtoniana en los noventa- sus adaptaciones a la pequeña y gran pantalla hayan venido acompañadas de una cierta pátina de eso que llamamos «realismo».
Esto ya se evidenciaba en una serie como Gotham en la que como en la presente El Pingüino, Oswald Cobblepot tenía un papel protagónico y se recalcaba mucho su faceta de «hombre hecho a sí mismo», un personaje retorcido y manipular en la mejor tradición del Benjamin Linus de Perdidos y con un figura materna opresiva y decisiva en su forma de ser. Tanto en Gotham como en El Pingüino se podaron -al menos de inicio- su estética clásica ligada al esmoquin, el sombrero de copa, el monóculo y su siempre letal colección de paraguas. En El Pingüino, como ya sucedía en The Batman, el personaje de Colin Farrell lleva esto al extremo definiendo al bueno de Oswald como un delincuente genérico más, en el mejor de los casos como una suerte de mezcla entre Tony Soprano y Walter White. Son pues comprensibles las críticas de algunos aficionados, pues ciertamente del Pingüino de los cómics podríamos decir que solo quedan aquí los andares.
Está por ver la evolución del personaje a largo plazo, pero es cierto que cualquier excentricidad comiquera introducida a posteriori podría resultarnos -a raíz de la estética ya tan marcada de este «universo de bolsillo»- hasta ridícula y/o contraproducente. Este es el mayor pero que podemos poner a esta adaptación, todo lo demás se limita a contarnos una historia que -mejor o peor- juega con los elementos y la mitología que los espectadores ya conocemos. Y no nos referimos a la de los cómics de superhéroes, sino a las historias de la mafia y crimen organizado. Es en ese terreno en el que está combatiendo esta serie y, por ahora, sale librada al plantearnos una propuesta entretenida, aunque escasamente original más allá de las idas y venidas de su personaje principal en sus intentos por hacerse con el control de la delincuencia en Gotham.
Este segundo episodio nos deja ya a las claras que estamos ante un producto de su época, con un personaje carismático de esos que muchas veces brillan más cuando son el secundario de la historia. Pero al Pingüino de Farrell le ha salido una competidora a la altura, la Sofía Falcone interpretada por Cristin Milioti que se come la pantalla cada vez que aparece. sabiendo jugar a su favor con «el principio de la Pitufina» del audiovisual y con el prototipo de mujer de armas tomar en un mundo de hombres. Tanta es la importancia que se le ha dado en la producción de HBO que el equilibrio de la historia responde realmente ante ella, ya que se encuentra atrapada entre las aspiraciones de Oswald y su pulso contra su propia familia.
El resto de la serie responde directamente a lo que Matt Reeves ya planteó en The Batman y aunque está claro que a nivel de presupuesto eso implica menos recursos en términos de efectos especiales y acción, no es algo que tenga que preocupar a una historia de este tipo. Nos quedan unos cuántos episodios por delante y habrá que ver hasta donde nos conduce el viaje iniciático de Oswald, si será una plataforma hacía historias futuras o un callejón sin salida. Hay poco cómic en ella, pero habrá que darle algo de espacio.
Pingüino en prácticas, por Juan Luis Daza
Inside Man es el título de este segundo episodio de El pingüino, la serie spin off de The Batman protagonizada por el Oswald Cobblepot interpretado por Colin Farrell en aquel largometraje rodado por Matt Reeves. Como ya comenté en mi reseña del episodio piloto, tanto en aquel como en la cinta original veía un notable esfuerzo interpretativo por parte del actor irlandés digno de elogio, pero a duras penas encontraba al personaje destacado de la galería de villanos del alter ego superheróico del multimillonario Bruce Wayne. Esta tercera entrega me reafirma en que estamos asistiendo a una serie en la que nos ofrecen una visión muy despersonalizada del rol al que anteriormente interpretaron en imagen real grandes actores como Burgess Meredith o Danny DeVito con mucho más acierto.
Por lo tanto me autoconvenzo de que lo que me están ofreciendo Lauren LeFranc, Erika L. Johnson y Craig Zobel es la historia de un mafioso arribista genérico que, como mencioné la semana pasada, puede pasar por cualquier sosias de iconos del cine y la televisión sobre el submundo del hampa como Tony Soprano o Tommy DeVito. Localizar la historia en el universo de Batman y en la ciudad de Gotham es meramente anecdótico, porque no tienen relevancia alguna en el entramado argumental, de manera que solo nos queda un relato procedimental con tiroteos, chivatos, ajustes de cuentas, personajes de moral maleable, familias buscando venganza y algún que otro aliciente interesante como el carisma de Colin Farrell o el intento, no del todo conseguido, de dar profundidad psicológica a la Sofia Falcone de una esforzada Christin Melioti.
Con el segundo episodio de El pingüino me quedo igual que con el anterior. Indiferente, sin ver al personaje de los cómics y otras encarnaciones en el audiovisual en pantalla y asistiendo a un vehículo para el lucimiento de un Colin Farrell que, no lo puedo negar, hace un trabajo excelente y mantiene una correcta química con Christin Melioti que, conforme vayan sucediéndose los acontecimientos dramáticos, seguramente vaya a más. A parte de eso mi mayor interés para seguir viendo la serie de HBO para Max es mi compromiso con Zona Negativa, porque, me repito una vez más, sigo sin conectar con un producto que espero que en sus próximas seis entregas consiga engancharme más allá de la muy cuestionable adaptación que hacen de su protagonista.
Choque de Titanes, por Raúl Gutiérrez
Y por fin, tras más de una semana de espera, que dado el buen sabor de boca que nos dejó el primer capítulo, se nos ha hecho un poco larga, llega el segundo capítulo de El Pingüino, dirigido como el anterior por Craig Zobel.
Esta serie va con todo desde su minuto uno, y en ese sentido tenemos un capítulo muy continuista con respecto al anterior pero igual o quizás mejor que éste. El episodio abre con la Sophia Falcone de la magnífica Cristin Milioti experimentando pesadillas que entremezclan su estancia en el Asilo Arkham con el reciente asesinato de su hermano Alberto, para después ponernos junto a su terapeuta, que está encarnado por Theo Rossi, a quien siempre recordaremos por su magnífica interpretación de Juan Carlos “Juice” Ortiz en Sons of Anarchy.
Está claro que aunque no sabemos qué fue lo que motivó el ingreso en Arkham de Sophia, sus años allí le han pasado factura convirtiéndola en una mujer traumada por su pasado pero igualmente fuerte ante lo vivido y empoderada hasta el punto de que no va a permitir que nadie le quite lo que considera suyo.
Tras esta escena, el episodio abre ya al título de la serie poniéndonos directamente frente a Oz, su protagonista, quien es conducido hasta la prisión de Blackgate para reunirse de nuevo con Sal Maroni, a quien le insiste en su oferta de traicionar a los Falcone y robarles el cargamento de droga cuya llegada resulta inminente.
A pesar de que ni Sal ni el resto de sus consejeros se fían en absoluto de Oswald deciden colaborar con él por el mero placer de hacer caer a los Falcone y de ganar dinero con la operación, considerando a Cobb un activo que por el momento puede resultar útil.
Pero si este capítulo demuestra algo es que ni los planes salen nunca cómo están diseñados, y que Oswald no es ningún tonto, teniendo gran capacidad para la improvisación.
Y es que, el plan consistía en que Oswald iba a escoltar el cargamento en un vehículo a parte, pero como Johnny Viti desconfía del Pingüino (y con razón) le ordena ir en el propio furgón de carga.
Ante el ataque de los Maroni, Oswald tendrá que improvisar matando a un par de esbirros de los Falcone sin ser visto y huyendo rápidamente del lugar.
Pero por si esto fuera poco, los Falcone cazan a uno de los esbirros de los Maroni que ha tomado lugar en el robo y que ha resultado herido en el asalto al furgón Falcone, secuestrándolo directamente del hospital (gracias a un detective de policía corrupto y enganchado a la droga que los Falcone venden) para más tarde interrogarlo no solo por lo ocurrido sino por el asesinato de Alberto Falcone.
Nuevamente, Oswald tendrá que improvisar pues esta circunstancia es considerada por los Maroni como de su responsabilidad, estando a punto de quitarle la vida por ello, y será el Pingüino quien tras tratar de incriminar a Johnny Viti tanto por el asesinato de Alberto como por el robo del furgón, tendrá que cambiar rápidamente de estrategia, matando al esbirro Maroni secuestrado e incriminando a uno de los guardaespaldas de Sophia.
Este cúmulo de circunstancias hacen que Luca Falcone quien se encarga de la familia tras la muerte de Carmine y el asesinato de Alberto quiera quitarse de encima a Sophia mandándola a Italia, lo que por supuesto Sophia no piensa aceptar de buenas a primeras.
Ello lleva a la hija del mafioso a aliarse con Oswald, siguiendo a la perfección los planes de éste y ello a pesar de que al inicio la hija de Falcone desconfiaba de Cobb, a quien considera un arribista sin escrúpulos mucho menos listo de lo que se cree.
Este segundo capítulo nos mete directamente en la mente de un Oswald Cobb que establece planes y contraplanes para hacerse con el control del crimen organizado de Gotham City de una forma nada sutil y muy directa que, por el momento, parece estar saliéndole bien, al tiempo que conocemos más del personaje de Víctor Aguilar quien en este capítulo ve lo realmente peligroso que puede llegar a ser su jefe.
The Penguin se convierte en una serie sobre mafia y crimen organizado perfecta, que se nutre de los elementos establecidos por Francis Ford Coppola, Sergio Leone, Martin Scorsese, Brian De Palma y otros en décadas de cine de gangsters y por lo contado en la cinta The Batman para narrarnos una serie que hasta el momento en absoluto tiene nada que envidiar a otras producciones como Los Soprano o Boardwalk Empire, si bien, el tiempo nos dirá si la calidad se mantiene tan alta.
Un producto perfecto para los amantes de este tipo de productos que esta semana, como con el capítulo anterior, nos ha dejado con ganas de muchísimo más.
De Dolly Parton a los Chichos, por Román de Muelas
La trama avanza a golpe de metedura de pata del Pingüino (o no). Si en el primero, el pistoletazo de salida del capítulo (y la serie) fue el impulsivo asesinato de Berto Falcone, en el segundo es la fallida traición de Cobblepot para entregar un cargamento de drop de los Falcone a los Maroni.
Como buen capo en ciernes (o eso creemos que es el quid de la serie) Oz, mueve los hilos de su error para que sea el revulsivo de su próximo movimiento y lo aproveche en su favor, en lo que viene a ser una huida constante hacía delante.
Destaca en el segundo capítulo Craig Walker como el agente Markus Wise, policía corrupto, yonki y tremendamente eficaz. En esta serie los personajes con más problemas suelen ser los más rentables.
Profundizamos en la humanización del Pinguïno al que vemos preocupado por su madre demente, por que reciba los cuidados necesarios y por la manera de premiar a su secuaz a la fuerza, Vic. También vemos como es la vida amorosa de un personaje de los bajos fondos, deforme y totalmente antipático, sin pizca de humor ni carisma, como Cobblepot. Un amor de compra y venta, que cantaban los Chichos.
Por otra parte, conocemos mejor el personaje, por ahora mejor tratado, Sofia Falcone. Alucinada, violenta, peligrosa, tensa y amenazante. La contención de la hija de Carmine es el mayor hallazgo de lo que llevamos de serie. Sofia da la sensación de ser una bomba de relojería siempre al límite del estallido estridente y letal.
Antes de nada, el personaje interpretado por Cristin Milloti nos lo presentan como una asesina con problemas mentales (Hangman) que sufre alucinaciones, comportamientos compulsivos, estallidos de ira y automutilaciones, además de una intuición punzante y certera (cuando conviene en la trama). No caigamos en el error de pensar que es una psicópata, no en vano, por lo que parece su trastorno es una mezcla de cosas que nos van a poner de los nervios, pero más bien se acercan a un cuadro esquizofrénico.
La trama por ahora se circunscribe en las traiciones en medio de una guerra de familias mafiosas de Gotham con el Pingüino metiendo baza de forma algo pobre. Sorprende siempre en este tipo de tramas como los guionistas fuerzan a los personajes para hacerlos pasar por unos crédulos de gatillo fácil a la vez de unos paranoicos que huelen la traición a leguas. El realismo está reñido muchas veces con un guion limpio como mandan los cánones.
Segundo capítulo más entretenido. Se mete en harina una vez los personajes están bien definidos. Ayuda profundizar en la locura de Sofía. Lo mejor de la serie, como hemos dicho. Esos ojos negros, saltones y húmedos… dan mucho miedo.
Happy Feet, por Sergio Fernández
La Cosa Nostra. Gotham continúa siendo el escenario en el cual los clanes mafiosos se pelean por el vacío de poder dejado por Carmine Falcone. No hay rastro de Batman, tampoco se le menciona, pero la eterna decadencia de la ciudad parece no tener fin. La criminalidad marca máximos históricos y la droga escasea. Quizá una cosa que echemos de menos en El Pingüino es que se comenta, pero no se muestra esta realidad. Más allá de las malas artes de los Maroni y los Falcone, y los cuatro raterillos que le querían quitar las llantas a Oz, no se exprime la oscuridad de Ciudad Gótica.
Mencionaba en el primer párrafo la inminente guerra entre las principales bandas. Esto ha sido posible porque el personaje interpretado por Colin Farrell ha portado la cerilla, la gasolina y todos los elementos inflamables posibles para que el tema entrara en combustión. Ante la oportunidad de escalar a lo más alto de la pirámide criminal, Oz se mueve sibilinamente recordando más a la serpiente bíblica que al pingüino emperador. Jugando a dos bandas, El Pingüino mete cizaña tocando las teclas que debe. Con la única ayuda de Vic, el antiguo lugarteniente de Carmine Falcone sortea todos los obstáculos con su particular bamboleo. A diferencia de versiones pasadas en las que las semejanzas del personaje con las citadas aves marinas tenían que ver con una nariz afilada a modo de pico y una vestimenta blanquinegra, la versión más realista del bat-universo creado por Matt Reeves nos regala un Pingüino con una marcada cojera y unas cuantas cicatrices. Ni rastro de chisteras, monóculos ni paraguas.
El funeral de Alberto Falcone ha servido para que Oz trate de ganarse la confianza de una Sofia recelosa. El fin justifica los medios. El otrora personaje interpretado por Danny DeVito aguarda su momento para estar a solas y contarle una historia que por lo menos, en parte, sabemos que es mentira. A pesar de su principio de demencia, la madre de Oz está vivita y coleando. No solo eso, sino que las escenas compartidas con su progenitora muestran el lado más humano del criminal. No obstante, Oz utiliza la (falsa) muerte de sus seres queridos para tratar de establecer un vínculo con la ex convicta de Arkham. Como veremos al final del capítulo, la siembra dará sus frutos.
Sin embargo, no todo es un camino de rosas para Oz. Como diría Hannibal Smith “me encanta que los planes salgan bien”. En el mundo del hampa rara vez esto se cumple. Oz juega con fuego constantemente y la menor alteración del programa establecido puede provocar que todo salte por los aires. En este segundo episodio ha habido un par de momentos que ha estado contra las cuerdas. El primero de ellos cuando logra sobrevivir a duras penas a un ataque de los Maroni (ideado por él mismo) con el fin de robar el drop de los Falcone. El segundo de ellos (consecuencia del primero) un cabo suelto de los Maroni, apresado por Sofía, podría revelar la traición de Oz. El plan A, tratando de incriminar a Johnny Vitti con las fotos que sacó de la caja fuerte de Carmine en el episodio piloto, se va al traste cuando están a punto de enganchar a Vic. Oz se tiene que ensuciar las manos aunque no es algo que le cause el menor remordimiento. Los Falcone dan la voz de alarma y Oz se las tiene que ingeniar para salir del percance cargándole el muerto (literalmente) a un matón de Sofía.
Colin Farrell sigue siendo la mejor baza de una serie con una buena factura técnica que sigue la estela marcada por The Batman. Vic, aprendiz a la fuerza de Oz, está interpretado de manera notable por un Rhenzy Feliz que tiene problemas con el habla. Todo eran risas hasta que nos dimos cuenta de que el tartamudo estaba pidiendo jamón. Por último, Cristin Millioti sigue moldeando un personaje con mucho potencial. A ratos vulnerable, a ratos temida (gran momento con la hija de su prima), Sofia Falcone es un volcán a punto de explotar. Manipulada por Oz, tratará de tomar el poder con su ayuda. Veremos lo que dura esta improbable compañía de viaje.
En capítulos anteriores…
El Pingüino. Episodio 1 – Horas extra
Jordi T. Pardo - 7
Juan Luis Daza - 6
Raúl Gutiérrez - 8.5
Román de Muelas - 7.5
Sergio Fernández Atienza - 7.5
7.3
Bien
El segundo episodio de El Pingüino confirma una propuesta resultona de la que nuestros redactores destacan los papeles de Farrell y Milioiti, aunque la historia acabe siendo algo procedimental y con poca textura de cómic.